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DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE. 5 DE JUNIO. ONU INSTA A RESTAURAR LAS TIERRAS Y ECOSISTEMAS DEGRADADOS. NACIONES UNIDAS, EL SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS (ONU), ANTÓNIO GUTERRES, instó hoy a los países a cumplir sus compromisos para Restaurar las Tierras y los Ecosistemas Degradados. Se están Aniquilando Bosques y Praderas, y se está Minando la fuerza de la Tierra para sostener los Ecosistemas, la Agricultura y las Comunidades. El Mensaje llega el Día Mundial del Medio Ambiente, a celebrarse hoy (5 de junio), cuyo tema Central este año es Restauración de las Tierras, Desertificación y Resiliencia frente a las Sequías. Informes de la Convención de las Naciones Unidas contra la Desertificación dan cuenta que hasta el 40% de las zonas terrestres del planeta están degradadas, lo cual afecta directamente a la población mundial. Muestran además que el número y la duración de los períodos de sequía aumentaron un 29% desde el año 2000 y, si no se toman medidas urgentes, las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población global en 2050.
“Según la Organización
Internacional para las Migraciones, la degradación
del suelo afecta de manera directa la vida de
las personas y sus medios
de subsistencia, amenazando la seguridad alimentaria
y del agua, y provocando migración y desplazamiento. El
organismo destacó que, cada año, millones de
personas son desplazadas por las catástrofes;
solo en 2023, los desastres provocaron 26,4 millones de
nuevos desplazamientos internos. De acuerdo con el Banco
Mundial, sin una acción climática y para
el desarrollo, temprana y concertada, más de 216
millones de personas podrían convertirse en migrantes
climáticos internos en 2050. “Pese a que
la humanidad depende de la tierra, en todo el mundo, una combinación tóxica de contaminación,
caos climático y eliminación de la biodiversidad está convirtiendo tierras sanas en desiertos y ecosistemas prósperos en zonas muertas”, advirtió Guterres. En consecuencia, subrayó, se pierden
las cosechas, desaparecen las fuentes de agua, se debilitan las economías y corren peligro las comunidades, lo que afecta más gravemente a los más pobres. Definió
este proceso como «ciclo mortal”, pues el uso de
la tierra es responsable del 11% de las
emisiones de dióxido de carbono que calientan el
planeta, las cuales, a su vez, potencian la desertificación, por lo que, sentenció, “es hora de salir de este ciclo”. Fuente. Prensa Latina.
/5/06/2024/.
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RESPONSABILIDAD
DE LA INDUSTRIA MILITAR Y LA GUERRA EN LA DESTRUCCIÓN DEL AMBIENTE.
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Por Edgar Isch L. | 05/06/2024 | Ecología social
Fuentes: Rebelión
Fuentes Revista Rebelión miércoles 5 de junio del
2024-
El
metabolismo entre sociedad y naturaleza
tiene puntos de equilibrio muy difusos, por lo que su fragilidad crece en medida que la sociedad utiliza un territorio
cada vez mayor, extrae recursos en
mayores cantidades o interviene, interrumpe y
altera los ciclos naturales. La capacidad humana de afectar a la naturaleza ha crecido
con el tiempo y, en el periodo que se asume como “capitaloceno”,
se expresa de manera violenta, generando una situación inédita en la historia humana de
destrucción y alteración. El capitalismo, en general,
ha roto el metabolismo y ha puesto en peligro a
la existencia de la misma especie humana, entre tantas otras.
En
el momento presente, que se corresponde con la fase del imperialismo, tenemos una
situación generada en la disputa, principalmente de las potencias mundiales, que se distribuyen
áreas de influencia inestables y conflictivas,
en espera de garantizar su rol en la dominación
del mundo. Entramos así en un momento en que se ha regularizado el uso de la guerra como una herramienta
y con desastrosos efectos para los seres humanos y los territorios.
El hecho que se llegue a casos de genocidio que prácticamente se transmiten de manera instantánea,
o que sin rubor se mencione una guerra mundial,
no dejan sino pensar en la barbarie, como una
opción de futuro distópico, que debe detenerse a tiempo.
Cabe
señalar que, contrario a los anuncios
realizados en décadas pasadas de un nuevo orden mundial que vería desaparecer los conflictos bélicos, estos han crecido en número (hay
56 guerras activas según semFYC, 2024), intensidad
y violencia. Eso lleva a preguntarse sobre
los efectos que estos conflictos tienen en el metabolismo
social y natural, aunque no ha sido un
tema tratado con detalle.
La
destrucción de territorios,
implicando la destrucción biológica de especies que
allí habitan, es el efecto más visible. Pero en
el interior del territorio podría existir un
cúmulo de especies aún no identificadas y en
riesgo de desaparecer, la reducción del número
de individuos de otras afectando la cadena
trófica o las interrelaciones biológicas. Los territorios atacados, en varias de estas guerras, incluyen bosques
nativos, causando efecto negativo en la captura de gases de efecto invernadero.
Pero también se afectan durante los entrenamientos militares de gran impacto,
como son los ejercicios militares que suman a
varios países a la vez.
Considerando que el ser humano tiene en su entorno no solo un medio ambiente natural sino también uno construido, es obvio pensar en la destrucción del mismo en cada bombardeo. Se destruyen viviendas y caminos, pero también las plantas para tener agua potable, los hospitales y escuelas. De esta manera se destruye el derecho humano a tener un ambiente seguro, sano y libre de contaminación. La salud física y mental es atacada de manera intencional al realizar la guerra sin importar la muerte de civiles.
El
uso de distintos productos contaminantes,
desde el plomo de las balas,
pasando por explosivos y llegando a gases, fósforo blanco o radioactividad,
acrecientan las consecuencias mencionadas anteriormente. Estos contaminantes continúan causando efecto por muchos años, ampliando su daño ambiental y a las poblaciones víctimas de las guerras de dominación.
Estados
Unidos, como primera potencia militar mundial,
entre 2001 y 2017 en acciones militares y su
industria emitió 1.200 millones de toneladas métricas de gases de
efecto invernadero (Crawford, 2019). Por su lado, la huella de carbono del sector industrial/militar y de
las fuerzas armadas de los 27 países miembros de la Unión
Europea en el año 2019 fueron estimadas de 24,8
millones de tCO2e (Parkinson y Cottrell, 2021). En síntesis, conforman
uno de los sectores que más inciden en el cambio
climático, que presenta ya fenómenos climáticos extremos con enormes daños a la vida.
Sin
embargo, la guerra es
también un gran negocio para unas cuantas industrias y consume unas enormes cantidades de
recursos. De acuerdo con SIPRI (2024) el
crecimiento total de presupuesto militar a nivel global
entre 2022 y 2023 fue del 6,8%, hasta
alcanzar los 2,44 billones de dólares, lo que
marcaría el mayor incremento anual desde 2009. Los 31
miembros de la OTAN gastaron 1,34 billones de dólares, lo que equivale al 55% del gasto militar mundial.
En
comparación, para enfrentar
“las
crisis del clima, la biodiversidad
y la degradación de la tierra
sólo podrán contenerse si se invierten 536.000 millones
de dólares anuales en los próximos 30 años” (ONU, 2021). Es decir, la quinta parte del gasto militar de 2023. Gasto militar que crece año tras año, mientras el
requisito ambiental se mantiene fijo, ampliando cada año la brecha.
En el marco
de la crisis integral del sistema, Centre Delàs
d’Estudis per la Pau (2021), señala que:
“El complejo militar industrial… Es un sistema que no tiene en cuenta los límites ecológicos y del planeta, que no respeta la dignidad de todas las personas, que utiliza esquemas patriarcales de violencia, que no se plantea una actuación coordinada a nivel planetario ante las crisis globales, y que no acepta la visión feminista de la igualdad esencial de todas las personas, descartando algo tan fundamental como su cuidado”.
Pero en lo que si
piensan es en cómo “blanquear” su actividad. Por
ejemplo, hablan de contar con “munición verde” y
“amistosas con el medio ambiente”. Una de las
empresas empeñadas en este gesto propagandístico es Bae Sistems (Sunday Times,
2006), que es a la vez una de las más grandes a nivel
mundial, habla de
“limitar los daños colaterales y minimizar el impacto en el medio ambiente, en la
medida de lo posible”. Solo le falta decir que serán armas
inteligentes y que no matarán. Pero un arma en manos de las potencias
será utilizada para imponerse en el mundo, matando y
esclavizando. Lo demás, lo demuestra la historia
reciente, no les importa.
El
guerrerismo imperialista también pretende justificarse en “derechos” que se otorgan a sí mismos. Israel sostiene tener el
derecho de realizar un genocidio;
Estados Unidos, el derecho
de atacar y sancionar pueblos enteros; Rusia, el derecho de invadir
Ucrania; y se puede seguir con un largo etcétera. Lo obligatorio es desmitificar esa manera de justificar su violencia masiva y denunciar al guerrerismo y las industrias
de armamento.
La
defensa del medio ambiente, así como la defensa de la
vida misma, incluida la de los seres humanos,
involucra hoy la lucha contra los afanes de
dominio mundial a través de las guerras. Justicia ambiental y guerra imperialista son totalmente
opuestos
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