"El trabajo de investigación de Dorlin se centra en
la autodefensa de los grupos a los que históricamente se les ha negado en
virtud de su género o su raza, el derecho a proteger su vida, el derecho a
defenderse. No se trata,
sostiene, de aprender estrategias de combate individuales (la respuesta del
feminismo liberal que ella rechaza), sino de recrear un colectivo feminista
cuyo interés no esté puesto en reclamos y reivindicaciones legales, sino en
hacer cuerpo colectivo, en la visibilización y reactivación de las muchísimas
estrategias cotidianas de supervivencia y pensamiento que mujeres,
lesbianas, travestis y trans han desarrollado desde hace cientos de años.
Mientras la “defensa propia” es constitutiva de la
modernidad y del derecho burgués
(y por eso mismo, es un privilegio masculinista y heterosexual),
la “autodefensa” remite
a las prácticas que las socializadas mujeres desarrollaron ante la necesidad de
sobrevivir, y que muchas veces son el último recurso de quienes están
indefensas y son, por eso mismo, “indefendibles”. En este punto, el
trabajo de Dorlin enriquece los abordajes que podríamos realizar, para
pensar lo ocurrido con Pepa Gaitán, Higui, Luz Aimé y, en general, todos aquellos casos donde quienes no
deberían defenderse sí lo hacen y la justicia penal les castiga justamente por
este motivo.
"La autodefensa, para Dorlin, siempre es un modo colectivo de
pensamiento, acción y afección. Estar políticamente en la realidad es “estar
sensualmente en el mundo”, sintiendo el cuerpo, la potencia de su creatividad y
de su ira, tanto como su fuerza y sensibilidad. Hemos sido educadas para no saber decir que
no, para no molestar, no incomodar, no obstaculizar al poder del mismo modo en
que hemos sido educadas para negar el dolor, físico
y psíquico, que nos causa la dominación. Que no enfrentemos solas al
poder debiera ser, según Dorlin, uno de los puntos prioritarios de la agenda
feminista".
/////
Dra. Elsa Dorlin.
ELSA DORLIN: "¿QUÉ VIDAS SE SIENTEN
PROTEGIDAS POR LA POLICÍA?"
Entrevista a la autora de “Defenderse”
sobre la Rebelión Antirracista.
*****
Elsa Dorlin, filósofa francesa contemporánea dedicada al
estudio de la violencia en el cruce entre género y raza y autora, entre otros,
de Defenderse. Una filosofía de la violencia (Hekht, 2019), plantea que lo que
sucede hoy en Estados Unidos y en varios países europeos -en principio- es un
momento histórico crucial que también podría leerse como una puesta en práctica
de la autodefensa colectiva frente al racismo sistemático y al modo en que se
trazan fronteras entre las vidas que merecen ser vividas (y protegidas) y las
que son abiertamente violentadas. Fronteras bien visibles también en nuestro
territorio.
Por Natalia Ortiz Maldonado y Marilina Winik
Página/12 sábado 13 de junio del 2020.
El paralelismo entre el asesinato de George Floyd en Estados Unidos y la primera escena del
libro de Elsa Dorlin, Defenderse, es apabullante. El libro comienza narrando cómo
en 1991 Rodney King, un ciudadano norteamericano
afrodescendiente, fue interceptado por la policía mientras manejaba su
taxi. Tras una espectacular persecución (tres patrulleros, un helicópero y cámaras)
Rodney se baja del auto, la policía lo arroja al piso, lo golpea
salvajemente y le da innumerables descargas eléctricas. Cada vez que Rodney
trata de defenderse, la policía lo embiste con más violencia, como si el delito
fuese que un afroamericano trate de protegerse y ya no el exceso de velocidad.
Entre la violencia sobre Rodney King en 1991 y el
brutal asesinato de George Floyd hace pocos
días, pareciera detectarse la
emergencia de algo que sacude las fibras de la sensibilidad colectiva. Millones
de personas desafiaron el temor a la pandemia y a la policía, ocupando las
calles de las ciudades de Estados Unidos, exigiendo el fin de la violencia
policial contra lxs afroamericanxs: “Sin justicia, no hay paz”, “Black Lives Matter”, “Tengo
las manos arriba, no disparen” “no puedo respirar” son algunas de sus
consignas. Mientras escribimos esta nota un grupo de activistas instaura
una zona autónoma en Seattle y Trump redobla la apuesta movilizando a las fuerzas armadas
contra los reclamos de la multitud. Londres, Madrid, París, Berlín, Bruselas
y Roma ocupan sus calles para protestar contra el racismo.
Desde esta convulsión en un territorio de pandemia
es que se produjo nuestro intercambio con Dorlin,
una filósofa francesa contemporánea dedicada al estudio de la violencia en el
cruce entre género y raza, es investigadora y profesora de filosofía en
París 8. En el año 2009 fue reconocida como con una medalla CNRS
por su trabajo sobre pensamiento y epistemología feminista. Entre sus obras
se destacan La matriz
de la raza (La Decouverte, 2008), Sexo, género y sexualidades (Nueva visión,
2009) y Defenderse. Una Filosofía de la Violencia, publicado en Buenos Aires por Hekht en 2019 .
¿Cuál es tu lectura de lo que está pasando en
Estados Unidos, Elsa, se trata de una estrategia colectiva de autodefensa? ¿es
un momento más en la historia de las luchas emancipatorias o tiene una
relevancia particular?
Creo que hay miles, millones
de nosotrxs que somos plenamente
conscientes de que lo que se está jugando hoy en día en los Estados Unidos
tiene tanta importancia, que podemos decir que estamos viviendo un momento
histórico singular. Hay muchos indicadores de que se trata de una situación de
enorme intensidad: la escala del movimiento en el país, su resonancia internacional,
su determinación, su juventud y, por supuesto, su lugar en la larguísima
historia de las luchas y resistencias afroamericanas por la Justicia y contra
el racismo sistemático de los Estados Unidos.
¿Es posible entrever una alianza entre el género y la raza en este
contexto? ¿qué tipo de feminismo puede articularse con los procesos de
descolonización?
Hay muchísimas cosas que “en
principio” tendrían que impedir o imposibilitar la alianza de la que
somos testigxs y de la cual
también participamos -y por lo tanto no llegan a impedirla-: la violencia
policial (en Estados Unidos o en cualquier otro estado que se diga
democrático), la brutalidad y la intimidación de los manifestantes, las
represalias judiciales, financieras y psicológicas contra lxs activistas y sus
familias, contra la población, en un contexto donde las personas más
vulnerables, las clases más empobrecidas, están agotadas por la pandemia global del Covid.
Pero además hay mucho en juego para el feminismo:
en las últimas décadas, los movimientos
feministas de los países de capitalismo avanzado se han instrumentalizado en
gran medida, así como también han colaborado con políticas estatales represivas
y racistas. Sin embargo, también es cierto que, dentro del gran movimiento feminista, hay corrientes antiimperialistas
y descolonizadoras que se han opuesto abiertamente al feminismo liberal,
blanco y burgués, y que hoy lograron trastocar el equilibrio de poder. Como brújula, es importante
tener en cuenta lo siguiente: de la misma manera que la Nación, la policía es
enemiga del feminismo y de la emancipación.
En tus trabajos te detienes justamente en las diferentes estrategias
violentas y el fino borde por el que caminan las prácticas emancipatorias, y señales
que es necesario considerar toda una paleta de violencias, más o menos
evidentes…
No hay que olvidar que existen formas de castigo
menos brutales, menos evidentes, que las acciones directas de las fuerzas
policiales, las milicias supremacistas o las élites racistas. Hay
muchísimas otras formas violentas de negación del reclamo y la experiencia de
quienes luchan: los eufemismos, la despolitización de sus exigencias,
la victimización y los modos de atribuir una culpabilidad "blanca" (por
ejemplo, los modos en que se piensa el "saqueo"). Pero la cuestión fundamental
que hoy se nos plantea, incómoda y crudamente es la siguiente: actualmente en
muchos de los llamados países democráticos la policía mata con total impunidad.
Autodefensa
El trabajo de investigación de Dorlin se centra en
la autodefensa de los grupos a los que históricamente se les ha negado en
virtud de su género o su raza, el derecho a proteger su vida, el derecho a
defenderse. No se trata,
sostiene, de aprender estrategias de combate individuales (la respuesta del
feminismo liberal que ella rechaza), sino de recrear un colectivo feminista
cuyo interés no esté puesto en reclamos y reivindicaciones legales, sino en
hacer cuerpo colectivo, en la visibilización y reactivación de las muchísimas
estrategias cotidianas de supervivencia y pensamiento que mujeres,
lesbianas, travestis y trans han desarrollado desde hace cientos de años.
Mientras la “defensa propia” es constitutiva de la
modernidad y del derecho burgués
(y por eso mismo, es un privilegio masculinista y heterosexual),
la “autodefensa” remite
a las prácticas que las socializadas mujeres desarrollaron ante la necesidad de
sobrevivir, y que muchas veces son el último recurso de quienes están
indefensas y son, por eso mismo, “indefendibles”. En este punto, el
trabajo de Dorlin enriquece los abordajes que podríamos realizar, para
pensar lo ocurrido con Pepa Gaitán, Higui, Luz Aimé y, en general, todos aquellos casos donde quienes no
deberían defenderse sí lo hacen y la justicia penal les castiga justamente por
este motivo.
La autodefensa, para Dorlin, siempre es un modo colectivo de
pensamiento, acción y afección. Estar políticamente en la realidad es “estar
sensualmente en el mundo”, sintiendo el cuerpo, la potencia de su creatividad y
de su ira, tanto como su fuerza y sensibilidad. Hemos sido educadas para no saber decir que
no, para no molestar, no incomodar, no obstaculizar al poder del mismo modo en
que hemos sido educadas para negar el dolor, físico
y psíquico, que nos causa la dominación. Que no enfrentemos solas al
poder debiera ser, según Dorlin, uno de los puntos prioritarios de la agenda
feminista.
En tu libro Defenderse señalas
una línea que va dividiendo, a lo largo de la historia de las luchas, las vidas
que merecen vivir (y ser protegidas) de las que son abiertamente violentadas a
la vez que se les impide defenderse ¿cómo se construye esa línea en este
momento?
En los Estados Unidos, como en Francia, la pregunta
a la que todxs nos enfrentamos es: ¿quién se siente seguro ante la policía, qué
vidas se sienten protegidas, defendidas por la policía? y ¿quién se siente amenazado por la policía, qué
vidas corren el riesgo de ser acosadas, heridas o
asesinadas, tratadas como si no fueran dignas de protección,
arrojadas contra el suelo, indefensas ante el poder de la policía, es decir,
del gobierno? La frontera entre unas y otras vidas hoy sigue la línea del
color: es cierto en los Estados Unidos, es cierto en Francia, como lo
demuestra la política llevada a cabo en los barrios populares, contra los
movimientos sociales por la justicia social o contra los solicitantes de asilo
en el marco de la política migratoria.
Es necesario entonces rechazar el marco analítico
según el cual el problema no es la policía, sino unos cuantos miembros de la policía que tienen malas
prácticas, excesos, cometen errores o se comportan individualmente de manera
racista, sexista o transfóbica... Estamos cansadxs de este debate y las
manifestaciones recientes en los Estados Unidos permiten ver con claridad los
términos en los que debe plantearse la cuestión. Básicamente, en Francia, podemos
decir que la policía "hace bien su trabajo", porque está
claramente acostumbrada a poner a las personas pobres a trabajar y a
mantenerlas tranquilas en su gueto, la policía sabe asustar y disuadir a
quienes se manifiestan contra las políticas que destruyen los sistemas de salud,
de pensiones y de ayuda a la vivienda, que saquean la educación gratuita, el
agua, las políticas migratorias, etc. Eso es hacer bien el trabajo policial.
Si las prácticas policiales son un tema ineludible
para la emancipación feminista y decolonial, ¿sería necesario buscar una
alternativa a ellas?
La cuestión es, en efecto, la supresión de la
policía y la invención de otras modalidades -horizontales, solidarias, locales
y comunitarias- de resolución de conflictos (según el modelo de Chiapas,
por ejemplo). Es evidente que la cuestión de la policía debe estar vinculada a
la cuestión del capitalismo y del Estado neoliberal: cuando este último abandona
toda política social y deja a la mayoría en manos de una minoría que posee la
mayor parte de las riquezas (y que sigue enriqueciéndose, aunque eso
signifique destruir la vida de muchxs), entonces los Estados necesitan a la
policía, y esa policía sólo puede ser intrínsecamente mortal para la mayoría de
nosotrxs.
Hace muy pocos días circuló un video donde una afroamericana impugnaba
las manifestaciones del #BlackLivesMatter,
gritándole a una activista blanca, diciendo que el problema es la violencia en
general, que no importa si las víctimas son blancas o negras, que el racismo es
un artificio de la izquierda…
La verdad es que no me interesa lo que esa mujer
pueda pensar ¿Debería responderle? ¿Debería conmoverme lo que dice porque es
negra? Eso sería cargar esa especie
de culpa blanca de la élite privilegiada, que secreta e ingenuamente cree que
sus vidas tienen un mayor valor de verdad que las otras: escuchar,
simpatizar, arrepentirse y luego reanudar la vida normal como una persona
privilegiada... estos son las actitudes típicas de las élites progresistas
actuales. No, no estoy de acuerdo políticamente con esta mujer. Dentro de las
minorías (sexuales, de género, de clase, de raza) hay desacuerdos,
diferentes posiciones políticas, conflictos materiales. Reponer y visibilizar
esas tensiones valoriza y enriquece a los movimientos políticos tanto como a
nuestras bibliotecas, a nuestros legados, nuestros pensamientos y nuestras
luchas.
La historia colonial de la esclavitud es la matriz de todas las
dominaciones y luchas posteriores, allí ya podemos ver el modo, a la vez
interno y externo, en que el poder logra que quienes sufren la violencia no
puedan librarse de ella, modos afectivos y modos policiales del poder. Cuando analizas
el “vigilantismo” te estás refiriendo a un
fenómeno más extenso que la institución policial, ¿no?
Claro, al trabajar en la historia de la vigilantismo, he demostrado que todas las leyes de
defensa propia están vinculadas a la historia colonial: en los Estados Unidos, la defensa propia y el derecho de todo ciudadano
a estar armado es constitutivo del nacimiento de la joven nación americana,
compuesta concretamente por una minoría de colonos
blancos, que se declaran dueños de una tierra y se dan todos los
medios para conquistarla y hacerla prosperar en su beneficio, aunque ello
signifique masacrar todo a su paso. Son los "vigilantes"
y lo que conocemos en nuestras ciudades a través de los "vecinos vigilantes" viene de allí. La población en su conjunto considera
que esto es algo bueno porque estamos obsesionadxs con la cultura
popular americana y sus superhéroes, que no son otra cosa que una forma de
disculpa y de legitimación del vigilantismo.
Pero la historia de las luchas emancipatorias no es la historia de cowboys y superhéroes…
Las luchas por la justicia tienen una historia
diferente a la que nace en el mito de los pioneros americanos: aquellos granjeros blancos, buenos cristianos,
buenos padres que, con una Biblia en una mano y un arma en la otra,
construyeron los Estados Unidos. Así es como sus herederos aún se
imaginan a sí mismos (Donald Trump es la encarnación perfecta de esto) negando las raíces del mito: los millones de cadáveres de las naciones
indígenas, los millones de esclavos, el desarrollo del capitalismo
extractivista, la industrialización desastrosa, la catástrofe ambiental, el
nacionalismo militarista y el sobrearmamento privado, el imperialismo
dentro y fuera de las fronteras, la erradicación de toda oposición política, la
financiarización de la economía en beneficio de una élite extremadamente
rica y hegemónica, la cultura de masas y los cuentos de hadas del hombre que se
hace sí mismo, el superhéroe vigilante, etc., etc., etc.
Cómo podríamos leer la historia de las luchas como una historia de la
autodefensa ¿cómo tendríamos que interrogar a nuestro pasado, pero (sobre todo)
a nuestro presente?
La historia de las luchas muestra que la cuestión de la autodefensa plantea
dos preguntas: ¿quién
tiene derecho a defenderse? Históricamente, este derecho se basa en el color,
la clase y el género: se trata principalmente de hombres blancos propietarios.
La otra pregunta es: ¿quién tiene derecho a ser defendido? Hombres blancos y
también mujeres blancas, en nombre de la defensa de la "moralidad" y
la “virtud” de estas mujeres, trofeos sexuales que es necesario
defender de aquellos que se han estigmatizado como agresores natos. El mito del
violador negro (que justificó la mayoría de los linchamientos en Estados
Unidos), "nativo", "inmigrante",
"árabe", "extranjero" (en
Francia, en Europa), permanece terriblemente activo en nuestras sociedades: las
mujeres blancas tienen a
priori miedo a los hombres de color y gran parte de la prevención de
la violencia contra las mujeres está impregnada de racismo y de "blanqueo"
sexista.
Indefendibles
En el mes de junio de 2019 Elsa Dorlin estuvo en
Buenos Aires presentando su libro Defenderse.
Ante un auditorio repleto expuso sus líneas teóricas a propósito del contexto
europeo y estuvo muy atenta a escuchar nuestras propias historias de violencia
(violencia doméstica, lesbofobia, poblaciones migrantes). Esa noche hubo un
detalle muy representativo del impacto y la fertilidad de la propuesta de Dorlin: el auditorio estaba repleto de activistas y
académicas en partes iguales.
Es que uno de los principales efectos del trabajo
de Dorlin es refrescar los conceptos y las miradas sobre nuestras
propios conflictos y batallas. No ser Europa ni Estados Unidos no nos
exonera de sexismo ni racismo, sino que más bien complejiza las tramas de
nuestras propias violencias y la necesidad de ser conscientes de esas
distancias. Nuestrxs indefendibles, aquellxs que no tienen derecho a
proteger su vida y que, cuando lo hacen, se etiquetan como peligrosxs,
violentxs y “causantes de inseguridad”, no son tanto lxs afroamericanxs sino los
pueblos originarios y las personas migrantes, las lesbianas, travestis y trans,
las trabajadoras sexuales, las personas pobres, lxs habitantes de las
villas. Negrxs, plebeyxs y desviadxs. Sobre esos cuerpos se aplica la
violencia policial, así como también se les destina el sistema carcelario y
la estigmatización en los medios de comunicación masiva.
Desde hace años activistas, abogadxs, trabajadorxs
sociales, comunicadorxs y académicxs feministas, han logrado visibilizar una escena local muy
vasta y compleja en la que, quizá, sea posible ir hacia esa articulación
entre el género y la raza que propone Dorlin en clave
de autodefensa. No se trata de aprender a combatir, señala, sino de
desaprender a no combatir. Feminismos que alojen colectivamente el
desaprendizaje de los gestos, temores y discursos donde negamos la
violencia que nos atraviesa, feminismos que rechacen las premisas liberales e
individualistas. Como señala Dorlin en el Manifiesto de
Autodefensa que circula desde hace meses en la mar virtual:
“quizá ya es tiempo de habitar de forma diferente
nuestros músculos, de convocarnos a nosotras, de hacer cuerpo con nosotras
mismas”.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario