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Petro fue el segundo más votado en las elecciones presidenciales de 2018, detrás de Iván Duque, el candidato del establishment, en una campaña altamente polarizada. Muchos, con el miedo de «ser como Venezuela» como decía la campaña del Centro Democrático, votaron en contra de Petro, apoyando a Duque, actual presidente de Colombia, cuya gestión no alcanza el 20% de aprobación. Sin embargo, en esta campaña, la de 2022, Petro ha mostrado un tono más moderado, criticado por muchos de sus filas, por unirse con políticos tradicionales que manejan las llamadas maquinarias políticas como el expresidente liberal César Gaviria, quien podría brindarle su apoyo luego de las consultas internas.
En la segunda vuelta, todos se alinean contra el cambio, contra él. «Yo no puedo ser ni ambicioso ni falso de que históricamente en cuatro años se pueda producir el cambio real de la sociedad y del Estado colombiano, pero iniciamos una transición. ¿Hacia dónde? Hacia la democracia y hacia la paz», puntualizó. Los colombianos tienen la oportunidad de cambiar su historia. O al menos de intentarlo. Gustavo Petro, Francia Márquez y el equipo de Colombia Humana se juegan el presente y el futuro ante una derecha y ultraderecha encaramadas en el poder desde hace más de cinco décadas, succionando las riquezas del país, sumando masacres, desapariciones, asesinatos masivos y selectivos, represión permanente… y hambre, mucha hambre y desigualdad.
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LOS
COLOMBIANOS Y SU OPORTUNIDAD DE CAMBIAR LA HISTORIA.
Colombia
¿punto de inflexión o más de lo mismo?
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Por Aram Aharonian | 17/06/2022 | Colombia
Fuente Rebelión viernes 17 de junio del
2022.
“A
tres días de la celebración de la segunda vuelta de las presidenciales
colombianas el candidato Gustavo Petro del izquierdista Pacto Histórico y Rodolfo Hernández, la
versión colombiana de Jair Bolsonaro y Donald Trump de la Liga de Gobernantes
Anticorrupción definirán el destino de ese país durante los próximos cuatro
años en una de las elecciones más reñidas de la historia”. Ariel Ruiz Caro.
Petro es reconocido como uno de los
senadores más destacados del país tras destapar escándalos atroces como la
‘parapolítica’ (infiltración de paramilitares en la política) y los llamados
falsos positivos (asesinatos extrajudiciales por parte del Ejército). Aram
Aharonian
En
su tercer intento en llegar al cargo más importante de Colombia, Gustavo Petro lleva a cuestas el
lastre –así lo llaman los analistas del sistema- de haber sido integrante de un
grupo guerrillero, pero es uno de los líderes políticos más importantes de la
historia reciente del país, con capacidad de terminar con tanta injusticia y desigualdad, con tantas
masacres y muertes de campesinos, indígenas y pobladores, con tanta
impunidad para el establishment explotador.
Un
elemento destacado en la campaña de las derechas colombianas, latinoamericanas
y mundiales contra las candidaturas de Gustavo Petro y Francia Márquez, es que ellas
representan para esos sectores ultraconservadores
una enorme amenaza. Les aterra la posibilidad de que llegue un presidente de centroizquierda al poder en la nación
que con más ahínco (muertes y
desplazados) ha conservado la
oligarquía.
El actual gobierno de Colombia, el
que encabeza Iván Duque y digita Álvaro Uribe Vélez, es el principal aliado regional de Washington. En este país cafetero y cocalero EE.UU. tienen
instaladas ocho bases militares como
puntos estratégicos de su área de influencia y de seguridad en lo que
consideran su patio trasero desde
hace décadas. En Colombia es el país
latinoamericano donde nunca se ha realizado una reforma agraria.
El poder del narcotráfico y de los grupos paramilitares es enorme, lo que queda demostrado con un enorme acaparamiento de tierras, de los más concentrados en la región latinoamericana en manos de los grupos de terratenientes. En Colombia se ha prolongado una guerra que lleva más de 55 años. En Colombia se ha generado una de las situaciones de mayor marginación y pobreza del continente.
Para
los intereses de esa rancia oligarquía
colombiana, la candidatura de Gustavo Petro representa
el mayor peligro para sus
intereses. Por ello se ha lanzado con mayor fuerza toda una gran campaña en diversos medios de
comunicación y redes sociales,
tratando de inducir el miedo en los sectores
populares y medios de la
población de que “Gustavo Petro es
un peligro para Colombia”.
Hay quienes apoyan a Petro porque es un líder de la izquierda progresista en
un país altamente tradicional y de derecha, que propone hacer girar la economía alrededor de la vida, apostarle a la riqueza natural y a la protección del medio ambiente, así como
profundizar la democracia,
y hacer una estructura económica que
se base en la producción y no en la
extracción.
Se atrevió a decirle a CNN que
«no es posible una América Latina —llámela usted de izquierda o de
derechas— que viva de sacar gas, petróleo o cobre. La única posibilidad de un
desarrollo sostenible en América Latina es el conocimiento, es la producción».
Petro
sigue siendo estigmatizado por sus rivales políticos por su paso por la guerrilla del M-19,
una guerrilla urbana de origen
socialista, a la que se unió en su juventud. El M-19 dio
muchos golpes de efecto como el robo de las armas del Ejército del Cantón Norte
(1978), una fortaleza militar, a
través de un túnel, y en un acto «simbólico», recuerda Petro», cuando el M-19 robó la
espada de Bolívar.
«¿De quién era la espada?»,
recuerda Petro. «La espada no era ni más ni menos que del pueblo. Y estaba
realmente secuestrada», dijo en el programa de televisión Mesa Capital. El día
de la firma del acuerdo de paz con el M-19 en
1990, el grupo guerrillero devolvió la espada de Bolívar.
Era época de ebullición,
con la revista Alternativa de Gabriel García Márquez, de La pollera colorá´, Mariposas Amarillas y El
Camino Culebrero, en una Bogotá
que llegaba hasta la calle 100…
En Una
vida, muchas vidas recuerdan su paso por el M-19:
“Nuestro entrenamiento
militar era más en técnicas de clandestinidad, de aprender a resistir la
tortura en caso de que nos capturaran. Ese momento influyó mucho en mi
personalidad. Debíamos ser fuertes, centrados, silenciosos: ante la
presión, debíamos aprender a guardar la tranquilidad. Eso me ha servido en la
vida para, en los debates parlamentarios más duros, mantenerme tranquilo y
centrado”.
A prisión llegó por primera vez en 1985, luego de que un niño le revelara su ubicación al Ejército, intimidado por la amenaza de que le mataran a su mamá. Fue retenido sin orden de captura, torturado por agentes de la fuerza pública y recluido en cuatro lugares: la Escuela de Caballería del Cantón Norte, la Cárcel La Modelo, la Picaleña de Ibagué -luego de que lideraran una protesta para que dejaran trabajar a los presos- y La Picota de Bogotá, cuando hubo un intento de fuga en Ibagué y le echaron la culpa a él.
Contrario a
lo que afirman algunas versiones de la derecha ampliamente difundidas en las
redes sociales, Gustavo
Petro vio la toma del Palacio de Justicia a través de un televisor en la cárcel. No
obstante, debido a un comunicado reivindicativo emitido por el M-19 que llevaba su
firma, fue culpado por eso, y quedó en el imaginario popular que había participado
en la toma.
En febrero de 1987, cuando salió de
prisión, prefirió la clandestinidad en Santander. Allá conoció a Mary Luz Herrán, su primera esposa, con quien tuvo a sus hijos Andrés y Andrea. Nombres especial para Petro. Cuando recién ingresó al M-19 había escogido el alias de Aureliano, en honor a Gabriel García Márquez. Años más adelante
adoptó el alias de Andrés, como un
gesto de admiración hacia Andrés
Almarales, combatiente de quien destacaba su integridad y capacidad para la
oratoria, y que murió en la toma del
Palacio de Justicia.
A sus peleas dentro de la dirigencia del
M-19 se sumaron las amenazas de muerte que
empezaron a llegar por parte de la agrupación
paramilitar Colombia sin Guerrillas (Colsingue), que lo obligaron a aceptar
una propuesta del presidente César
Gaviria en el exterior. La familia Petro llegó a Bruselas para cumplir una función diplomática sin hablar inglés ni francés, pero debió
conformarse con un Diplomado en Medio
Ambiente y Desarrollo Poblacional en la Universidad de Lovaina.
Y aprendió a conducir; lo
que dejó de hacerlo cuando regresó a Colombia, en concordancia con su recién adoptada lucha ambiental.
También aprendió a usar un computador
de escritorio y accedió a internet.
Al regreso al país, él
hizo su primer intento por llegar a la Alcaldía de Bogotá, pero no tenía el impacto mediático de Antanas Mockus. No
obstante, la Alianza
Democrática M-19 se presentó a las legislativas en 1998 y Petro volvió a entrar al Congreso, de donde no salió
hasta 2009. Allí lideró todo
tipo de debates: desde acaparamiento de terrenos
en Bogotá, pasando por el caso de
Banpacífico y las escuchas telefónicas,
hasta la complicidad de la política
nacional y regional con el paramilitarismo.
En su época de parlamentario, Petro también tuvo un encuentro
de frente con el líder de las
paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Carlos
Castaño. Describió esa interacción como una con “una persona débil mentalmente, que se diluía ante contrincantes con
convicciones e ideas profundas. Al cabo de unos minutos ya tartamudeaba y
retrocedía”.
En su versión de la historia, le
advirtió a Castaño que moriría a manos de sus propios hombres
si no adelantaba un proceso de paz. Así fue: Carlos murió asesinado por su propio hermano, Vicente.
En 2009 salió del Senado de la República para aspirar a la presidencia
al año siguiente, y nuevamente en 2018. Dicen que, a la campaña electoral de 2022, llegó
acercándose a sectores impensables para sus campañas anteriores como el pastor evangélico Alfredo Saade, quien
participó en la consulta
del Pacto Histórico.
Incluso, tras su victoria en las
consultas internas y cuando la coalición del Pacto Histórico obtuvo una alta
votación en las elecciones
legislativas (16 senadores y 25 representantes
a la Cámara) se vio a un Petro calmo
y sonriente, confiado en que sería presidente,
apostándole a un cambio de política en su país:
Dicen que Petro
representa uno de los extremos políticos antagonistas del expresidente Álvaro Uribe Vélez, una polarización
de la que muchos dicen estar cansados, según las manipuladas y manipulables encuestas de la prensa hegemónica, que
insisten en el peligro del “comunismo” como si
viviéramos en épocas de la Guerra Fría,
aquella que en el resto del mundo terminó en 1991.
La fuerza que le dan sus millones de electores tiene contrapeso en sectores que prefieren votar por la derecha porque ven en Petro una amenaza al statu quo, como si éste les favoreciera.
Desde podcasts y videítos por redes nos
insisten en que Colombia es un país muy conservador en donde de alguna manera existe la idea colectiva de que un gran cambio es un salto al abismo. Son
quienes lo acusan de populista y
autoritario y hasta el presidente ultraderechista
Iván Duque afirma que, si gana las
elecciones, Colombia se convertiría en una Venezuela.
Hasta la prensa hegemónica habla de la
existencia de toda una serie de conspiraciones a su alrededor,
hay todo un hilo de propaganda muy
fuerte contra Petro impulsado por sectores más conservadores y tradicionales como las iglesias evangélicas que dicen que Petro «va
traer el homosexualismo, va a traer el comunismo, va a traer a Satanás”
Algunos analistas dicen que genera
pasiones viscerales encontradas: hay gente que lo idolatra a muerte, que lo adora, y hay gente que lo odia con todas las
entrañas.
La política ha sido transversal a Gustavo Petro. A sus 62 años recoge un paso por la
vida pública que lo ha llevado a ser personero y concejal de Zipaquirá, guerrillero,
representante a la Cámara, agregado de la embajada de Colombia en Bélgica, alcalde
de Bogotá y senador
de Colombia durante dos
periodos.
Es estoico, pausado, teórico:
algunos lo califican como orgulloso,
autosuficiente, engreído, y sus enemigos políticos hasta lo han como ateo, para alejarlo de los votantes en
un país católico,
Petro es reconocido como uno de los senadores
más destacados del país tras destapar escándalos atroces como
la ‘parapolítica’ (infiltración
de paramilitares en la política) y los llamados falsos positivos (asesinatos
extrajudiciales por parte del Ejército).
En 2011 ganó las elecciones para la
alcaldía de Bogotá.
Tras una investigación disciplinaria por
el manejo de una crisis relacionada con el sistema de recolección de basuras en la
ciudad, en un típico caso de lawfare, fue destituido por la Fiscalía e inhibido de ejercer cargos públicos. Si
no le puedes ganar en elecciones,
impide que participe en ellas.
Pero lo que podría leerse como una «muerte política», le
dio a Petro un impulso popular que
dejó imágenes muy recordadas, con el
alcalde
defendiese en plaza pública y una multitud
llenando la Plaza
de Bolívar en el centro de Bogotá, hecho que no se veía desde hacía décadas en el país, ayudando a construir la imagen de ser
un perseguido por
Su victoria jurídica internacional ante
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que ordenó su restitución como al alcalde de la capital en 2014, le permitió catapultarse como el líder de izquierda que
se ha construido hasta hoy.
Petro fue el segundo más votado en las
elecciones presidenciales de 2018, detrás de Iván Duque,
el candidato del establishment, en
una campaña altamente polarizada. Muchos, con el miedo de «ser como Venezuela» como decía la campaña del Centro Democrático, votaron en contra de Petro, apoyando a Duque, actual presidente de Colombia,
cuya gestión no alcanza el 20% de
aprobación.
Sin embargo, en esta campaña, la de 2022, Petro ha mostrado un tono más moderado,
criticado por muchos de sus filas, por unirse con políticos tradicionales que manejan las llamadas maquinarias políticas
como el expresidente liberal César
Gaviria, quien podría brindarle su
apoyo luego de las consultas internas.
En la segunda vuelta, todos
se alinean contra el cambio, contra él.
«Yo no puedo ser ni
ambicioso ni falso de que históricamente en
cuatro años se pueda producir el cambio real de la sociedad y del Estado
colombiano, pero iniciamos una transición. ¿Hacia
dónde? Hacia la democracia y hacia la paz», puntualizó.
Los colombianos tienen la oportunidad de
cambiar su historia. O al menos de intentarlo. Gustavo
Petro, Francia Márquez y el
equipo de Colombia Humana se juegan
el presente y el futuro ante una derecha
y ultraderecha encaramadas en el poder
desde hace más de cinco décadas, succionando las riquezas del país, sumando masacres, desapariciones, asesinatos masivos
y selectivos, represión permanente… y hambre, mucha
hambre y desigualdad.
… Yo no voy a votar por Petro:
No vivo en Colombia ni soy ciudadano colombiano…
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster
en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE).
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