domingo, 4 de marzo de 2012

Renace el poder de los Estados pese a la globalización.

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Hace 3 décadas – 1980 – cuando emerge el neoliberalismo con la fuerza y fortaleza de las grandes revoluciones que estaban aconteciendo en el escenario del “viejo” capitalismo industrial: la revolución tecnológica, la comunicación electrónica y la revolución en el transporte, la Sra Thahcher anunció al mundo la crisis “final” del Estado, después reafirmado por el Presidente de los Estados Unidos el Sr. Reagan: El Estado no es la solución, el Estado es porte de la crisis. Desde septiembre negro del 2008, que explotó la burbuja hipotecaria, reaparecen en el escenario mundial unos personajes enemigos, pero enemigos jurados del Estado, gritando que era hora que el Estado interviniera para “´parar” y dar una solución a la crisis antes que esta explote a nivel global. Ahora el Estado no era parte de la crisis, sino era parte de la solución. Quienes defendimos por décadas la vuelta del Estado, una mayor presencia en lo económico-financiero-comercial, que era tiempo que el Estado regulara la economía, que el Estado “gobierne” la globalización, nos acusaron e insultaron con el poder “inmaculado” de los medios de comunicación – la verdadera dictadura en el centro de la democracia – de todos los epítetos, calificativos existentes y al final simplemente nos descalificaron.


Pero increíblemente desde ese septiembre negro hasta ahora cuantos miles de millones – billones- de dólares o de euros a entregado el Estado – no su dinero, sino dinero de todos los ciudadanos, contribuyentes – el Estado corrompido, inmoral, ineficiente, armazón elefantiásico, burocrático – ahora “muy suelto de huesos” salía en defensa de sus verdugos, a darle un respiro, primero y después a entregarle el dinero de los ciudadanos, para calmar la sed inmunda y brutal de la codicia de los banqueros, financistas, prestamistas, de bancos, aseguradoras, bolsas, corporaciones- Ahora sí el Estado era importante, ahora sí sus verdugos de ayer, eran y son hoy sus idolatrados defensores, porque el salvataje, los ajustes, reajustes y otras medidas son ya imposibles que calmen su sed de codicia que en definitiva los está conduciendo a un despeñadero y la destrucción de su propio sistema, y encima hoy están desmantelando social y políticamente la democracia, porque tampoco sirve para sus nefastos y salvajes intereses. Hasta cuándo durará este romance?


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Renace el poder de los Estados pese a la globalización.


Dani Rodrik.


La Nación. Domingo 19 de febrero del 2012.


CAMBRIDGE.- Uno de los mitos fundacionales de nuestra era es que la globalización condenó al Estado nación a la irrelevancia. La revolución en el transporte y las comunicaciones, oímos decir, vaporizó las fronteras y redujo el mundo. Nuevos modos de gobernancia, que van de las redes transnacionales de reguladores y las organizaciones internacionales de la sociedad civil hasta las instituciones multilaterales, están trascendiendo y suplantando a los legisladores nacionales. Los responsables de las políticas en los diferentes países, se dice, tienen escaso poder frente a los mercados globales.


La crisis financiera global sacudió este mito. ¿Quién rescató a los bancos, inyectó la liquidez, se comprometió a un estímulo fiscal y ofreció las redes de seguridad para los desempleados a fin de evitar una creciente catástrofe? ¿Quién está reescribiendo las reglas sobre la supervisión y regulación del mercado financiero para impedir que vuelva a ocurrir lo que pasó? ¿Quién carga con la mayor responsabilidad por todo lo que salió mal? La respuesta es siempre la misma: los gobiernos nacionales. El G-20, el Fondo Monetario Internacional y el Comité de Basilea sobre Supervisión Bancaria en general han sido actores secundarios.


Incluso en Europa, donde las instituciones regionales son comparativamente fuertes, el interés nacional y los responsables de las políticas nacionales, personificados en gran medida por la canciller alemana, Angela Merkel, fueron quienes dominaron la implementación de las políticas. Si Merkel hubiera estado menos enamorada de la austeridad para los países de Europa agobiados por la deuda, y si hubiera logrado convencer a su electorado de la necesidad de una estrategia diferente, la crisis de la eurozona hubiese sido diferente.


Sin embargo, aun si el Estado sobrevive, su reputación está hecha jirones. El ataque intelectual que sufre cobra dos formas. Primero, existe la crítica de los economistas que ven a los gobiernos como un impedimento para el flujo más libre de bienes, capital y personas. Si impedimos que los responsables de las políticas en los países intervengan con sus regulaciones y barreras, dicen, los mercados globales se ocuparán de sí mismos, y en el proceso crearán una economía mundial más integrada y eficiente. Pero ¿quién proporcionará las reglas y regulaciones del mercado, sino el Estado nación? El laissez-faire (una expresión francesa que significa "dejar pasar o dejar hacer") es una receta para más crisis financieras y un mayor retroceso político.


En segundo lugar, existen especialistas en ética que desprecian la artificialidad de las fronteras. Como señaló el filósofo Peter Singer, la revolución de las comunicaciones engendró una "audiencia global" que crea la base para una "ética global". Si nos identificamos con la nación, nuestra moralidad sigue siendo nacional. Pero si cada vez nos asociamos más con el mundo en general, nuestras lealtades también se expandirán. De la misma manera, el economista y premio Nobel Amartya Sen habla de nuestras "múltiples identidades" - étnicas, religiosas, nacionales, locales, profesionales y políticas -, muchas de las cuales atraviesan las fronteras nacionales.


La geografía sigue intacta.


Por importante que fue la caída de los costos del transporte y las comunicaciones, no se borró la geografía. La actividad económica, social y política sigue agrupándose sobre la base de preferencias, necesidades y trayectorias históricas que varían en todo el mundo.


La distancia geográfica es un determinante tan fuerte del intercambio económico hoy como hace medio siglo. Incluso resulta ser que Internet tiene fronteras: un estudio determinó que es mucho más factible que los norteamericanos visiten sitios web de países que están físicamente cerca que de países que están muy alejados, incluso después de sortear idioma, ingresos y muchos otros factores.


El problema es que todavía estamos atrapados por el mito de la decadencia del Estado nación. Los líderes políticos alegan impotencia, los intelectuales fabulan esquemas de gobernancia global impracticables y los perdedores cada vez más culpan a los inmigrantes o a las importaciones. Si se habla de volver a otorgarle poderes al Estado, hay gente respetable que corre en busca de resguardo, como si se hubiera propuesto revivir una plaga.


Sin duda, la geografía de los apegos e identidades no es fija. Eso significa que no deberíamos descartar por completo la posibilidad de que en el futuro se desarrolle una verdadera conciencia global, junto con comunidades políticas transnacionales.


Pero los desafíos de hoy no pueden ser encarados por instituciones que (aún) no existen. Por ahora, la gente todavía debe buscar soluciones en sus gobiernos nacionales, que siguen siendo la mejor esperanza para una acción colectiva. El Estado nación puede ser una reliquia que nos legó la Revolución Francesa, pero es todo lo que tenemos.



  • 14.400
    Son los millones de euros a los que llega el vencimiento de deuda que tendrá Grecia el 20 de marzo. El pago es uno de los temas que más preocupan a los países de la eurozona.

El autor es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Harvard


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