“Competencia. El liderazgo económico mundial se juega, principalmente, en este terreno. Estados Unidos es el país que está en la vanguardia. Pero China amenaza. El resto, incluido Europa, viene quedando atrás, lejos de la disputa principal. La pandemia, al provocar un colapso de los medios tradicionales de interacción social, provoca un incremento de una magnitud inusitada de la demanda potencial de esos productos. Por ejemplo, en el primer trimestre de este año, Netflix aumentó en 15,8 millones la cantidad de suscriptores pagos. El doble de lo que tenía previsto. Y el valor de sus acciones en el mercado, en el mismo período, se incrementó en un 34 por ciento.
“La guerra contra el enemigo invisible del coronavirus deviene en guerra visible por el liderazgo mundial de la innovación. La soberanía nacional, que tradicionalmente estaba asociada a la fortaleza del complejo industrial-militar, ahora se disputa también en otros terrenos, como en el de la industria cultural o en el del complejo farmacéutico-sanitario. La difusión de estos nuevos medios de producción tiene fuertes repercusiones en los países periféricos. Por un lado, porque la generalización de esta potencia productiva emergente genera una tendencia a la sobreproducción en las industrias (o etapas de industrias) de menor complejidad. Por otro, porque se produce un efecto de obsolescencia de las innovaciones existentes.
“De este modo, las actividades productivas relativamente maduras pero rejuvenecidas a partir de la adopción de nuevos dispositivos digitales y del desarrollo de capacidades de diseño y comunicación, se presentan como el espacio de competencia posible para aquellos países y regiones que han quedado por fuera de la pelea por el liderazgo mundial. No es tan fácil de percibir aún como afecta la pandemia a la dinámica de este proceso. Pero no habría que descartar un efecto inicial de ralentización de la adopción seguido de una tendencia sostenida hacia la difusión acelerada.
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ECONOMÍA POLÍTICA Y CORONAVIRUS
EL NUEVO CAPITALISMO DE LA POSPANDEMIA.
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La guerra contra el enemigo invisible deviene en guerra visible por el liderazgo mundial de la innovación. La soberanía nacional, que tradicionalmente estaba asociada a la fortaleza del complejo industrial-militar, ahora se disputa también en otros terrenos, como en el de la industria cultural o en el del complejo farmacéutico-sanitario. El nuevo modelo de consumo y producción.
Por Sebastián Sztulwark
Página/12 domingo 21 de junio del 2020.
La pandemia del coronavirus parece haber logrado lo que no pudieron las más aguerridas masas de activistas: detener, aunque sea transitoriamente, la maquinaria capitalista.
Los antecedes de una crisis de esta magnitud se remontan al período de la gran depresión y de las guerras mundiales (1914 y 1945). Momento de conmoción del orden mundial en su propio centro. Como se sabe, esto es solo una apariencia. La maquinaria capitalista no se detiene, ni en ese momento, ni ahora. Solo se transforma.
Se insiste con que la pandemia nos enfrenta con una situación enteramente nueva. Y que la tarea es descifrar la magnitud y naturaleza de ese cambio. La crisis como punto de inflexión. La cuestión no deja de ser un malentendido. Sobre todo, para aquellos que desde hace años venimos trabajando con la idea de un corte mayor en la dinámica histórica del capitalismo mundial.
En esta perspectiva, se puede afirmar: lo nuevo que adviene en materia de economía política con la crisis del coronavirus se comprende más cabalmente al inscribirse en el marco de un cambio de estructura del capitalismo mundial que se viene produciendo al menos desde hace unas cuatro décadas.
Si esto es así, es posible comprender la crisis actual como un momento en el que ciertos elementos de estructura que existían de un modo potencial comienzan a ser efectivamente reales. A emerger como efectos de una nueva dinámica de estructura.
Consumidor
La nueva estructura del capitalismo mundial responde a cambios de naturaleza profunda en sus coordenadas espacio-temporales.
Desde el punto de vista histórico, asistimos al pasaje de un régimen de (re) producción de mercancías estandarizadas fabricadas con tecnologías mecánicas a un régimen de innovación permanente a partir del despliegue de nuevos medios de producción electrónico-informáticos.
El núcleo fundamental de la competencia capitalista mundial se orienta al diseño de nuevos productos y a la construcción de un discurso que sea capaz de movilizar el deseo del consumidor. Un poderoso giro subjetivo adviene en la dinámica del capitalismo mundial.
La función empresarial adquiere los rasgos de una máquina lingüística-comunicacional que inviste de sentidos al arsenal de mercancías que colonizan a un mundo de consumidores crecientemente segmentado. La tarea propiamente industrial de reproducción de bienes a gran escala, evidentemente, no desaparece ni pierde su relevancia en tanto fuente de valor, pero se manifiesta de un modo diferente que en el pasado: como trabajo simple, intercambiable, sujeto a las condiciones regresivas de la precarización.
Producción y finanzas
Desde el punto de vista espacial, los cambios tampoco son menores. La transformación histórica en la dinámica mundial de acumulación se expresa en este plano como una nueva división internacional del trabajo, que tiende a diferenciar entre un polo que cuenta con una planificación pública y una organización empresarial que le permite comandar el trabajo complejo y otro polo que, ante su imposibilidad de darse para sí esas condiciones, solo logra comandar trabajo simple, esto es, un trabajo de reproducción que se realiza sobre la base de conocimientos ya existentes, producidos en el polo dominante de la estructura.
La novedad no se ubica en la diferenciación espacial en sí misma (que es constitutiva del capitalismo desde sus orígenes), sino en la singular articulación que se produce entre sus diferentes componentes. Más que la forma-empresa (como estandarte del nuevo espíritu del capitalismo) lo que emerge es la forma-cadena (segmentación y dispersión global de la producción, pero centralización de la estructura de comando bajo la figura de la firma líder), en tanto dispositivo de gobierno del capitalismo mundial.
De este modo, el nuevo capitalismo se afirma como un sistema histórico de acumulación que supone una reconfiguración radical de la potencia productiva del trabajo y al mismo tiempo una nueva estructura de comando global de la producción y de apropiación de rentas.
La potencia productiva se desconcentra, pero el comando del proceso productivo y la apropiación de la renta se centralizan. Es la forma cadena.
En este marco se presenta una nueva relación entre producción y finanzas.
Por un lado, éstas intervienen facilitando la movilización de capitales necesaria para la puesta en marcha del proceso de reestructuración global, diferenciando entre las inversiones a escala de procesos simples de aquellas que promueven los procesos productivos de mayor complejidad.
Por otro lado, gobiernan la dinámica de la renta, tanto en la captura de parte del valor producido como en el despliegue de circuitos de acumulación que operan por fuera de la esfera productiva.
Aceleración
Si la novedad que emerge con el coronavirus se comprende mejor en el marco de lo que hay de nuevo en el propio capitalismo, tal vez la figura que mejor permita abordar este fenómeno sea la de una aceleración de efectos.
Desde el punto de vista del consumo, lo primero que aparece es un efecto de retracción. Con la excepción de los lugares en los que se venden los productos considerados esenciales, la escena es la de una desolación en el resto de los canales tradicionales del comercio. La máquina, en parte, efectivamente se detiene. Y comienza a emerger una inquietante pregunta: ¿una vez superado cierto nivel mínimo, consumir menos, no genera cierta satisfacción?
Una posible respuesta, al menos en algunos segmentos de consumidores, podría ser una mayor distancia crítica respecto de los objetos que el mercado ofrece. En ese marco, la máquina capitalista de innovación permanente se vería impulsada a producir un nuevo axioma: el desarrollo de una mayor complejidad lingüística-comunicacional que sea capaz de cerrar la brecha abierta por este corrimiento reflexivo y su demanda de un nuevo orden contextual para su práctica de consumo.
La máquina se alimenta de big data y acelera, utilizando las herramientas de la inteligencia artificial, su ajuste hacia una mejor comprensión del consumidor y sus necesidades más íntimas.
Digital
Al mismo tiempo, hay efectos que van en otra dirección. El consumo de productos a través de dispositivos digitales se dispara exponencialmente. Nada del todo nuevo. Pero se produce una aceleración: consumo de contenidos culturales vía streaming, redes sociales y medios de comunicación, sistemas de compra on-line, proveedores de servicios financieros digitales, plataformas de consumo masivo, de distribución y de transporte, y una larga lista de etcéteras.
La pandemia impulsa masivamente a asumir de un modo abrupto una pauta de consumo digital sin la cual es cada vez más difícil interactuar socialmente, ya sea para trabajar, aprender o simplemente para hacer “algo productivo” con nuestro tiempo libre.
La proliferación de contenidos (el diseño y la comunicación en el centro de la experiencia del consumo) y la emergencia de medios de producción y de comunicación digitales confluyen en un potencial que estaba ya presente desde hace décadas, PERO QUE AHORA, CON EL DISTANCIAMIENTO SOCIAL Y LAS RESTRICCIONES para la circulación de las mercancías y de los consumidores por el espacio físico de la ciudad, advine un salto, un aprendizaje social, masivo, compulsivo y generalizado que pone en juego y hace realidad el crecimiento exponencial de los modelos de negocios basados en el consumo digital.
La máquina capitalista no se detiene; cambia. Y los efectos potenciales de la nueva estructura se hacen realidad.
Técnica
Desde el punto de vista de la esfera productiva hay que analizar tanto la dinámica que adquiere en este tiempo la innovación en los nuevos medios de producción, así como también la difusión de esos dispositivos al resto del sistema productivo.
En el nuevo capitalismo, este proceso de creación de nuevos medios productivos está íntimamente vinculado a la creación de técnicas (cada vez más basadas en la ciencia) y al desarrollo de diseños dominantes, esto es, diseños que logran construirse como dominantes a los ojos del consumidor a través de las técnicas (siempre mejoradas) de la comunicación empresarial.
Progreso de la técnica y construcción de un público son las piezas clave del engranaje productivo de esta época. Constituyen la base para el desarrollo de mercancías que son útiles para producir otras mercancías. Pero, además, y como índice de novedad, técnica acrecentada y diseño dominante se expresan en una serie de dispositivos maquínicos de producción que no son artefactos electromecánicos, sino más bien, plataformas digitales, espacios para la interacción social, que constituyen la base fundamental para organizar y desplegar el trabajo productivo en esta época.
Competencia
El liderazgo económico mundial se juega, principalmente, en este terreno. Estados Unidos es el país que está en la vanguardia. Pero China amenaza. El resto, incluido Europa, viene quedando atrás, lejos de la disputa principal.
La pandemia, al provocar un colapso de los medios tradicionales de interacción social, provoca un incremento de una magnitud inusitada de la demanda potencial de esos productos. Por ejemplo, en el primer trimestre de este año, Netflix aumentó en 15,8 millones la cantidad de suscriptores pagos. El doble de lo que tenía previsto. Y el valor de sus acciones en el mercado, en el mismo período, se incrementó en un 34 por ciento.
La guerra contra el enemigo invisible del coronavirus deviene en guerra visible por el liderazgo mundial de la innovación. La soberanía nacional, que tradicionalmente estaba asociada a la fortaleza del complejo industrial-militar, ahora se disputa también en otros terrenos, como en el de la industria cultural o en el del complejo farmacéutico-sanitario.
La difusión de estos nuevos medios de producción tiene fuertes repercusiones en los países periféricos. Por un lado, porque la generalización de esta potencia productiva emergente genera una tendencia a la sobreproducción en las industrias (o etapas de industrias) de menor complejidad. Por otro, porque se produce un efecto de obsolescencia de las innovaciones existentes.
De este modo, las actividades productivas relativamente maduras pero rejuvenecidas a partir de la adopción de nuevos dispositivos digitales y del desarrollo de capacidades de diseño y comunicación, se presentan como el espacio de competencia posible para aquellos países y regiones que han quedado por fuera de la pelea por el liderazgo mundial. No es tan fácil de percibir aún como afecta la pandemia a la dinámica de este proceso. Pero no habría que descartar un efecto inicial de ralentización de la adopción seguido de una tendencia sostenida hacia la difusión acelerada.
Pirámide
Desde el punto de vista de la política económica, al menos en su dimensión estratégica, hay que distinguir entre lo que ocurre en la cima de la pirámide y lo que pasa en la base.
En el punto más alto de la competencia capitalista mundial se viene produciendo un sostenido proceso de monopolización de las capacidades productivas necesarias para promover la innovación permanente en los medios de producción más avanzados de esta etapa histórica. Su reverso es la centralización del comando productivo mundial y de la capacidad para apropiar rentas. La financiarización lubrica productivamente el proceso y, al mismo tiempo, gestiona el destino de esas rentas hacia terrenos protegidos.
La implicancia fundamental, en este nivel de análisis, remite a la necesidad de una regulación de la acumulación económica a nivel mundial que opere en un doble sentido: por un lado, que potencie el efecto “difusión” de los nuevos medios de producción, disminuyendo las barreras de propiedad intelectual que bloquean la circulación pública del conocimiento. Por otro, una regulación financiera y fiscal que permita un amplio proceso de redistribución económico y social. Se trata, como se ve, de una instancia de negociación global que como tal aún no existe. Pero que la propia crisis empuja a imaginar y a construir.
Desde el punto de vista de los países que han quedado fuera del juego de la alta economía mundial, la tarea fundamental es la planificación de un proyecto productivo que permita la adopción de las fuerzas productivas más potentes de nuestra época, para construir capacidades de innovación de tipo secundaria, esto es, complementarias a las innovaciones fundamentales.
Esta vía es la que permitiría escapar de la dinámica regresiva que está asociada a la producción de commodities primarios o industriales o a las fases más elementales de las industrias de alta tecnología. El eje de ese proyecto lo constituye el desarrollo de una infraestructura de formación y de investigación articulada con estructuras organizacionales que permitan eludir el comando productivo de los gigantes empresariales del mundo. Y, sobre esta base, ir construyendo un proyecto de creciente autonomía respecto de los principales centros productivos y financieros mundiales.
El pasaje de una escala de planificación nacional a otra de tipo regional pareciera ser un requisito ineludible, al menos para los países que no cuentan con un tamaño continental
Trabajo
Un segundo conjunto de implicancias surge al asumir una perspectiva de crítica de la economía política. En este sentido, resulta evidente que el desarrollo del nuevo capitalismo no es en absoluto contradictorio con nuevas formas de explotación y de precarización del trabajo, no solo en las actividades periféricas de la actividad productiva, sino también en las centrales.
La forma cadena expresa esa dualidad: lo más avanzado de la época (la innovación de punta mundial) se combina con formas brutales de reducción de costos que implican un retroceso en una larga historia de luchas por la conquista de derechos sociales. Y al mismo tiempo, los mecanismos financieros y legales que se han desplegado en esta época, permiten una obscena acumulación de riqueza en paraísos fiscales y otros espacios opacos de la economía mundial, en un proceso que tiende a ampliar las desigualdades existentes.
La crítica no puede evitar considerar la relación de cada uno de nosotros con el dispositivo de interacción social que se impone en esta época como núcleo central de la fuerza productiva emergente.
La contracara de este inmenso aumento potencial de la productividad social es la irrupción de los nuevos medios de producción electrónico-digitales, no sólo en la instancia del proceso de trabajo, sino también en la esfera de los hábitos básicos de nuestra vida cotidiana. Es la presencia de aquello más ajeno, más exterior a nosotros mismos (la pulsión capitalista de acumulación sin límite) en el ámbito de nuestra propia intimidad. La ferviente adhesión a este nuevo modelo de consumo y producción es lo que hay que ser capaz de pensar. Sobre todo, cuando los efectos de este proceso tienden a acelerarse.
* Sebastián Sztulwark es Investigador UNGS-CONICET. Coordinador del Área de investigación de Economía del Conocimiento (UNGS-
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