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Hoy el mundo “arde en llamas” producto de las políticas globales injustas, asimétricas, desiguales implementadas por la globalización neoliberal, el imperialismo. Las clases y la lucha de clases, la gran burguesía transnacional GBTn y el conjunto de sectores sociales maltratados por el imperialismo, grupos sociales emergentes, obreros desempleados, migrantes excluidos y marginados, millones de jóvenes desempleados, marginados, excluidos y sin derecho al futuro, clases medias resistentes en sus derechos; todo articulados social y políticamente contra la crisis, la recesión y las dramáticas consecuencias del desmoronamiento del sistema, representa la manifestación más concreta, extensa y profunda de que el modelo del capitalismo financiero-especulativo, juega “su suplementario” final. El viejo orden del capitalismo salvaje, la economía de casino, el capitalismo del desastre imperante en el mundo desde los 80’ del siglo XX, a partir de la llamada “revolución de los ricos”, está en su “hora final”. La gran burguesía transnacional, antes de su holocausto financiero, posicionada en los bancos, bolsas, aseguradoras, Wall Street, empresas multinacionales y transnacionales, corporaciones, mega-corporaciones, es decir, especuladores, inversores, gánsteres, banco-gánsteres, piratas de horca y bolsa pensaron y aún creen en definitiva, que el origen de la crisis que ellos han creado y fueron actores principales, una vez más iba a pasar bajo el cuento de las hipotecas y “más hipotecas” o últimamente con sus argumentos desastrosos como que todo el origen de la crisis se explicaba con el cuento del “cisne negro” o simplemente que el origen de la crisis mundial era producto de los fenómenos naturales e imprevisibles. Cuento por su puesto, que sólo ellos y sus aparceros de la pluma en el mundo se lo creen. Esta situación de desmoronamiento financiero ha indignado e insubordinado a millones de jóvenes contestatarios en el mundo y hoy están en pie de lucha, por Otro Mundo, Socialista, si es posible. Pablo Raúl
El escenario de escenarios- la Unión Europea - las clases y la lucha de clases, la expresión hoy de la poderosa y emergente Sociedad Civil, popular, juvenil, democrática, se moviliza y lucha por un nuevo sistema económico, social y político, como derecho al futuro.
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La creciente lucha de clases.
“El abismo entre clases amenaza con socavar al capitalismo”.
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Alberto Rabilotta.
ALAI. América Latina en Movimiento.
Miércoles 24 de agosto del 2011.
Los disturbios que hace algunas semanas golpearon a Londres y otras ciudades inglesas tienen el potencial de diseminarse más allá de las Islas Británicas. No es sólo Inglaterra que está expuesta a este furor clasista que refleja el creciente abismo entre clases que amenaza con socavar el capitalismo en sí mismo. Las divisiones de clases se viene construyendo desde hace una generación, primero en Occidente pero cada vez más en países con rápido desarrollo, como China. El creciente abismo entre las clases tiene sus raíces en la globalización, que ha volatilizado los empleos de los trabajadores industriales e incluso ahora de los empleados de cuello blanco, escribe el autor y profesor Joel Koktin en la revista Forbes.
Prueba del temor que suscita el rápido aumento de la presión en la caldera social, de la lucha de clases que obliga a reformular el “contrato social” o conduce a la revolución social, es la “petición” que en el momento de escribir este artículo “16 ricos franceses” – según el diario Le Figaro – han hecho circular para que se instaure una “contribución excepcional que afecte a los más favorecidos”.
Multimillonarios como Liliane Bettencourt (cosméticos L’Oreal), Frédéric Oudéa (banco Société Générale), Christophe de Margerie (petrolera Total), Jean-Cyril Spinetta (presidente de Air France), entre otros, dicen querer participar en el “esfuerzo nacional” (el programa de austeridad del gobierno del presidente Nicolás Sarkozy) para reducir el déficit presupuestario y poder así mantener el “modelo francés y () un ámbito europeo a los cuales estamos integrados y que deseamos contribuir a preservar”.
¿La contribución que proponen estos ricos? Esta deberá ser “calculada en las proporciones razonables, con el interés de evitar los efectos económicos indeseables, como las fugas de capitales o el aumento de la evasión fiscal”. ¿Y en qué consiste esa contribución? En un impuesto excepcional de uno a dos por ciento.
O sea un rasguñito a las riquezas que esos ricos acumularon exclusivamente en el 2010, cuando – según la revista Challenges - la fortuna total de los 500 más grandes patrimonios profesionales franceses aumentó 25 por ciento () pasando de 194 a 241 mil millones de euros”, o sea un aumento de 47 mil millones de euros en un solo año.
Los multimillonarios franceses hacen como que quieren que se accione la válvula de seguridad para liberar un poquito de la acumulada presión de la caldera social. Este tipo de simulacro de contribución tributaria por parte de los multimillonarios, que probablemente será copiada en otros países, es una burda maniobra fraguada con los gobiernos que quieren aplicar a fondo los plantes de austeridad para desviar la creciente furia popular dirigida a esa oligarquía dominante y a los políticos que ha comprado.
Y ni siquiera tiene, en el caso de los multimillonarios franceses, la franqueza de la iniciativa de Warren Buffett, el riquísimo inversor estadounidense que hace meses y sin tapujos reconoció que existe una guerra de clases, bien entendido, pero es mi clase, la clase de los ricos, que está librando esa guerra, y la estamos ganando. Al menos Buffett tuvo también la sinceridad de asumir que frente a las temibles consecuencias que para el actual sistema representa el despertar de una conciencia de clase en los pueblos de Estados Unidos y Europa, hay que aplicar impuestos sobre las fortunas.
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La presión aumenta en la caldera social…
Esta guerra de clases que los increíblemente ricos lanzaron contra más del 90 por ciento de la población en “los países desarrollados que han emprendido el camino hacia el subdesarrollo”, al decir de varios críticos sociales y economistas, se ha vuelto tema constante de opiniones y análisis en las revistas, diarios y portales Internet dedicados a las finanzas y la economía.
En un artículo titulado “Tax the super-rich or riots will rage in 2012” el analista estadounidense Paul B. Farrel, de marketwatch.com, afirma que hay que imponer ahora mismo un tributo fiscal a los “súper-ricos”, antes “que el 99 por ciento (de la población estadounidense) se levante y comience una nueva revolución, otro colapso, una nueva Gran Depresión”.
Y apoyándose en opiniones y datos de comentaristas, economistas, inversionistas y medios financieros, Farrel enumera “seis razones por las cuales no podremos frenar el colapso económico que se viene”: 1) la bomba de tiempo global del alto desempleo ha sido activada; 2) las reducciones de impuestos para los ricos han acrecentado el desempleo de los jóvenes; 3) los ricos siguen enriqueciéndose con la inflación en las materias primas, y los pobres se enfurecen cada vez más; 4) los súper-ricos están cegados por su adicción a la codicia;5) los políticos se han vuelto corruptos por esta adicción de los súper-ricos a la codicia; y 6), porque pronto los revolucionarios se enfurecerán y entonces dominarán el Tercer Mundo estadounidense, es decir el 90 por ciento de la población que vio convertirse en pesadilla el “American Dream”.
Y el sistema sigue echando leña al fuego
No hay creación de empleos y hay mas despidos porque las economías de los países más ricos de Occidente se encuentran amenazadas por un estancamiento “a la japonesa”, o sea persistente y prolongado. Y porque los mercados globales de crédito están preparándose para la deflación y hasta quizás la depresión, como resume Ambrose Evans-Pritchard - editor de la sección de negocios internacionales del diario británico The Telegraph -, al analizar los datos de la economía real en Estados Unidos y Europa. Otros economistas, entre ellos Stephen Roach de Morgan Stanley, alertan sobre el peligro de una recaída en la recesión, mientras destacan los riesgos que representan la situación de los mercados de obligaciones en la Unión Europea y su impacto sobre la insolvencia que planea sobre bancos europeos – que en los últimos días sufrieron fuertes caídas en las plazas bursátiles -, y el riesgo de una crisis sistémica por el colapso del crédito interbancario. Pritchard cita a Lars Frisell, del banco sueco Riksbanck, para quien “no se necesita mucho para que colapse” – como en el 2008 - el mercado europeo del crédito interbancario, o sea los préstamos que los bancos contratan entre sí para mantener la liquidez necesaria a las operaciones cotidianas.
En lo que va del año, según la agencia Bloomberg , los bancos británicos han eliminado unos 50 mil empleos y los de la zona euro cerca de 20 mil, al tiempo que registraron bajas en los ingresos, con caídas espectaculares en la capitalización bursátil de algunos de ellos, y todo esto en un contexto de bajas en las previsiones de crecimiento económico para la zona euro.
En su columna titulada “La era del desempleo permanente” (The Toronto Star, 23 de agosto 2011) Heather Mallick escribe que hay una gran diferencia entre el desempleo relativamente breve y quizás localizado en una industria, y la cesantía permanente que resulta de las recesiones, particularmente en esta economía global. Y añade, comentando el libro Pinched: How the Great Recession Has Narrowed Our Futures and What We Can Do About It, del estadounidense Don Peck, que estos desempleados permanentes “buscan trabajos hasta que la desesperación los abate y se rinden” ante la situación. Los daños que la Gran Recesión del 2008-2009 provocó a la joven generación nunca serán reparados. El desempleo permanente “mata la salud, la vida familiar, la estabilidad y la capacidad de las familias para enviar sus hijos a las universidades”.
Este tema es profundizado por el economista canadiense Jim Stanford (5), quien analiza el desempleo en Canadá no sólo desde la perspectiva de la tasa de desempleo, sino de la “participación de la fuerza laboral”, es decir de la cantidad total de ciudadanos en edad de trabajar que están empleados o buscando activamente un empleo. Y demuestra, basándose en los datos de Estadísticas Canadá, que en noviembre del 2010, cuando las estadísticas indicaban una baja del desempleo, del 7.9 al 7.6 por ciento por la creación de 15 mil empleos, la tasa de participación de la fuerza laboral bajó 0.3 por ciento, de 67.2 a 66.9 por ciento, la caída mensual más importante desde noviembre de 1995. Y apunta que esta baja, indicador del aumento del desempleo crónico, es un síntoma común de “una debilidad prolongada” en el mercado laboral, y que tiene enormes implicaciones para los individuos, las familias y las comunidades, y que esas vidas “serán cambiadas y el acceso a la economía cerrado por años a venir”.
El profesor Koktin recuerda que en las anteriores décadas del siglo pasado los jóvenes de la clase trabajadora podían avizorar empleos en una vibrante economía industrial británica, y más tarde en el creciente sector público financiado por los ingresos de la City de Londres – el sector financiero- y el crédito. Hoy día el sector industrial se encogió hasta ser irreconocible. La crisis financiera global minó el crédito y la capacidad de los gobierno para financiar el Estado benefactor. Esto, continúa el autor, disminuyó las perspectivas de empleos, de oportunidades y de ascenso social para la mayoría del pueblo. Pero “la fundamental cuestión de clase está no sólo presente en Gran Bretaña” sino también en Francia, Grecia, Italia, España y Portugal, y en Estados Unidos, donde el desempleo entre los jóvenes supera actualmente el 20 por ciento. Una vasta proporción de la población está confrontada ahora a la “reducción de perspectivas”, que muchos expertos consideran como la “nueva normalidad”.
Y concluye señalando –como también lo hace Don Peck- que aun cuando las fuerzas conservadoras en Estados Unidos y Europa rechacen “el enorme papel de las clases”, una “sociedad moderna no puede funcionar según el credo individualista de Ayn Rand (6); los sistemas económicos, para ser creíbles y socialmente sustentables, deben producir resultados para la vasta mayoría de sus ciudadanos. Si el capitalismo no puede hacerlo, hay que esperar más focos de violencia y mayores niveles de enajenación política, no solo en Gran Bretaña sino en la mayor parte de los países avanzados, incluyendo a Estados Unidos”.
Ha sido el forcejeo constante de las clases trabajadoras para conquistar mejoras salariales y arrancar concesiones laborales a través de los sindicatos, incluyendo la seguridad de empleo, las vacaciones pagas y las jubilaciones, y frenar los retrocesos, sociales y políticos mediante las más amplias luchas sociales y políticas, lo que permitió alcanzar las tres o cuatro décadas – de los años 40 a los 70 del siglo pasado - que han constituido la “edad de oro” del capitalismo industrial.
Esto fue posible mientras esa forma de capitalismo estuvo en plena expansión y necesitaba de un ingreso continuo de mano de obra asalariada, lo que asimismo y mediante los ingresos salariales alimentaba la expansión del consumo, de la demanda final en Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa Occidental y Japón. Pero ahora, y parafraseando a Koktin, en muchos países “el sector industrial se ha encogido hasta ser irreconocible”.
Más allá de las criticas sociales y de los juicios morales, la presión de la caldera social está destinada a seguir aumentando por razones bien concretas, que como dijo el economista Nouriel Roubini hacen imposible que el sistema capitalista actual pueda seguir sacando “conejos del sombrero”, esas soluciones que creaban empleos y aseguraban el crecimiento de la demanda final, provenientes de cambios tecnológicos o energéticos, de los medios de transporte o de acceso o ampliación de mercados – por la fuerza o el peso de la presión política-, como sucedió en las recesiones y depresiones económicas que marcaron los siglos 19 y 20.
En las últimas dos décadas muchas industrias, y con ellas los empleos, las tecnologías y modos de producción, fueron mudadas o trasplantadas a países con mano de obra abundante y barata, y para mayor de males educada y con sed de aprender y superarse, como descubrió muy tarde el economista Paul Samuelson, uno de los teóricos del “win-win situation” de la globalización, al referirse al caso de China.
La solución de repatriar esas industrias está fuera de discusión porque eso no le conviene a las empresas que se benefician de la explotación de la mano de obra de calidad y barata en Asia –lo cual es bien visible en el aumento de la tasa de ganancias de las empresas del S&P 500 (19 por ciento de aumento entre el segundo trimestre del 2001 y el segundo del 2011), debido a que efectúan el 47 por ciento de sus operaciones y ventas en el extranjero. Pero porque tampoco le interesa a la nueva oligarquía financiera que esta en posición dominante y en franca colusión con los gobiernos occidentales, y sin duda porque los países que han recibido esas industrias y se han convertido en importantes mercados de consumo no aceptarán una repatriación que equivalga o lleve a una destructiva guerra comercial y monetaria, y por qué no, a una guerra a secas.
Por otra parte los apóstoles y críticos de la globalización que centran su crítica en China, por esa transferencia de empleos, tecnologías y mercados, sin hablar de su política monetaria, deberían recordar que algo similar pasó, pero en sentido inverso, de Asia hacia Europa, hace unos cientos de años, cuando los viajes de comerciantes y exploradores, los viajeros de la “ruta de la seda”, transfirieron más que especias y tejidos, y vinieron con conocimientos y técnicas que generaron industrias, empleos, comercio y guerras coloniales más eficientes, si tomamos el ejemplo de la pólvora, que también vino de una China que en aquellos entonces no era sinónimo de país atrasado, sino mas bien lo contrario.
Lo único que le queda al sistema, y para ello está bien preparado, es seguir tratando de apropiarse y controlar los energéticos, el petróleo y gas natural - sin los cuales una economía moderna deja de funcionar-, y los demás recursos naturales, como los minerales, el agua y las tierras agrícolas. Es decir, un retorno al colonialismo ¿Tendrá algo que ver con esto la exportación por Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros socios de la OTAN del “cambio de régimen-llave-en-mano” a Libia?
La Vèrdiere, Francia.
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