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“A
pesar de las cifras preocupantes, las sugerencias del Informe de estas agencias
de Naciones Unidas flota en la superficialidad,
queda en generalidades y no arriesga incorporar la reflexión y las propuestas
alternativas de los principales movimientos campesinos del continente. En
ocasión de la Jornada Internacional de octubre pasado, La Vía
Campesina –la mayor organización rural del mundo con frute presencia en América Latina y el Caribe– expuso su propio
diagnóstico de la situación alimentaria mundial).
“Estamos
viviendo un
escenario de monopolización generalizada de todos
los eslabones de los sistemas alimentarios”, sostiene
dicha organización. Y explica: “Acaparan nuestra
producción agrícola, las semillas, las tierras,
los territorios; vulneran nuestros derechos campesinos
a la renta y a una vida digna, a la protesta y a la autonomía de nuestros
pueblos”. Esta crisis alimentaria sin precedentes, según La Vía Campesina, se entreteje con la crisis climática, las guerras,
la corrupción, el control mediático, el racismo
institucional y el neofascismo mientras
que se sigue criminalizando al campesinado y
acaparando sus medios de vida y de subsistencia. Por último, La vía Campesina reitera y reivindica sus históricas
apuestas esenciales como única alternativa alimentaria al
hambre en el mundo: la lucha contra el modelo
del agronegocio (gran producción monopólica de
la agricultura) y la
promoción de una real soberanía alimentaria.
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Fuentes: Rebelión.PLATOS VACÍOS EN UN CONTINENTE RICO.
América Latina y el Caribe
sufren más hambre que antes del Covid-19.
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Por | 20/11/2023 | Economía
Fuentes: Rebelión lunes 20 de noviembre del 2023.
Las
cosas no van bien en el mundo, y América
Latina y el Caribe no son excepción: el hambre
golpea aún más fuertemente que antes de la pandemia.
Las persistentes desigualdades en la región
tienen un impacto significativo en la inseguridad
alimentaria de los más
vulnerables.
Más de 42 millones de habitantes de América
Latina y el Caribe padecen hambre. Se trata del 6,5%
de su población total de 662 millones.
Allí el optimismo no desborda ya que el hambre hoy
es mayor que durante la etapa pre-Covid
19. Con el agravante de que 248 millones sufren
inseguridad alimentaria y una de cada cinco personas no
logra consumir una dieta realmente equilibrada y
saludable. En la actualidad, a nivel mundial,
casi una persona de cada diez padece hambre.
Esta
constatación es preocupante: si bien entre 2021 y 2022 se
lograron algunos progresos en el continente en
cuanto a la reducción del hambre y la inseguridad alimentaria, esos avances están lejos de
las metas del Objetivo número 2 de Desarrollo Sostenible para
2030: eliminarlo definitivamente.
Esta es la conclusión del Informe América Latina y el Caribe – Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición-2023 elaborado por varias agencias de las Naciones Unidas: FAO (alimentación y agricultura), UNICEF (niñez), FIDA (desarrollo agrícola), OPS/OMS (salud) y el Programa Mundial de Alimentos, y publicado la primera semana de noviembre)
La FAO (Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) jugó un papel
central en la elaboración de dicho informe y su denominado “indicador de prevalencia de la subalimentación” (es
decir termómetro del hambre) se deriva de datos nacionales sobre el suministro
de alimentos y su consumo, así como de las
necesidades de energía de la población, teniéndose
en cuenta edad, sexo y niveles de actividad física. Este indicador se diseñó para
identificar un estado crónico de privación de energía,
es decir, sin consideración de los efectos efímeros
de las crisis temporales.
Entre 2021 y 2022 en Sudamérica, el número de personas con hambre disminuyó 3.5 millones. Sin embargo, el número de subalimentadas aumentó 6 millones con respecto a la cifra pre-pandemia. En 2022, en América Central más de 9 millones padecieron hambre. En tanto en el Caribe, 7.2 millones sufrieron esa realidad extrema. Fueron 700.000 más que en 2021 y Haití registró la incidencia más alta. Casi una persona haitiana de dos sufre hoy a causa de ese flagelo.
Inseguridad alimentaria
El informe
de la ONU señala que la inseguridad
alimentaria –tanto moderada como grave–
en la región fue muy superior a la estimación media mundial, la cual abarca el 29,6% de su población total.
En efecto, en 2022 el 37,5% de los habitantes de
América Latina y el Caribe se vio afectado por
dicha condición. En cifras absolutas, 248 millones
de personas se vieron obligadas a reducir la calidad o cantidad de sus alimentos
(inseguridad alimentaria moderada) y, en el caso más extremo,
pasaron varios días sin comer, lo que puso en
grave riesgo su salud y bienestar (inseguridad
alimentaria grave). En 2022 en Sudamérica,
el 36,4% de su población padeció esta
condición. En Mesoamérica, el 34,5%, y en el Caribe, el
60,6%.
Por otra
parte, la inseguridad alimentaria en cualquiera
de sus dos expresiones sigue afectando más a las mujeres
que a los hombres e incidiendo un 8% más en las zonas rurales que en las áreas urbanas.
La dieta saludable más cara del mundo
América
Latina y el Caribe constituyen la región del mundo donde comer de forma saludable cuesta más que en cualquier otra en el planeta.
Entre 2020 y 2021, el costo de una dieta saludable en esa región aumentó un 5,3% debido a la inflación alimentaria impulsada por los confinamientos pandémicos, las interrupciones en la cadena de suministro mundial y la escasez de recursos humanos. Fueron más de 133 millones de personas que no pudieron permitirse una dieta saludable: un aumento de más de 11 millones en relación a 2020.
El indicador
de una dieta saludable consiste básicamente en
el precio de compra de los alimentos menos costosos y
disponibles localmente necesarios para cubrir 2.330
calorías diarias.
En
la actualidad, en dicha región
esa misma dieta cuesta un promedio de 4,08 dólares diarios por persona. Técnicamente identificado
como Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), el
costo de la dieta en América
Latina y el Caribe se encuentra muy por
encima del PPA mundial de 3,66 dólares. La siguen Asia
(3,90 dólares PPA); África 3,57 dólares PPA); América
del Norte y Europa (3.22 dólares PPA) y finalmente Oceanía (3.20 dólares PPA).
Perspectivas inciertas
El
Informe señala que la región
enfrenta un escenario complejo debido a una
serie de crisis sucesivas: la pandemia de Covid-19, las persistentes desigualdades,
los niveles de pobreza, la crisis climática y los efectos del conflicto
Rusia-Ucrania. Factores que han contribuido al aumento de los precios de los alimentos
y la inflación alimentaria
y, en consecuencia, amenazado el funcionamiento, la eficiencia
y la resiliencia de los sistemas agroalimentarios. En este contexto, concluye el
Informe, el hambre y la malnutrición
siguen figurando entre los principales desafíos
para la región, y ni América Latina ni el Caribe están en camino de alcanzar las metas que la
Asamblea Mundial de la Salud ha propuesto con
respecto al hambre, la inseguridad
alimentaria y la malnutrición.
“América Latina y el Caribe,” puntualiza el Informe,
“se
enfrentan a un complejo problema de malnutrición que
abarca tanto la desnutrición (retraso del
crecimiento, emaciación infantil y carencias de vitaminas y minerales) como el sobrepeso y la obesidad”.
Prueba de ello es el aumento de sobrepeso que la región experimentó entre 2000 y 2022 en niños y niñas menores de 5 años, así como de obesidad entre los adultos de 2000 a 2016. Ambas tendencias superan las tasas mundiales medias y en varios países todavía se constata un nivel muy alto de retraso del crecimiento en niños y niñas menores de 5 años.
Según Naciones Unidas, la capacidad de la región como productora de alimentos
es y seguirá siendo un pilar esencial, incluso para aportar a la seguridad alimentaria global. Por esa razón, es necesario mejorar el acceso a alimentos nutritivos y cerrar la brecha entre países, con un enfoque especial en los
grupos más vulnerables. Y concluye que, en el
contexto actual, es imperativo avanzar hacia la transformación de los sistemas agroalimentarios en coordinación con el
fortalecimiento de los sistemas de salud y de protección social, y con acciones integrales y
enfoques sistémicos y multisectoriales.
Específicamente,
“es crucial priorizar el desarrollo de cadenas
de valor sostenibles que promuevan la nutrición, dinamicen los mercados
y el comercio agroalimentario, regulen la promoción y publicidad de los alimentos
y fomenten el desarrollo de entornos alimentarios
saludables”.
Numerosas
instituciones y organismos regionales han unido esfuerzos para
lograr la seguridad alimentaria y una mejor
nutrición. El Informe destaca el trabajo conjunto de varias agencias especializadas que están dándole seguimiento a lo
propuesto por la Cumbre de las Naciones Unidas sobre
los Sistemas Alimentarios; el proceso de
actualización del Plan para la Seguridad Alimentaria y
Nutrición y la Erradicación del Hambre 2024-2030 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC, y el trabajo del Frente Parlamentario
contra el Hambre en América Latina y el Caribe entre otras.
A pesar de
las cifras preocupantes, las sugerencias del Informe de estas agencias de Naciones Unidas flota en la superficialidad, queda en
generalidades y no arriesga incorporar la reflexión y las propuestas
alternativas de los principales movimientos campesinos del continente. En
ocasión de la Jornada Internacional de octubre pasado, La Vía
Campesina –la mayor organización rural del mundo con frute presencia en América Latina y el Caribe– expuso su propio
diagnóstico de la situación alimentaria mundial).
“Estamos
viviendo un
escenario de monopolización generalizada de todos
los eslabones de los sistemas alimentarios”, sostiene
dicha organización. Y explica: “Acaparan nuestra
producción agrícola, las semillas, las tierras,
los territorios; vulneran nuestros derechos campesinos
a la renta y a una vida digna, a la protesta y a la autonomía de nuestros
pueblos”. Esta crisis alimentaria sin precedentes, según La Vía Campesina, se entreteje con la crisis climática, las guerras,
la corrupción, el control mediático, el racismo
institucional y el neofascismo mientras
que se sigue criminalizando al campesinado y
acaparando sus medios de vida y de subsistencia. Por último, La vía Campesina reitera y reivindica sus históricas
apuestas esenciales como única alternativa alimentaria al
hambre en el mundo: la lucha contra el modelo
del agronegocio (gran producción monopólica de
la agricultura) y la
promoción de una real soberanía alimentaria.
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