¿ Qué es la globalización?.
Vocablo de uso frecuente de la “plutocracia internacional”. Es el neoliberalismo.
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Agosto del 2011.
El filósofo e historiador Guillermo Illuminati señala que a este neologismo la Real Academia Española lo define como “tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”. Como se aprecia es excelente la síntesis pero muy exiguo el contenido. Globalización es más bien un anglicismo que en nuestro idioma no tiene un alcance ecuménico y que podría reemplazarse por el termino mundialización, el cual, para los hispanos parlantes es más abarcativo y comprensible.
Para el pensador hispano, que se haya impuesto en este término la influencia anglo sajona no nos debe llamar la atención desde el momento que todo lo que el neologismo implica, en gran parte, es un engendro del imperio anglo-sajón (Inglaterra, el pensamiento, más los EE.UU., la acción). Siendo considerado por muchos como un vocablo de uso frecuente de la plutocracia internacional, los críticos que responden al socialismo post “guerra fría” insisten en definirlo como “neo-liberalismo” sosteniendo opuestamente que no se puede prescindir de la acción del Estado en los problemas sociales. La “enciclopedia libre”, en cambio, subraya que “la globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente unificación de mercados, sociedades y culturas, a través de de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que le dan un carácter global” Parece decir mucho, pero en el fondo se nota un disimulado galimatías, lo que tampoco nos debe parecer raro ya que en la jerga de la política internacional es común el empleo de términos poco claros y equívocos cuando se quiere ocultar la verdad como en este caso.
Aparentemente, dice Illuminati, todo este nuevo método parecería inocuo, pero lo que origina serios reparos es la centralización en la elaboración de normas y políticas así como en la fijación, dirección, y conducción de los cambios y variantes en los distintos procesos. La mayoría de las nuevas normas y procedimientos globalizadores, como serían los acuerdos comerciales, monetarios o de radicación de capitales, casi siempre favorecen y dan ventajas a las naciones dominantes como los EE.UU. e Inglaterra, los que a través de sus mayores desarrollos científicos y capacidad financiera elaboran una creciente dependencia para el resto del mundo emergente y subdesarrollado. Progresivamente esta dependencia se va tornando en sumisión de la cual es difícil sustraerse so pena de quedar fuera del campo de juego del mundo globalizado.
Pero lo más grave es constatar que todo está disfrazado de organismos colegiados con representaciones de distintos países donde aparentemente se toman decisiones y resoluciones democráticamente consensuadas pero las intrigas y manipulaciones de prominentes miembros de sociedades secretas (Masonería, Grupo Bilderberger, Iluminados, etc.) en la designación o elección de sus miembros, hacen que todo se remita a la voluntad de reducidos y mimetizados círculos del real poder de decisión, en la mayoría de las veces círculos auto-convocados o por mandatos de misterioso origen También es preocupante y sintomático que las normas aprobadas son aplicadas a todos los países adheridos a la ONU con una jerarquía y prioridad superior a las mismas constituciones y leyes locales. Ahora bien, ¿qué es lo que motiva y hace que todo este aparato y sus normas se imponga en forma casi masiva y compulsiva en todo el mundo? Podrán quizás aparecer variadas respuestas, desde las de los ciudadanos del mundo que ya aceptaron desde hace ya tiempo el mando de un gobierno mundial en manos de las potencias imperialistas y colonialistas, hasta las de los nacionalistas ultramontanos que se empecinan en un aislacionismo impracticable para estos tiempos.
La segunda gran guerra mundial no sólo tuvo por objeto terminar con la expansión alemana, y con el nacional socialismo racista sino también poder retener la primacía en la política internacional que el imperialismo anglo-sajón estaba perdiendo con motivo del proceso de descolonización ya en marcha. El caso de la India había sido muy aleccionador para Gran Bretaña pero, como estos señores difícilmente sueltan a su presa, le cambian el collar al perro e inventan el Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones), le otorgan la ciudadanía británica a los esclavos de ayer sin perder el real dominio sobre sus ex colonias manteniendo las dependencias, tecnológicas y económicas con la metrópoli. Caía de maduro que después de cuatro siglos de explotación las ex colonias necesitaban, para ser verdaderamente naciones libres, un gran apoyo, tecnológico y económico. Pues entonces, los ingleses, gente muy servicial, arriman su bondadosa ayuda a las noveles naciones. Y así es que los vuelven a poner en una bolsa, el Commonwealth, disfraz de un continuismo colonial. Un sutil gatopardismo de alto nivel y alcance.
Esta astuta salida les da buenos resultados pero, con todo no era suficiente para los viejos cenáculos que siempre soñaron con un dominio total y mundial y luego, de las fallidas experiencias de Corea, Vietnam, donde parece apagarse el brillo de la buena estrella de sus primos cowboys, se decide aplicar y extender la experiencia del Commonwealth al resto del mundo llegando a la conclusión que se puede mantener y extender el imperio sin necesidad de cañoneras o bombas nucleares. En el futuro las armas serían económicas y tecnológicas. (“La era tecnotrónica”, según Z. Brzezinski).
Entonces, ¿cuáles serían estas armas o herramientas que sostienen y movilizan todo el sistema de dominio y primacía ecuménica? Están a la vista: en primer lugar la alta tecnología que permite la fabricación y comercialización de una refinada y calificada variedad de productos (la mayoría innecesarios) que inundan todos los mercados, muchas veces a precios de dumping o subsidiados. Así crean, con el auxilio de la más amplia propaganda audio-visual a la sociedad de consumo, y el hombre, que ya deja de ser el “homo faber o sapiens”, para reducirse a un pobre y mediocre “hombre consumista”. Por otro lado, los grandes medios de comunicación e información centralizados siempre por los factores de poder que, mediante masivas propagandas comerciales generalmente auxiliadas por técnicas subliminales, crean en las masas una fuerte necesidad de tener cosas, de comprar, y de consumir porque “todos lo hacen o lo usan” o porque “lo dicta la moda”. El fenómeno o recurso de la moda, asociada a la propaganda masiva, y citada en el inciso anterior, y que, hábilmente empleada, colabora y sostiene en gran medida a la compulsiva sociedad de consumo, en una carrera de emulación sin sentido.
Desde la misma óptica, los organismos de supuestos apoyos económicos para el desarrollo de países emergentes como sería el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial (BM) los cuales bajo la cobertura de amigable asistencia, como la tela de araña caza a sus presas con el cuento de supuestas ayudas para el desarrollo o combatir la pobreza. No olvidemos a la OMC. (Organización Mundial del Comercio), que permite el traslado masivo de capitales y tecnología a cualquier lugar de la tierra o donde las supranacionales puedan obtener el máximo de beneficios, y de igual forma retirarse cuando quieran, sin ninguna traba, cuando los réditos no sean los deseados.
Debe tenerse en cuenta también la saturación del capital. Los inconmensurables valores y riquezas, acumulados durante cerca de 400 años de explotación colonial, piraterías, y otros abusos del capitalismo salvaje sirvieron para un desarrollo económico desmesurado y un sólido fortalecimiento de las potencias imperialistas, pero ya a mediados del pasado siglo XX, la saturación de reservas financieras necesitaban invertirse lejos de los mercados locales. Para ello tuvieron que ir formando la “sociedad consumista” y proponer y gestionar la “libre circulación de los capitales” en desmedro de ciertos países que sostenían regímenes políticos que mantenían el proteccionismo a las actividades propias y ciertas trabas y controles sobre los movimientos del capital extranjero, muchas veces especulativos, que no dejaban ningún beneficio cuando se retiran y sólo sirven a los inversionistas extranjeros. La necesidad de que lo producido por la espuria actividad del narcotráfico, pueda ingresar, luego del proceso del lavado, al circuito legal del dinero, lo que sin duda, mejoraría enormemente con las nuevas facilidades para los movimientos, depósitos o transferencias del producido de esta “lucrativa” actividad ilegal que moviliza anualmente cerca de 300.000 millones de dólares, los que así quedan legitimados para invertirse en todo tipo de negocios y emprendimientos. Pensar de otra manera equivale a suponer ingenuamente que las ganancias del narcotráfico se agotan en donativos para altruistas obras de caridad.
Como se puede observar el mecanismo o proceso pergeñado por las potencias imperialistas no sólo malignamente atentan contra la libertad sino que también son lógicas e inteligentes. Primero la invasión cultural por intermedio de la masificación y saturación de los medios crean una nueva moral, agnóstica y materialista por la que se valoriza más el “tener” que el “ser”. Entonces uno vale más cuanto más posee, y para satisfacer estas necesidades artificiales e impostadas recurre al consumo desaforado. Luego, la adquisición excesiva de cosas, produce el endeudamiento, primero individual y familiar, hasta terminar en el endeudamiento del Estado. A su vez, el Estado se endeuda porque la sociedad consumista necesita elementos cada vez más modernos y sofisticados que el país no puede producir de la misma calidad y comienza a importar más de lo que produce y así se deterioran los términos del intercambio. Pero a no preocuparse; tenemos a los amigos prestamistas que nos sacarán del pozo, el FMI. y el Banco Mundial.
Las incautas naciones que no pueden cumplir con las obligaciones impuestas por los “generosos” prestamistas a través de las sucesivas refinanciaciones van soportando en cada operación mayores trabas para una libre gestión de gobierno y, finalmente, por causa de las presiones y ajustes económicos se termina también, por perder trozos de soberanía y capacidad de una independiente conducción política del estado en cuestión.
Nuestro país tiene de sobra triste experiencia de los taimados métodos de la usura supranacional operada por estos organismos creados por las potencias triunfantes de la última guerra mundial, y que, con el disfraz de la ayuda y solidaridad internacional extienden sus tentáculos de sometimiento. De la misma manera que con nosotros, otorgan prestamos en cantidades que de antemano saben que no podrán cancelarse en los plazos y con los intereses pactados en el primer convenio. “No hay problema” dicen los economistas de ambas partes y así se va a la refinanciación de la deuda bajo peores condiciones contractuales porque se refinancian los intereses impagos que se suman a los que sigue produciendo el capital inicial.
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