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“Según auto registro público (en sus redes sociales), tanto de la Embajada
norteamericana, de la USAID, de Bernardo Arévalo y de los diputados del partido Semilla, la interdependencia entre estos actores en
Guatemala es pública. USAID financió y financia
con proyectos de «desarrollo» a los 48 Cantones y
a muchas otras organizaciones autonominadas ancestrales,
esto está publicado. Al grado que esta entidad no tiene empacho en adornar sus
eventos oficiales con logotipos de ONG financiados por
los EEUU. Pero también es pública la
necesidad que la USAID/ EEUU tiene de los
colores, de los bastones, de los trajes indígenas,
idiomas indígenas, etc., para legitimarse y mantenerse en Guatemala, país donde tanto daño hizo y hace durante
el centenario de la vigencia de la Doctrina Moroe. Quizás por esta mutua interdependencia «casi existencial» los 48
Cantones haya salido ileso de todas las «guerras» y los conflictos creados por los EEUU, y éste no sea denunciado o desenmascarado
públicamente en los relatos o protestas indígenas en Guatemala. ¿Alguien
escuchó o leyó denuncia o protesta contra la presencia norteamericana en Guatemala en algún paro indígena?
Al parecer el colonizador no se sostiene sin los
bastones del colonizado.
Para que exista hegemonía de un poder
sobre un actor subalterno, tiene que haber consentimiento cultural y espiritual por parte del subalterno. Y por lo que se ve, esto es lo que ocurre
en el país, a diferencia de la colonia española.
La presencia gringa no sólo es requerida, defendida, sino también necesitada «para mediar» los conflictos
de gobernabilidad. Y, cuando el colonizado requiere para existir del colonizador, estamos ante
una enfermedad crónica,
y urge una psiquiatría colectiva. De Arévalo y de
Semilla se conoce, por sus alardes de selfie, de su excesiva dependencia norteamericana para legitimarse como
actor político cualificado en Guatemala, y para hacer prevalecer su triunfo electoral. Así como la hegemonía norteamericana, para
repeler la plurinacionalidad como agenda
política de los pueblos, legitimó y afianzó a un sujeto cultural y social
indígena (como son los 48 Cantones y ancestrales),
también creó y batalla por legitimar a su sujeto
político (para evitar «revueltas
plurinacionales» en su patio trasero), y ese sujeto es Arévalo/
Semilla.
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¿QUÉ FUE DE LA «REVOLUCIÓN
MAYA» EN GUATEMALA?
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Por
Ollantay Itzamna.
Firmas
Selectas.
Fuente.
Prensa Latina jueves 23 de noviembre del 2023.
Guatemala es una potencia
continental por su megadiversidad cultural.
En sus 108 mil kilómetros cuadrados de
superficie territorial, en cuestión de minutos,
el o la visitante encuentra una diversidad de idiomas,
vestimenta, pisos ecológicos, etc. Según el último censo nacional (2018), cuyos resultados el propio Estado no quiso públicamente reconocer, cerca del 44% de la población se auto
reconoce como indígena.
Histórica y
constitutivamente, el bicentenario Estado de Guatemala (todas sus instituciones) es racista o etnofágica. En este país centroamericano, el o la indígena,
para ser reconocido como guatemalteco, en los
hechos, está obligado a renunciar o morir a su identidad aborigen y
asumir la identidad nacional mestiza. Eso se
hace mediante el proceso educativo, religioso,
cultural, económico, entre otros. Que un indígena
llegue a ser ciudadano pleno (elegir, ser
elegido y ejercer función pública con identidad), en la bicentenaria República de Guatemala, es
imposible. Lo máximo aspirado es: ser aborigen
«permitido», sea vía profesionalización o
el respaldo de la cooperación internacional.
«Octubre Maya» ¿Hubo revolución?
A raíz del paro nacional
indefinido que vivió el país, convocado por organizaciones
indígenas (48 Cantones de Totonicapán y
Alcaldía Indígena de Sololá), y acuerpada por la población fastidiada con la corrupción en la gestión pública, en la narrativa para
y de las redes sociodigitales se habló que
«Guatemala estaba viviendo una revolución
maya». «Nueva primavera revolucionaria», sostiene el presidente electo,
Bernardo Arévalo.
El término revolución significa
básicamente «cambio profundo» de una realidad
estructural. Es una acción colectiva que lleva al cambio profundo de lo
establecido. En este sentido, no hubo ninguna revolución
en Guatemala. Mucho menos revolución maya que cambie las condiciones de
colonización interna en las que subsisten los aborígenes. Las únicas dos «revoluciones» históricas (1872 y 1944) en Guatemala fueron procesos
liberales para despojar
a indígenas de sus bienes y dárselos a los mestizos, criollos e inmigrantes noreuropeos.
¿Cuál era el objetivo del «Octubre
maya»?
Uno de los males constitutivos
del bicentenario Estado nación racista, etnofágico, en Guatemala es que esta República
criolla no puede subsistir sin despojar, esquilmar, explotar al aborigen y sus bienes comunes. En Guatemala el maya para
ser guatemalteco tiene que renegar de su ser maya. Y ni así, llega a
ser admitido como ciudadano.
¿Cambió ese mal o perversa realidad en Guatemala con octubre
maya? No.
Más por el contrario, el racismo normalizado, en esas tres semanas del paro
indefinido, se aplaudió socialmente cuando la «ciudadanía
solidaria» entregaba comida, bebida, abrigos, al pobrerío indígena que tapaba caminos para defender la democracia ladinaracista
y al Estado criollo,
fuente laboral de las capas medias. Y evitar que «desaparezcan»
por completo estas dos instituciones,
fruto de su entropía constitutiva como es la corrupción, trifulca interna de
sus bandos corruptos.
El objetivo de
«Octubre maya» fue fortalecer al mal que tanto daño le hizo y le hace a los pueblos aborígenes: el racista Estado nación y a su corrupta democracia liberal que no permite que indígenas sean gobierno. Quizás fue una «revolución» para los mestizos y criollos, quienes seguirán subsistiendo del colonialismo interno que el Estado impone sobre los indígenas, esta vez, bajo el mando del otro bando patronal.
¿Cuál es el objetivo inmediato y
permanente de los pueblos aborígenes en Guatemala?
Mis vecinos aborígenes mayas, en la
comunidad donde convivo, cada año que pasa encuentran menos
tierra para alquilar y cultivar el maíz.
Ocho o nueve de cada 10 niños están en situación
de desnutrición. Los niños no van a la escuela, van hacia los EEUU de mojados. El jornal que paga el patrón
finquero (Q.45) no alcanza para los tres tiempos de su
comida (Q.75).
Ante esta realidad,
ya desde 1989, la Organización
Internacional del Trabajo, logró que los derechos colectivos de los
pueblos sean obligatorios mediante el Convenio 169. Allí
se establece el derecho a tierra y territorio, derecho al autogobierno y autodeterminación, derecho al
consentimiento previo (para que el sistema neoliberal no siga saqueando los territorios). Pero,
nada de esto se mencionó durante «Octubre maya»,
ni antes. Al parecer, hubo «mala fe», de cara a
los pueblos, por parte de quienes, en los hechos y en los relatos, urdieron
esta «movida de Octubre maya». Mientras aborígenes empobrecidos estuvieron tapando caminos por
semanas, para empobrecerse aún más, en defensa de la democracia
patronal, el racismo,
el despojo territorial,
los procesos judiciales
contra indígenas…
continuaron y continuarán.
Los planteamientos «disruptivos»,
como la plurinacionalidad, Estado plurinacional,
autodeterminación política y territorial, etc., que cobraron espacio, en los
últimos años, en el relato de sectores indígenas y
en la inquietud cultural de actores de clase media
progre, como el «horizonte» emancipatorio
indígena, retrocedieron o desaparecieron momentáneamente gracias a «Octubre maya». Incluso, «intelectuales
y activistas mayas» que escribieron papers o gestionan financiamiento
con el relato de la «plurinacionalidad»
recularon (en su relato) en esta emotiva fiebre de «Octubre maya». ¿Qué nos
pasó? El tiempo lo dirá.
Hegemonía de los EEUU/ USAID sobre dirigencia indígena y Bernardo Arévalo
Según auto registro
público (en sus redes sociales), tanto de la Embajada norteamericana, de
la USAID, de Bernardo Arévalo y de los diputados
del partido Semilla, la interdependencia entre estos actores en Guatemala es
pública. USAID financió y financia con proyectos de «desarrollo»
a los 48 Cantones y a muchas otras organizaciones
autonominadas ancestrales, esto está publicado. Al grado que esta
entidad no tiene empacho en adornar sus eventos oficiales con logotipos de ONG financiados por los EEUU.
Pero también es pública
la necesidad que la USAID/ EEUU tiene de
los colores, de los bastones, de los trajes indígenas,
idiomas indígenas, etc., para legitimarse y mantenerse en Guatemala, país donde tanto daño hizo y hace durante
el centenario de la vigencia de la Doctrina Moroe. Quizás por esta mutua interdependencia «casi existencial» los 48
Cantones haya salido ileso de todas las «guerras» y los conflictos creados por los EEUU, y éste no sea denunciado o desenmascarado
públicamente en los relatos o protestas indígenas en Guatemala. ¿Alguien
escuchó o leyó denuncia o protesta contra la presencia norteamericana en Guatemala en algún paro indígena?
Al parecer el colonizador no se sostiene sin los
bastones del colonizado.
Para que exista
hegemonía de un poder sobre un actor
subalterno, tiene que haber consentimiento cultural y
espiritual por parte del subalterno. Y
por lo que se ve, esto es lo que ocurre en el país, a diferencia de la colonia española. La presencia gringa no sólo es
requerida, defendida, sino también necesitada «para
mediar» los conflictos de gobernabilidad.
Y, cuando el colonizado requiere para existir del colonizador, estamos ante una enfermedad crónica, y
urge una psiquiatría colectiva.
De Arévalo y de Semilla se
conoce, por sus alardes de
selfie, de su excesiva dependencia norteamericana para legitimarse como actor político
cualificado en Guatemala,
y para hacer prevalecer su triunfo
electoral. Así como la hegemonía norteamericana, para repeler la plurinacionalidad como agenda política de los pueblos,
legitimó y afianzó a un sujeto cultural y social indígena (como son los 48 Cantones y ancestrales), también creó y batalla por
legitimar a su sujeto político (para evitar
«revueltas plurinacionales» en su patio trasero), y ese sujeto es Arévalo/ Semilla.
Lo inquietante, de aquí en adelante, es la capacidad cultural que tendrán estos actores para
mantenerse en la espuma mediática, y en el sentido común del país, como actores
legítimos, muy a pesar de lo procolonial que
puedan ser. ¿Cómo explicará Semilla
la falsificación de las cinco mil firmas (para existir como partido) que
el mismo Arévalo aceptó y culpó a la gente que
contrataron? ¿Cómo explicarán las autoridades indígenas que el paro o la lucha que emprenden, lejos que debilitar al
patrón, es para fortalecer el látigo patronal que lapida a los pueblos? ¿Cómo
explicarán su interdependencia pública con los intereses norteamericanos?
Es verdad que en la
«estrategia cultural» mediática norteamericana
para Guatemala estaba contemplada la creación o
el fortalecimiento de los medios digitales «alternativos» que crecieron con el fenómeno de la revolución maya, en octubre reciente. Pero, aparte de
lo financiero, estos medios
emergentes se enfrentan a la hegemonía de los medios corporativos
vigentes (que no necesariamente son obedientes a Washington). Además, está el racismo cultural que habita y configura a los promotores de
estos medios digitales.
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