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—En esos funerales republicanos también se puede advertir algunos problemas de construcción de las naciones que forjaron estos personajes. —Los funerales no ocurren después del proceso de independencia, pasan 30 o 40 años, cuando los llamados padres fundadores van muriendo. Lo que ocurre es que después de haber logrado, medianamente, sus objetivos, tanto Simón Bolívar como José de la Mar o el mismo Bernardo O’Higgins dejan unas repúblicas fragmentadas; con indígenas y mujeres al margen, donde la Amazonía, por supuesto, no existe. Es en ese momento complejo donde la ‘cuestión social’ aparece en el horizonte, que es necesario crear una nueva legitimidad republicana proveniente de los veteranos de la independencia. Entonces, se dota a estos héroes patrios, muchos deportados o muertos en el exilio, de un aura especial. Al recuperar un cuerpo, que muchas veces es peregrino, porque no encuentra su entierro en suelo nativo, nacional, lo que se plantea son dos asuntos. Primero, la construcción de una legitimidad con un héroe que otorgó la independencia. Segundo, que el entierro estatal permitirá el tema de la reconciliación nacional, que no solo es política, sino social e incluso cultural. Porque hay facciones que están enfrentándose unas a otras. Y el caso de Benito Juárez cuyo funeral se asemeja al de Abraham Lincoln. Las facciones liberales de su partido están en pugna. Entonces, el funeral de Juárez servirá para curar, para reconciliar y para unificar.
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CARMEN
MC EVOY: “EL ESTADO SE MANEJA COMO UNA CHACRA PRIVADA. ES EL TOMA Y DACA DE
SIEMPRE”
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La historiadora peruana habla sobre su más reciente libro Funerales
Republicanos en las Américas y también aborda temas como la crisis política y económica a puertas de la llegada
del Fenómeno El Niño.
Por Juan Carlos Soto.
Fuente Diario La República domingo 26 de
noviembre del 2023.
El ritmo de
publicación de la historiadora Carmen Mc Evoy es intenso: un libro cada dos años. La reedición de
Funerales republicanos: tradición, ritual y nación (Crítica, 2023) la encuentra
como autora y editora de 11 ensayos de cómo fueron los
entierros y las pompas funerarias de los padres de las repúblicas americanas.
En esta entrevista, Mc Evoy también aborda el momento actual del país. La
conversación ha sido editada en dos partes: la coyuntura actual y la
significancia de estas honras fúnebres para naciones en construcción.
—En sus libros desarrolla la tesis del Estado prebendario: quienes lo copan,
llegan para saquear. ¿Percibe la misma dinámica en este Gobierno de Boluarte o
es más moderado que el de Pedro Castillo?
—Nuestra tragedia de varias décadas y siglos
—incluso— es que la estructura del Estado supone la
existencia de un botín para repartir, para crear
alianzas, para preservar un poder, que, a pesar de que es efímero,
sobrevive como puede. El tema fundamental es la crisis
de legitimidad, los peruanos ya no creen
en las instituciones. Los administradores del Estado,
para defenderse, cuentan con un modelo atávico en el que la repartija
permite conseguir el respaldo (en este caso los votos de los congresistas) para
mantener el poder. Viviendo incluso de espaldas a la ciudadanía. Ella tiene sus demandas,
pero el Estado cuenta con su modelo de negociación bajo
la mesa, que le permite actuar de manera absolutamente autónoma respecto a
quienes los han puesto en el poder.
—Las investigaciones fiscales confirman ese esquema en Pedro Castillo. En
campaña se presentó como un personaje transparente, pero llegó a Palacio y
comenzó a repartir.
—Exacto y de los Gobiernos de la llamada ‘primavera
democrática’, después de la
caída del expresidente Fujimori.
Probablemente, el expresidente Toledo
fue quien mejor entendió la cuota de
dinero que debía recibir de Odebrecht y
procedió a hacerlo. Se suponía que él
representaba el cambio, pero entró al laberinto de la corrupción que
aún pervive. La tarea pendiente es ‘adecentar’ la política. Existe una crisis de
representación, ahora los
representantes se representan a ellos mismos, a sus intereses, a intereses de
grupos —incluso— ilegales: narcotráfico, la minería ilegal, la tala de bosques
o universidades bambas. Ejercen el poder que se
les otorgó para su propio beneficio. Dentro de esta manera de hacer política,
el caso del expresidente Castillo, probablemente
es el más dramático. Un campesino
que no era campesino, un profesor que más bien era sindicalista y
entró en la trama estatal corrupta. Y acá cabe
mencionar una ficcionalización previa, respecto a lo que muchos quisieron ver y
no era real.
Ya no hay
marchas o si se anuncian no tienen fuerza. Eso significa que este modelo, que
marca la vida republicana, entró en crisis”. Foto: Denis Mayhuire.
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—¿Lo que usted confirma es que creemos más en narrativas?
—La campaña del expresidente Castillo, hoy preso por golpista y corrupto, fue una narrativa construida a partir de una serie de carencias. Se supone que venía a cambiar 500 años de historia e iba a convertir Palacio de Gobierno en un museo.
Como bien sabemos, terminó despachando
en Sarratea con sus amigos y
compadres. Si no cambiamos la
dinámica política y las estructuras de este Estado débil y prebendario,
seguiremos repitiendo la misma historia.
—¿Usted cree que este Gobierno también tiene ese tamiz de prebendario?
—Las pruebas se
vienen acumulando. Porque si tienes una reunión en una oficina
estatal y consigues un cargo o un contrato, puede ser una coincidencia,
pero lo que da que pensar es la sucesión de
coincidencias que se van haciendo públicas.
Lo cierto es que el Estado peruano se administra
como si fuera una chacra privada donde no hay competencia ni concursos
y mucho menos
transparencia en los procedimientos. Es la toma y daca de siempre.
—Y con este Gobierno, usted ha sido bastante crítica en sus artículos,
¿cómo lo define a estas alturas?
—Como una especie de
reedición de Castillo, con un gran estallido
social y una violenta
represión, pero sin caer en los errores tan garrafales del castillismo.
Existen múltiples ejemplos que corroboran la persistencia del Estado prebendario, en plena recesión
económica, que van saliendo a la luz, pero
tampoco se puede negar que hay ciertas esferas del
Estado que probablemente se están manejando con
un mayor profesionalismo. Con Castillo llegamos
al copamiento de los
ministerios con personajes
que no tenían ninguna experiencia ni capacitación, solo ser allegados o aliados del presidente. Lo
anterior no quiere soslayar el copamiento de las instituciones, como es el caso
de la Defensoría del
Pueblo.
—¿Sigue siendo una deuda de este Gobierno el tema de los derechos
humanos? ¿Considera que es su punto más crítico?
—Derechos humanos y el derecho a la vida: buena vivienda, dotar de agua,
electricidad y buena salud pública a la ciudadanía. No tenemos un proyecto a largo plazo
para ir mejorando la vida cotidiana de millones de peruanos. Los derechos humanos deben
aterrizarse en servicios
básicos que resuelvan y dignifiquen el día a día. Esto último no se ha abordado de una
manera planificada, eficiente y seria.
—¿Las matanzas ocurridas en Puno son un lastre para el Gobierno? Por
ello, internacionalmente está aislado.
—(Enumera los problemas que afrontó la presidenta en sus
giras) El Gobierno debe manejar su legitimidad a dos niveles. El
primer nivel es el del bien común, que consiste
en mejorar la vida de millones de peruanos que salieron del COVID-19. Existen,
por ejemplo, serios problemas de salud mental que
no han sido abordados. Por otro lado, la legitimidad
de una República tiene que ver con
la manera como es percibida afuera. Y
ello consiste en ciertos protocolos y reglas de
comportamiento civilizadas. Sin embargo, no hay que olvidar que tenemos en
frente un par de conflictos donde se transgrede
sistemáticamente la ley internacional (Israel-Gaza y Rusia-Ucrania).
Las masivas violaciones de
derechos humanos que aparecen en el escenario
mundial, todos los días, hacen que lo ocurrido en Puno no tenga el interés y el foco que tuvo a inicios
de año. No es que pase totalmente desapercibido,
sino que el mundo está desbordado por una deshumanización
incontenible. En ese contexto, lo que se
requiere, desde dentro, es una ciudadanía
comprometida en denunciar
y recordar permanentemente lo que ocurrió no solamente en Puno, sino en diferentes lugares del Perú; pienso en los asesinatos
en la Amazonía de parte de las mafias,
porque nuestra memoria es
sumamente frágil.
Tapa del
libro que da cuenta de las exequias republicanas. Foto: composición, LR
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—Acaba de hablar de la ciudadanía, y la percepción es que está cansada.
—Golpeada por una serie de crisis. Primero el COVID-19; la corrupción
infiltrada en la provisión de medicinas y máscaras. Ya nos olvidamos de los policías muertos porque las máscaras no los protegían, las pruebas
rápidas que fueron una verdadera
farsa, etc. Toda esa acumulación
de dolor, incluido el no haber podido
enterrar a tus muertos como debieras, ha ido
creando una sensación de cansancio. Por ello,
esa actitud que apunta a la sobrevivencia. Lo que hace que te concentres en tu pequeño círculo, tu familia, tus hijos y no estés
tan comprometido con este cambio que el Perú demanda. Es un momento comprensible, a nivel
individual, pero negativo
para un activismo, más bien desactivado por el día a día. Ya no hay marchas
o si se anuncian algunas, no tienen la fuerza que
tuvieron a principio de año. Lo que muestra que
probablemente el modelo de las marchas masivas,
que marcan la vida republicana, ha entrado en una fase de crisis.
—¿Y este Gobierno llegará a 2026?
—Es difícil predecir, comete tantos errores.
—¿Tenemos una recesión en marcha?
—Y un Niño a puertas. El cambio
climático sí tendrá efectos en la economía, que anda en cuidados intensivos. Es
la tormenta perfecta, con una ciudadanía agotada, que ha sido confrontada
sistemáticamente. Suben
los precios, no hay trabajo y el panorama
mundial es imprevisible. Ese es otro gran
problema. La recesión mundial probablemente se
va a agudizar porque Estados
Unidos ha comprometido desembolsos impresionantes en ambos frentes de guerra (Europa del Este y Medio
Oriente). Entonces, esta idea de que Estados Unidos puede ayudarnos a resolver nuestros problemas es una utopía.
“Nuestros padres fundadores
dejaron repúblicas fragmentadas”
El libro Funerales republicanos aborda cómo y bajo qué contexto fueron enterrados los padres republicanos: Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, Andrés Bello, etc.
—En esos funerales republicanos también se puede advertir algunos
problemas de construcción de las naciones que forjaron estos personajes.
—Los
funerales no ocurren después del proceso de independencia, pasan 30 o 40 años,
cuando los llamados padres
fundadores van muriendo. Lo que ocurre es que después de haber logrado,
medianamente, sus
objetivos, tanto Simón Bolívar como José de la Mar o el mismo
Bernardo O’Higgins
dejan unas repúblicas
fragmentadas; con indígenas y mujeres al
margen, donde la Amazonía, por supuesto, no
existe. Es en ese momento complejo donde la ‘cuestión
social’ aparece en el horizonte, que es necesario crear una nueva legitimidad republicana proveniente de los
veteranos de la independencia. Entonces, se dota
a estos héroes patrios, muchos deportados o
muertos en el exilio, de un aura especial. Al recuperar un cuerpo,
que muchas veces es peregrino, porque no encuentra su entierro en suelo nativo, nacional, lo que se plantea son dos
asuntos. Primero, la construcción de una legitimidad con un héroe que otorgó la independencia. Segundo, que el entierro estatal permitirá el tema de la reconciliación nacional,
que no solo es política,
sino social e incluso
cultural. Porque hay facciones que están enfrentándose unas a otras. Y
el caso de Benito Juárez cuyo funeral se asemeja al de Abraham Lincoln. Las facciones liberales de su partido están en pugna. Entonces, el funeral de Juárez servirá
para curar, para reconciliar y para unificar.
—Las muertes de varios de estos caudillos sirven para reconciliar.
—En Chile, tenemos
tres ejemplos: Bernardo O’Higgins, José Miguel Infante (1844)
y Andrés Bello. En el caso de O’Higgins, es acusado de todo. Antes de deportarlo, lo acusan del crimen de los Carrera, de autoritarismo y está en Perú muchísimos años y muere en el Perú. En ese periodo de 20 a
30 años, se decide un poco perdonar estos pecados de juventud para tratar de purificar la imagen y con ella la de la joven
República de Chile.
—En el caso de Bolívar, que también es un personaje bastante polémico,
deja un testamento con algunas indicaciones, ¿eso se llega a aplicar?
—Es bien interesante porque se podría comparar el caso de Bolívar con el caso de Víctor Hugo, que, a pesar de que uno es un militar y el otro es un escritor, no quieren que el Estado los usen para sus propósitos. Es un legado que ellos están tratando de cuidar. Entonces, yo me presento ante el mundo de esta manera, no es como me va a presentar el Estado colombiano que, para Bolívar, le falló. A diferencia del ejemplo anterior, las indicaciones de Víctor Hugo son respetadas. El autor de Los miserables pidió ser conducido por el pueblo. Como buen escritor, él inventó ‘la carroza del pueblo’, que, rodeada de sus admiradores, lo llevará a su morada final.
—¿Qué tiene que ver Víctor Hugo en los Funerales republicanas?
—Víctor Hugo fue
visto como un modelo de escritor público y tuvo
una gran influencia en muchos escritores
latinoamericanos, entre ellos Rubén Darío. El
francés incorpora nuevos
actores que en esta serie de funerales no aparecen como protagonistas. Acá me refiero a la irrupción de los sectores populares, de las masas,
en la historia mundial. En la mayoría de sus obras el foco no son los grandes hombres, sino los revolucionarios, hombres y mujeres que están
luchando por un cambio social. Por esa razón,
muchos escritores latinoamericanos lo admiran y
también que su funeral,
con el que terminamos nuestra colección, tiene que ver con políticos disidentes, que van a ser asesinados y ya no funeralizados por el
Estado en el siglo XX.
—La Revolución Francesa, la obra de Víctor Hugo, ¿es fundamental para lo
que ocurre en las Américas, con la independencia?
—Claro, porque a pesar de que Víctor Hugo no está
presente en la Revolución Francesa, sí memorializa otras revoluciones que le
suceden. Pienso en la Comuna de París (insurrección
de 1871), que ya habla de un espíritu comunitario y contestatario. Tapa del libro que da
cuenta de las exequias republicanas.
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