“Indicadores y metáforas En Brasil como en todos los demás países las gráficas de la crisis utilizan las subas y bajas en el PBI, el Producto Bruto Interno. Este es un número calculado a partir del valor económico de los bienes y servicios producidos dentro de un país en un cierto período de tiempo. Sus orígenes están en la II Guerra Mundial, a partir del trabajo del economista Simón Kuznets en Estados Unidos, con el propósito de tener un número que resumiera el estado de la economía del país, de las capacidades de compra de las familias y de la salud de las empresas. Pero con el paso de los años, el PBI se convirtió en mucho más que eso, a medida que el desarrollo pasó a ser entendido como crecimiento en el producto. Todos celebraban sus aumentos y se alarmaban con sus caídas, haciendo que el PBI fuese un objeto de deseo en sí mismo. Se transformó en un número que parecía develar las esencias de una economía. Fue adoptado por legiones de economistas, y desde allí se extendió a empresas, bancos y gobiernos. En uno de los libros de texto más usados en economía, Paul Samuelson y William Nordhaus, premios Nobel en esa categoría, afirman que el PBI fue una de las más grandes invenciones del siglo XX.”
“Ese ascenso fue de la mano con el creciente tránsito de muchos economistas hacia la consultoría y la política. Ellos se sumaron a los políticos en ofrecer planes de crecimiento, eliminación de los obstáculos al crecimiento, aceleramiento del crecimiento, y muchas otras variedades de ese tipo. Pero al mismo tiempo se acumula la evidencia en sus limitaciones. No sólo es iluso que ese número represente a toda una economía, sino que hay componentes que son explícitamente excluidos, como el trabajo no remunerado de miles de mujeres o la producción de agua que brinda la Naturaleza, y aún si fueran incorporados es muy discutible cómo valorarlos económicamente. Tampoco es menor que las curvas del PBI imponen una homogeneidad irreal al cobijar situaciones tan distintas como un empresario que exporta carne o el que maneja el bar del barrio. El PBI hace desaparecer las desigualdades. Es por eso que, una vez más, Descartes tenía razón y el PBI es también una imagen distorsionada”.
“El uso del PBI y los dibujos de gráficas terminan siendo representaciones unas dentro de otras, y sirven para sostener metáforas. La economía contemporánea está repleta de ellas, fortalecidas de tal manera que dejaron de ser un recurso estilístico para convertirse ellas mismas en una nueva realidad. Se habla de una economía “fuerte” o “débil”, de “acelerar” o “frenar” el PBI, e incluso se otorga una condición casi metafísica al mercado como si fuera un ser en sí mismo. Apelar a metáforas para describir la crisis, por ejemplo, describiéndola como una U, tiene sus ventajas, pero también muchas de las desventajas que aquí apenas se comentan. Se las disimula bajo el halo del saber experto, de las ecuaciones y modelos matemáticos, aunque por más variables que se sumen, como siempre se parte de supuestos en ello retornan las tensiones cartesianas. Seguimos sin poder romper las ataduras con Descartes”.
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LA GEOMETRÍA DE LA CRISIS ECONÓMICA
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Eduardo Gudynas,
Rebelión viernes 13 de junio del 2020.
Al abordar la crisis desencadenada por la pandemia de covid 19 enseguida aparecen las evaluaciones económicas. Se escuchan o leen análisis sobre la severa caída de las economías nacionales y predicciones de sus posibles evoluciones apelando a gráficas. Entre las más citadas están las que describen una crisis en L, con una caída pronunciada del producto bruto que se mantiene por largo tiempo. Otros vaticinan una recuperación más rápida, llamada en U. Algunos creen que habrá caídas y subidas alternadas por lo cual el dibujo es de una W.
Desde los medios globales especializados en economía se advertía sobre la “sopa de letras del alfabeto” para describir la crisis (1). Con entusiasmo redoblado, la lista de posibles curvas se amplió aún más, y hasta se amplió a seis tipos distintos (crisis en L, V, U, S, Z y W) (2).
Todo eso está revestido de un barniz propio de la sabiduría de los expertos, con complejos cálculos económicos para obtener indicadores, pero que de todos modos se resumen en unas simples curvas. Trazos entre dos ejes. Hay allí al menos dos presupuestos que casi nadie discute pero que merecen ser analizados. Por un lado, la simplificación extrema de la estructura y dinámica económica de un país, y por el otro, que todo eso ello se puede expresar en un número, casi siempre el Producto Bruto Interno (PBI), dando por válido que resume la esencia de toda una economía nacional. Desde esos dos presupuestos se dibuja la geometría de la crisis actual y de sus posibles futuros.
Descartes detrás de las gráficas
Ese formidable esfuerzo de simplificación comienza por concebir a los países como sistemas simples, asumiendo que se pueden conocer todos sus componentes y las relaciones entre ellos. Es como si Brasil fuese una máquina y cada una de sus piezas estuviese identificada y se saben cuáles son sus funciones. Se pretende conocer cómo funcionan componentes tan distintos como las fábricas en una ciudad en un extremo del país o los agricultores en el otro extremo, y los modos por los cuales interaccionan para constituir la economía nacional. De ese modo, los economistas convencionales proponen ajustes o recambios para “acelerar” o “frenar” la economía.
Esa perspectiva puede representarse en una gráfica simple, como si el PBI fuese la “velocidad” con la que crece (o no) la economía nacional. Por ejemplo, el 28 de mayo de 2020 la CEPAL en su informe sobre los impactos de la pandemia predecía contracciones en todos los países. Sus estimaciones iban de – 4%para Chile y Uruguay, pasando por el – 5,2% para Brasil y llegando al – 6,5% de Argentina (3). A medida que avanzaron las semanas, los reportes dentro de cada país fueran cada vez peores.
Cuando se utilizan analogías como máquinas o gráficas en base a un número es inevitable recordar a René Descartes. En el siglo XVII Descartes insistía en que la realidad podía ser encarada como si fuera un reloj y si se conocían cada una de las piezas de esa maquinaria se podría entender su funcionamiento y predecir cambios al futuro. Al mismo tiempo Descartes utilizaba todo tipo de esquemas e imágenes en sus libros, por ejemplo, para describir fenómenos ópticos. En eso se originan múltiples tensiones que siguen presentes hasta el día de hoy y llegan a esas gráficas de la crisis por el coronavirus.
Es que Descartes era un extremista del escepticismo, dudando incluso de los datos empíricos ya que la verdad sólo se lograría por la experimentación. Como las imágenes están más allá de ese método, serían apenas una ilusión. Traducido al día de hoy, las curvas de caídas y recuperaciones económicas también serían una ilusión, o al menos una representación deformada de la realidad ante la cual habría que estar alerta. Pero al mismo tiempo, al repasar los libros de Descartes es evidente que usaba los esquemas con mucha intensidad y originalidad al explicar sus ideas. Justamente eso es lo que hoy en día practican los economistas y consultores con sus dibujos.
En efecto, las gráficas y modelos de la economía contemporánea de algún modo repiten esa tensión. Deben lidiar con dos propósitos irreconciliables: representar directa y acertadamente la realidad que abordan, aunque como esa representación es una deformación deberían evitarlas. El economista dirá que es “obvio” que las gráficas del PBI no representan a todos los componentes de una economía nacional, pero eso no impide reconocer que muchos de ellos, junto a empresarios, políticos o periodistas, usan esas imágenes como si así fuera. Esa concepción cartesiana del “motor” económico es muy clara en el equipo de Paulo Guedes, el ministro de economía de Jair Bolsonaro, al pretender saber cómo funciona esa maquinaria y así predecir que cada semana de aislamiento o cuarentenas representa pérdidas por 20.000 millones de reales (4).
Indicadores y metáforas
En Brasil como en todos los demás países las gráficas de la crisis utilizan las subas y bajas en el PBI, el Producto Bruto Interno. Este es un número calculado a partir del valor económico de los bienes y servicios producidos dentro de un país en un cierto período de tiempo. Sus orígenes están en la II Guerra Mundial, a partir del trabajo del economista Simón Kuznets en Estados Unidos, con el propósito de tener un número que resumiera el estado de la economía del país, de las capacidades de compra de las familias y de la salud de las empresas.
Pero con el paso de los años, el PBI se convirtió en mucho más que eso, a medida que el desarrollo pasó a ser entendido como crecimiento en el producto. Todos celebraban sus aumentos y se alarmaban con sus caídas, haciendo que el PBI fuese un objeto de deseo en sí mismo. Se transformó en un número que parecía develar las esencias de una economía. Fue adoptado por legiones de economistas, y desde allí se extendió a empresas, bancos y gobiernos. En uno de los libros de texto más usados en economía, Paul Samuelson y William Nordhaus, premios Nobel en esa categoría, afirman que el PBI fue una de las más grandes invenciones del siglo XX (5).
Ese ascenso fue de la mano con el creciente tránsito de muchos economistas hacia la consultoría y la política. Ellos se sumaron a los políticos en ofrecer planes de crecimiento, eliminación de los obstáculos al crecimiento, aceleramiento del crecimiento, y muchas otras variedades de ese tipo.
Pero al mismo tiempo se acumula la evidencia en sus limitaciones. No sólo es iluso que ese número represente a toda una economía, sino que hay componentes que son explícitamente excluidos, como el trabajo no remunerado de miles de mujeres o la producción de agua que brinda la Naturaleza, y aún si fueran incorporados es muy discutible cómo valorarlos económicamente. Tampoco es menor que las curvas del PBI imponen una homogeneidad irreal al cobijar situaciones tan distintas como un empresario que exporta carne o el que maneja el bar del barrio. El PBI hace desaparecer las desigualdades. Es por eso que, una vez más, Descartes tenía razón y el PBI es también una imagen distorsionada.
El uso del PBI y los dibujos de gráficas terminan
siendo representaciones unas dentro de otras, y sirven para sostener metáforas. La economía contemporánea está repleta de
ellas, fortalecidas de tal manera que dejaron de ser un recurso
estilístico para convertirse ellas mismas en una nueva realidad.
Se habla de una economía “fuerte” o “débil”, de
“acelerar” o “frenar” el PBI, e
incluso se otorga una condición casi metafísica al mercado como si fuera un ser
en sí mismo.
Apelar a metáforas para describir la crisis, por ejemplo, describiéndola como una U, tiene sus ventajas, pero también muchas de las desventajas que aquí apenas se comentan. Se las disimula bajo el halo del saber experto, de las ecuaciones y modelos matemáticos, aunque por más variables que se sumen, como siempre se parte de supuestos en ello retornan las tensiones cartesianas. Seguimos sin poder romper las ataduras con Descartes.
Al ser representaciones metafóricas, al final de cuentas la estimación de la crisis que hace cualquier vecino en el barrio, en su esencia puede ser tan válida como la de los analistas económicos o los catedráticos universitarios. En la geometría de la crisis se desvanece la pretendida superioridad del saber del experto y es necesario escuchar todas las voces.
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Notas:
(1) Alphabet soup: Understanding the shape of a COVID-19 recession, por D. Rodeck, Forbes, 19 abril.
(2) Just one in 10 fund managers expect V-shaped recovery for US economy, C. Smith, Financial Times, 25 mayo.
(3) Informe sobre el impacto económico en América Latina y el Caribe de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), CEPAL, Santiago de Chile.
(4) Governo estima que cada semana de isolamentogeraperda de R$ 20 bilhões no PIB, D. CaramFolha São Paulo, 13 mayo, https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2020/05/governo-estima-perda-de-r-20-bilhoes-no-pib-para-cada-semana-de-isolamento.shtml
(5) Macroeconomics, P.A. Samuelson y W.D. Nordhaus, McGraw Hill, 2010.
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