sábado, 25 de febrero de 2023

GUSTAVO GORRITI: “SOLO HABRÁ SALIDA SI EL CENTRO DEMOCRÁTICO EMPIEZA A HACER SENTIR SU PRESENCIA”

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— Los recientes fallos del Tribunal Constitucional han alarmado en el siguiente sentido: que está alterando el equilibrio de poderes. ¿Cree que eso es lo que efectivamente está ocurriendo? ¿Qué el Congreso cada vez más está capturando poder, atribuciones, y se está convirtiendo en una institución que no es controlable?

—El fallo del TC es inequívoco. Y antes de este fallo, el Congreso ha logrado un conjunto de victorias que lo han llevado a ser el poder dominante, predominante y hegemónico. Pero con la contradicción inherente de que ese poder que tiene ahora a un TC vasallo es profundamente despreciado por más del 90% de los peruanos. Si esa minoría que no se distingue por ser cualitativamente superior domina el funcionamiento de los poderes en contra del sentimiento abrumador de la población, es un equilibrio estructuralmente inestable y que no creo que se vaya a mantener.

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GUSTAVO GORRITI: “SOLO HABRÁ SALIDA SI EL CENTRO DEMOCRÁTICO EMPIEZA A HACER SENTIR SU PRESENCIA”

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El periodista y director de IDL-Reporteros considera que los partidos políticos "han envejecido, han terminado en decrepitud precoz".

Por Enrique Patriau.

Lima Diario La República, sábado 15 de febrero del 2023.

 

Gustavo Gorriti, director de IDL-Reporteros, responde sobre el acoso del que fue víctima por parte del grupo de ultraderecha, La Resistencia. Propone como salida a la crisis que pone en peligro a la democracia peruana, la reactivación del centro democrático, el mismo que se ha manifestado en anteriores oportunidades pero que ahora, señala, luce aletargado.

¿Por qué cree que no han detenido todavía a los miembros de la Resistencia? Se conoce quiénes son, porque vienen operando por varios años.

—En la caricatura de Carlín de hoy (viernes) se puede empezar a tener una parte de la respuesta. Yo le llamo La Pestilencia porque eso de querer usurpar el nombre de quienes lucharon en Europa contra la invasión nazi es inaceptable. Además, si el nombre debe tener un cierto efecto descriptor, La Pestilencia es más adecuado. ¿Por qué no son detenidos todavía, a pesar de que van violando artículo tras artículo penal?


En su caso hubo un delito flagrante, incluso.

Racismo antisemita, que en el Código Penal Peruano tiene una palabra no del todo adecuada que se llama discriminación. Igualmente está penada. No es la primera vez que lo hacen. Nosotros ya planteamos en cada caso acciones judiciales que son lentas y llegan a poco. Una de las cosas que hicimos fue identificar a cada uno de ellos, investigar sus procedencias y tratar de ver de dónde venían, sus financistas y manejadoresTambién hicimos demandas judiciales ante groseras difamaciones que soltaban y esputaban en cada una de las aproximadamente veinte veces que han llegado a IDL.

¿Y en qué terminó eso?

Contra Maelo se pronunció una sentencia en contra suya por difamación contra IDL, que fue confirmada y es inapelable. Esa sentencia planteaba reglas de conducta que este maleante debía seguir. Por supuesto que las utilizó como papel higiénico, las violó una a una y se ha ido ante el juez para que proceda, pero, hasta este momento, no ha habido ninguna acción. Casi todas las cosas caminan como un caracol con tendencia a la catatonia, pero avanzan lentamente. Sin embargo, una de ellas fue importante. La Fiscalía contra el crimen organizado armó una investigación porque estaba llena de datos y la fiscal Nelly Millones, que, imagino, sigue a cargo del caso, al inicio parecía bastante interesada. Desde que Patricia Benavides asumió la Fiscalía de la Nación ha habido una parálisis diría virtualmente total. No hemos vuelto a escuchar nada, a pesar de que hemos preguntado sobre cómo están las cosas.

¿Han buscado a la Policía?

—Buscamos que se aplique el principio de flagrancia, que en el caso del expresidente Castillo no tuvieron mayor problema en interpretar y aplicar.

¿Y cuál fue la respuesta?

En esta última ocasión tuve un cruce áspero de palabras, por teléfono, con un general de la Policía que tenía capacidad de ordenar acciones. Me dijo que había un derecho a hacer manifestaciones, pese a que era en Miraflores y el alcalde…


Había sacado una ordenanza prohibiendo las manifestaciones.

—Y él (el general de la Policía) ahí dijo: “Bueno, en ese caso proteste usted ante la municipalidad”. Y luego pedía que fuéramos a sentar la denuncia ante la comisaría, para que se inicie el largo proceso burocrático que empieza en nada y termina en nada. Me dijo que ellos eran extremadamente respetuosos de la libertad de expresión. Como entonces sentí que era una persona aficionada a cantarle tangos a Gardel, le dije que a mí no me tenía que hablar de libertad de expresión. Más bien le pregunté que si un tipo lo sigue cuadra tras cuadra mentándole la madre a la oreja, ¿es libertad de expresión? Si un tipo le lanza públicamente las más groseras y absolutas difamaciones, ¿es libertad de expresión? Si hay alguien que llama a matarlo, que lo linchen, ¿es libertad de expresión? ¿Las cosas que salían del aparato de propaganda de Goebells eran libertad de expresión? Las instancias en la radio de los hutus a hacer el genocidio contra los tutsis en Ruanda, ¿eran libertad de expresión? No estaba más interesado y terminé la conversación. Sé que dentro de la Policía hay una especie de discusión, pero no tengo duda de que hay presión para que se trate a esa gente con pasividad y se permita su impunidad.

Y los dejen actuar.

—Creo que los dejan actuar porque sienten que tienen cierto nivel de protección, que están vinculados con cierto tipo de gente con la que no quieren chocar. La gente de La Pestilencia, además, se presenta como si fuese una fuerza auxiliar de la Policía, incluso de las Fuerzas Armadas. Cuando llegan los policías empiezan a darles “vivas” y “bravos” antes de seguir con sus ataques. En esas circunstancias, hay una clarísima tendencia a que estos matones tengan cierta capacidad de actuar con impunidad, como ha ocurrido en la historia con muchos movimientos fascistas.



 ¿La ultraderecha es el principal riesgo para la democracia peruana en este momento?

No es el único, pero es un riesgo muy importante, sin duda alguna. Para todo propósito práctico dentro de este extrañísimo balance de fuerzas, ahora tienen el poder a través del Congreso. Pero ese mismo Congreso es despreciado, no digo rechazado, sino despreciado, por más del 90% de los peruanos. Han conseguido a través de la vulnerabilidad de Boluarte un nivel de control de los recursos del Ejecutivo. Y la forma en que se llevan las protestas, obviamente, ha tendido a que, en un concepto primario y primitivo de ley y orden, logren una cierta base de soporte institucional. Sin embargo, y hay que decirlo, en este choque tan fuerte que ha habido, del lado de la protesta muchas fuerzas que han salido allí no tenían, tampoco, un carácter democrático. Lo que podemos decir es que, en esa confrontación, la democracia peruana está pasando por unos de sus momentos más críticos después de su periodo más largo de sobrevivencia sin interrupciones en la historia.

¿Y ve alguna salida?

—Es este un momento particularmente difícil y solo habrá una salida si es que el centro democrático empieza a hacer sentir su presencia, su influencia, si esas fuerzas del centro democrático empiezan a movilizar a gente y masas, si salen de esta suerte de estupor en el que quedaron luego de la pandemia. Es un problema realmente importante que por ahora no tiene una vía clara de salida, o de solución.

Precisamente, uno escucha a los representantes del gobierno y repiten que lo peor ya pasó. Recurro a su experiencia de reportero de muchos años que ha visto mucho, ¿lo peor ya pasó?

—¿Qué es lo mejor y qué es lo peor? Primero tenemos que ponernos de acuerdo en eso. Si pensamos que lo peor ha sido el aumento de las protestas hasta el punto de llegar al descontrol, por lo menos esa etapa de los primeros rounds me parece que terminó. Pero que haya terminado la confrontación, tengo serias dudas. La pregunta es de qué manera se va a conformar dicha confrontación, si va a seguir teniendo la presencia dominante de fuerzas agresivas no democráticas o si van a empezar a intervenir también con fuerza aquellos sectores democráticos que tienen todas las razones para protestar contra este estado de cosas.



El centro, al que le pone muchas expectativas.

—No muchas, todas. Y con eso me refiero a la centroizquierda, al centro mismo, que Rodríguez Elizondo llama el centro radical, y a la centroderecha. Eso es lo fundamental.

¿Y no será que el centro no está en letargo, como usted señala, sino que en las actuales circunstancias se ha licuado? No digo que no exista…

—Bueno, no creo que haya desaparecido esa parte tan importante de la población peruana que se movilizó durante los primeros 20 años del periodo democrático, cada vez que esa democracia longeva, pero siempre precaria, estuvo en peligro y que en cada ocasión decidió el curso de los acontecimientos y que, en una última y muy poderosa manifestación, en la usurpación de Merino, también hizo lo mismo. No creo que esa gente haya desaparecido, haya dejado súbitamente de creer en la democracia. Pienso que sí, ha habido un muy alto nivel de desilusión que coincide que niveles que se han dado en otros lados, solo que acá en el Perú de forma más acentuada, por una serie de razones. Si afloran movimientos con prestigio entre quienes lo constituyen y dirigen, vas a ver que saldrá gente tras ellos.

—¿Pero cuando habla de reconstruir el centro, ¿en qué fuerzas está pensando?

Ese es uno de los problemas. La democracia no ha envejecido, los que han envejecido son varios de los partidos políticos que han participado. Han envejecido, han terminado en decrepitud precoz…

Por eso preguntaba.

—Bueno, pero cuando eso sucede con los partidos, hay una solución, que es la de los movimientos, como sucedió en Francia, y en otros lugares. Quizás eso es, movimientos que empiecen a juntar a la ciudadanía, que sientan de manera parecida, que busquen alguna gente de prestigio y que puedan lograr una rápida recuperación de las fuerzas democráticas. Porque lo anterior, en su inmensa mayoría, está desprestigiado, descalificado, ha dejado de existir como organización, no tienen llegada. Esos partidos son los que han fracasado, pero el concepto de democracia en lo absoluto lo ha hecho. Tiene que volver. Y si no hay partidos, entonces que haya movimientos.  

¿Boluarte debería renunciar?

—No lo va a hacer, y no tiene sentido porque en estas circunstancias adelantar las elecciones sin que haya fuerzas viables para competir en una perspectiva de mejora democrática, la verdad, sería sencillamente uno de los rumbos menos positivos que podría tomar este conflicto.



¿Las elecciones adelantadas no serían lo más apropiado en estos momentos?

Para mí es un asunto realmente secundario respecto del principal: ¿cómo lograr el fortalecimiento de la ciudadanía democrática y su participación? Eso más que estar discutiendo fechas, sobre todo porque es una discusión irreal. No creo que en las circunstancias actuales vaya a haber mayores cambios, sobre todo ante la percepción que tienen, posiblemente no muy correcta, de que han logrado estabilidad y que se van a poder quedar y que ningún almirante van a tener que comer alfalfa.

Los recientes fallos del Tribunal Constitucional han alarmado en el siguiente sentido: que está alterando el equilibrio de poderes. ¿Cree que eso es lo que efectivamente está ocurriendo? ¿Qué el Congreso cada vez más está capturando poder, atribuciones, y se está convirtiendo en una institución que no es controlable?

—El fallo del TC es inequívoco. Y antes de este fallo, el Congreso ha logrado un conjunto de victorias que lo han llevado a ser el poder dominante, predominante y hegemónico. Pero con la contradicción inherente de que ese poder que tiene ahora a un TC vasallo es profundamente despreciado por más del 90% de los peruanos. Si esa minoría que no se distingue por ser cualitativamente superior domina el funcionamiento de los poderes en contra del sentimiento abrumador de la población, es un equilibrio estructuralmente inestable y que no creo que se vaya a mantener.

Usted fue amigo de Alejandro Toledo en un momento clave de la historia peruana. Su extradición está en curso. ¿Qué se puede decir de él ahora?

—La gente buscaba un cauce a su profunda indignación y rechazo al fujimoratoToledo lo aprovechó bien y se constituyó, en los hechos, en el líder de la oposición democrática en aquellos meses. Yo, en esa época, quizás recuerdes, estaba trabajando…

En Panamá.

—En Panamá, como director asociado en La PrensaPedí licencia en mi trabajo y por primera y única vez en mi vida dije que dejaba el periodismo hasta nuevo aviso y vine a asesorarlo y así lo hice durante toda la campaña. Dije, sin embargo, que eso solo sería para reconquistar la democracia y que una vez que ganara lo acompañaría hasta la puerta de Palacio, me iba a despedir y de ahí iba a regresar a mi función de periodista. Eso ocurrió no el 2000 pero sí el 2001. Exactamente, después de su triunfo, mucho antes de que entrara a Palacio, me aparté y volví, como recordarás, al periodismo.

Lo recuerdo.

—Mira, yo lo veo desde este punto de vista: participé, estuve todos los días en los mítines, en las campañas, en las acciones. Vi la esperanza que tenía el pueblo, incluso cuando llegaron a tener una actitud que, francamente, era poco democrática hacia Toledo, al llamarlo y corear su nombre como “Pachacútec”. A pesar de eso, vi la inmensa ilusión de la gente en esa figura. Se lo dije en un momento, que podía ser el Benito Juárez que el Perú nunca tuvo y tan bien le hubiera hecho tener. Y en el momento en que llegó al poder, el hecho concreto es que toda esa construcción de valores para una verdadera democracia, después del gobierno mafioso de la dictadura de Fujimori y Montesinos, fue dejada de lado. Y muy poco después salió la figura frívola de alguien que si al inicio provocó ilusión…

Después provocó decepción.

Un rechazo fuerte. Y a partir de eso, empezaron los ciclos del vivir peligroso de la democracia, de caminar sobre la cornisa. Cada cinco años había que estar tratando de mantenerla en la vía, escogiendo el mal menor como ocurrió en casi todos los casos. Entonces, creo que hay una inmensa responsabilidad histórica. La corrupción, sobre todo la vinculada con el caso Lava Jato, termina de ser totalmente descalificadora. Ahí no hay mucho por decir. Uno lo puede ver con tristeza por aquella inmensa oportunidad que perdió el Perú porque fueron decisiones personales de quien pudo haber hecho bien y no lo hizo.

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