miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Pueden los medios no ser actores políticos?.

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Así fue como, de pronto, la primavera árabe saltó a Libia, un paisito del norte de África, de unos 7 millones de habitantes, lleno de petróleo y de agua dulce, que comienza a escasear en el mundo entero. Y como por arte de magia, aparecieron unos rebeldes (parecían mercenarios) que se tomaron una ciudad “libiana” (Bengasi) y que le disparaban todos los días, desde unas camionetas armadas, a no se supo nunca a quién. Y el llamado Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ni corto ni perezoso, adoptó una resolución a favor de los rebeldes libios y se acordó que en la vieja Europa había una OTAN que hacía tiempo no tenía nada qué hacer, puesto que la guerra fría terminó hace 20 años.


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¿Pueden los medios no ser actores políticos?.


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Lunes 5 de septiembre del 2011.


Alberto Maldonado (especial para ARGENPRESS.info)



Todos los días y a toda hora, los medios de comunicación son vehículos del pensamiento humano. Y son vehículos además de puntos de vista concretos y de intereses también concretos. Y esta característica los identifica en el mundo de todos los tiempos. Por lo dicho, no es cuestión de “proponer” que los medios (especialmente comerciales o privados) dejen de ser actores políticos, como lo propone uno de los tantos invitados de la gran prensa sipiana: el señor Daniel Santoro, nada menos que “periodista investigador” del diario Clarín de Buenos Aires.

Para comenzar –y como no tengo ningún deseo de contradecir al señor Santoro- estimo que una relación muy sintética de lo que acaba de pasar en Libia y la conducta de las redes mundiales y la prensa que yo llamo sipiana, son más que suficientes (decidoras) de que lo que propone el mencionado señor es un imposible físico, algo así como pretender demostrar la cuadratura del círculo.



Todo comenzó con lo que la misma prensa sipiana lo calificó de “la primavera árabe”. De pronto, Túnez y Egipto (dos países milenarios) se acordaron que tenían unos gobiernos sempiternos (30 – 40 años) Rápidamente, la señora Clinton (que las oficia de Secretaria de Estado del premio adelantado de la paz, Obama) pidió (ordenó) que, vistas las manifestaciones más que multitudinarias, esos gobiernos deberían dar paso a una transformación “pero ordenada y pacífica”.



El dictador de Túnez prefirió desparecer de inmediato y entregar el poder a sus propios aliados. El de Egipto pretendió aguantar hasta que fue detenido con su familia y sometido a juicio. Entregó el poder a una junta militar afín. Y que se haya sabido, ni en Túnez peor en Egipto, se ha dado paso a ninguna transformación popular. De manera que las manifestaciones fueron “acalladas” sin que cambie nada.



Pero entonces, la inteligencia del gran imperio y de los imperitos (Estados Unidos y algunos países europeos) se dio cuenta que habían otros países de la región (Medio Oriente) que también tenían gobiernos a perpetuidad; y que estos gobiernos, a más de “infieles” (para Occidente) eran un estigma para cualquier país que se defina de “libre y democrático” Un líder árabe dijo en una entrevista radial que no conocía de país alguno árabe que sea “democrático y libre” al estilo de las democracias representativas. Y añadió: “por tradición y por costumbre, los gobiernos árabes y musulmanes son, o satrapías, o monarquías”



Sea lo que fuere, lo cierto es que rápidamente los servicios de inteligencia del imperio y los imperitos se dieron cuenta que entre los gobiernos indóciles, que llevaban años en el poder, estaban dos; Libia, con Muhamar el Gadaffi; y Siria, con Assad hijo. Y decidieron, de acuerdo a la geopolítica, “transferir” la primavera árabe a estos dos países, antes de que les vuelen a gobiernos “tan libres y democráticos” como los de Arabia Saudita, Bahrem, Jordania, Emiratos Árabes, etc. De paso, salían de dos gobiernos indóciles y petroleros a pesar de que, según el NYT y otros periódicos gringos, la CIA y otras agencias de inteligencia europeas, habían tenido contactos y habían decidido las políticas de Libia.



Así fue como, de pronto, la primavera árabe saltó a Libia, un paisito del norte de África, de unos 7 millones de habitantes, lleno de petróleo y de agua dulce, que comienza a escasear en el mundo entero. Y como por arte de magia, aparecieron unos rebeldes (parecían mercenarios) que se tomaron una ciudad “libiana” (Bengasi) y que le disparaban todos los días, desde unas camionetas armadas, a no se supo nunca a quién. Y el llamado Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ni corto ni perezoso, adoptó una resolución a favor de los rebeldes libios y se acordó que en la vieja Europa había una OTAN que hacía tiempo no tenía nada qué hacer, puesto que la guerra fría terminó hace 20 años.



Con la “oportuna” abstención de Rusia y China, el mundo vio que el mismísimo Consejo de Seguridad mundial adoptaba una resolución “humanitaria” (los bombardeos) contra un país que registraba uno de los índices más altos de bienestar, en la eterna y desprotegida África. Y decidieron bloquearla y bombardearla, aunque en un acto de piedad sin límites, decidió no ocuparla militarmente, labor que la dejaron a los rebeldes libios o quienes hacían sus veces. Así comenzó este nuevo drama mundial que, desde luego, durará mucho tiempo y costará muchas vidas de inocentes.



¿Cuál el papel de la gran prensa sipiana mundial? El planeta recordará, por ejemplo, que los primeros días de la aparición de los tales rebeldes en Bengasi y del apoyo “logístico” (criminal) de los propios Estados Unidos y de su carnal OTAN, las agencias informativas del imperio, especialmente a través de la televisión, comenzaron a “informar” que Libia era un hervidero de manifestaciones contra “el malo” de Gadaffi y sus allegados. Llegaron a transmitir que solo en Trípoli (la capital) numerosas manifestaciones “rebeldes” habían sido neutralizadas a sangre y fuego; y que los cadáveres de miles de manifestantes podían verse por doquier.



Una red televisiva del tercer mundo (TELESUR) preocupada por la situación y sin quererlo expresamente, echó a perder la mentira imperial, dicha y asegurada en el mundo entero por los medios sipianos. Un equipo de esta red (presente en unos países latinoamericanos y que solo se transmite en español) llegó sin problemas a Trípoli y “descubrió” una ciudad en paz y tranquilidad. No había vestigio alguno de un muerto, peor de miles. Y las únicas manifestaciones que vieron fue a favor del “malvado” Gadaffi.



Desde luego, las agencias informativas occidentales no se desmintieron: simple y llanamente tuvieron que reconocer que unos “rebeldes” (mercenarios) sostenían una guerra contra las tropas gubernamentales y que la “piadosa” OTAN había comenzado sus “bombardeos humanitarios” contra las fuerzas gadafistas. Desde luego, Francia, Inglaterra y hasta Berlusconi (Italia) reconocieron rápidamente a una Comisión Nacional de Transición (CNT) y justificaron sus bombardeos (cerca de 20.000 en seis meses) que comenzaron a causar más víctimas que las que se le acusa, en decenas de años, al señor Gadaffi.



Solo la OTAN (con bombarderos americanos y tecnología de punta) reconoció que hasta junio habían autorizados 14.500 incursiones contra blancos militares del dictador. Entre esos blancos estuvieron una hija y tres nietos del dictador.



Hasta que, a fines de marzo, los Estados Unidos y la OTAN, más los rebeldes (que cada día se parecían más a mercenarios españoles, ingleses, franceses, latinoamericanos) lograron que la rebelión llegara Trípoli. Y los medios masivos, (especialmente la televisión) comenzaron a pasar unos videos en los que se ven a los mismos carniceros que comenzaron la batalla en Bengasi, pero esta vez disparando sus armas a enemigos inexistentes. Después, se supo que los “milicianos rebeldes” masacraron a todo aquel que parecía haber sido un gobiernista cualquiera.



Finalmente -a lo que voy- sin ningún pudor, las grandes agencias informativas y sus clientes mediáticos no dijeron ni media palabra sobre estos crímenes y se dedicaron a pasar imágenes de una mujer que había sido maltratada por una nuera de Gadaffi. Y, como suele ocurrir en los videos del imperio, esperan que Gadaffi y sus leales caigan cuanto antes. Y que el infiel sea ahorcado, como lo hicieron con el malo de Hussein, en IRAK.



Traigo a colación estos episodios porque el poder mediático occidental, nuevamente, ha quedado al descubierto; más bien dicho, ha decidido quitarse el antifaz de “independiente libre y democrático” y ha tomado partido por el sistema neoliberal, que es, al fin, al que ellos deben su vida y su suerte.



Alguien le hará caso al señor Santoro, que vino a decirnos que los medios de comunicación (del sistema) no deben tomar partido y deben tratar de ser testimoniales, investigativos. Para la gente que no sabe, tengo que recordar que el diario Clarín, de Buenos Aires (para el que el señor Santoro trabaja desde hace años) es uno de los medios que apoyaron decididamente a la Junta Militar, que en menos de 8 años de dictadura feroz, asesinó o desapareció a 30.000 argentinos y argentinas. Y que familias “muy distinguidas” se robaron criaturas de mujeres jóvenes que fueron asesinadas en las tétricas casas de represión que abrieron los militares argentinos



En nuestros países, el antifaz de independientes libres y democráticos, como que se está cayendo a pedazos. Todos los días y a toda hora, tergiversan, manipulan y mienten. Y, siguiendo instrucciones precisas de la SIP-CIA “ignoran informativamente” cualquier noticia que vaya a fortalecer al malo de Correa y su revolución ciudadana. En Estados Unidos, esta práctica como que es muy común y frecuente en los medios norteamericanos que están bajo la égida y amparo de apenas 10 enormes transnacionales de la comunicación.



Para no ir muy lejos, mientras en Guayaquil se desarrollaba un foro periodístico de investigación (al que fue invitado el señor Santoro) en Quito se daba una asamblea de agencias informativas del continente. El Comercio de Quito y El Universo de Guayaquil, más informativos de la televisión comercial, dieron información profusa a la reunión de Guayaquil pero ni una palabra, menos críticas al sistema, que si se dieron en Quito.



Por eso preguntamos: ¿es posible que los medios del sistema dejen de ser partidos políticos y se sujeten solamente a la investigación y al testimonio?


Alberto Maldonado es periodista.


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