"Consecuencias sociales
• El colapso en curso tiene una
consecuencia universal: se concreta en escasez de agua potable, hambre,
carencia de servicios energéticos (frío, calor, iluminación, información y
movilidad) y de servicios sanitarios; creciente violencia social,
intersocial, territorial y de género, desigualdades crecientes… En una
palabra, miseria. Realidades presentes hoy, o
amenazas de un futuro más o menos cercano, según en qué región del mundo, y en
qué clase social, nos situemos. A falta de detalle sobre los
cambios introducidos por la pandemia podemos adelantar una consecuencia común: las
clases subalternas de todo el mundo son la gran mayoría de víctimas
(directas e indirectas) del coronavirus; con diferencias, claro está; no es
comparable la situación de Dharavi (Bombay) con la de Llefiá (Badalona).
• Pero el colapso en curso tiene
otra consecuencia, esta parcial, que se da sólo en países ricos con mayorías
sociales acomodadas, donde las cadenas de suministro se mantienen (con alguna
perturbación puntual), las tiendas están abastecidas y las consecuencias
(muertes aparte) para las mayorías se limitan a conflictos por el
confinamiento, incomodidades, molestias diversas. Una situación que puede
variar en un futuro, según se vaya concretando el impacto en la economía y
grupos sociales puedan pasar de acomodados a subalternos.
"En apuntes de urgencia sobre el coronavirus se
diferenciaba conocimiento de percepción, y consecuencias de
la pandemia para la mayoría social acomodada,
que no se implica en conflictos, y las numerosas minorías (acomodadas o no) que
reaccionan frente a ellos. Hoy, tras dos meses y medio de
confinamiento oficial y con una normalización en curso,
aún predomina el desconocimiento sobre el alcance y la naturaleza del virus, de
los avances científicos sobre tratamiento del COVID-19, de cifras reales
de víctimas y personas afectadas, o de posibilidades de repetición pasada esta
ola y grado de virulencia. También tenemos certezas; en la Guía de lectura práctica de una tesis doctoral se
apuntaban cinco. Asimismo, disponemos de análisis globales críticos,
exhaustivos, detallados y rigurosos. El más completo hasta ahora es La pandemia y el sistema-mundo,
documento de 33 páginas de Ignacio Ramonet, y
hay más. Pero el problema surge cuando se pasa de análisis globales a
realidades concretas y cotidianas. La pandemia ha evidenciado aún más la
brecha existente entre elaboración teórica, actividad política (legislativa y
ejecutiva), y decisiones tomadas por los poderes que mandan.
/////
SOBRE COLAPSO, ECOSOCIALISMO Y
CORONAVIRUS (I)
*****
Miguel Muñiz Gutiérrez |6/06/2020 | Mundo.
Rebelión sábado 6 de junio del 2020.
Toda
la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de
luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de
la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a
frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y
otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la
transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de
ambas clases beligerantes.
Karl Marx y Friedrich
Engels (1848)
De premoniciones y anhelos
El
dilema con el que un Marx de 29 años y un Engels de 27 abren en 1848 el Manifiesto
comunista: o “transformación revolucionaria” o “exterminio
de ambas clases beligerantes”, se irá actualizando más allá de la aportación
de los marxismos. En 1915, 67 años más tarde y en el
horror de la primera gran matanza bélica industrializada, Rosa Luxemburgo
lo reproducirá adecuándolo a su tiempo: “avance al socialismo o regresión a
la barbarie”, frase que originó el conocido “socialismo o barbarie”. En
1979, 64 años después, Manuel Sacristán lo recogerá de nuevo,
afinándolo:
«para que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización
despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un
inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y
radiactivo».
Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Manuel Sacristán, cuatro
casos, entre otros muchos, de premonición de exterminio, barbarie,
o estercolero,
sustantivos absolutos, contrapuestos al anhelo del socialismo. Afrontamos hoy
el colapso presente
proyectado hacia un futuro en que no queda tiempo para dilemas. Se hace
necesario concretar ese absoluto.
Devastación presente y cargada de futuro
Han pasado 41 años desde que Sacristán replanteó el
dilema. Hoy, comprobado el vínculo producción/destrucción,
conocida la dinámica de este capitalismo enloquecido y sin control, presentes
las implicaciones del principio de entropía, de la Tasa de Retorno
Energético o la Paradoja de Jevons; asumidas las limitaciones del
conocimiento científico, y las secuelas aleatorias y destructivas de la técnica
sobre una realidad inabarcable, sabemos más que en 1848, 1915, o 1979.
Podemos detallar ese conocimiento recurriendo, por
ejemplo, al capítulo 2 del libro ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por
el Green New Deal, de Héctor Tejero y Emilio Santiago Muiño. El
núcleo central corresponde a la energía, la causa de fondo del calentamiento
global, el cambio climático y eventos meteorológicos extremos y aleatorios
(huracanes, sequías, lluvias torrenciales…); de alteraciones en la circulación
oceánica y los ciclos estacionales, de los deshielos polares y la subida del
nivel del mar; de la desforestación acelerada (posible origen de la
dispersión del coronavirus), desertificación, pérdida de fertilidad y caída
de rendimientos agrícolas; secuelas de la energía son también las nuevas
plagas y la extensión de las conocidas a otras latitudes; la extinción
acelerada de especies animales y vegetales, las alteraciones en la flora, fauna
y ecosistemas regionales…
La energía es la causa directa de la contaminación
química y radiactiva, de las industrias extractivas y el ciclo acelerado
producción/destrucción; de la invasión de plásticos; está en la
base de una movilidad enloquecida, de bajo coste, gracias al
petróleo y derivados… Se podría seguir, pero basta recordar que son realidades
presentes, con implicaciones retroalimentadas y, por tanto, susceptibles de
incremento potencial según factores imposibles de prever.
Se trata de realidades materiales, no reducibles a
valores monetarios, no reversibles. Se puede calcular, por
ejemplo, en 100 millones de euros el valor de los materiales obtenidos de una
selva arrasada (o las acciones de la compañía beneficiaria), pero no se puede
disponer de una selva restaurada poniendo 100 millones de euros sobre la
mesa.
Son realidades que deberían ser tenidas en cuenta cuando
se discurre sobre alternativas, lo cual no
ocurre. Ni la Tasa de Retorno Energético, ni la Paradoja de Jevons, ni las limitaciones
del conocimiento científico, ni las secuelas aleatorias e incontroladas de la
técnica sobre una base biológica inabarcable, parecen contar a la hora de
producir discurso alternativo; el Green New Deal es un
ejemplo. El conocimiento no significa comprensión, ni mucho menos reacción.
Consecuencias sociales
• El colapso en curso tiene una
consecuencia universal: se concreta en escasez de agua potable, hambre,
carencia de servicios energéticos (frío, calor, iluminación, información y
movilidad) y de servicios sanitarios; creciente violencia social,
intersocial, territorial y de género, desigualdades crecientes… En una
palabra, miseria. Realidades presentes hoy, o
amenazas de un futuro más o menos cercano, según en qué región del mundo, y en
qué clase social, nos situemos. A falta de detalle sobre los
cambios introducidos por la pandemia podemos adelantar una consecuencia común: las
clases subalternas de todo el mundo son la gran mayoría de víctimas
(directas e indirectas) del coronavirus; con diferencias, claro está; no es
comparable la situación de Dharavi (Bombay) con la de Llefiá (Badalona).
• Pero el colapso en curso tiene
otra consecuencia, esta parcial, que se da sólo en países ricos con mayorías
sociales acomodadas, donde las cadenas de suministro se mantienen (con alguna
perturbación puntual), las tiendas están abastecidas y las consecuencias
(muertes aparte) para las mayorías se limitan a conflictos por el
confinamiento, incomodidades, molestias diversas. Una situación que puede
variar en un futuro, según se vaya concretando el impacto en la economía y
grupos sociales puedan pasar de acomodados a subalternos.
En apuntes de urgencia sobre el coronavirus se
diferenciaba conocimiento de percepción, y consecuencias de
la pandemia para la mayoría social acomodada,
que no se implica en conflictos, y las numerosas minorías (acomodadas o no) que
reaccionan frente a ellos. Hoy, tras dos meses y medio de
confinamiento oficial y con una normalización en curso,
aún predomina el desconocimiento sobre el alcance y la naturaleza del virus, de
los avances científicos sobre tratamiento del COVID-19, de cifras reales
de víctimas y personas afectadas, o de posibilidades de repetición pasada esta
ola y grado de virulencia.
También tenemos certezas; en la Guía de lectura práctica de una tesis doctoral se
apuntaban cinco. Asimismo, disponemos de análisis globales críticos,
exhaustivos, detallados y rigurosos. El más completo hasta ahora es La pandemia y el sistema-mundo,
documento de 33 páginas de Ignacio Ramonet, y
hay más. Pero el problema surge cuando se pasa de análisis globales a
realidades concretas y cotidianas. La pandemia ha evidenciado aún más la
brecha existente entre elaboración teórica, actividad política (legislativa y
ejecutiva), y decisiones tomadas por los poderes que mandan.
Mientras que las elaboraciones teóricas abundan en
consideraciones económicas, políticas e
incluso espirituales,
de profundo calado y alto nivel (en clave la Humanidad,
por ejemplo) proponiendo cambios
globales sin considerar los conflictos de intereses, y sin
señalar ni quiénes serán
los grupos sociales que presionarán o lucharán para hacer realidad esos cambios,
ni cómo proceder para llevarlos a la práctica, la actividad política hace un
uso oportunista de
la pandemia, buscando obtener
ventajas comparativas y provocar reacciones
electorales identitarias. El regreso progresivo de la clase
política a los medios, tras haber sido temporalmente
desplazada de su protagonismo por la dimensión de la tragedia, recupera los
discursos habituales integrando el coronavirus en las estrategias de
propaganda.
Por su parte, los poderes ajenos a todo
control imponen la sumisión a las
directrices de los que mandan (el espectáculo
de la CE es de manual) y, paralelamente, aprovechan la
situación, blindan sus intereses frente
a un colapso cuya dimensión conocen mejor que nadie.
Hoy, el eco del COVID-19 sólo resuena en la disyuntiva ‘economía o personas’
del discurso económico dominante y, aunque se escriben apuntes sobre la urgencia
de priorizar estrategias o
definir líneas geoestratégicas,
no existen decisiones políticas que los concreten. Podemos referirnos a España,
pero, a tenor de la (des)información imperante, en la mayoría de países la
situación es parecida o peor.
La consecuencia es que la percepción social de las mayorías
acomodadas bebe de la narrativa de la recuperación
de la normalidad tras el confinamiento, del baile de
cifras, de una ración cotidiana de anécdotas y actividades
de balcón, de apuntes breves de solidaridad vecinal, conflictos y violencia
digerible, de datos contradictorios sobre consecuencias
económicas y tipos de ayudas; y de bulos, medias verdades, mentiras y
manipulaciones.
De otra parte, las numerosas minorías sociales (acomodadas
o no) que
reaccionan ante los conflictos también están en proceso de
incorporar el coronavirus a sus rutinas discursivas. Dejando al margen el
sector netamente social como, por ejemplo, el que denuncia las pobrezas,
o los diversos feminismos y colectivos basados en identidades, y centrándonos
en el ecologismo social, encontramos tres limitaciones que impiden romper esas
rutinas.
• La primera, el
catálogo de devastaciones es tan amplio que sólo permite el detalle en la
denuncia, mientras que las propuestas de intervención global no pueden ir
más allá de medidas genéricas sin entrar en causas profundas ni apuntar a
responsables concretos, ni a beneficiarios genéricos, ni plantear medios
para enfrentarlos. Podemos encontrar pruebas en el discurso global sobre emisión de
gases de efecto invernadero, calentamiento,
protección de zonas polares, desertificación, agricultura, desforestación, biodiversidad,
etc.
• La segunda, la falta de rigor en la escala de las alternativas
propuestas; el mecanismo más habitual consiste en informar de
los éxitos o el potencial de una actividad (la agroecología y
las energías renovables suelen
ser las más habituales) y pasar a proponer su expansión global, sin asumir que
el cambio de escala supone limitaciones y conflictos que no se dan en el marco
de referencia original, y sin abordar las complejidades que todo ello implica.
• Y finalmente está la cuestión
del confort,
la resistencia de
las numerosas minorías que reaccionan ante
los conflictos a salir fuera de los círculos de convicciones compartidas,
estilo de activismo y ámbito de actuación. Resistencia a
interpelar a las mayorías sociales que no reaccionan, o a abordar la traducción
social de las medidas ambientales.
Sobre mayorías y minorías planea el factor tiempo.
Consecuencias con el coronavirus de fondo
Para personas de regiones de África, Asia profunda,
o áreas con ecosistemas frágiles, la dura lucha por la supervivencia
cotidiana deja la pandemia en un segundo plano. Es en las zonas en que, hasta
la pandemia, imperaba la normalidad dónde todo
seguirá casi igual a medida que se avance en las
diferentes etapas de desconfinamiento.
Hasta aquí hemos tratado sólo de grupos,
mayoritarios o minoritarios, que recuperan su actividad habitual
integrando el coronavirus como pueden; pero también están los otros, los que se
centran en el colapso global. Posiciones
decrecentistas, ecosocialistas, o colapsistas (de raíz marxista, o no), que abordan las consecuencias finales del dilema formulado
en el primer apartado de este artículo.
Aunque éstos no han integrado aún la pandemia en
sus análisis volvemos al factor tiempo, las cuestiones de fondo son
determinantes: sobre ecosocialismo, decrecentismo, colapsismo global y colapsismo marxista, trataremos en una segunda
parte.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario