La crisis internacional del Estado liberal se expresa de diversas maneras y la más esencial es en la política porque se trata de su representatividad. Esta crisis está esparcida en casi 200 naciones, cuál más cuál menos, exhibiendo fallas críticas en la gobernabilidad. En estas naciones con algunas excepciones se ha adoptado desde hace 30 años el mismo modelo económico entroncado en el estado liberal con sus adaptaciones locales. Por los cuatro costados del planeta, el descontento social es el resultado de un sistema político que no absorbe debidamente las demandas económicas. Se observa en los países árabes que reclaman cambio de régimen y se extiende. La nueva Sudáfrica sufre crisis de representatividad. En Chile las encuestas demuestran la crisis de representatividad sin exponer o atacar el problema principal de la independencia de los partidos políticos respecto a los grandes conglomerados económicos. España exhibe el mismo fenómeno
La crisis en el estado liberal proviene de la aplicación del ajuste estructural a la economía mundial en la década de los años 80, que se subsume bajo la apelación de “modelo neoliberal”, término acuñado por el conservadurismo para generar amplio apoyo. El problema del estado liberal y su inclinación a concebir la democracia con una representatividad basada en altos grados de pluralismo e igualdad de derechos, es haberse “encontrado” con un sistema económico que se impuso a espaldas de ese pluralismo y sus grados aceptables de igualdad. Han pasado casi 30 años de aplicación de ese ajuste con sus tres ejes centrales: privatización continua, máxima desregulación y apertura extrema. Hoy se observa internacionalmente cómo el sistema político y la naturaleza de su representatividad comienzan a experimentar no solo fatiga de material sino también conceptual y el rechazo de la gente.
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El tema tabú en la agenda: La crisis internacional del Estado Liberal.
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Martes 20 de septiembre del 2011.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
La crisis internacional en el estado liberal proviene de la aplicación del ajuste estructural a la economía mundial en la década de los años 80, que se subsume bajo la apelación de "modelo neoliberal", término acuñado por el conservadurismo para generar amplio apoyo. El problema del estado liberal y su inclinación a concebir la democracia con una representatividad basada en altos grados de pluralismo e igualdad de derechos, es haberse "encontrado" con un sistema económico que se impuso a espaldas de ese pluralismo y sus grados aceptables de igualdad.
La gobernabilidad consiste hoy en un cómo proteger la actual falta de sincronía entre el sistema económico y el sistema de derechos de la gente, supuestamente representado por el sistema político. Al ampliar el rango de representatividad, con el pluralismo político hay un temor a la pérdida del orden y la amplitud de opciones políticas pareciera perjudicar la eficacia económica.
En la Asamblea General de la ONU de este año, debido a la agenda dispersa con los temas habituales, (crisis económica, pobreza, gobernabilidad y terrorismo), la crisis internacional del estado liberal no forma parte de la agenda. La idea de referirse a una crisis como un todo cohesionado por un mismo origen no es popular en estas esferas. De que la ONU no lo aborde así, ya es indicador de un problema serio, por muy de capa caída que esté el multilateralismo desde Libia hacia atrás.
La continua violencia en el mundo islámico, es analizada desde estos mismos cuarteles que niegan la crisis del estado liberal, como etapas de pueblos atrasados respecto al desarrollo clásico occidental. Otras manifestaciones como el hambre en el Cuerno de África, la invasión a Libia, la guerra interna en Afganistán, Irak, Sudán, o la inestabilidad en Honduras, R.D.Congo, Costa de Marfil, Filipinas, o Pakistán, son tratadas casi exclusivamente como problemas locales con raíces históricas desprovistos de vínculos con el capitalismo mundial en crisis.
Es tema tabú en los medios. Los políticos focalizan en la economía, renuentes a discutir un tema fuera de la contingencia y que suena académico y de largo plazo. En la academia tampoco causa entusiasmo. Agentes clave minimizan la gravedad y se encargan de posicionar en la agenda una lista de temas críticos evitando asociarlos a una crisis política.
La crisis internacional del estado liberal se expresa de diversas maneras y la más esencial es en la política porque se trata de su representatividad. Esta crisis está esparcida en casi 200 naciones, cuál más cuál menos, exhibiendo fallas críticas en la gobernabilidad. En estas naciones con algunas excepciones se ha adoptado desde hace 30 años el mismo modelo económico entroncado en el estado liberal con sus adaptaciones locales. Aberrantes en algunos casos, y más similares en otros, basados en el modelo occidental que va a la par con los préstamos del FMI y el Banco Mundial como condiciones.
Con todo, incluyendo las más desarrolladas, las economías de las naciones parecen estar insertas en sociedades exhibiendo una fractura importante entre el poder del capital que se ha apoderado del sistema político y la gente común, con recursos muy limitados para expresar poder.
Al haberse transformado en lobistas, en promotores de determinados intereses económicos como extensiones de ese capital, una porción importante y visible de los miembros de este sistema político– los elegidos y sus partidos- se han colocado al margen de los intereses de la gente.
Por los cuatro costados del planeta, el descontento social es el resultado de un sistema político que no absorbe debidamente las demandas económicas. Se observa en los países árabes que reclaman cambio de régimen y se extiende. La nueva Sudáfrica sufre crisis de representatividad. En Chile las encuestas demuestran la crisis de representatividad sin exponer o atacar el problema principal de la independencia de los partidos políticos respecto a los grandes conglomerados económicos. España exhibe el mismo fenómeno.
Es en Estados Unidos donde se observa en forma más crítica esta crisis internacional, aunque el actual debate respecto al futuro de la Comunidad Europea también es un indicador contundente.
En Estados Unidos, el debate sobre el sistema de salud fue una batalla de lobbies políticos representando intereses corporativos. El reciente programa de reducción del déficit fiscal del Gobierno, que incluye medidas para aumentar el empleo, es probable que corra la misma suerte del sistema de salud: una guerra sin cuartel entre los políticos partidarios del bien público y los que representan al poder corporativo del capital.
En el fondo, es una crisis política del liberalismo encarnado en ese estado, instrumento inventado para hacer de ese liberalismo el único viable para el progreso humano. Los marxistas piensan diferente y allí surge el por qué la crisis internacional del estado liberal es el tema oculto que no se discute. Sin embargo se discute especialmente en la esfera de la izquierda, la crisis del imperialismo o la crisis de EEUU y las potencias tradicionales. Todo esto está bien. Lo que sí es importante en la presente coyuntura, es que los llamados desencantados del actual sistema apunten a las bases y los orígenes de ese sistema que no es más que el poderío del gran capital que cooptó al propio sistema político de representatividad que le daba legitimidad al modelo económico implantado en los años 80.
El gran capital hizo una doble traición: les quitó a la gente los subsidios para la vivienda y la gratuidad a la educación y la salud y otros servicios básicos, y además le secuestró o le compró el sistema de representatividad que formaban los políticos. Como resultado, la gente en muchas naciones inclusive con antecedentes de mayor desarrollo, hace política en las calles y a través de otras redes. Con todo, el problema del origen de esa crisis de representatividad no se expone. El “desencanto” no es hacia quién le entrega el afrecho al animal, que no son más que los líderes corporativos de los grandes consorcios.
Han pasado casi 30 años de aplicación de ese ajuste con sus tres ejes centrales: privatización continua, máxima desregulación y apertura extrema. Hoy se observa internacionalmente cómo el sistema político y la naturaleza de su representatividad comienzan a experimentar no solo fatiga de material sino también conceptual y el rechazo de la gente.
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