La presión popular ha provocado grandes cambios en el país. Es el “nuevo” poder de la sociedad civil emergente La gran mayoría de la población occidental sueña desde 2008 con decir “no” a los bancos, pero nadie se ha atrevido a hacerlo. Nadie, salvo los islandeses, que han llevado a cabo una revolución pacífica que ha conseguido no sólo tumbar un gobierno y redactar una nueva constitución, sino encarcelar a los responsables de la debacle económica del país. La semana pasada fueron detenidas 9 personas en Londres y en Reikiavik (capital de Islandia) por su responsabilidad en el colapso financiero de Islandia en 2008, una profunda crisis que devino en una reacción ciudadana sin precedentes que cambió el rumbo del país. Ha sido la revolución sin armas de Islandia, el país que acoge a la democracia más antigua del mundo (desde el año 930), y cuyos ciudadanos han logrado cambiar a base de manifestaciones y caceroladas. ¿Y por qué el resto de los países occidentales ni siquiera se ha enterado? .
Islandia es un país de poco más de 300.000 habitantes. No tiene ejército. Su Gobierno - según se manifiesta - representa la "Democracia más antigua" desde el año 930 . Y, sin embargo, derrotó a los centros financieros más importantes del mundo a base de su firmeza y voluntad popular. En las ligas de riqueza que periódicamente se publican, Islandia aparecía como uno de los países más ricos del mundo, ya que su PIB per cápita era de los más elevados. Y todo ello se atribuía a la enorme desregulación de la banca, permitiéndole a ésta lo que quisiera, sin ningún tipo de regulaciones, frenos o inhibiciones. Islandia era el paraíso del neoliberalismo. Las políticas del gobierno islandés estaban orientadas a facilitar y dar la bienvenida al capital financiero de otros países, como Gran Bretaña y Holanda. Ello condujo a una situación en la que todo el mundo se endeudó, incluyendo el Estado. La deuda pública pasó de ser 200 veces el PIB del país en 2003 a 900 veces en 2008. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que estalló la crisis financiera europea. Entonces, la economía islandesa colapsó. Los tres bancos más importantes de Islandia, Landbanski, Kaupthing y Glitnir fueron nacionalizados. Y su moneda se desmoronó. Su valor descendió un 85% respecto al euro.
Este desastre financiero fue el origen de una revolución popular que cambió el rumbo del país, hasta entonces gobernadas por elites familiares que habían controlado el poder financiero y político del país. Tal revolución popular recuperó su soberanía perdida. El gobierno, respondiendo al colapso, había negociado un préstamo de 3.500 millones de euros de varias fuentes y países. Pero como condición, tanto el FMI como la Unión Europea quisieron imponer unas condiciones draconianas a la población islandesa, tal como está ocurriendo en Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia. Entre estas condiciones estaba una que exigía que cada ciudadano en Islandia pagara el equivalente a 100 euros al mes durante los próximos quince años a fin de pagar la deuda debida a tales bancos. Esta demanda fue la que sacó a la población a la calle, y así comenzó la revolución islandesa. La idea de que la ciudadanía tenía que pagar el desastre creado como consecuencia del comportamiento irresponsable de la banca, que contó con la complicidad del Estado, fue más de lo que la gente podía tolerar. (La crisis del capitalismo y cárcel para sus gobernantes en Islandia. Diciembre del 2011.) Como siempre los responsables directos fueron y siguen siendo la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Hoy intentan “lavarse sus manos” sucias manchadas de corrupción, avaricia y traición a su soberanía.
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Islandia se convierte en la envidia de Europa.
Las buenas previsiones para la Isla cuestionan el modelo de austeridad continental.
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Es el país donde se rompió la ortodoxia, la nación que espantó al sistema establecido al negarse a responder por los errores de los bancos. Pero ahora es la envidia de los países europeos. Para ellos es el retorno a la recesión: para Islandia, un año de crecimiento y caída del paro.
Inés Abril. Madrid.
Cinco Días.com Domingo 15 de abril del 2012.
Se dijo que Islandia sería una paria para la comunidad inversora, que los fondos internacionales se retirarían, que su forma heterodoxa de afrontar el estallido de su sistema financiero provocaría un incendio a largo plazo que terminaría por arrasar su idea del Estado de bienestar. En ese fatídico octubre del 2008 Lehman Brothers saltó por los aires y los bancos de Islandia quebraron en pleno. Era la constatación de que el mundo occidental entraba de lleno en la Gran Recesión y el pequeño país del extremo noroeste de Europa cayó en una profunda crisis.
Pocos pudieron ahorrarse los adjetivos al describir la situación: “Cuando visité Reiwiavik en octubre del 2008 para ofrecer la asistencia del FMI, la situación del país era crítica. Los tres principales bancos de Islandia – que representaban casi la totalidad del sistema financiero – acababan de desplomarse con una semana de diferencia. La sensación de temor y el estado de shock eran evidentes; pocos países o ninguno había experimentado jamás un colapso económico tan catastrófico como ese”. Recordaba Poul M. Thomsen, sub-director del departamento europeo dl Fondo Monetario Internacional, en un artículo publicado en octubre pasado.
Todo el continente se estremeció. Ellos fueron los primeros; luego el azote se extendió. Pero las respuestas no fueron las mismas. Islandia optó por no cargar a los ciudadanos, con los errores de los bancos. Europa, mientras se embarcó en severas medidas de austeridad para sostener a su propio sistema.
El análisis puede resultar simplista, pero los resultados están ahí. El FMI acaba de publicar su última revisión sobre el estado de Islandia y las previsiones dicen que este año su economía crecerá un 2.4%, con un consumo privado tirando al 3% y compensando la caída de la inversión público, fruto de las medidas de austeridad. Y es que si la temida consolidación ha llegado a todas partes, pero en Islandia lo hizo “a su manera”, en palabras del FMI, proteger el Estado de bienestar se puso por encima de todo.
Los territorios más templados, el corazón de Europa se prepara para un 2012 mucho más duro que el irlandés. La austeridad aplicada en el continente, se ha parecido poco a la islandesa y ha frenado en seco el crecimiento. Ahora el Fondo Monetario Internacional pronostica una caída del 0.5% para el PBI de la zona euro. Alemania y Francia crecerán a unos anémicos 0.3% y 0.2%, mientras que Italia se contraerá un 2.2% y España lo hará a una tasa del 1.7% según las estimaciones realizadas por el Fondo Monetario Internacional en enero del presente año.
La temida W, la doble recesión, la recaída de un decrecimiento económico, después de superar una contracción que todavía está muy reciente es más que una amenaza para Europa. Islandia con caídas del PBI que rozaron el 7% en el 2009, se la va a saltar. “Unos países han elegido planea de austeridad para salir de la crisis”, explica Miguel Paz, director de gestión de Unicorp Patrimonio. Y no están funcionando. Es lo que le pasa a España, aunque parece que en el continente no lo ven igual. Por eso “el castigo a España viniendo de fuera de Europa, porque los países comunitarios y el BCE están elogiando las medidas de consolidación fiscal adoptadas, pero no son los deberes que exigen los inversores. Si no hay crecimiento, no van a apostar por nuestras empresas o nuestra economía” añade Paz.
Otros países han adoptado estrategias distintas. Es el caso de Estados Unidos y los resultados están a la vista. Y por supuesto de Islandia.
El informe publicado esta semana sobre la pequeña isla europea, el FMI destaca como ha reducido su sistema bancario, que suponía un terrible 900% del PBI antes de la crisis y que se cuenta por el 200% ahora, con todos los bancos perfectamente capitalizados. La demanda privada está respondiendo y el mercado de valores da cada vez más signos de vida, mientras que el desempleo caerá este año a a un envidiable entorno del 6% aunque para una economía acostumbrada al pleno, eso siga siendo doloroso.
Eso sí Islandia todavía tiene problemas por delante. Su deuda pública sigue suponiendo el 100% del PBI y la deuda privada es alta. La inflación no está todo controlada que se quisiera. En cambio el país está adelantando el pago de sus compromisos con el FMI, el año pasado resucitó en el mercado de bonos y las tres Agencias de Calificación le han devuelto el grado de inversión.
Con cierta perspectiva el FMI admite que tuvo que usar “herramientas de política al margen del conjunto de herramientas tradicionales” para su programa en Islandia y que la “combinación de políticas ha sido eficaz. Pero la ortodoxia sigue predominando. Por si acaso había alguna duda, el subdirector del departamento europeo del FMI decía en octubre que no tenía claro si las enseñanzas aprendidas en el caso islandés podría aplicarse a otras regiones “como a la zona del euro afectada actualmente por la crisis”, señalaba. En verdad que Islandia de armas, como la moneda propia, que en lugar de sembrar el caos han supuesto un salvavidas. Pero lo cierto es que ha salido en dos años de una crisis que daba pavor a los economistas más curtidos. Europa en cambio, se encamina a otro coletazo negro de una tormenta que parece no terminar nunca.
“Hay dos maneras de salir de la crisis y la que está funcionando es el de los países que ponen dinero” añade Paz. “Para España, la única manera de salir de la crisis es que haya crecimiento global y que ese crecimiento nos arrastre a nosotros”. Puede que España en solitario no tenga capacidad de poner en prácticas recetas a la islandesa o a la estadounidense, pero si Alemania si puede. Y ya no son solo economistas heterodoxos los que lo reclaman. España podría ser la próxima economía de la zona euro en caer y lo haría por culpa de la “mala gestión” de la crisis de deuda liderada por Alemania, afirmaba The New York Times, este viernes en un editorial. El escrito reclamaba un mayor apoyo al crecimiento y menos medidas de austeridad. Como mínimo, hay materia para la controversia económica.
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Islandia dice no a los errores de sus bancos.
Los islandeses rechazan por segunda vez pagar las indemnizaciones por la quiebra de una entidad.
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Los islandeses no están dispuestos a ceder. Por segunda vez, los habitantes de este pequeño país europeo se han alzado contra los errores de sus bancos y han rechazado en Referéndum pagar las indemnizaciones a Reino Unido y Holanda por la quiebra del Landsbanki y de su marca Icesave.
Islandia no es mucho más grande que Gijón, al menos en número de habitantes. Son algo más de 330.000 las personas que pueblan esta verde e inhóspita isla en el extremo noroeste de Europa. Pero quizás su pasado vikingo está volviendo a emerger, o nunca se fue del todo, porque pese a la distancia y a su tamaño, los habitantes de esta Isla se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza para el sistema bancario porque se niegan a hacer frente a la deuda que los bancos han dejado con sus quiebras.
Así lo ha puesto de manifiesto el Segundo Referéndum convocado para los que los islandeses dieran su opinión sobre el pago de las indemnizaciones a Reino Unido y Holanda por el agujero que el banco Landsbanki y su marca Icesave dejó en los ahorradores de esos países. Fue el 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers provocó problemas en cadena de las instituciones financieras islandesas. El banco Lansbanki fue uno de los primeros en caer y también lo hizo su cuenta por internet Icesave, muy popular entre los ahorradores británicos y holandeses por su alta remuneración.
Islandia dejó caer al Lansbanki, pero las autoridades de Reino Unido y Holanda decidieron hacerse cargo de los depósitos de sus ciudadanos. 350.000 afectados y les pagaron la totalidad de lo perdido. Pero no de forma altruista. Inmediatamente ambos países miraron hacia Islandia y exigieron el pago de lo abonado, unos 3,5000 millones de euros.
Pero se toparon con el pasado vikingo de una ciudadanía reivindicativa y con una clase gobernante que no está dispuesta a obligar a sus habitantes a que asuman una deuda que no es suya sin estar antes de acuerdo. Así se produjo el primer Referéndum, que dijo no por una minoría aplastante. Se pensó que la negativa se debía a que el acuerdo era excesivamente gravoso para los ciudadanos islandeses con unos tipos de interés muy altos.
Ahora ha llegado el segundo y el no también ha sido rotundo. No tanto como en la convocatoria anterior de marzo del 2010, cuando el rechazo fue del 90% pero sí muy elevado. Con el 90% de los papeletas escrutadas, el 59.1% de los islandeses han dicho no en la convocatoria de este fin de semana. Ahora se abre un nuevo campo de incertidumbre, porque es complicado que las condiciones de la devolución mejoren más que en esta segunda oferta. Pero la postura de Islandia está clara. Los ciudadanos no tienen porque asumir los pecados de sus bancos … ni de sus gobernantes, que fallaron en la regulación.
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