sábado, 31 de julio de 2010

OBAMA y RAUL CASTRO buscan empezar a tejer la "excepci{on" del petróleo cubano en el Golfo de México.

&&&&&
La carrera de las aguas profundas cubanas en el Golfo es imparable, a juicio de los estrategas norteamericanos. La Habana ha conseguido ponerle apellidos a 21 de los 59 áreas en las que ha dividido la ZEE (Zona Económica Exclusiva) y, por primera vez, las multinacionales asociadas a ellos tienen fechas cercanas para saltar a la operación en aguas cubanas del Golfo. Aunque desde julio de 2009 Petrobrás había completado los estudios sísmicos en su bloque (por cierto uno de los mejores, junto al yacimiento terrestre de Varadero) y analiza resultados, anunciaba, formalmente en mayo, justo tras el accidente de BP, que tomará al menos seis meses más para resolver incertidumbres relacionadas con la distribución de la reserva, su tamaño y la producción por pozo”.
/////


OBSERVATORIO LATINOAMERICANO

Obama y Raúl Castro buscan cómo empezar a tejer la ‘excepción’ del petróleo cubano en el Golfo de México.


*****

Media docena de multinacionales planean operar en aguas cubanas antes de 2011, Cuba busca flexibilización del embargo
Washington permitiría a sus empresas cooperar en asesoría con Repsol y Petrobrás, que tienen un pie en las tres jurisdicciones del Golfo y máxima experiencia

*****

Javier Aldecoa.- Se miden las distancias, sentados en las dos orillas del mayor reino petrolero. No son ya sólo las manchas de BP las que le sacuden a Barack Obama las aguas profundas del Golfo en las que EE UU, Cuba y México se disputan las inversiones y las alianzas. Ahora que hasta Hillary Clinton reconoce que la explotación offshore en aguas cubanas llegará a partir de 2011 y sin que EE UU tenga potestad alguna, el presidente norteamericano está entre la espada de los Castro y la pared del Partido Republicano, que exige moratoria, o puerta abierta a las multinacionales. La diplomacia de La Habana ultima esfuerzos que se suman a los del lobby americano para relajar el embargo energético. Cuando el cuarteto ruso, Statoil, Repsol YPF y Petrobrás comiencen a beber del crudo offshore cubano,

La Habana querría tener la mitad de bloques de la ZEE otorgados y, sobre todo, abrirle el apetito a las reformas diplomáticas a Washington. La Casa Blanca busca su oportunidad, alguna fórmula para hacerse espacio -o al menos influencia- en unas aguas que dejan el desafío energético a 45 millas de EE UU. Bajo la mesa, a cuatro manos, se baraja la ‘condescendencia’ de Washington, participación bajo la bandera de la seguridad operacional a cambio de atajos para sus empresas y el futuro del suministro. Si el derrame de BP obligó a los primeros contactos, ahora ya hay atisbos de autorización de la OFAC para flexibilizar la cooperación energética y medioambiental -aunque sea por seguridad-, permite a la Asociación de Contratistas de Exploración viajar a Cuba y que Repsol y Petrobrás se puedan asociar durante la operación con asesorías de EEUU y la propuesta de Ley Murkowsky quiere sumar la flexibilización a la Energy Bill.

En la Casa Blanca buscan hacer de la necesidad virtud: a la luz del Acuerdo Bilateral aún vigente de 1997, La Habana y Washington dividieron sus aguas en el Golfo y con ellas, la competencia para otorgar licencias de explotación y explotación. El Gobierno de los EE UU quiere que quienes operen en aguas cubanas asuman el sistema de respuesta accidentes que cuatro grandes petroleras (las estadounidenses Chevron, ConocoPhillips, ExxonMobil y la anglo-holandesa Shell) establecerán. No es casualidad que Washington haya sugerido, directamente a Repsol buscar algún aliado en EE UU para operar en las aguas cubanas del Gofo de México. Sólo Repsol tiene previsto invertir 3.500 millones de dólares entre 2010 y 2020 en el Golfo para duplicar su producción, hasta 20 millones de barriles anuales en la zona. Tanto la petrolera española como Petrobrás, Saipem y tienen experiencia en aguas profundas en todo el mundo, pero EE UU desconfía de las demás. Como reconocía el portavoz de la Secretaría de Estado, Phillip J. Crowley, “los vertidos de BP demuestran que para realizar prospecciones petrolíferas o extraer petróleo en este área es necesario haber planificado y adoptado un protocolo contrastable de medidas de seguridad medioambiental.” y EE UU quiere tener algo que decir en los trabajos de las petroleras al otro lado del Golfo.

Es su respuesta a las presiones del Partido Republicano, que, tras las exigencias del senador Bill Nelson, empezó por exigir a la Administración americana la prohibición de los yacimientos offshore cubanos, pero ha terminado por sugerir que se flexibilice el embargo para que las empresas norteamericanas no queden excluidas de lo inevitable. Como el entorno de Hillary Clinton hacía llegar en el caso de Repsol, podría ser, en principio, una consultora especializada en la asesoría y la planificación de protocolos de seguridad medioambiental. Según Saipem -la unidad de perforaciones marítimas de la italiana- ya hay un contrato de Eni para una plataforma que está siendo construida en China y estaría disponible para ser utilizada en Cuba desde finales de 2010 y que no sólo cumple las condiciones de EE UU -no permite componentes con más de un 10% de tecnología americana en ninguna fase de la operación- sino que encaja con las necesidades de Repsol para esa área y su bloque 26, en colaboración con Norks-Hydro (Noruega) y ONGC (India).

LAS AGUAS DEL GOLFO, AÚN MÁS BUSCADAS.

Con el retorno del grupo estadounidense Marathon Oil a la producción en el Golfo, en un pozo a 210 kilómetros de Nueva Orleáns y unos 2.000 metros de profundidad, en la Casa Blanca han comprendido que no parará la operación en el Golfo. Incluso del lado estadounidense, Obama no está seguro de que su moratoria de seis meses -cuestionada en los tribunales norteamericanos- pueda neutralizar por mucho más tiempo la actividad de las 30 plataformas de perforación y las 47 de producción. De hecho, desde el accidente de BP, el Servicio de Administración Mineral (MMS) de EEUU consumaba la luz verde a 17 permisos y 19 exenciones medioambientales de proyectos de explotación ya concedidos. Es verdad que los nuevos pozos seguirán esperando, los apellidos serán más contados, los costes más elevados y otra cosa serán los mapas y los aliados, pero ni los tres Gobiernos con aguas jurisdiccionales y con expectativas en el Golfo de México y en sus reservas ni la veintena de multinacionales que operan en sus aguas profundas se plantean levantar el acelerador de una región con más de 37.000 millones de barriles por descubrir, con unas de las mayores tasas de retorno de capital de la industria petrolera offshore. Aunque aún la producción marina en profundidad sólo asegura el 2% de la mundial, el Golfo atesora los mayores descubrimientos de los últimos tres años y está llamada a ser la mayor fuente de producción del mundo. Fuera de Oriente Próximo y Rusia, la mayoría de las reservas probadas y probables se encuentran en el mar.

La carrera de las aguas profundas cubanas en el Golfo es imparable, a juicio de los estrategas norteamericanos. La Habana ha conseguido ponerle apellidos a 21 de los 59 áreas en las que ha dividido la ZEE (Zona Económica Exclusiva) y, por primera vez, las multinacionales asociadas a ellos tienen fechas cercanas para saltar a la operación en aguas cubanas del Golfo. Aunque desde julio de 2009 Petrobrás había completado los estudios sísmicos en su bloque (por cierto uno de los mejores, junto al yacimiento terrestre de Varadero) y analiza resultados, anunciaba, formalmente en mayo, justo tras el accidente de BP, que tomará al menos seis meses más para resolver “incertidumbres relacionadas con la distribución de la reserva, su tamaño y la producción por pozo”.

.

Pero la decisión, después de dos años de contrato de los derechos de exploración, estará sobre la mesa de Gabrielli -y de paso sobre la de Raúl Castro- también antes de final de año: el gigante brasileño acaba de abrir oficina de operación en la Isla y no quiere perder el impulso. Lo ha hecho también la petrolera estatal rusa JSC Zarubezhneft Acaba de inaugurar hace dos semanas una oficina de operaciones en La Habana y, con cuatro contratos para exploración y producción de hidrocarburos firmados con Cupet desde noviembre de 2009 (y aunque ya operan en el interior de la Isla), no quiere dejar pasar mucho tiempo antes de ejecutar sus planes estratégicos para las aguas profundas cubanas: su presidente, Nikolai Brunich, promete comenzar a perforar como tarde en 2011.

Si los planes de Moscú se cumplen, sería sólo el preludio de las carreras ‘rusas’ en las aguas del Golfo: OAO Gazprom, OAO Lukoil y Rosneft Oil Co tienen en vigor acuerdos para la búsqueda de crudo en 4 de los bloques marítimos cubanos, a cambio de la construcción de tanques de almacenamiento, de modernizar los gasoductos del país caribeño y de remodelar una refinería en Cienfuegos -en colaboración, por cierto con China-. Y el acuerdo vigente con Sinopec Corp desde 2005 la capacita para producir conjuntamente petróleo en la Isla. Justo los talones de Aquiles del horizonte de los hidrocarburos que más preocupan al ministro Manuel Marrero y, de paso, a sus aliados en Caracas. Cienfuegos procesa alrededor de 65.000 barriles diarios de diesel nafta y turbocombustible, pero la alianza con Pdvsa (Petróleos de Venezuela) aspira a hacer para Caracas un hub de derivados en la principal de las Antillas, al mismo tiempo que le recuerda a la Administración habanera sus líneas rojas.

Y es que a Raúl Castro, ni los acuerdos recién sellados con Venezuela, ni la creación desde mayo de la empresa binacional Vencupet SA -de mayoría venezolana-, ni sus promesas para la refinería de Cienfuegos hasta 350.000 barriles le sacian las urgencias del crudo y sus pretensiones para las aguas del Golfo. La alianza con Caracas, en exploración sólo pasa por territorio venezolano. La Habana busca crudo para fortalecer su posición estratégica, cuadruplicar su producción y zafarse del cordón umbilical con Hugo Chávez les vende. A la vista de las zozobras de Petrocaribe y las amenazas a las condiciones de suministro con otros aliados de Caracas, los cubanos han comenzado a descontar que los 115.000 barriles diarios que llegan desde Venezuela -un 50% de sus necesidades de consumo- no seguirán haciéndolo con la misma intensidad; ni al mismo precio. Miraflores estudia desde hace meses bajo la mesa -el “ahorro o muerte cubano” lo haría muy impopular- comenzar a exigir parte de los pagos en efectivo. Peina la calma del proyecto para ampliar desde 65.000 a 150.000 barriles la refinería de Cienfuegos.

Caracas ya les ha dejado claro a los hermanos Castro que los 10.800 millones de dólares que la Isla necesita invertir en infraestructuras para hidrocarburos si quiere cortar los lazos de la dependencia externa y hacer realidad su horizonte de proveedor regional de derivados. No llevarán apellidos venezolanos. No, desde luego, en los dos próximos ejercicios. Cuba ya no oculta que necesita con urgencia nuevos aliados para sacarlo del fondo del mar. Sobre todo si quiere hacer realidad su estrategia de procesar diariamente 350.000 barriles de crudo y abastecer de productos refinados a sus vecinos del Caribe. Ni la producción propia de 4 millones de toneladas de crudo y gas acompañante en 2009 y el primer trimestre de 2010, ni las buenas nuevas oficiales sobre los 11 pozos que Cuba ha comenzado a perforar y explorar en la “franja de crudo pesado” opacan su dependencia exterior en torno a un 60%, según los cálculos oficiales. Además, el sobreconsumo de electricidad en el primer cuatrimestre del año obligó a emplear 40,000 toneladas de combustible que no se habían planificado, con un gasto aproximado de 150 millones de dólares.

Por eso Cuba buscaba acelerar la competencia y la operación en los 112.000 kilómetros cuadrados de su ZEE y a los 20.000 millones de barriles de crudo que descuenta costas afuera (4,600 millones de barriles de petróleo y 9.8 billones de pies cúbicos de gas natural según el Servicio Geológico de EE UU) y darle cuerda, a un tiro de piedra de Florida, a los 21 bloques ya otorgados bajo contrato de riesgo a Hydro, OVl, Repsol, Petrona o Petrobrás. Antes, lo hacía para no perder el paso en la carrera del Golfo y retomar las expectativas que avivó la exploración de Repsol en 2004 -la única en el Golfo cubano-. Ahora, lo hace también para golpear en los muros del embargo. Las petroleras estadounidenses presionan desde 2009 a la Casa Blanca para poder acercarse a las aguas de la Isla y pusieron en cuestión las líneas rojas del embargo desde la Cámara de Comercio estadounidense a la Fundación Nacional Cubano-americana, en Cuba Study Group y el Consejo Nacional del Comercio Estadounidense, ahora también el Nacional Foreign TRade Council. Le ponen fecha los Castro: quieren avances antes de la Cumbre petrolera de La Habana, en noviembre.

CUBA BUSCA LA ‘PAZ’ PETROLERA DE WASHINGTON.

El propio ministro cubano de Industrias básicas por primera vez en 47 años invita desde hace casi un año a EE UU a dejar aterrizar a sus inversiones en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) cubana. Por eso, ahora la diplomacia habanera quiere gestos no sólo de Bruselas, tras el viaje de Miguel Ángel Moratinos a la Isla y la liberación de una cincuentena de presos políticos cubanos. Es verdad que sin cambios en la Posición Común Europea, Cuba no puede beneficiarse ni siquiera de los Fondos de Cottonou que se entregan a otras antiguas colonias de países de la UE. Pero el debate sobre la Posición Común Europea no llegará a fondo -si es que lo hace- antes de septiembre. Y, en todo caso, no solucionará ni los problemas de crédito con compras estadounidenses, ni el boom inversor que los Castro pretenden propiciar para su ‘transición china’. La Iglesia local, la mediadora que conseguía investirse como catalizadora del acuerdo, se ha ocupado -según fuentes diplomáticas- de comunicar cada paso a Washington y de intentar implicar extraoficialmente a la Casa Blanca en cualquier novedad. Y durante el viaje de un grupo de legisladores y expertos estadounidenses a la Isla para hablar de energía y problemas ambientales hace menos de un mes, Raúl Castro tendió la mano a reformas económicas, concesiones en realidad a cambio de alguna cesión desde su vecino del norte.

Fuentes de la diplomacia y el comercio cubanos reconocen ahora que no rechazan la posibilidad de que el nuevo orden energético y político en el Golfo tras el vertido de BP acabe por reforzar la posición de La Habana, hacerle nuevo sitio a las multinacionales y, sobre todo, flexibilizar el embargo energético. La diplomacia comercial habanera -explican fuentes locales- sabe que si se cierran las puertas a nuevas exploraciones y se dificultan los costes de explotación, Obama cercenará los planes de multinacionales energéticas y tecnológicas y abrirá las de otras jurisdicciones en aguas del Golfo. “Si EE UU no quiere explorar en yacimientos offshore otros lo harán”, advertía un análisis de Global Oil. No sólo Brian Petty, vicepresidente senior de asuntos gubernamentales de la Asociación Internacional de Contratistas de perforación en Washington se ha atrevido a alentar las perspectivas de su industria: ahora “está muy ansiosa por las perspectivas de Cuba”.

Si la deuda soberana cubana, en suspensión de pagos, se ha convertido en un reclamo para los inversores estadounidenses -que saben que antes de un retorno a los mercados tras una futura transición Cuba tendría que pasar por el canje de deuda- y si los activos de empresas en sectores que se presume repuntarían el ‘día después’ tientan a los inversores americanos, la Cámara de Comercio, el lobby energético –con la Asociación de Suplidores de Equipos Petroleros, PESA, en cabeza- y las principales multinacionales se preguntan -con las presiones a mano para Obama- por qué condenarlas a quedar fuera de las carreras de los hidrocarburos cubanos. La industria americana quiere sitio en las aguas caribeñas, llamadas a hacer de Cuba, -si explota sus 4,6 millones de barriles- una potencia del orden de Ecuador y de Colombia. “Es inevitable que Cuba explore y explote sus hidrocarburos, pero puede beneficiar por igual a EE UU que a Cuba”, sostenía un documento de trabajo de la IADC, la Asociación de Contratistas y Exploradores de Hidrocarburos, que reúne a las principales empresas americanas en el sector. Por primera vez, las autoridades del Tesoro han autorizado el viaje a La Habana de cinco representantes de la Asociación -el mismo que prohibieron en diciembre- para hablar con las autoridades cubanas sobre la extracción offshore. Y por primera vez también, la legislación que podría eximir algunas actividades de hidrocarburos de las restricciones del embargo ha empezado a tomar cuerpo en el Congreso a través de una propuesta de Ley impulsada por las senadoras Lisa Murkowski y Mary Landrieux, que esperan incluirla en la Ley de Energía y Cambio Climático.

El lobby juega todas sus cartas, apoya el levantamiento del embargo por un lado y también intenta impedir que la competencia aproveche la situación actual para consolidarse. Por primera vez, hay grietas, aunque mínimas en el muro americano sobre las aguas offshore cubanas. Aunque el proyecto de ley para relajar los viajes y el intercambio comercial siguen estancados en el Congreso, tras haber pasado ya por el Comité de Agricultura y Comercio, en la Secretaría de Estado y los despachos de Obama buscan ‘terceras vías’ que no exijan pasar por el Congreso o el Senado y que puedan ser de ejecución rápida. Es el propio Departamento de Estado recuerda que el departamento del Tesoro puede otorgar licencias a compañías estadounidenses de mitigación de vertidos a través de la Oficina para el Control de Activos Extranjeros (OFAC, en inglés) para que puedan prestar servicios de prevención y de contención a empresas petroleras que operan en Cuba.

Ya en el estudio del Brookings Institute, Jorge Piñon (ex presidente de Amoco) y su coautor Robert L. Muse proponían una serie de medidas que Obama podría adoptar de inmediato, sin violar las reglas del embargo, desde “exportaciones temporarias a Cuba de cualquier equipo o tecnología necesaria'' para prevenir y controlar los derrames de petróleo, la aprobación previa de los permisos de viajar a Cuba para ingenieros, expertos ambientales y académicos estadounidenses que pudieran contribuir a prevenir desastres, y ejercicios conjuntos entre Cuba y Estados Unidos para coordinar respuestas de emergencia. Según Piñón, “si el Gobierno de EEUU impone restricciones onerosas –impuestos, temas legales, burocracia, etc.- las petroleras que operan en el Golfo de México se verán obligadas a buscar negocio y explorar los recursos del Golfo cercanos a la isla de Cuba”. “Existe una posibilidad que en tres o cinco años, las condiciones fiscales y comerciales para explorar en Cuba sean más atractivas que en EEUU. Además, si se descubren grandes reservas, la isla podría convertirse en un importante proveedor de petróleo para EEUU”.

OBAMA EMPIEZA A HACERLE SITIO A CAMBIOS ENERGÉTICOS.

Hasta ahora, EE UU ha ejercido al pie de la letra un embargo que, en lo energético, impide cualquier aporte de compañías norteamericanas más allá de un 10% de sus componentes. Lo reafirmaba por última vez en 2009, con la sanción de 110.000 dólares de la OFAC (la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Tesoro) a Varel Holdings, por exportar tecnología para la industria petrolera, la cuarta en dos años en ese sector. Y el aviso a Lukoil de que tendría conformarse con mirar de lejos el Golfo de México cubano si no quería que su 20% de Conocco Phillips chocara contra los cristales de la ley Helms Burton también. Las restricciones son tan severas que cuando los ejecutivos petroleros estadounidenses quisieron reunirse con las autoridades cubanas durante una cumbre de energía en México en 2006, el departamento del Tesoro expulsó a la delegación cubana del lugar. De hecho, si Repsol ha tenido que fabricar su plataforma Scarabeo 9 en China bajo los apellidos de Eni fue justo para no caer en ninguna de las incompatibilidades que marcan las líneas rojas de Obama.

Hoy, esa beligerancia empieza a quedar un poco más lejos, aunque todavía en Washington y La Habana buscan fórmulas comunes para zafarse de ella. Para empezar, el primer peaje común pasaría por un levantamiento (o una flexibilización que no requiere pasar por el Congreso) del embargo sobre equipamiento y cooperación energética que hasta el Wall Street Journal le sugiere a Barack Obama como solución al laberinto del Golfo y el pulso del petróleo cubano. Al fin y al cabo, hay potestades del Ejecutivo que no estáb limitadas por la ley Helms- Burton. Y si Clinton la utilizó para ampliar el intercambio agrícola bajo licencia y los demócratas han aprovechado para horadar los muros de las remesas, los analistas locales como Oppenheimmer no descartan que “el Gobierno de Obama acabe por eximir de embargo a los productos y servicios relacionados con la energía y el medio ambiente”. Una opción -es casi lo único en lo que coinciden los Ejecutivos de los dos países- que prefieren antes de avanzar incluso en la liberalización total de los viajes de los estadounidenses y de las compras a crédito para los alimentos y productos agrícolas de origen estadounidense. Lo otro, la reforma de la Ley 77/95 de capital extranjero para facilitar las inversiones sólo la tocarán más adelante, después de que Obama mueva alguna ficha.

El Gobierno de Castro -que no puede recurrir ni al FMI, ni al BM ni a otras instituciones internacionales que alimenten su liquidez- ha evitado declarar la insolvencia, cumpliendo los pagos de su deuda con algunos Gobiernos extranjeros, permitiendo que algunas empresas extranjeras transfieran fondos y prometiéndole a todos los demás que la ayuda está en camino. Pero hay miedo, tanto como urgencia de liquidez. Los Castro necesitan aliados, no sólo para sus planes de infraestructuras públicas. El mensaje se ha hecho llegar a los bancos (Cuba estudia abrir la puerta de su sistema financiero y las remesas a las entidades con un pie en EEUU), a las empresas turísticas y a las comerciales. La apertura llegará -quieren creerlo en La Habana- antes de lo previsto, de hecho ya -a pesar de la obligación de pago en efectivo y por adelantado- EE UU es el quinto socio comercial de la Isla. Intentarán estirar las costuras de un nuevo paisaje comercial, más allá de la decisión norteamericana de impulsar el comercio agrícola con la isla y de la concesión recién obtenida de manos de Obama que permite al gobierno cubano demorar los pagos de las importaciones desde el vecino del Norte (que se han rebajado ya un 27% en el último año) al menos hasta que lleguen a la Isla. El objetivo de la Habana es que se permitan además créditos y el pago a través de instituciones financieras cubanas.

La Habana quiere acceso a la UE, pero no menos que a Barack Obama y las inversiones estadounidenses: ahora que Washington estudia flexibilizar el embargo y ha comenzado a dar luz verde a algunas inversiones en la Isla, Cuba promete a las empresas españolas hacer de ellas ‘introductores de embajadores’ de los dólares que no puedan llegar abiertamente a la Isla, o al menos aliados privilegiados si el desembarco de las inversiones comienza. La administración cubana descuenta que habrá cambios comerciales con EE UU y busca bajo la mesa hacer de las empresas mixtas y sobre todo las mayores de las 300 españolas los caballeros blancos para los dólares americanos: apunta a Repsol YPF, Sol Meliá, Telefónica u OHL antes que a Accord, Nestlé o Pinard. Pero aún sólo se piensa la puerta abierta a remesadoras desde los bancos españoles en EE UU. Hasta ahora, los dólares y las sociedades americanas ya pueden tener participación con menos del 50% en sus operaciones en la Isla, pero la diplomacia caribeña da por seguro que las costuras de las restricciones estadounidenses se flexibilizarán
.

*****

No hay comentarios: