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Hace un poco más de una semana ha tenido lugar en Colombia la Marcha
Patriótica, una masiva movilización popular promovida por un amplio
abanico de organizaciones sociales,
sindicales y de partidos de la izquierda, que culminó en la histórica Plaza de
Bolívar, justo al pié del Parlamento, la sede central del poder
judicial y la Casa de Nariño,
residencia oficial del presidente
Santos. La asistencia resultó masiva y sorprendió a todos, incluyendo
organizadores, gobierno y al coro histérico de los medios de comunicación y los
tribunos de la extrema derecha que
encabeza el ex-presidente Uribe Vélez y que desde el comienzo vincularon la
marcha con la guerrilla. Se esperaba la concurrencia de un par de miles, pero a
Bogotá llegaron más de 50.000 personas
(se habla inclusive de cien mil asistentes), de suerte que la plaza se llenó
con el arribo de la primera de las tres
grandes marchas programadas y la mayoría hubo de seguir el acontecimiento
desde las calles aledañas. De nada
sirvieron los operativos de intimidación mediante los cuales las fuerzas
armadas intentaron impedir el desplazamiento especialmente de campesinos e
indígenas, ni la campaña de miedo que buscaba reducir a mínimos la movilización
de la población capitalina. La Marcha transcurrió en perfecto orden, no se
produjo ni una sola detención “por alterar el orden público”, nadie se dejó
provocar por los infiltrados oficiales
que buscan reventar las manifestaciones populares y que con demasiada
frecuencia terminan con alguien muerto,
múltiples heridos y no pocos sometidos a juicios amañados.
La marrulla entretiene las audiencias endilgando culpas y desidias al azar. Y los peligrosos crédulos juran y re juran que es culpable el Polo más cruel, que jamás mereció ser partido y va por ahí engañando gobiernos… Algo así. De qué modo molestan las garantías y los equilibrios en este país y cuánto agradan los eufemismos que permiten tildar de contrarios a quienes no lo son. Tenemos de opositores a los que le protestan al gobierno por un ministerio, a lo sumo. A los que callan y otorgan. Y es oposición la que con otros hace lo mismo. Al presidente Santos le gustan mucho ese tipo de retóricas justicieras del poder con falsos destellos de alternancias y participación. Cuestión que le viene de sangre, quizás, desde los tiempos del tío abuelo Eduardo, adalid y fundador del Frente Nacional, ese explícito reparto patrio de yo con yo durante 16 años. Gobierno, militares, grandes industriales y empresarios, altos dignatarios de la iglesia o las iglesias, también ven la más conspicua expresión de la democracia en esta uniformidad mal disimulada. Expresiones nacidas y criadas en el subsuelo social, como la Marcha Patriótica y todo lo que arrastra de posibilidades, constituyen una amenaza para el statu quo. Un sistema que ha hecho tantas cosas mal, que ha dañado a tantos y tan de seguido, tiene rabo de paja. Hay que reconocer que el presidente Santos lo sabe bien y actúa en correspondencia con ello. Es mas listo que varios de su clase y por eso hasta lo consideran traidor. Godofredo Cínico Caspa es uno de ellos.
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La Marcha Patriótica en
Colombia: De la miseria a la esperanza.
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Lunes
30 de abril del 2012.
Juan
Alberto Sánchez Marín (especial para ARGENPRESS.info)
La preventiva criminalización de la Marcha
Patriótica, la puesta en circulación de toda clase de rumores asociándola con
la guerrilla de las FARC, la exacerbada muestra por la televisión de pruebas de
utilería al respecto, las declaraciones apresuradas del Mayor General Sergio
Mantilla afirmando que la Marcha podría estar infiltrada o dando a entender que
eso era un hecho porque existían bíblicas pruebas desde los tiempos de la
operación Sodoma, revelan que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y
el estamento militar hacen un solo cuerpo en el propósito de cruzarle el pie a
los marchantes.
Con una reelección aún no dicha por los medios, pero ya declarada por los hechos, un fenómeno social como la Marcha Patriótica alarma. En un país en el que la realidad apenas es lo que pasa de la clase alta para arriba o las salvajadas que algunos desadaptados de los estratos 0, 1, si acaso 2, cometen en riñas, atracos o contra sus propias compañeras (como si en los otros estratos la violencia intrafamiliar, por ejemplo, no fuera tanto o más grave), o en su papel de forzados reclutas víctimas o subversivos desalmados, asustan tantísimos actores sin guión, procedentes precisamente de la franja tan grande que es aquel país invisible. El negado, el innombrable.
Con una reelección aún no dicha por los medios, pero ya declarada por los hechos, un fenómeno social como la Marcha Patriótica alarma. En un país en el que la realidad apenas es lo que pasa de la clase alta para arriba o las salvajadas que algunos desadaptados de los estratos 0, 1, si acaso 2, cometen en riñas, atracos o contra sus propias compañeras (como si en los otros estratos la violencia intrafamiliar, por ejemplo, no fuera tanto o más grave), o en su papel de forzados reclutas víctimas o subversivos desalmados, asustan tantísimos actores sin guión, procedentes precisamente de la franja tan grande que es aquel país invisible. El negado, el innombrable.
No en vano se apresura (¿e improvisa?) el
predecible movimiento de fichas ministeriales que apalancan las aspiraciones
del presidente. O se sacan cien mil viviendas debajo de la manga. Cien mil que
debieron ser más, porque si el déficit de vivienda alcanza 1,2 millones y crece
al ritmo desaforado de 250 mil al año (sin tener en cuenta que hay 2,6 millones
de compatriotas con la casa a punto de caerse, según el censo de 2005, lo que
trasluce que unas cuantas ya deben estar en tierra), la cifra anunciada no pasa
de ser un paño de agua tibia (1). O muchas menos si se nos ocurre relacionar la
buena nueva con los 526 mil subsidios de vivienda prometidos por el gobierno en
sus inicios, que ahora, quemada en pólvora la mitad del trayecto, a duras penas
van por los 17.302 entregados. (2)
¿Bullaranga mediática contra una marcha que habla
de una segunda y definitiva Independencia? ¿Zanahorias para despistar lo que
puede ser un pensamiento con inusitada presencia en las urnas? Sea lo que
fuere, acostumbrados como estamos a que el último en la cola se cuela de
primero, pocas cosas tan molestas como un Movimiento de confluencias sociales y
populares. El alcalde Gustavo Petro y sus progresistas le dejaron claro al país
que una cosa es lo que indican las tendencias, los expertos y los medios
masivos, y otra lo que dictamina la realidad. Una cosa piensa el burro, otra…
Muy grave en un momento en el que las encuestas no
son halagüeñas para el gobierno y en el que el canto de sirena del TLC no tiene
cuerda para hermosear nada. Ni siquiera a las mentiras del tratado le alcanza
este gobierno a sacar provecho, pues a la mayor parte de los poquísimos sectores
beneficiados los coge con los pantalones abajo y a todos con la estantería en
el piso: Sin puertos, sin infraestructura vial ni ferrocarrilera, ni fluvial,
mejor dicho, sin la pregonada prosperidad necesaria para tener una mínima
competitividad, la que en medio del más escandaloso subdesarrollo debería
presentársele (¿representársele?) a los Estados Unidos.
Ahora que el presidente empieza a terminar algunos
platos de las viandas opíparas del poder, ve pender machetes de Damocles sobre
su cabeza. Alguno penderá de un pelo de la crin de Crespón, que con unos
cuantos meneos esquiva. Sin embargo, él es consciente de que la liebre salta
desde cualquier matorral.
Una cosa es un twittero montado en un caballo,
aunque de paso, muerto, y aunque algo azaroso manoteando sobre el lomo tieso,
muy venido a menos, con los vasallos en desbandada o encarcelados, los alfiles
prófugos, pagando escondederos a peso, y sus mafiosos, paramilitares y
corruptos negociando gatos por liebres con el estado.
Y otro asunto son más de ochenta mil marchantes
hastiados, desesperados, pateados, a la vez ansiosos por buscar otros caminos,
dispuestos a andar cientos de kilómetros sólo para hacerse sentir diciendo a
viva voz su trino desgarrado: “Estamos acá, ¿y qué?”. (3)
Más aún: Cuando ese conglomerado de gente no es una
organización, sino más de mil setecientas; no es un gremio, sino muchos; no es
un sector, sino todos; no es una región, sino Colombia.
La Marcha Patriótica, es verdad, tiene varios
problemas elementales, de la misma manera que los tuvo la extinta Unión
Patriótica, cuya falta de recordación sería inexcusable: Es legítima,
constitucional y legal. Lo señala su propia Junta (4) y lo constatan los
testimonios de trabajadores participantes, obreros, desplazados, estudiantes, indígenas,
intelectuales, en fin, desperdigados en televisoras comunitarias, radios y
demás medios independientes, cuyo compromiso con la búsqueda de una solución
política al conflicto social y armado resulta evidente.
Problemas porque en Colombia la legalidad sirve
para darle carisma a los entuertos, la Constitución para torcerla y saltársela,
y apenas es considerado legítimo lo que convalida el desborde institucional y
los abusos de quienes ejercen el poder.
En el movimiento popular La marcha Patriótica, también participaron activamente, población indígena y originaria, con fe y esperanza por su derecho al futuro.
Cualquier
proyecto en contravía es un atropello a la razón. Fuera de la cerrada
plataforma: Planteamiento de platelmintos.
Aquí la única oposición bien vista es aquella que
hace parte del circo de la Unidad Nacional. Más avanzará a partir de hoy el
ministro de vivienda Germán Vargas Lleras en la construcción de sus casas en el
aire que lo que él mismo sentado en su oficina y con todo a la mano adelantó
hasta ayer como ministro de Interior para dotar al país de un Estatuto de
Oposición (y de gobierno, por supuesto).
La
marrulla entretiene las audiencias endilgando culpas y desidias al azar. Y los
peligrosos crédulos juran y re juran que es culpable el Polo más cruel, que
jamás mereció ser partido y va por ahí engañando gobiernos… Algo así.
De qué modo molestan las garantías y los
equilibrios en este país y cuánto agradan los eufemismos que permiten tildar de
contrarios a quienes no lo son. Tenemos de opositores a los que le protestan al
gobierno por un ministerio, a lo sumo. A los que callan y otorgan. Y es
oposición la que con otros hace lo mismo.
Al presidente Santos le gustan mucho ese tipo de
retóricas justicieras del poder con falsos destellos de alternancias y
participación. Cuestión que le viene de sangre, quizás, desde los tiempos del
tío abuelo Eduardo (5), adalid y fundador del Frente Nacional, ese explícito
reparto patrio de yo con yo durante 16 años.
Gobierno, militares, grandes industriales y
empresarios, altos dignatarios de la iglesia o las iglesias, también ven la más
conspicua expresión de la democracia en esta uniformidad mal disimulada.
Expresiones nacidas y criadas en el subsuelo
social, como la Marcha Patriótica y todo lo que arrastra de posibilidades,
constituyen una amenaza para el statu quo.
Un sistema que ha hecho tantas cosas mal, que ha
dañado a tantos y tan de seguido, tiene rabo de paja. Hay que reconocer que el
presidente Santos lo sabe bien y actúa en correspondencia con ello. Es mas
listo que varios de su clase y por eso hasta lo consideran traidor. Godofredo
Cínico Caspa es uno de ellos (6).
En el mundo del póker, de faroles, semi – faroles y
demás de Juan Manuel Santos, la Gran Revolución Agraria de la Ley de Víctimas y
de Restitución de Tierras (7), las ayudas de Colombia Humanitaria para los
damnificados por el invierno, los subsidios y créditos para la educación
superior hasta del 100% para los estratos 1, 2 y 3, el generalizado rescate de
pobres que evitando evasiones de impuestos hará chillar a 80 mil colombianos
ricos, lo mismo que las cien mil casas gratis, no son otra cosa que aparentar
mucho con nada o casi nada en las manos.
Ofertar harto para terminar dando menudencias al
final de este período presidencial y generar la necesidad de la continuidad. El
mismo truco que Uribe puso en práctica con represión cerril, Santos lo lleva a
cabo con su “revolución” de naipes.
Estremece que esta Marcha Patriótica, al estilo de
las de la primavera árabe, si bien puede ser una marcha de personas tajantes en
el pensamiento, en las propuestas, no lo es de radicales en el comportamiento,
como lo desearon unos, para haber desprestigiado y reprimido el Movimiento en
ciernes desde antes de despuntar.
Viendo los riesgos de este Movimiento naciente, más
que buscarlos atrás, en el pasado largo de un país que se reinventa día a día,
o al lado, de donde muy probablemente habrán de venir las voces intimidantes,
los ultimátum amenazadores, o, esperemos que no, las balas asesinas, el
verdadero peligro yace alto: En fuerzas con mucha autoridad para la provocación
y la descalificación. Porque ser siniestro en Colombia requiere un buen cargo,
exige misa diaria, demanda tener medios o aparecer en ellos.
El presidente Santos se refirió hace un tiempo a la
“mano negra” que amenaza la reparación de las víctimas y la restitución de sus
tierras (8). Pues bien, ahora han de ser varias las fuerzas oscuras que no
tardarán en empezar a operar (9). Como dijera alguna vez Otto Morales Benítez,
la paz tiene “enemigos agazapados”. Él mismo fue uno de ellos cuando los
procesos de paz de Belisario Betancur.
Están agazapados en las cumbres de las Fuerzas
Militares, de la Procuraduría, de la Cámara de Representantes, del Congreso de
la República y del mismo gobierno, o en sus casas por cárcel, o en complejos
policiales, o en las presidencias y gerencias de grandes medios. O encubiertos
en las oficinas de pujantes bancos e industrias, de las empresas
multinacionales o de las embajadas amigas.
No son numerosos, no son tantos como los que tratan
de hacernos creer y son muchísimos menos de los que ellos mismos creen que son.
Pero tienen una enorme disposición para el perjuicio. Y en el río revuelto de
la patria se les facilita poner en práctica su capacidad para violentar
cualquier proceso que difiera de su ideología, un credo que no yace en el
abstracto mundo de las ideas, sino en la tenencia de la tierra, la posesión de
los capitales, el usufructo perpetuo de las riquezas, el absoluto control de
los hilos del poder.
El
principal mecanismo de obstrucción es la violencia, que tan bien nutren sus
otros beneficiarios: los fabricantes, los traficantes, los negociantes, los
usuarios de las armas. Pero la violencia tiene muchas formas y presencias, y la
armada no es la peor ni la causa de nada. Es despojo, masacres, genocidios, sí,
pero la acentúan y perpetúan leyes indebidas, errátiles interpretaciones
jurídicas, amañadas disposiciones, constreñimiento de libertades, injusticias
sociales de toda clase.
La Marcha Patriótica determinó el despliegue de
miles de policía de élite. ESMAD que no pudieron desmadrarse. Tal vez el
acaecimiento rápido de la Marcha no dio tiempo a otra clase de infiltraciones
en realidad peligrosas, como ha sido tradicional en este tipo de
manifestaciones populares, de elementos desestabilizadores que simulan la
pertenencia a organizaciones armadas y justifican la represión.
Entonces hay que echar mano de otros recursos. La
sospecha se transforma en el crimen. La rebelión, un útil comodín. Tres
conversando en la esquina o dos chateando más de la cuenta (lo que se fija con
facilidad según el número de bits trocados) son el intento de algo, después
sabremos de qué. Convocar a una manifestación conduce a la cárcel y la
resistencia pasiva es un delito, como lo pretende por estos días el ejemplar PP
español (10).
Más allá de los importantes guías entroncados desde
los inicios o que se han venido adhiriendo, el Movimiento que se avecina empezó
a hacerse sentir desde hace años. No ha surgido por generación espontánea ni ha
sido sacado de ningún sombrero.
Tal vez el presidente Santos escuchó no hace mucho
sus pasos de animal grande, pero los movimientos sociales en Colombia tienen
una larga tradición de organización y de lucha por la reivindicación de sus
derechos. Y de un reguero de muertos a la vera de ese camino. Son movimientos
de todas las clases, alcances y tamaños, que agrupan campesinos, indígenas,
trabajadores, artistas, comunidades, en la Costas Pacífica y Atlántica, en los
Llanos, en los Andes, al centro, en la región cafetera, en Chigorodó o en
Bogotá.
La Marcha, que es Movimiento, que es Partido, de
miles, cien miles, millones, y que será lo que sus componentes quieran que sea,
expresa inclusión, dignidad y soberanía. El grito de Independencia de 1810
desembocó en una Patria Boba que todavía no acaba. Barak Obama, Leon Panetta,
Ehud Barak, hasta Rajoy, acaban de visitarnos y de ratificar que nos siguen
viendo como las colonias que nunca hemos dejado de ser: No somos los aliados,
somos los sometidos. Y estas lomas y planicies están llenas de virreyes,
fuerzas especiales extranjeras, transnacionales auríferas y petroleras, BM’s,
FMI’s, USAID’s que lo reafirman.
Más de
doscientos años después, es hora de otra cosa.
Los liderazgos significativos y reconocidos de
Piedad Córdoba, Iván Cepeda, Carlos Lozano, Andrés Gil, Gloria Cuartas, Jaime
Caicedo, Patricia Ariza y otros voceros más, son sólo puntas de icebergs
grandes, que vienen de lo más profundo y olvidado de este país, no tanto porque
estén adentro (que lo están) de las selvas heridas y heredadas de José Eustasio
Rivera, o en los vivos desiertos legendarios de la Guajira de Eduardo Zalamea
Borda, o en los caseríos perdidos de ese Chocó que una vez asombró al joven
Gabriel García Márquez, sino, sobre todo, porque están enfrente y no los vemos.
Vienen, más bien, de la ciudad de ciudades que
representa la Bogotá de José Antonio Osorio Lizarazo, en la que están “esos
antros de pobrería donde se aglomeran familias enteras con sus chiquillos, sus
perros, sus cerdos y sus harapos”. No vamos ahora “a pasear un poco por entre
la miseria”, como dice el olvidado escritor en sus Mansiones de Pobrería. (11)
Ahora tanta miseria ha llevado a que un país entero salga a las calles y plazas
y exista. Es la Marcha Patriótica en
pleno Movimiento y con todo el calendario delante.
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La ex-senadora Piedad Córdoba, presidió la Gran Marcha Patriótica, donde miles llegaron a la Histórica Plaza Bolívar, con fe y esperanza en el Diálogo Nacional por la Paz.
Notas:
1) “En
siete semanas estaría la 'primera piedra' de las 100 mil viviendas gratis”.
Revista Semana. 26 de abril de 2012. http://bit.ly/Jtgvuh
2)
Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el Congreso de la República
de Colombia. 24 de abril de 2012. http://bit.ly/Imj4wk
3) Los
grandes medios en el país reconocen la participación de la mitad (40 mil), lo
que permite suponer que el dato divulgado por la Marcha se queda corto y que
los congregados pudieron ser aún más.
4)
Portal de la Marcha Patriótica. Comunicado frente a las afirmaciones del señor
Presidente. http://bit.ly/IcBaGQ
5)
Eduardo Santos Montejo. Presidente de Colombia entre 1938 y 1942. Dueño durante
varias décadas del periódico El Tiempo. Eduardo Santos era hermano del escrito
Enrique Santos Montejo "Calibán", abuelo del actual presidente
colombiano. http://bit.ly/hGBbhj
6)
Personaje de ficción creado por Antonio Morales Riveira y magistralmente
personificado por el humorista Jaime Garzón, asesinado por los paramilitares,
que expresa la manera de pensar y actuar de buena parte de la oligarquía colombiana.
7)
“Robledo vs Restrepo: la pelea por la verdadera 'revolución agraria'. La Silla
Vacía. 11 de febrero de 2012. http://bit.ly/Khm7r1
8) “Mano
negra amenaza proceso de restitución de tierras: Santos”. El Espectador. 4 de
diciembre de 2011. http://bit.ly/rQmRcM
9)
Tempranamente lo hicieron: “Defensoría del Pueblo denuncia desaparición de
líder de Marcha Patriótica”. Revista Semana. 27 de abril de 2012.
http://bit.ly/ImS7zj
10)
“Convocar algaradas por Internet llevará a la cárcel a sus promotores”. El Mundo,
España. 11 de abril de 2012. http://mun.do/Is8ZC0
11) OSORIO LIZARAZO, José
Antonio. “Novelas y crónicas”. Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca
Básica Colombiana, 1978. Bogotá, Colombia.
Juan Alberto Sánchez Marín es periodista, cineasta
y realizador de televisión colombiano.
COLOMBIA: La Marcha Patriótica.
”Nuevo
Movimiento popular en movilización y lucha por las exigencias más sentidas de
las grandes mayorías sociales del país”.
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Lunes 30 de abril del 2012.
Juan
Diego García (especial para ARGENPRESS.info)
Hace un poco más de una semana ha tenido lugar en
Colombia la Marcha Patriótica, una masiva movilización popular promovida por un
amplio abanico de organizaciones sociales, sindicales y de partidos de la
izquierda, que culminó en la histórica Plaza de Bolívar, justo al pié del
Parlamento, la sede central del poder judicial y la Casa de Nariño, residencia
oficial del presidente Santos.
La asistencia resultó masiva y sorprendió a todos,
incluyendo organizadores, gobierno y al coro histérico de los medios de
comunicación y los tribunos de la extrema derecha que encabeza el ex-presidente
Uribe Vélez y que desde el comienzo vincularon la marcha con la guerrilla. Se
esperaba la concurrencia de un par de miles, pero a Bogotá llegaron más de
50.000 personas (se habla inclusive de cien mil asistentes), de suerte que la
plaza se llenó con el arribo de la primera de las tres grandes marchas
programadas y la mayoría hubo de seguir el acontecimiento desde las calles
aledañas. De nada sirvieron los operativos de intimidación mediante los cuales
las fuerzas armadas intentaron impedir el desplazamiento especialmente de
campesinos e indígenas, ni la campaña de miedo que buscaba reducir a mínimos la
movilización de la población capitalina. La Marcha transcurrió en perfecto
orden, no se produjo ni una sola detención “por alterar el orden público”,
nadie se dejó provocar por los infiltrados oficiales que buscan reventar las
manifestaciones populares y que con demasiada frecuencia terminan con alguien
muerto, múltiples heridos y no pocos sometidos a juicios amañados.
La prensa y las autoridades apenas se han
manifestado sobre las propuestas que más de 1.700 organizaciones sociales y
varios partidos políticos de izquierda aprobaron como su programa y en el cual
se recogen prácticamente las exigencias más sentidas de las mayorías sociales
del país: obreros, campesinos, estudiantes universitarios, docentes y maestros,
comunidades negras e indígenas, desplazados, intelectuales y artistas, mineros
artesanales, algunos gremios de propietarios afectados por las políticas de
libre comercio, homosexuales y grupos afines, desempleados, pobres de
solemnidad, recicladores y un sin número de colectivos de un país que registra
uno de los niveles de desigualdad más agudos del continente y soporta la
miseria de millones en contraste con la burbuja de riqueza, lujo y despilfarro
ostentado por una minoría carente de todo proyecto nacional, que se mantiene en
el poder desde siempre mediante métodos violentos y gracias a un sistema
político excluyente.
En este contexto resulta sintomático que en lo
fundamental el análisis del evento en boca de quienes controlan el monopolio de
los medios de comunicación (analistas e intelectuales del régimen,
informadores, periodistas y autoridades civiles y militares) se reduzca a dos
cuestiones que en el fondo son una sola: la financiación de esa movilización
multitudinaria y su relación directa con las FARC, la mayor guerrilla del país.
Sobre el primer asunto los organizadores han dado
cumplidas explicaciones. Cada grupo participante asumió los gastos de su
movilización. Los coordinadores harán pública la contabilidad respectiva para
acallar los rumores tendenciosos que les acusan de ser financiados por la
guerrilla. Viajó a Bogotá quien pudo pagarse el transporte; fue a la capital
tan solo quien pudo financiarse un hotel modesto y llevar consigo algo para su
manutención, además de contar con la inmensa ayuda solidaria desplegada por
miles y miles de gentes de la capital. Un contraste notorio con los eventos
políticos de los partidos de la derecha, con su típico ejercicio de
clientelismo y compra masiva de votos y una financiación por demás oscura. Todo
un sarcasmo que sea la clase dirigente la que indague por la financiación de un
movimiento popular, en un país cuyos políticos - con honrosas excepciones – han
estado involucrados siempre en escándalos por el rol de los “dineros negros” en
sus campañas; un país como Colombia que tan solo ahora empieza a reconocer
públicamente el papel de no pocos empresarios (nacionales y extranjeros) en la
financiación de las huestes siniestras del paramilitarismo, para no hablar de
la generalizada corrupción que aceita convenientemente el funcionamiento de la
administración pública y la misma vida de los partidos.
Intentar vincular la Marcha Patriótica con las
FARC-EP va sin embargo más allá de afirmar su dependencia económica del
movimiento guerrillero. En un ejercicio en realidad bastante torpe (que cuenta
con la ventaja de poder acallar las voces disidentes del discurso oficial) se
pregonó que la marcha podía ser infiltrada por la guerrilla. En realidad, y
dada la madurez política de los partidos y organizaciones sociales que la
convocaron, sugerir siquiera que la Marcha podría ser instrumentaliza no es más
que una provocación burda que desconoce la solidez política de sus
organizadores. No era una marcha improvisada (su preparación ha durado meses)
ni ha mostrado la menor señal de falta de control en su desarrollo. No ha sido
la movilización de gentes ingenuas manipulables por manos ocultas con segundas
intenciones. En realidad, la única infiltración registrada fue la de costumbre:
algunos agentes de los servicios de inteligencia que hicieron presencia en los
actos, fueron detectados a tiempo e invitados amablemente a desistir de sus
propósitos (¿aviesos?).
Pero sin duda quienes sostienen que las FARC-EP
están detrás del evento como organizadores reales o al menos como inspiradores
del mismo incurren en la mayor de las torpezas ya que con un tal argumento
echan por tierra todo el discurso oficial que de forma reiterada y sistemática
sostiene que el movimiento guerrillero no es más que un hatajo de bandidos,
narcotraficantes, secuestradores y violadores permanentes de los derechos
humanos, carentes de todo objetivo social y que por tanto es imposible
concederles el estatus de agrupación política. De ser cierto el argumento de
las autoridades ¿tantos miles están entonces detrás de tales delincuentes
comunes? Y ¿cómo hacer entonces compatible su programa, de clara vocación
democrática, con la afirmación que le niega a los guerrilleros cualquier
objetivo político?
Tantos miles de personas de condición tan diversa;
tantas organizaciones sociales y políticas plenamente legales ¿estarían
entonces vinculadas al movimiento guerrillero?. Si es así, si la guerrilla
consigue movilizar una cantidad tan considerable de personas – a pesar de la
atmósfera de intimidación llevada a cabo en contra de la Marcha sobre todo por
el ejército y la extrema derecha- no se sostiene la versión oficial que habla
de un movimiento guerrillero aislado, carente por completo de apoyos sociales.
Vistos los resultados de la movilización, tales apoyos no serían tan
desdeñables y cualquier gobierno debería tomar el asunto en consideración.
Además, si tantas personas se movilizan de forma civilizada y con
reivindicaciones plenamente democráticas y eso coincide con los propósitos de
la guerrilla, el supuesto vínculo (deseado o no) debería ser saludado como un
paso fundamental hacia la solución del conflicto armado. No sobra recordar que
renunciar al uso de “todas las formas de lucha” es exigible a la guerrilla en
un proceso de paz, pero lo es igualmente para el gobierno.
Es
probable que el mensaje de las autoridades, repetido hasta el cansancio por los
medios de comunicación, se hizo esperando el fracaso de la Marcha; jamás
esperaron una movilización popular de tales dimensiones y han sido víctimas de
su propia invención. Ahora bien, el mismo discurso en manos de la ultra-derecha
se convierte (en las condiciones de Colombia) en una abierta incitación a la
liquidación de los líderes de la Marcha. De hecho, y cumplida apenas una
semana, ya han desaparecido tres dirigentes campesinos directamente vinculados
a esta movilización. Si Santos no está en capacidad de detener otro exterminio
como el llevado a cabo contra la UP, su mensaje de paz carece de seriedad y no pasaría de ser otra
de las manifestaciones de demagogia que ya caracterizan su acción de gobierno.
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