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— Los recientes fallos del Tribunal Constitucional han
alarmado en el siguiente sentido: que está alterando el equilibrio de poderes.
¿Cree que eso es lo que efectivamente está ocurriendo? ¿Qué el Congreso cada
vez más está capturando poder, atribuciones, y se está convirtiendo en una
institución que no es controlable?
—El fallo del TC es inequívoco. Y antes de este
fallo, el Congreso ha logrado un conjunto de victorias que lo han
llevado a ser el poder dominante, predominante y hegemónico. Pero con la
contradicción inherente de que ese poder que tiene ahora a un TC vasallo es
profundamente despreciado por más del 90% de los peruanos. Si esa minoría que no se distingue por ser cualitativamente superior
domina el funcionamiento de los poderes en contra del sentimiento abrumador
de la población, es un equilibrio estructuralmente inestable y que no creo que
se vaya a mantener.
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GUSTAVO
GORRITI: “SOLO HABRÁ SALIDA SI EL CENTRO DEMOCRÁTICO EMPIEZA A HACER SENTIR SU
PRESENCIA”
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El periodista y director de IDL-Reporteros considera que los partidos políticos "han envejecido, han terminado en decrepitud precoz".
Por Enrique Patriau.
Lima Diario La República, sábado 15 de febrero del 2023.
Gustavo Gorriti,
director de IDL-Reporteros, responde sobre el acoso del que fue víctima por parte del grupo de ultraderecha, La
Resistencia. Propone como salida a la crisis que pone en peligro a la democracia peruana, la reactivación del
centro democrático, el mismo que se ha manifestado en anteriores
oportunidades pero que ahora, señala,
luce aletargado.
—¿Por
qué cree que no han detenido todavía a los miembros de la Resistencia? Se
conoce quiénes son, porque vienen operando por varios años.
—En la caricatura de Carlín de hoy (viernes) se puede empezar a tener una parte de la respuesta. Yo le llamo La Pestilencia porque eso de querer usurpar el nombre de quienes lucharon en Europa contra la invasión nazi es inaceptable. Además, si el nombre debe tener un cierto efecto descriptor, La Pestilencia es más adecuado. ¿Por qué no son detenidos todavía, a pesar de que van violando artículo tras artículo penal?
—En su caso hubo un delito flagrante, incluso.
—Racismo antisemita, que en el Código Penal Peruano tiene una palabra no del todo adecuada que se llama discriminación. Igualmente está penada. No es la primera vez que lo hacen. Nosotros ya planteamos en cada caso acciones judiciales que son lentas y llegan a poco. Una de las cosas que hicimos fue identificar a cada uno de ellos, investigar sus procedencias y tratar de ver de dónde venían, sus financistas y manejadores. También hicimos demandas judiciales ante groseras difamaciones que soltaban y esputaban en cada una de las aproximadamente veinte veces que han llegado a IDL.
—¿Y en qué terminó eso?
—Contra Maelo se pronunció una sentencia en contra suya por difamación
contra IDL, que fue confirmada y es inapelable. Esa sentencia planteaba
reglas de conducta que este maleante debía seguir. Por supuesto que las utilizó
como papel higiénico, las violó una a una y se ha ido ante el juez para que
proceda, pero, hasta este momento, no ha habido ninguna acción. Casi todas las
cosas caminan como un caracol con tendencia a la catatonia, pero avanzan
lentamente. Sin embargo, una de ellas fue importante. La Fiscalía
contra el crimen organizado armó una investigación porque estaba llena de datos
y la fiscal Nelly Millones, que, imagino, sigue a cargo del caso, al inicio
parecía bastante interesada. Desde que Patricia Benavides asumió la Fiscalía de
la Nación ha habido una parálisis diría virtualmente total. No hemos vuelto a
escuchar nada, a pesar de que hemos preguntado sobre cómo están las cosas.
¿Han buscado a la Policía?
—Buscamos que se aplique el
principio de flagrancia, que en el caso del expresidente Castillo no tuvieron
mayor problema en interpretar y aplicar.
—¿Y cuál fue la respuesta?
—En esta última ocasión tuve un cruce áspero de palabras, por teléfono, con un general de la Policía que tenía capacidad de ordenar acciones. Me dijo que había un derecho a hacer manifestaciones, pese a que era en Miraflores y el alcalde…
—Había
sacado una ordenanza prohibiendo las manifestaciones.
—Y él (el general de la
Policía) ahí dijo: “Bueno, en ese caso
proteste usted ante la municipalidad”. Y luego pedía que fuéramos a sentar
la denuncia ante la comisaría, para que se inicie el largo proceso burocrático
que empieza en nada y termina en nada. Me dijo que ellos eran extremadamente
respetuosos de la libertad de expresión. Como
entonces sentí que era una persona aficionada a cantarle tangos a Gardel, le dije que a mí no me tenía que hablar de
libertad de expresión. Más bien le pregunté que si un tipo lo sigue cuadra tras
cuadra mentándole la madre a la oreja, ¿es libertad de expresión? Si un tipo le
lanza públicamente las más groseras y absolutas difamaciones, ¿es libertad de
expresión? Si hay alguien que llama a
matarlo, que lo linchen, ¿es libertad de expresión? ¿Las cosas que salían del
aparato de propaganda de Goebells eran
libertad de expresión? Las instancias en la radio de los hutus a hacer el
genocidio contra los tutsis en Ruanda,
¿eran libertad de expresión? No estaba más interesado y terminé la
conversación. Sé que dentro de la Policía hay una especie de discusión, pero no
tengo duda de que hay presión para que se trate a esa gente con pasividad y se
permita su impunidad.
—Y los
dejen actuar.
—Creo que los dejan actuar porque sienten que tienen cierto nivel de protección, que están vinculados con cierto tipo de gente con la que no quieren chocar. La gente de La Pestilencia, además, se presenta como si fuese una fuerza auxiliar de la Policía, incluso de las Fuerzas Armadas. Cuando llegan los policías empiezan a darles “vivas” y “bravos” antes de seguir con sus ataques. En esas circunstancias, hay una clarísima tendencia a que estos matones tengan cierta capacidad de actuar con impunidad, como ha ocurrido en la historia con muchos movimientos fascistas.
— ¿La ultraderecha es
el principal riesgo para la democracia peruana en este momento?
—No es el único, pero es un riesgo muy
importante, sin duda alguna. Para todo propósito práctico dentro de este
extrañísimo balance de fuerzas, ahora tienen el poder a través del Congreso.
Pero ese mismo Congreso es despreciado, no digo rechazado, sino despreciado,
por más del 90% de los peruanos. Han conseguido a través de la vulnerabilidad
de Boluarte un nivel de control de los recursos del Ejecutivo. Y la forma en
que se llevan las protestas, obviamente, ha tendido a que, en un concepto
primario y primitivo de ley y orden, logren una cierta base de soporte
institucional. Sin embargo, y hay que decirlo, en este
choque tan fuerte que ha habido, del lado de la protesta muchas fuerzas que han
salido allí no tenían, tampoco, un carácter democrático. Lo que podemos decir es que, en esa confrontación, la democracia
peruana está pasando por unos de sus momentos más críticos después de su
periodo más largo de sobrevivencia sin interrupciones en la historia.
—¿Y ve alguna salida?
—Es este un momento particularmente difícil y solo
habrá una salida si es que el centro democrático empieza
a hacer sentir su presencia, su influencia, si esas fuerzas del centro
democrático empiezan a
movilizar a gente y masas, si salen de esta suerte de estupor en el que
quedaron luego de la pandemia. Es un
problema realmente importante que por ahora no tiene una vía clara de salida, o
de solución.
—Precisamente,
uno escucha a los representantes del gobierno y repiten que lo peor ya pasó.
Recurro a su experiencia de reportero de muchos años que ha visto mucho, ¿lo
peor ya pasó?
—¿Qué es lo mejor y qué es lo peor? Primero tenemos que ponernos de acuerdo en eso. Si pensamos que lo peor ha sido el aumento de las
protestas hasta el punto de llegar al descontrol, por lo menos esa etapa de los primeros rounds me parece que terminó. Pero
que haya terminado la confrontación,
tengo serias dudas. La pregunta es de qué manera se va a conformar dicha confrontación, si va a seguir teniendo la presencia dominante de fuerzas agresivas no
democráticas o si van a empezar a intervenir también con fuerza aquellos
sectores democráticos que tienen todas las razones para protestar contra este estado de cosas.
—El centro, al que le pone muchas expectativas.
—No muchas, todas. Y con eso me refiero a la centroizquierda,
al centro mismo, que Rodríguez Elizondo llama
el centro radical, y a la centroderecha. Eso es lo
fundamental.
—¿Y no
será que el centro no está en letargo, como usted señala, sino que en las
actuales circunstancias se ha licuado? No digo que no exista…
—Bueno, no creo que haya
desaparecido esa parte tan importante de la población peruana que se movilizó durante los primeros 20 años del
periodo democrático, cada vez que esa democracia longeva, pero siempre
precaria, estuvo en peligro y que en cada ocasión decidió el curso de los acontecimientos y que, en
una última y muy poderosa manifestación, en la usurpación de Merino, también hizo lo mismo. No creo que esa gente
haya desaparecido, haya dejado súbitamente de creer en la democracia. Pienso que sí, ha habido un muy alto nivel
de desilusión que coincide que niveles que se han dado en otros lados, solo que acá en el Perú
de forma más acentuada, por una serie de razones. Si afloran movimientos
con prestigio entre quienes lo constituyen y dirigen, vas a ver que saldrá
gente tras ellos.
—¿Pero cuando habla de reconstruir el centro, ¿en qué fuerzas está pensando?
—Ese es uno de los problemas. La democracia no ha
envejecido, los que han envejecido son varios de los partidos políticos que han
participado. Han envejecido, han terminado en decrepitud precoz…
—Por
eso preguntaba.
—Bueno, pero cuando eso sucede
con los partidos, hay una solución, que es la de los movimientos, como sucedió en Francia, y en otros lugares. Quizás
eso es, movimientos que empiecen a juntar a la ciudadanía, que sientan de
manera parecida, que busquen alguna gente de prestigio y que puedan lograr una
rápida recuperación de las fuerzas democráticas. Porque lo anterior, en su inmensa mayoría, está desprestigiado,
descalificado, ha dejado de existir como organización, no tienen llegada. Esos partidos son los que han fracasado, pero el concepto de democracia
en lo absoluto lo ha hecho. Tiene que volver. Y si no hay partidos,
entonces que haya movimientos.
—¿Boluarte
debería renunciar?
—No lo va a hacer, y no tiene sentido porque en estas circunstancias adelantar las elecciones sin que haya fuerzas viables para competir en una perspectiva de mejora democrática, la verdad, sería sencillamente uno de los rumbos menos positivos que podría tomar este conflicto.
—¿Las
elecciones adelantadas no serían lo más apropiado en estos momentos?
—Para mí es un asunto realmente secundario
respecto del principal: ¿cómo lograr el fortalecimiento de la ciudadanía
democrática y su participación? Eso más que estar discutiendo fechas, sobre
todo porque es una discusión irreal. No creo que en las circunstancias actuales vaya a haber mayores cambios,
sobre todo ante la percepción que tienen, posiblemente no muy correcta, de que
han logrado estabilidad y que se van a poder quedar y que ningún almirante van a tener que comer alfalfa.
—Los recientes fallos del Tribunal Constitucional han
alarmado en el siguiente sentido: que está alterando el equilibrio de poderes.
¿Cree que eso es lo que efectivamente está ocurriendo? ¿Qué el Congreso cada
vez más está capturando poder, atribuciones, y se está convirtiendo en una
institución que no es controlable?
—El fallo del TC es inequívoco. Y antes de este
fallo, el Congreso ha logrado un conjunto de victorias que lo han
llevado a ser el poder dominante, predominante y hegemónico. Pero con la
contradicción inherente de que ese poder que tiene ahora a un TC vasallo es
profundamente despreciado por más del 90% de los peruanos. Si esa minoría que no se distingue por ser cualitativamente superior
domina el funcionamiento de los poderes en contra del sentimiento abrumador
de la población, es un equilibrio estructuralmente inestable y que no creo que
se vaya a mantener.
—Usted
fue amigo de Alejandro Toledo en un momento clave de la historia peruana. Su
extradición está en curso. ¿Qué se puede decir de él ahora?
—La gente buscaba un cauce a su profunda indignación
y rechazo al fujimorato y Toledo lo aprovechó bien y se constituyó, en los hechos, en el líder de
la oposición democrática en aquellos meses. Yo, en esa época, quizás
recuerdes, estaba trabajando…
—En Panamá.
—En Panamá,
como director asociado en La Prensa. Pedí licencia en mi trabajo y por primera y
única vez en mi vida dije que dejaba el periodismo hasta nuevo aviso y vine a
asesorarlo y así lo hice durante toda la campaña. Dije, sin embargo, que eso
solo sería para reconquistar la democracia y que una vez que ganara lo
acompañaría hasta la puerta de Palacio, me iba a despedir y de ahí iba a
regresar a mi función de periodista. Eso ocurrió no el 2000 pero sí el 2001. Exactamente,
después de su triunfo, mucho antes de que
entrara a Palacio, me aparté y volví, como recordarás, al periodismo.
—Lo
recuerdo.
—Mira, yo lo veo desde este
punto de vista: participé, estuve todos los días en los mítines, en las
campañas, en las acciones. Vi la esperanza que tenía el pueblo, incluso cuando
llegaron a tener una actitud que, francamente, era poco democrática hacia Toledo,
al llamarlo y corear su nombre como “Pachacútec”. A
pesar de eso, vi la inmensa ilusión de la gente en esa figura. Se lo dije en un
momento, que podía ser el Benito Juárez
que el Perú nunca tuvo y tan bien le hubiera hecho tener. Y en el momento
en que llegó al poder, el hecho concreto es que toda esa construcción de
valores para una verdadera democracia, después del gobierno mafioso de la dictadura de Fujimori y Montesinos, fue
dejada de lado. Y muy poco después salió la figura frívola de alguien que si al
inicio provocó ilusión…
—Después
provocó decepción.
—Un rechazo fuerte. Y a partir de eso, empezaron los ciclos del vivir
peligroso de la democracia, de caminar sobre
la cornisa. Cada cinco años había que estar tratando de mantenerla en la
vía, escogiendo el mal menor como ocurrió en casi todos los casos. Entonces,
creo que hay una
inmensa responsabilidad histórica. La corrupción, sobre todo la vinculada con el caso
Lava Jato, termina de ser totalmente descalificadora. Ahí no hay mucho por decir. Uno lo puede
ver con tristeza por aquella inmensa oportunidad que
perdió el Perú porque fueron decisiones personales de quien pudo haber hecho
bien y no lo hizo.
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