BIENVENIDOS AL FUTURO. AMÉRICA LATINA FRAGIL, DÉBIL Y ENFERMA FRENTE
AL CORONAVIRUS, SIN CAPACIDAD INSTITUCIONAL PARA ENFRENTAR LAS CRISIS PRESENTES
EN SUS PROPIOS PAÍSES.
GOBIERNOS
TÍTERES DEL IMPERIO, otros incapaces de decir la verdad como las políticas
neoliberales destrozaron (mercantilizaron, privatizaron) los sistemas de
salud, educación, trabajo y bienestar social en general. y así muchos de
ellos “dicen retornar a la normalidad”.
cual normalidad señores, la del hambre, miseria, desempleo, informalidad, la
del “libre mercado” y los monopolios que hoy siguen asesinando a la gente,
esa realidad de violencia, injusticia, salvaje e
inhumana que impone la DESIGUALDAD SOCIAL. a esa realidad, volver,
retornar. no señores, eso” murió para siempre”. hoy que los pueblos se
sacuden del engaño, farsa, mentiras, hoy que recuperan su plena y absoluta
confianza, trabajan por un futuro diferente, social y humano para las
nuevas generaciones.
LA VENTAJA TEMPORAL QUE
AMÉRICA LATINA pudo tener por
llegar la covid-19 con retraso respecto a otras zonas se está esfumando
rápidamente. Señores, pero todos ustedes tenían un “Contrato Social”
escondido, misterioso de una falsa realidad, que a la semana el COVID 19 la
desnudó totalmente, Ese contrato social era el imperio dominante,
hegemónico de las políticas del Consenso de Washington, de las políticas de
la vigencia absoluta del libre mercado, del “dios mercado”, donde el Estado fue reducido al mínimo, solo de
supervivencia, Y ustedes, los Medios, Monopolios, las Corporaciones y los
Gobiernos de Turno robaron, se llevaron millones de millones ya no solo con
la explotación y saqueo de nuestros recursos naturales, sino que
envenenaron, coparon y capturaron todas las Instituciones mediante la CORRUPCIÓN. E hicieron de América Latina el continente más DESIGUAL del Mundo y
el de mayor CORRUPCIÓN de su “clase política y empresarial”,
LA VENTAJA TEMPORAL QUE AMÉRICA LATINA pudo tener
por llegar la pandemia de covid-19 con retraso respecto a Asia o
Europa se está esfumando rápidamente al toparse con los males endémicos de
la región: la fragilidad de los sistemas SANITARIOS,
la debilidad del conjunto de las instituciones y la amplitud de la POBREZA y la DESIGUALDAD. A ello cabe sumarle el comportamiento ERRÁTICO
—en distintos grados— de algunos de sus gobernantes, entre los que destacan JAIR
BOLSONARO en Brasil, ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR en México, DANIEL
ORTEGA en Nicaragua, SEBASTIÁN PIÑERA en Chile. MARTÍN VIZCARRA
de Perú. El continente es estos días el epicentro
de la CRISIS. Se cuentan ya 50.000
muertes, pero hay que tener en cuenta el manifiesto subregistro de contagios y
de decesos. En realidad, nadie sabe cuál es la profundidad de la catástrofe.
RESULTA INNEGABLE QUE LAS CIFRAS
OFICIALES están, de
momento, lejos de lo
que han sufrido sociedades más desarrolladas. Pero conviene no olvidar que AMÉRICA
LATINA se encuentra ahora mismo en medio del temporal, con DESIGUALDAD
SOCIAL, más envenenada e inhumana, sin que se aviste con claridad un
cambio de tendencia. MÉXICO comenzó
ayer a relajar el distanciamiento, con todos sus Estados, menos uno, en
máximo riesgo de transmisión. Su PRESIDENTE arrancó también ayer sus
giras políticas, un pésimo mensaje a los ciudadanos de que ya se volvió
a la normalidad. PERÚ a reactivar su economía, pero la pobreza, miseria,
informalidad y cruel Desigualdad Social, ha
encendido el contagio.
BRASIL ES EL CUARTO PAÍS DEL MUNDO CON
MÁS MUERTES. Supera los 500.000 contagios. Pese a ello, BOLSONARO
profundiza en el sabotaje a sus propias autoridades SANITARIAS, la división
de la sociedad y el desprecio a las medidas de protección, un rasgo
especialmente cruel de su ya complicada personalidad, enferma, diabólica y
fascista. PERÚ pasa sus peores
momentos (antes fue ECUADOR), VENEZUELA
cabalga errante esta enésima crisis y parte de CENTROAMÉRICA la comparte
con otras epidemias conocidas, hambre, miseria, desempleo, violencia y
delincuencia criminal. En el otro extremo, tanto ARGENTINA lucha contra dos enemigos, la pandemia, y el
Default, herencia del señor Macri; como COLOMBIA,
su presidente compite con los otros mandatarios: pero la luz —especialmente
Bogotá y su alcaldesa, CLAUDIA LÓPEZ— han
reaccionado de forma pronta y eficiente
LO QUE QUEDA POR VENIR RESULTA
PREOCUPANTE: más contagios y más muertes, más desempleo, más
pobreza y más DESIGUALDAD. Y probablemente, más inestabilidad POLÍTICA. La infraestructura
SANITARIA ha colapsado y la situación es incierta y mortal. Igual o
peor, que en varios países de Europa o el propio Nueva York; pero aquí
también hay matices. El sistema en su conjunto es ya tan precario que, en
México, Perú, por ejemplo, un número desproporcionado de enfermos muere
sin llegar a una UCI o a una cama con ventilador. Ahora el Oxigeno o las
medicinas, necesarias para “detener” el Virus, en manos de monopolios y delincuentes, sus precios hoy son verdaderos
actos criminales. Pablo Raúl martes 2 de junio
del 2020.
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DICTADURAS DEMOCRÁTICAS, AUTORITARISMO
NEOLIBERAL Y REVUELTAS POPULARES EN TIEMPOS DE COVID-19.
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Sociólogo: René Ramírez Gallegos.
ALAI. América Latina en Movimiento.
Martes 9 de junio del 2020.
“En el marco de lo que ya ha venido sucediendo, el
coronavirus acentuará la violencia de las dictaduras democráticas que, quizá,
dejen la farsa del componente democrático”.
En el escenario abierto por la pandemia del
Covid-19 a nivel mundial ha surgido un debate entre Slavoj
Zizek y Byung-Chul Han. Mientras el primero señala que la pandemia es un
golpe mortal al capitalismo, el filósofo sur coreano, por su parte, señala que
este mutará y se globalizará la salida asiática: capitalismo digital
autoritario.
Ni uno ni otro. En el marco de la crisis de
acumulación capitalista, quisiera argumentar que lo que la Covid-19 generará en América Latina es simplemente la
aceleración de lo que ya venía sucediendo en la región. Esto es, se
profundizarán:
(1) en el
plano político, las dictaduras electorales/democráticas;
(2) en el plano económico, el autoritarismo
neoliberal; y,
(3) en el campo popular, las movilizaciones
sociales.
Lo señalado resultará –en buena parte de la región-
una bomba de tiempo en el marco de la crisis de acumulación que experimenta el sistema capitalista, lo que
puede conducir -con altas probabilidades- a que la resolución del conflicto
social sea por la vía violenta. Si es por la vía conservadora, será a través
de golpes de Estado (como en Bolivia o la fallida aventura rocambolesca en
Venezuela) y dictaduras (democráticas/electorales); si es por la vía
social, será a través de movilizaciones populares nada pacíficas (como en Chile
la demanda del referendo o la oposición al plan del FMI en Ecuador). De
suceder lo segundo, podría generarse en el mediano plazo el germen de nuevas
formas de organización social y productiva que sean alternativas al
sistema vigente, las cuales podrán ser emancipadoras, pero también podrán tomar
rumbos distópicos.
El contexto: crisis de acumulación
capitalista
Cualquier análisis de la situación de la región
debe tomar en cuenta que:
a) En el marco de la financiariación de la
economía, vivimos una transición en el
capitalismo en donde el componente inmaterial adquiere relevancia
(conocimiento, innovación, etc.) y que genera un retorno en el capitalismo
contemporáneo de la vieja forma de ganancias por transferencia rentista
(financiarización del “extractivismo infocognitivo”) que adquiere
peso sobre el componente que genera “valor genuino” (trabajo);
b)
vivimos en uno de los picos de mayor concentración de la riqueza y de los
ingresos (incremento de la desigualdad) en los últimos 100 años, y;
c) continúa sistemáticamente decreciendo la tasa de
ganancia del capital.
A nivel regional, se suman los siguientes
fenómenos:
a) América Latina vive un estancamiento de su
matriz productiva en donde se deprime el consumo global de sus bienes primarios y se acentúa la dependencia del componente secundario-importador de bienes industriales e
importador de bienes terciarios, con un amplio resguardo de las élites
económicas de la posesión de divisas en paraísos fiscales; y,
b) la región no ha dejado de tener un mercado
laboral altamente segmentado,
con altos niveles de informalidad (casi el 50% de la fuerza laboral) y vulnerabilidad
hacia los shocks externos, en donde sus trabajadores dependen de la venta
diaria ininterrumpida de su fuerza de trabajo para garantizar la supervivencia
mayoritaria de sus familias.
Sobre el oxímoron “dictaduras
democráticas”
La Ciencia Política se ocupó deliberadamente de
estudiar, a partir de las dictaduras vividas en los sesenta y setenta del siglo pasado, las “transiciones a las
democracias”. El oxímoron del título de este
escrito propone que es necesario empezar a estudiar las “transiciones hacia
nuevas formas de dictaduras”.
Desde la perspectiva democrática, este aparente
absurdo simplemente se refiere a que la democracia actual, como régimen político, sería una farsa. No
nos referimos aquí ni siquiera a la democracia sustantiva, sino a lo que
Adam Przeworki llama “democracia mínima”; es decir, la garantía de la libre competencia
electoral. En las “dictaduras democráticas” se usan las instituciones democráticas
–concretamente, los sistemas de justicia o los órganos electorales- y los
generadores masivos de opinión pública (medios de comunicación) para proscribir
o anular la participación de los que afectan los intereses de acumulación
de los grupos económicos tradicionales de cada nación, quienes suelen
buscar el poder del Estado para recomponer la velocidad de la tasa de ganancia
perdida en los gobiernos denominados “progresistas” de la región.
Ahora bien, no debemos olvidar que si bien parecía
cosa del pasado que las fuerzas armadas
vuelvan a ser dirimentes explícitos en las democracias de la región, en los
últimos meses -luego de las movilizaciones populares de finales del 2019-
vivimos claramente su retorno a la arena política. Bolivia
es, quizá, el caso paradigmático en donde claramente se perpetró un golpe de
Estado al conocido estilo del siglo XX. No extrañaría que se contagie la
región con esta práctica.
Sobre los “autoritarismos neoliberales”
Todo neoliberalismo es autoritario, pero durante
casi tres décadas este convivió con democracias representativas. Lo que vive la región no es un neoliberalismo
autoritario sino un autoritarismo neoliberal.
Hoy en día, el espíritu que ronda la región es el de no respeto a la
democracia mínima, porque es la única forma de recomponer la tasa de
ganancia del capital. En este marco, el autoritarismo neoliberal es
un subproducto de la crisis de acumulación capitalista
El neoliberalismo que retorna en la región no es
igual al de los noventa del siglo pasado.
Aquel sucedía en la disputa por la transición y consolidación de las democracias,
luego de las dictaduras sucedidas en la región. El que estamos viviendo a fines
de la segunda década del nuevo milenio sucede en la transición hacia
nuevas formas de autoritarismo o, siendo optimista, hacia nuevas
modalidades de regímenes políticos que aún no han sido estudiados a cabalidad,
y menos aún identificados y formalizados todos sus componentes. En este
sentido, lo que caracteriza principalmente a la época que vivimos es la idea de
un autoritarismo de nuevo cuño o al menos aggiornado, regresando
a los orígenes de la praxis neoliberal. No obstante, no debemos olvidar que, si
bien parecía cosa del pasado que las fuerzas armadas vuelvan a ser
dirimentes explícitos en las democracias de la región, en los últimos
meses, luego de las movilizaciones populares de
finales del 2019, vivimos claramente
el retorno de su rol protagónico.
Frente a la crisis de acumulación mundial, la
actual ganancia por transferencias
parece no compatible con sistemas democráticos; peor aún en economías como
las latinoamericanas, caracterizadas por ser históricamente rentistas. En
momentos de expansión y crecimiento económico, tal situación puede pasar
desapercibida. No es el caso de lo que sucede actualmente en la región.
Sobre las rebeliones populares del 2019
Los cambios producidos durante la “década de la igualdad” habían generado dos efectos
que se juntaban y que, a pesar de
ser contradictorios, luchaban contra las políticas de concentración de riqueza
(Ramírez y Minteguiaga, 2019). En efecto, por un lado, una década de
democratización de derechos permitió una arista de cambio estructural en
las sociedades que ha sido muy poco discutido y menos aún analizado: los
estratos bajos y medios bajos rompieron el umbral que se habían
(auto)construido en el proceso de adaptación de sus deseos a la precarizada
situación en la que vivieron durante casi un cuarto de siglo. Experimentaron
el acceso a derechos y condiciones de vida dignas. En el otro lado de la
moneda, parece ser que los proyectos denominados progresistas generaron
una paradoja en las clases medias altas. Estos estratos, a pesar de haber salido de la
pobreza, no ser pobres y/o haber mejorado sistemáticamente sus condiciones
de vida y de consumo, desarrollaron expectativas de pertenecer a los
percentiles más altos de la escala social y económica, razón por
la cual subjetivamente empezaron a sentirse más pobres en términos relativos,
fenómeno que hemos denominado “la paradoja del
bienestar objetivo, malestar subjetivo” (Ramírez, 2016).
El despojo producido en pocos años de políticas
neoliberales de gobiernos como
el de Macri en Argentina, Moreno en Ecuador, Áñez en Bolivia,
hizo que se generen movilizaciones de aquellos sectores trabajadores, de clases pobres o medias pauperizadas que -por un lado- reclamaban vivir decentemente, en
tanto que -por el otro lado- una buena parte de los mejores posicionados en la
escala social demandaron que no se les “roben” ni se les “frenen”
sus sueños de prosperidad sin fin. En el caso de países como Chile y quizá Colombia,
la razón que impulsó a la gente a salir a las calles fue el no
cumplimiento de la promesa especulativa de bienestar que el neoliberalismo
había ofrecido durante décadas (ej. Educación o sistemas de seguridad social).
Los hijos habían visto cómo frustraron los sueños de sus padres y
madres, y no estaban dispuestos a ser estafados nuevamente. Las
rebeliones son producto de una búsqueda de justicia intergeneracional.
Si bien lo narrado describe lo sucedido
pre-Covid-19, hoy en día, en pleno
Covid-19, las movilizaciones continúan. No “respetan” ni el miedo
a los Estados de excepción ni tampoco el miedo al contagio y a la
muerte. ¡Entre morir por coronavirus o morir de hambre, el pueblo parece preferir morir luchando!
Covid-19: ¿dictadura o revolución?
La llegada del Covid-19 resultó
ser un catalizador de las contradicciones que vive el mundo y la región. A las
transformaciones las hacen los pueblos, no los virus.
El Covid-19
produce un cortocircuito. La pandemia del coronavirus saca a la luz y
rompe con el sueño de la acumulación “virtual”. Justo cuando se creía
que se podía superar la crisis de acumulación a través de la digitalización de la economía
(transitar del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo), el coronavirus
nos recuerda que, por más inteligencia artificial que haya, por más big
data, por más algoritmos, el corazón de
la economía sigue siendo el ser
humano. En efecto, el neoliberalismo ha querido prescindir del ser
humano para su acumulación. Siempre antepuso el capital sobre el ser
humano. Más allá de ciertos ganadores del capitalismo, de plataformas
como Zoom o Amazon, la pandemia de coronavirus
le recuerda al mundo que sin ser humano no hay ganancia del capital: el
capitalista no puede explotar al trabajador, pero tampoco se realiza la
dinámica de acumulación del capital porque no hay quién consuma.
Resulta irónico que, justo cuando el coronavirus nos recuerda la necesidad de
separar lo vital de lo superfluo, se use el confinamiento como
estrategia para profundizar la violencia social,
la violencia en contra de las mujeres.
Otros países con gobiernos conservadores, profundizan y se apalancan en
los estados de excepción para poder avanzar en la implementación de un
(dictaduras democráticas(?)) autoritarismo neoliberal recargado. Ecuador,
Brasil, Chile son ejemplos claros de tal audacia inmoral. No es casualidad
que Ecuador y Brasil sean los países con mayores muertes por millón de
habitantes de la región.
En efecto, en el marco de lo que ya ha venido sucediendo, el coronavirus
acentuará la violencia de las dictaduras democráticas que, quizá, dejen
la farsa del componente democrático, lo cual permitiría una acumulación
más violenta. No es casual que, a nombre del coronavirus, Bolivia posponga una salida democrática; que militares
brasileños impongan su agenda con los “terraplanistas”, anticiencia
y evangélicos en Brasil mientras miles de ciudadanos
mueren en las favelas o en la Amazonía; que Perú
lleve tanques de guerra a la frontera con Ecuador para que no
exista un flujo migratorio del país con mayor número de contagiados y
muertos de Suramérica; que Estados Unidos busque invadir Venezuela;
o que en Ecuador se creen fosas comunes y que el municipio de Guayaquil
done ataúdes de cartón para que los fallecidos por coronavirus gocen de
una muerte “digna”, luego de haber permanecido algunos días sus cuerpos
botados en las calles sin tener quién los recoja por la completa inacción del
Gobierno estatal nacional y del local. También seguramente el “lawfare” se
agudizará. El objetivo es que en ningún país suceda lo acontecido en Argentina donde, luego de un retorno brutal del
neoliberalismo con el Gobierno de Mauricio Macri, vuelva al poder
del Estado un Gobierno progresista. Quizá es necesario repensar sobre la
“banalidad del mal” de Hannah Arendt.
Por el lado contrario, la situación no resulta
pacífica tampoco. El 2019 será recordado en América Latina y quizá en el mundo como un año de
movilizaciones sociales masivas. Los gobiernos conservadores
llegaron a desmantelar la materialidad conseguida por las poblaciones tanto en
términos objetivos como subjetivos. No es casual que, en Argentina con
Macri, en Ecuador con Moreno o en Brasil con Bolsonaro se hayan incrementado
la pobreza, la
desigualdad, el desempleo, y el sentimiento de malestar social.
En muy poco tiempo, hubo reacción en las calles para frenar las
recientes recomposiciones neoliberales, que han sido y siguen siendo reprimidas
violentamente por las fuerzas armadas y las policías, especialmente en Ecuador,
Colombia, Chile y Bolivia. La indignación puede acrecentarse con la
política de “quédate en casa” en un mercado laboral cuentapropista, informal y subempleado que
vive del trabajo diario. La gran mayoría de la población económicamente
activa en la región vive de su trabajo a destajo, en circunstancias de
informalidad y sin acceso a salud pública.
La región tendrá tasas de decrecimiento
que oscilan entre 5% y 7%. Esto
implicará una caída de la demanda que agudizará la lucha por la vida, ya
no únicamente como consecuencia de la pandemia. A dicho escenario se
debe sumar lo inescrupuloso que resulta cómo han atendido la problemática
de los muertos ciertos gobiernos que buscan la profundización de la agenda
neoliberal. Los fallecidos cada vez son más, especialmente de las clases bajas. El virus circuló primeramente
a través de las clases medias altas y altas que son las que viajan y
circulan por el mundo; pero la mayoría de los
fallecidos son los pobres. La
imposibilidad de garantizar la “sobrevivencia” o incluso una muerte
digna, el deterioro de la calidad de vida que venía sucediendo antes del
Covid-19, el malestar económico que se sufre por la caída de
ventas, despidos, la reducción de ingresos por el decrecimiento
económico que habrá en la región producto de la
pandemia, la falta de credibilidad en instituciones democráticas,
más los muertos -que son “mis muertos” (mis
familiares, amigos o conocidos)- por ausencia de un Estado social que
garantice derechos básicos, puede ocasionar un coctel que produzca una guerra
civil a nivel local, nacional o regional (escenario Joker). En el mejor
de los casos, será un cambio radical (¿revolución?) a favor de las vidas (humanas y no humanas)
pero que puede también tomar tintes distópicos. Todo parece que el “in” y “pos” Covid-19
será igual al pre-Covid-19, pero recargado, repotenciado.
Debe quedar claro que lo que también demuestra la
crisis sanitaria es que los países que mejor responden a la emergencia
sanitaria son aquellos que
reivindican dos dimensiones muy materiales de la soberanía:
mayor autosuficiencia productiva (industria nacional, soberanía
alimentaria y sistemas sólidos de ciencia y tecnología) y mayores
capacidades estatales en protección social, sistemas sanitarios,
regulaciones del mercado laboral.
El discurso y praxis del Estado mínimo ha muerto. Así, de no
existir una intervención estructural y profunda que apague la bomba
explosiva que se está generando en la sociedad, seguramente los muertos
no serán por la pandemia sino por un enfrentamiento
social producto del autoritarismo neoliberal.
En América Latina,
la pandemia del Covid-19 no dará nacimiento a nada nuevo. El Covid-19 solo es un recordatorio del mundo
poco humano en que vivimos. A la historia la cambian los pueblos, y en América Latina la semilla de la
transformación se sembró hace ya algunos lustros, y será a través de la
resistencia creativa de la unión de movimientos
sociales y políticos, y de la ciudadanía en general que se viabilizará el disfrute
social de sus logros emancipatorios. Solo
el pueblo salva al pueblo. No me cabe duda de que nos salvaremos
y volveremos a abrazarnos; volveremos a besarnos; y, esta vez, será sin
miedo al contagio. ¡Será una fiesta, será el
“baile de los que ahora sobran”, y será hermoso!
René Ramírez Gallegos
Doctor en Sociología Económica por el Centro de
Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal).
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