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“Frente al abismo de la
impunidad. Los acontecimientos en Gaza condicionan las relaciones internacionales
presentes y futuras. No solo atañen a israelíes y
palestinos, sino que están marcando el paso del futuro orden
internacional. Ante ello algunas voces sensatas alertan de la necesidad de
mucha construcción y arquitectura para diseñar
un marco reforzado en la defensa de los derechos
humanos, de la paz y la ley internacional,
potenciando la capacidad Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional y
un nuevo compromiso de respeto entre los Estados.
“Frente a la vía militarizada presentada como única opción, urge una
diplomacia de altura dispuesta a desatascar la cuestión palestina y a no
regresar al statu quo anterior
al 7 de octubre. Es decir, a buscar vías que terminen con la ocupación ilegal
de los territorios palestinos y garanticen una
vida con plenos derechos para toda la población,
ya sea a través de un Estado propio o en un Estado binacional donde nadie sea
segregado por su religión o etnia. Lo contrario será arrojarse
al abismo de más guerra e impunidad, con una pérdida de autoridad moral
occidental que condiciona relaciones y otros conflictos –como Ucrania– y con una imagen de Estados
Unidos y de buena parte de Europa arrasada por su incapacidad para pedir
alto y claro el fin de la masacre en Gaza y el
respeto del derecho internacional. Sobre este riesgo, y en estos términos de máxima emergencia,
se expresaba hace unas horas ante el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas el Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiados:
“Las decisiones que ustedes quince tomen –o
dejen de tomar– nos marcarán a todos y a las generaciones venideras. ¿Seguirán permitiendo que este
rompecabezas de la guerra se complete con actos agresivos, con su desunión o con
pura negligencia? ¿O darán los pasos valientes y
necesarios para alejarse del abismo?”
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OCCIDENTE
ANTE LA MASACRE EN GAZA.
*****
Por Olga Rodríguez | 03/11/2023 | Palestina y Oriente Próximo
Fuentes Revista Rebelión viernes 3 de noviembre del 2023.
La imagen de EEUU y la mayor parte de la Europa
democrática pierde autoridad moral y
queda arrasada por su incapacidad para pedir alto y claro el fin de la masacre
en Gaza
En su discurso del pasado sábado, el
primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, apeló a “una
guerra santa de aniquilación”, a “realizar la profecía” y a “recordar lo que
Amalek os ha hecho”. Amalek es en la Biblia
hebrea la nación enemiga del pueblo judío, cuyo exterminio se presenta como ley
divina. El propio Netanyahu recitó el pasaje de Samuel 15:3:
“Ahora vayan y atáquenlos y destruyan absolutamente
todo lo que tengan y no los perdonen, pero mátenlos, tanto
a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y
ovejas, camellos y burros”. Recientemente también se refirió a Israel
como “el pueblo de la luz” frente al “pueblo de la
oscuridad”.
Este es el modo que el mandatario israelí elige para referirse a la operación militar en Gaza que ha provocado ya una masacre sin precedentes en la Franja, con miles de muertos, más de tres mil menores. Y esta es la estrategia que ha elegido respaldar sin fisuras la mayor parte de la comunidad internacional occidental, con Estados Unidos a la cabeza, configurando una foto histórica que se hizo patente en la votación de la pasada semana en la Asamblea General de Naciones Unidas.
La foto de la soledad
occidental
En ella ciento veinte naciones
apoyaron una resolución que pide una “tregua
humanitaria inmediata, duradera y sostenida que conduzca al cese de las
hostilidades”. Entre esos ciento veinte países
a favor, solo ocho son de la Unión
Europea: Bélgica, Francia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Portugal, Eslovenia y
España. Votaron en contra catorce naciones, entre ellas Estados Unidos y cuatro
integrantes de la Unión Europa. Y hubo cuarenta y cinco abstenciones, es decir, naciones que evitaron pedir ese alto el
fuego inmediato. Entre ellas, quince países de la Unión
Europea, además de Reino Unido, Australia, Canadá o Japón, entre otros.
Las votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas no son vinculantes
y por tanto quedan tan solo como una foto
simbólica pero representativa de una realidad actual.
Este es el retrato que está llegando a todo el planeta: el de buena parte de la
comunidad internacional occidental negándose a detener la masacre en Gaza, mientras el resto del mundo, la mayoría de las
naciones, mantienen una posición contraria.
A ello se refería hace un par de días el
ex primer ministro francés Dominique de Villepin, quien advertía
de que “hoy estamos solos ante la Historia”:
“Nos
encontramos atrapados, con Israel, en este
bloque occidental que hoy ha sido desafiado por la mayor parte de la comunidad
internacional. Vemos que existe la idea de que ante lo que ocurre en Oriente Medio debemos seguir la lucha incluso más,
hacia lo que se parece a una guerra religiosa o
civilizatoria. Es decir, aislarnos nosotros mismos incluso más en la
escena internacional”.
El empeño de Israel en seguir bombardeando Gaza continúa provocando reacciones fuera del llamado primer mundo. En las últimas horas Bolivia ha anunciado su ruptura de relaciones con Tel Aviv, y Chile, Colombia y Jordania han llamado a consultas a sus embajadores. Aquí en España la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, ha aplaudido el paso de esas tres naciones latinoamericanas. Brasil y México también han elevado el tono y el presidente Lula da Silva ha insistido en la urgencia de un alto el fuego inmediato.
Alarma de los organismos de
derechos humanos
Mientras sigue el asedio y el bloqueo
contra Gaza, en Cisjordania
se han multiplicado los ataques de soldados
y colonos contra
población palestina, hasta el punto de que en las últimas tres semanas han
muerto 132 palestinos en ese territorio y
los habitantes de trece aldeas han sido expulsados.
En Gaza
la masacre sigue acumulando muertos y desaparecidos bajo los escombros. Si la
mayor parte de Occidente insiste en no pedir el
alto el fuego inmediato y en no presionar a Israel,
morirán cientos de personas más. O miles. ¿Dónde se detendrá la cifra?
Ante los riesgos del futuro y la barbarie del presente, Naciones
Unidas y organizaciones internacionales de derechos
humanos están movilizándose para frenar lo que la mayor parte de
Occidente permite. En ese sentido, Unicef alerta
de que Gaza se ha convertido en
un cementerio para niños. Naciones Unidas ha pedido un alto
el fuego y repite una y otra vez que incluso las guerras tienen reglas que
no hay que violar. El Alto Comisionado de la ONU
ha advertido de que los ataques israelíes del pasado lunes sobre el campo de refugiados de Jabalia en Gaza podrían constituir crímenes de guerra.
El Comité Internacional de la Cruz Roja, que no suele pronunciarse en términos tan contudentes, ha indicado que “el sufrimiento humano en Gaza conmociona. Miles de muertos, acceso limitado a comida y agua, hospitales al borde del colapso con los pasillos llenos de heridos y desplazados. Incluso las guerras tienen límites”. La Organización Mundial de la Salud insiste en que “el número de víctimas civiles es asombroso (…). No hay tiempo que perder. Cada momento importa”.
Denuncias y renuncias
El cierre de filas
de Washington en torno a Israel ha
generado alguna reacción en la Administración Biden.
El Huffington Post ha
informado de que dos funcionarios estadounidenses estaban preparando un “cable de disidencia” –a
través de un canal interno protegido– para mostrar su desacuerdo con el
presidente en este asunto. También recientemente –el 18 de octubre– dimitía un
veterano alto funcionario del Departamento de Estado estadounidense, Josh Paul, en protesta por el “apoyo
ciego” de Washington a Israel.
En un artículo en The Washington Post, Paul explicó que “el historial
muestra que las armas proporcionadas por EEUU no
han llevado a Israel a la paz. Más bien en Cisjordania han facilitado un crecimiento de una
infraestructura de asentamientos que ahora hace que un Estado
palestino sea cada vez más improbable, mientras que en la densamente
poblada Gaza los bombardeos han infligido
traumas masivos y víctimas, sin contribuir en nada a la
seguridad israelí”.
Paul también detallaba que tras los
atentados del brazo armado de Hamás el pasado 7 de octubre Israel solicitó a
EEUU armas de inmediato, “incluso una variedad de armas que no
tienen aplicabilidad en el conflicto actual”, y que Washington aceptó la petición sin “debate franco”. Y añadía que
“el riesgo de que las armas
estadounidenses proporcionadas a Israel, especialmente municiones aire-tierra,
causen daños a civiles y violen los derechos humanos es obvio”, pero el
Departamento de Estado “fue inflexible” y evitó
“cualquier debate sobre este riesgo”.
Este martes, el hasta ahora director de la oficina del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos de la ONU en Nueva York, Craig Mokhiber,
también quiso pronunciarse al respecto tras dejar su cargo:
“Una vez más estamos viendo un genocidio desarrollarse
ante nuestros ojos y la organización a la que servimos parece impotente para
pararlo”. En su carta de renuncia Mokhiber acusa a Estados
Unidos, Reino Unido y buena parte de
Europa de “ser completamente cómplices de la horrible agresión”. Y añade:
“No solo están rechazando sus obligaciones para asegurar respeto a las Convenciones de Ginebra, sino que de hecho están activamente armando la agresión, proveyendo apoyo económico y de inteligencia y dando cobertura diplomática y política a las atrocidades de Israel”.
El papel de la ONU y la ley
internacional
Estas denuncias exigen un análisis sobre la capacidad de
maniobra de Naciones Unidas, organismo
imprescindible para vigilar y salvaguardar derechos humanos y ley
internacional, pero en la práctica condicionado por el poder de veto de los
cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad –Rusia, EEUU, China, Francia y Reino Unido– y limitado
por las propias violaciones de las resoluciones
y de la ley internacional por parte de diversas potencias, incluidas aquellas
percibidas en Occidente como representantes de los mejores valores. Hace un par
de semanas Estados Unidos vetó una resolución para
un alto el fuego humanitario en Gaza -presentada
por Brasil- que obtuvo el apoyo de doce de los
quince integrantes del Consejo de la ONU y dos
abstenciones. El único voto en contra fue el de Washington.
El hecho de que un aliado crucial como Israel –en EEUU es denominado “nuestro
portaaviones en Oriente Medio”– incumpla de forma habitual las
resoluciones de Naciones Unidas resta eficacia a
una parte de las funciones de la ONU. Este hecho
se agrava ahora con EEUU y gran parte de Europa
manteniendo su luz verde a los bombardeos contra Gaza.
De 2001 a 2023: el derrumbe
del andamiaje
Este mensaje cala en los países del Sur Global, que llevan dos décadas observando e
incluso sufriendo las consecuencias de la llamada guerra contra el terror
lanzada por Estados Unidos en 2001 como respuesta a los atentados del 11-S. Esa estrategia –invasiones,
ocupaciones militares, bombardeos a población civil, cárceles secretas,
torturas, secuestros o arrestos sin
cargos ni juicios– no solo no ha ayudado a mejorar las cosas, sino que ha
engendrado más violencia, incrementado las tensiones y provocado una enorme fragmentación en los países donde se ha
aplicado.
Quienes cubrimos la invasión de Irak y otras operaciones militares en la
región pudimos constatarlo. Lejos de paliar el daño y
el dolor, lo ha incrementado. También ha generado cambios de alianzas y de
capacidad de influencia de algunos actores regionales, como Irán. A esta enorme grieta abierta desde entonces se
suma ahora el apoyo a los bombardeos de Israel
contra la población palestina de Gaza. Esta
postura occidental, mantenida con el paso de las semanas, marca un episodio
clave en la historia.
Sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y el horror
del Holocausto se levantó la Carta Universal de
Derechos Humanos, el desarrollo de Naciones
Unidas y una Europa que quiso transitar
vías de paz. Casi ochenta años después ese
consenso se está terminando de resquebrajar. La evidencia es clara incluso para
las sociedades occidentales: solo se apela a las
normas cuando quien la viola es el adversario. A partir de ahora ya no hay ni disfraz ni hipocresía. Todo queda claro y por tanto
nada podrá volver a ser igual. La elección de Washington
y la mayoría de sus aliados europeos de vincular
su posición –y su destino– a Israel es moralmente suicida, políticamente
errática y jurídicamente arriesgada.
El orden basado en el derecho internacional se está desmoronando con el apoyo de las potencias que promocionan sus valores y que dicen estar defendiéndolos. Hoy Occidente está más solo ante la historia.
Frente al abismo de la
impunidad
Los acontecimientos en Gaza condicionan las relaciones internacionales
presentes y futuras. No solo atañen a israelíes y
palestinos, sino que están marcando el paso del futuro orden
internacional. Ante ello algunas voces sensatas alertan de la necesidad de
mucha construcción y arquitectura para diseñar
un marco reforzado en la defensa de los derechos
humanos, de la paz y la ley internacional,
potenciando la capacidad Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional y
un nuevo compromiso de respeto entre los Estados.
Frente a la vía
militarizada presentada como única opción, urge una diplomacia de altura
dispuesta a desatascar la cuestión palestina y a no regresar al statu quo anterior
al 7 de octubre. Es decir, a buscar vías que terminen con la ocupación ilegal
de los territorios palestinos y garanticen una
vida con plenos derechos para toda la población,
ya sea a través de un Estado propio o en un Estado binacional donde nadie sea
segregado por su religión o etnia.
Lo contrario será arrojarse al abismo de más guerra
e impunidad, con una pérdida de autoridad moral
occidental que condiciona relaciones y otros conflictos –como Ucrania– y con una imagen de Estados
Unidos y de buena parte de Europa arrasada por su incapacidad para pedir
alto y claro el fin de la masacre en Gaza y el
respeto del derecho internacional.
Sobre este riesgo, y en estos términos de máxima emergencia,
se expresaba hace unas horas ante el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas el Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiados:
“Las decisiones que ustedes quince tomen –o dejen de
tomar– nos marcarán a todos y a las generaciones venideras. ¿Seguirán permitiendo que este
rompecabezas de la guerra se complete con actos agresivos, con su desunión o con
pura negligencia? ¿O darán los pasos valientes y
necesarios para alejarse del abismo?”
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