“Europa es un invento -como la máquina
tragaperras- hecha a medida de los patricios y la burguesía material e
intelectual. ¿De verdad queremos abrir las puertas a los
refugiados? ¿Acaso tenemos la generosidad y la voluntad de crear la
multimillonaria arquitectura que se necesita para recibir como Dios manda a los
millones de desplazados que huyendo de la muerte se agarran a nosotros como
a un clavo ardiendo? ¿De verdad queremos compartir mesa con ellos, tenerles de
vecinos en nuestro barrio y bendecir los matrimonios
de nuestros hijos e hijas con “los
desarrapados” de las pateras? Me temo que aquí hay mucho llanto de cocodrilo
y que los gobiernos europeos cada día nos representan más. Excepto ciertos
grupos de la resistencia, “la raza aria” (a la que también pertenece
la izquierda desclasada que cuando se emborracha canta la Internacional) está
encantada con pasar “la carga de los refugiados” a Turquía y pagar a Estambul, Jordania, Líbano etc., “cheques
en blanco”, para que la sangre no ensucie el piso de nuestra sociedad
del bienestar.
Otro gallo cantaría si los desplazados
llegasen en carretas cargadas de oro,
con mujeres en minifalda que nos guiñasen el ojo y hombres que aceptasen “una
cultura muy superior a la suya”. Los
éxodos bíblicos que vivimos acá y acullá son vistos cual plagas (causadas por
el cambio climático y “otros murciélagos) que amenazan con derribar los
pilares de “nuestra civilización” y de nuestra religión del dinero
que a los más ricos da pases para que maten elefantes y pongan sus
colmillos en los despachos donde solo se habla de la bolsa y los bolsillos. Hemos pasado de la Santa Inquisición a la Santa Comisión.
/////
EL INFRALUMPEN DE LA DESHUMANIZACIÓN
GLOBAL.
Refugiados-exclusión.
*****
Por Javier Cortines | 06/09/2020 | Opinión.
Rebelión domingo 6 de setiembre del 2020.
No basta con levantar al débil, hay que sostenerlo
después (Shakespeare)
Los éxodos bíblicos que vivimos desde hace décadas
y que constatan la degradación moral de Occidente (vocablo que viene del latín “occidere”,
morir) han cambiado para siempre la bonita geografía humana del primer
mundo, donde hasta hace poco festejábamos como locos nuestras victorias
históricas sobre “las razas inferiores” que durante siglos colonizamos,
explotamos, esclavizamos, violamos y exterminamos.
Las ONG´s y las mafias, cual serpiente del bien y el mal que se muerde la cola, llevan a cabo “su
tarea humanitaria” y, una vez cumplida su misión, “los gobiernos que nos
representan” aíslan en condiciones miserables a “los intrusos” que
se estrellan contra los muros del rechazo social. No basta con levantar al
débil, hay que sostenerlo después, decía el bardo universal William
Shakespeare.
De nada vale nuestra “bondad” si detrás no
hay una planificación sólida, dotada con ingentes recursos económicos, medios y
personal cualificado, destinada a la “acogida digna, la educación, la
preparación e integración” de los “nadies” que viene a nuestras
costas “con el sueño europeo o americano”.
Sin esa condición “el infralumpen” [1]
que acogemos en barrios pobres o marginales, o en las zonas rurales donde “los
harapientos” suelen caer en manos del “diablo”, que son tan largas
como invisibles, estamos dando palos de ciego. Engañándonos a nosotros mismos
para dejar “nuestra conciencia tranquila”, esa que velamos para no ver
la verdad.
Con escasas excepciones, a los migrantes [2] les encerramos en “guetos”.
Aquí también se practica “el apartheid”, aunque esa palabra sigue siendo
tabú para la progresía que nos gobierna, esa que utiliza con cinismo el
eufemismo. Ni las feministas protestan por las temporeras magrebíes que doblan
el espinazo de sol a sol -con salarios de hambre- en las huertas españolas
donde sale la fruta para Europa. ¡Ay de esas mujeres! Muchas de ellas sufren
una doble explotación: la del marido y la del patrón, con el bastón de la
religión.
Europa es un invento -como la máquina tragaperras-
hecha a medida de los patricios y la burguesía material e intelectual. ¿De verdad queremos abrir las puertas a los
refugiados? ¿Acaso tenemos la generosidad y la voluntad de crear la
multimillonaria arquitectura que se necesita para recibir como Dios manda a los
millones de desplazados que huyendo de la muerte se agarran a nosotros como a
un clavo ardiendo? ¿De verdad queremos compartir mesa con ellos, tenerles de
vecinos en nuestro barrio y bendecir los matrimonios de nuestros hijos e hijas
con “los desarrapados” de las pateras?
Me temo que aquí hay mucho llanto de cocodrilo y que
los gobiernos europeos cada día nos representan más. Excepto ciertos grupos de
la resistencia, “la raza aria” (a la que también pertenece la izquierda
desclasada que cuando se emborracha canta la Internacional) está encantada con
pasar “la carga de los refugiados” a Turquía y pagar a Estambul,
Jordania, Líbano etc., “cheques en blanco”, para que la sangre no
ensucie el piso de nuestra sociedad del bienestar.
Otro gallo cantaría si los desplazados llegasen en
carretas cargadas de oro, con mujeres en minifalda que nos guiñasen el ojo y
hombres que aceptasen “una cultura muy superior a la suya”.
Los éxodos bíblicos que vivimos acá y acullá son
vistos cual plagas (causadas por el cambio climático y “otros murciélagos)
que amenazan con derribar los pilares de “nuestra civilización” y de
nuestra religión del dinero que a los más ricos da pases para que maten
elefantes y pongan sus colmillos en los despachos donde solo se habla de la
bolsa y los bolsillos. Hemos pasado de la Santa Inquisición a la Santa
Comisión.
Cada vez que un grupo de refugiados o desplazados
se establece en un barrio o calle de una urbe adinerada o de clase media, los
vecinos empiezan a huir atemorizados, malvenden sus viviendas y compran casas o
pisos al otro extremo de la ciudad donde habitan “sus homólogos”. Si
llegan “migrantes ricos” la cosa cambia, el dinero es condición sine
qua non para alternar con el becerro de oro e incluso con gente corriente a
la que se ha lavado, con lejía Trump, su cerebro castrense, ese de la
metralla y la muerte.
Yo tuve varios amigos: palestinos, sirios,
egipcios, chilenos huidos de Pinochet y de “otros monstruos” que,
incluso con estudios superiores, lo pasaron muy mal intentando encontrar un
hueco en nuestra sociedad. Si ellos, que pertenecían a la elite de los
refugiados, no encontraron la famosa “hospitalidad española” o la
humanidad global que tanta mola ¿qué destino espera en esta Europa de “los
euros” y de “la ruleta rusa” a esos “nadies” que llegan a
nuestras costas con el estigma del animal o de los indígenas que siguen
siendo esclavos de un pasado espeluznante?
Mientras tanto (el pensar produce dolor de cabeza) escuchemos el Himno a la Alegría
de Ludwig van Beethoven y echemos la culpa al otro
de las injusticias que sufre este planeta donde “los muertos intentan abrir los
ojos a los vivos”.[3]
[1] Con
esa denominación vamos mucho más allá del término acuñado por Marx y Engels
pues nuestro siglo XXI, engullido ferozmente por el total capitalismo, necesita
de un cataclismo para que “los muertos sigan abriendo los ojos a los vivos”.
[2] La mala gente que se cuela entre ellos, una sonora minoría que ensucia la
imagen del total y que sirve de carnaza al racismo y de base para envenenar los
medios de comunicación, debería ser extirpada sin contemplaciones y puesta de ipso
facto de patitas en la calle. No se debería permitir que unos cuantos
canallas (individuos con mala sangre) salpiquen con sus acciones o
actitudes a una mayoría necesitada de humanidad que siempre acaba pagando los
platos rotos.
[3] Esa expresión está sacada de un artículo
del científico José Carrión, catedrático
de biología evolutiva, que trata de la nefasta “gestión del Covid 19” y
que se puede leer pinchando en este enlace: el árbol sufí
Blog del autor Nilo Homérico
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario