Realmente, estaba plenamente convencido, que este tipo de formas perversas de explotación, traídas principalmente por la globalización neoliberal, a partir de la implantación violenta en especial en nuestros países de América Latina – nuestro país principalmente – de las políticas globales del Consenso de Washington – 1990 – con la liquidación de los derechos laborales, derechos sociales y varios derechos políticos, solamente era “patrimonio” exclusivo de nuestras economías dependientes, subdesarrolladas, tercermundistas, donde a partir de la liberalización de las relaciones labores, los capitalistas – empresas multinacionales, transnacionales y hoy las corporaciones transnacionales, han hecho tabla raza de los derechos de los trabajadores contando para ello con la “democracia blanda” de ciertos gobiernos y gobernantes, mentirosos, farsantes que en tiempos electorales prometieron ante sus electores que defenderían los derechos de los trabajadores, ciudadanos y población en general.
Hoy hablar de 8 horas de trabajo, derechos laborales – sindicalización, negociación colectiva, derecho de huelga, estabilidad laboral, es Historia y más Historia -. Simplemente en nuestro país cuantos miles de trabajadores trabajan en condiciones, peor que las europeas, humillantes, degradantes, por ejemplo en las minas – minería formal e ilegal – cuantos miles de niños trabajan en minería, construcción – ladrilleras- agricultura, transporte, etc en condiciones de esclavitud propias del siglo XV y los gobiernos dicen que los niños tienen protección de institucionales nacionales e internacionales, cuantos miles de niñas y jóvenes mujeres trabajan en servicio doméstico en condiciones humillantes en las casas de los ricos, de los millonarios, que hoy se rasgan las vestiduras y dicen defender la democracia, incluso a costa de su propia vida. Que terrible, espantosa realidad, donde el salvajismo y la barbarie hoy es sinónimo de Democracia, Libertad, Crecimiento económico. Pero esta humillación y explotación del hombre por el hombre tiene que terminar construyendo desde abajo un Perú Nuevo en un Mundo Nuevo.
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Esclavos en Europa.
Práctica abominable de trata de personas. Mujeres víctimas de la explotación sexual y del servicio doméstico.
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En la era de la globalización neoliberal los trabajadores han pasado a ser una mercancía más y el salario es un costo que trata de disminuirse.
Ignacio Ramonet.
Le Monde Diplomatique. Domingo 31 de julio del 2011.
Kaosenlared.net/noticia.
Dos siglos después de la abolición de la esclavitud, regresa una práctica abominable; la trata de personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 12.3 millones de personas en el mundo se ven sometidas a través de redes ligadas a la criminalidad internacional, a la explotación de su fuerza de trabajo en contra de su voluntad y en condiciones inhumanas.
Tratándose de mujeres, la mayoría son víctimas de la explotación sexual, mientras muchas otras son explotadas específicamente en el trabajo doméstico. También se da en el caso de personas jóvenes y en buen estado de salud que bajo diversos engaños, son privados ded su libertad para que parte de sus cuerpos alimenten el tráfico ilegal de órganos humanos.
Pero la trata se está extendiendo cada vez más a la captura de personas que sufren la explotación de su fuerza de trabajo en sectores de la producción muy necesitados de mano de obra barata, como la hotelería, la restauración, la agricultura y la construcción.
A ese tema preciso, la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE) se dedicó en Viena, los días 29 y 21 de junio pasado una Conferencia Internacional de con participación de Autoridades políticas, organismos internacionales, ONGs y conocidos expertos (1).
Aunque el fenómeno es mundial, varios especialistas subrayaron que la plaga del trabajo esclavo está aumentando aceleradamente en el seno mismo de la Unión Europea (UE). El número de casos revelado por la prensa, cada vez más numerosos, sólo constituye la punta del iceberg. Las organizaciones sindicales y las ONGs estiman que hay centenares de miles de trabajadores sometidos a la execración de la esclavitud en Europa (2).
“Campos de trabajo” en Europa.
En España, Francia, Italia, Países Bajos, Reino Unido y en otros países de la Unión Europea, numerosos migrantes extranjeros, atraídos por el espejismo europeo, se ven atrapados en las redes de mafias que los obligan a trabajar en condiciones semejantes a la de la esclavitud de antaño. Un informe de la OIT rebeló que al sur de Nápoles, por ejemplo unos 1,200 braceros extracomunitarios trabajan 12 horas diarias en invernaderos y otras instalaciones agrícolas sin contrato de trabajo y por sueldos miserables. Vivían confinados en condiciones propias de un campo de concentración, vigilados militarmente por milicias privadas.
Este “campo de trabajo” no es el único en Europa. Se ha descubierto, por ejemplo, en otra región Italiana, a centenares de migrantes polacos explotados del mismo modo, a veces hasta la muerte, esencialmente para la recolección de tomates. Se les había confiscado su documentación y sobrevivían subalimentados en una clandestinidad total. Sus “propietarios” los maltrataban hasta el punto de que varios e ellos perdieron la vida por agotamiento, por los golpes recibidos o empujados al suicidio por la desesperación.
Esta situación concierne a miles y miles de inmigrantes sin papeles, víctimas de negreros modernos en los más diversos países europeos. Según varios sindicatos, el trabajo clandestino en el sector agrícola representa casi el 20% del conjunto de la actividad. (3).
El modelo económico dominante tiene una gran responsabilidad en esta expansión de la trata de trabajadores esclavos. En efecto la globalización neoliberal – que se ha impuesto en los tres últimos decenios gracias a terapias de choque con efectos devastadores para las categorías más frágiles de la población – supone un costo social exorbitante. Se ha establecido una competencia feroz entre el capital y el trabajo. En nombre del libre cambio los grandes grupos multinacionales fabrican y venden en el mundo entero. Pero con una particularidad: producen en las regiones donde la mano de obra es más barata y venden en la zonas donde el nivel de vida es más alto. De ese modo, el nuevo capitalismo exige competitividad en principal fuerza motriz y establece de hecho, la mercantilización del trabajo y de los trabajadores.
Las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el planeta con un objetivo: minimizar los costos de producción y abaratar los salarios. En el seno de la Unión Europea, eso desestabiliza el mercado del trabajo, deteriora las condiciones laborales y hace más frágiles los sueldos.
La globalización que ofrece tan formidables oportunidades a unos cuantos, se resume para la mayoría de los demás, en Europa, en una competencia sin límites y sin escrúpulos entre los asalariados europeos, pequeños empresarios y modestos agricultores y sus equivalentes mal pagados y explotados del otro lado del mundo. De ese modo se organiza, a escala planetaria, el dumping social.
En términos de empleo, el balance es desastroso. Por ejemplo en Francia, en los dos últimos decenios, ese dumping causó la destrucción de más de dos millones de empleos únicamente en el sector industrial. Sin hablar de las presiones ejercidas sobre todos los salarios.
Un fenómeno nuevo: la “trata legal”.
En semejante contexto de desleal competencia algunos sectores en Europa, en los que existe una carencia crónica d emano de obra, tienden a emplear a trabajadores ilegales, lo cual estimula la importación de migrantes sin papeles, introducidos en el seno de la Unión Europea por traficantes clandestinos que en muchos casos los obligan al trabajo esclavo.
Numerosos informes evocan claramente la “venta” de braceos agrícolas migrantes. En el sector de la construcción muchos trabajadores jóvenes extracomunitarios, sin papeles, se hallan bajo el control de bandas especializadas en la trata de personas y son “alquilados” a empresas alemanas, italianas, británicas o griegas. Estos trabajadores esclavos se ven forzados por las bandas que los explotan a pagar sus gastos de viaje, de alimentación y de alojamiento, cuyo total es en general superior a los que ganan. De tal modo que pronto, mediante el sistema de la deuda, pasan a “pertenecer” a sus explotadores. (4).
A pesar del arsenal jurídico internacional que sanciona esos crímenes y aunque se multipliquen las declaraciones públicas de altos responsables que condenan esa plaga, hay que reconocer que la voluntad política de poner fin a esa pesadilla resulta más bien débil. En realidad, las patronales de la industria y de la construcción y los grandes exportadores agrícolas influyen permanentemente sobre los poderes públicos para que hagan la vista gorda sobre las redes de importación de los migrantes ilegales. Los trabajadores sin papeles constituyen una mano de obra abundante, dócil y barata; una reserva casi inagotable cuya presencia en el mercado de trabajo europeo contribuye a calmar los ardores reivindicativos de los asalariados y de los sindicatos.
Las patronales siempre han sido partidarias de una inmigración masiva. Y siempre por el mismo motivo: abaratar los sueldos. Los informes de la Comisión Europea y de Business Europe ( la patronal europea) reclaman desde hace decenios, siempre más inmigración. Los patrones saben que cuanto mayor sea la oferta de mano de obra, más bajos serán los salarios.
Por eso ya no sólo los negreros modernos explotan a los trabajadores esclavos; ahora se está desarrollando una suerte de “trata legal”, Véase, por ejemplo, lo que sucedió en febrero pasado en Italia, en el sector de la industria del automóvil. El grupo Fiat colocó al personal de sus fábricas ante un chantaje: o los obreros italianos aceptaban trabajar más, en peores condiciones y con salarios reducidos, o las fábricas se deslocalizaban a Europea del Este. Enfrentados ante la perspectiva del desempleo y aterrorizados por las condiciones existentes en Europa del Este, donde los obreros están dispuestos a trabajar sábados y domingos por salarios miserables, el 63% de los asalariados de Fiat votaron a favor de su propia sobreexplotación.
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