Constan, aparte de este espantoso recuento, más de 1.700 jóvenes desempleados que fueron asesinados por soldados de carne y hueso en descampados de Colombia; fueron vestidos de “terroristas” (guerrilleros) y presentados como “muertos en combate”. Por esta práctica, que supera cualquier ficción literaria, los asesinos cobraban premios en dinero, en medallas, en canonjías. Y ninguno ha sido sentenciado, a pesar de que fueron identificados por un auditor de las Naciones Unidas, en sus repartos militares.
/////LA NUEVA DEMAGOGIA LATINOAMERICANA. Uribe se va pero el fascismo a lo colombiano se queda.
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Lunes 31 de mayo del 2010.Álvaro Cuadra (especial para ARGENPRESS.info)
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El triunfo de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las elecciones colombianas pone en evidencia el despliegue de la nueva demagogia latinoamericana, esta vez, como discurso de los sectores de derecha. Al igual que en el Chile de Piñera, Santos, miembro de una acaudalada familia y ex ministro de defensa del actual presidente Álvaro Uribe, promete un gobierno de unidad nacional que garantice la seguridad democrática.
La figura de Santos está ligada a su lucha contra las FARC, de hecho se le atribuyen los golpes más espectaculares contra la guerrilla. Al igual que el actual presidente chileno, posee una sólida formación económica en los Estados Unidos. La promesa de los sectores derechistas en diversos países latinoamericanos es la misma: la superación de la pobreza y la creación de empleos a través de una acelerada modernización de índole neoliberal.
La demagogia derechista logra seducir a las masas de electores con astutas promesas de bienestar, dirigido especialmente a los sectores medios. Los argumentos se presentan de manera fácil ante el sentido común: una mano dura amparada en la fuerza militar o policial para combatir la delincuencia o la guerrilla y, al mismo tiempo, la creación de muchos puestos de trabajo mediante el crecimiento económico. De este modo, el futuro pacífico y próspero de nuestras naciones queda resuelto por una ecuación simple que suma la represión y la seducción.
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Es interesante hacer notar cómo este tipo de discurso, repetido hasta la saciedad por los medios, ha barrido del imaginario social latinoamericano aquellas banderas de lucha que clamaban por una real justicia social, esto es, por una redistribución del ingreso, el respeto de los Derechos Humanos y un papel preponderante del Estado frente a los grandes consorcios nacionales y extranjeros. La arremetida demagógica de la derecha latinoamericana ha dado resultados, hasta ahora, en Chile y Colombia.
Los gobiernos de derecha llegan al poder con el apoyo explícito de los sectores empresariales, pero, además, con el apoyo implícito de otros poderes fácticos como los sectores castrenses. De suerte que el compromiso de seguridad democrática significa en los hechos la instauración de democracias de seguridad nacional, un diseño político y social que le otorga continuidad a las tesis esgrimidas por los militares latinoamericanos en la década de los ochenta.
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Es probable que la misma fórmula sea ensayada en otros países de la región, constituyendo un eje a nivel continental que se oponga a los gobiernos instalados más a la izquierda, como es el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador, entre otros. En el futuro inmediato, la realidad de Latinoamérica aparece escindida en dos grandes polos que orientan la política regional. Una realidad que, fuera de dudas, dificulta los procesos de integración y que plantea ya un escenario inaugural para la primera década de este siglo.
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Uribe se va pero el fascismo a lo colombiano se queda.
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Lunes 31 de mayo del 2010.
Alberto Maldonado (especial para ARGENPRESS.info)
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La frase de Jorge Eliecer Gaitán, no puede ser más lapidaria: “En este país –dijo en 1928- el gobierno tiene para los colombianos, la metralla homicida; y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.
82 años después (2010) no solo que el gobierno de turno (cada uno más fascista que el otro) ha seguido ametrallando a los pobres colombianos sino que ha ensayado “técnicas genocidas” viejas y nuevas (los falsos positivos, las fosas comunes, los hornos crematorios) y han entregado su país (7 bases militares) al “oro americano”
Lo más grave, de los nueve candidatos presidenciales, cinco se declararon abiertamente partidarios de seguir la misma senda trazada en los últimos ocho años por el para presidente Álvaro Uribe Vélez; y solo uno con posibilidades ciertas (Antanas Mokus) no es que esté totalmente en contra de esta política fascista sino que promete someterse a la ley; la ley nacional y la ley internacional.La derecha fascista no perdona
Es decir, si no gana Mokus, la premonición de Gaitán seguirá aplicándose pero no solamente dentro de Colombia sino en otros países, como ya lo ensayó el dueto Uribe-Santos, con Ecuador, y ha tratado de hacerlo con Venezuela.
El problema de geopolítica regional es que, por el momento, son mayoría en Latinoamérica y El Caribe los países con tendencia hacia el cambio, hacia el rescate de la soberanía y la dignidad nacionales. Pero, quién sabe si la tendencia pueda consolidarse y seguir adelante. Por lo menos, la derecha tradicional ya se ha establecido (o ha logrado un continuismo) en Honduras, en Panamá, en Chile, en Costa Rica, en Guatemala, Perú, México. Están en duda (mejor dicho, a medias) en Argentina, Paraguay, Brasil. Ya no tienen la menor duda de a adónde van, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y también el Ecuador, a pesar de que los pachakutecs ecuatorianos, otrora en posiciones de izquierda, “han descubierto” que Correa es neoliberal, ya que no hace lo que ellos quieren que debe hacer.Es casi un axioma político ineludible que, tras la izquierda viene la derecha; pero no esa derecha candorosa, pacífica, que todavía cree sinceramente en Dios y en Cristo; sino esa derecha cavernaria, esa derecha troglodita que piensa que si desaparece a todo anticristiano o que suene a ello, están sirviendo a Dios, a la Iglesia y, desde luego, a sus bolsillos, que han dejado de llenarse durante un tiempo. Y eso no lo pueden seguir permitiendo.
La tragedia colombiana.
“En Colombia existe una política de exterminio de la oposición; una banda de criminales organizada desde el Estado para asesinar” ¿Quién dice esto?: Sandra Piedad Córdova, esa senadora que se las ha jugado sin miedo porque en Colombia se den por lo menos algunos rasgos de humanismo y que ha logrado salvar a varios rehenes de las FARC, especialmente el último, el célebre sargento Moncayo, a quien la gran prensa sipiana, no solo de Colombia sino del Continente, de pronto “lo olvidó” a pesar de que hasta hace muy poco, fue figura principal de la prensa de espectáculo. ¿Será porque cometió el desliz, tan pronto como fue liberado, de insinuar que había que conversar con las FARC, porque “las FARC están ahí” y esa expresión estaba fuera de libreto?
Pero la senadora Córdova, que ha demostrado ser “muy macha” (muy berraca como dicen los colombianos) como diríamos en Ecuador y ha desafiado las iras imperiales del moderno fascismo y hasta ahora ha salvado su vida, no habla ni acusa en retórica barata, como los nuestros: recuerda a cada rato que en Colombia hay nada menos y nada más que 18 millones de pobres; y que de estos, por lo menos 7 millones no comen todos los días
Recuerda también que Colombia registra uno de los más altos índices de desplazados (internos y externos) por la violencia: más de cuatro millones (solo en Ecuador, se han refugiado, en los últimos años, más de 100.000) En esta lista, no hay que olvidar que más de 5.000 fueron asesinados por sicarios al servicio de la clase dominante; y de estos, más de 4.000 pertenecían a la izquierda.
Constan, aparte de este espantoso recuento, más de 1.700 jóvenes desempleados que fueron asesinados por soldados de carne y hueso en descampados de Colombia; fueron vestidos de “terroristas” (guerrilleros) y presentados como “muertos en combate”. Por esta práctica, que supera cualquier ficción literaria, los asesinos cobraban premios en dinero, en medallas, en canonjías. Y ninguno ha sido sentenciado, a pesar de que fueron identificados por un auditor de las Naciones Unidas, en sus repartos militares.
Los por qués de un por qué.
Ahora, ¿por qué Colombia no puede salirse de semejante conjura? Las explicaciones son varias. Recogemos algunas:
*- El miedo; el miedo que ha logrado imponer la clase dominante colombiana en más de medio siglo de violencia bestial (no olvidemos que, por los años 60-70 se denunció que soldados de la extrema derecha jugaban fútbol con las cabezas de liberales oposicionistas)
*- Ese miedo que impera en poblaciones rurales, a donde llegaban los paramilitares con armamento ligero y muy eficaz, sacaban de una reunión social o de sus casas, a hombres y mujeres, lista en mano, les enfilaban en la plaza principal y los fusilaban sin más. Después, obligaban a los sobrevivientes (ancianos, mujeres, niños) a huir antes de que les pase lo mismo, para luego adueñarse de sus tierras.
*- O el miedo impuesto por el sicariato. Un político de oposición, un dirigente sindical, un sospechoso de “castro comunismo” era sorprendido por un criminal en cualquier sitio o lugar y ejecutado ipso facto. El criminal (generalmente un joven desempleado) huía del escenario como que se iba de compras. Muy pocos fueron identificados y casi ninguno llegó a recibir la sentencia que se merecía. Peor, los que encargaban “el trabajito”
*- O el miedo a que su majestad Álvaro o cualquiera de sus lugar tenientes los “anatematice” en público y les obligue a salir de Colombia precipitamente, para salvar por lo menos la vida. Muchos periodistas colombianos viven en el exilio forzado pero por ellos ni la SIP, o el Grupo de Diarios de América, Fundamedios o Participación Ciudadana, dijeron jamás esta boca es mía. Bastaba que el “gran demócrata” les dijera públicamente que eran “terroristas de corbata” para que tuvieran que poner los pies en polvorosa o atenerse a las consecuencias: el asesinato en la vía publica.
*- ¿Otros miedos? los otros sicarios, que recurrían a los hornos crematorios o a las fosas comunes; una sola (del Llano) con más de 2.000 restos de seres humanos que fueron asesinados. Acaso se puede pedir a toda una población que denuncie, que increpe a sus verdugos. Que tenga valor.
En lo de los sicarios, me temo que esta atroz práctica se está empleando en Ecuador. No de otra manera pueden explicarse esos asesinatos ocurridos en Guayaquil, Quito, Esmeraldas, Manabí, que tienen la misma “técnica” que los sicariatos colombianos.
Otro factor -volviendo a lo de Colombia- ha sido y sigue siendo, el absoluto control mediático que las fuerzas represivas y sus empresarios tienen sobre los medios de comunicación más importantes, especialmente prensa escrita y televisión . Desde hace rato, en esos medios solo se publica lo que le conviene a la “seguridad democrática”. Es decir, el pueblo colombiano (no todo) ignora los crímenes del uribismo y sus antecesores. Y como que creen que “si no dicen nada” no les pasará nada. Tremendo error que le ha costado a millones de personas sus vidas, sufrimientos sin fin. Solo hay que revisar la historia de Alemania, de España, de Italia.
Para el Ecuador, las elecciones colombianas tienen alto significado. Juan Manuel Santos, a quien pintan como favorito pero seguido muy de cerca por Antanas Mokus, no tuvo empacho en declarar, en un panel de principios de campaña, que “había tenido el honor de ordenar el bombardeo del terrorista Reyes en territorio ecuatoriano” y que volvería a hacerlo si fuera necesario y de acuerdo con el “derecho a la defensa anticipada” una de las genialidades del imbécil de Bush hijo. Bueno, después se supo que fue la Condolessa esa, la que se ideó estas y otras frases para tratar de justificar lo injustificable (la invasión de Irak, por ejemplo)
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Desde luego, Rafael Correa reaccionó como debía reaccionar y por lo menos logró que el candidato fascista trate de dorar la píldora y de endosarle el problema “al Estado colombiano” Pero, una corresponsal en España de la agencia franquista EFE se aprovechó para tratar de poner en boca de Correa que había dicho que la posible elección de Juan Manuel Santos, como presidente de Colombia, “sería un problema para Ecuador” cuando en verdad lo que le preguntó fue que si no era un problema que un juez ecuatoriano había sindicado y ordenado la prisión de Santos por ser el autor confeso y directo de la masacre de Angostura (26 personas y tres heridas) a lo cual Correa respondió “que si, que ese podía ser un problema” ya que él como Presidente de Ecuador no puede, por si y ante si, ordenarle al juez que deje sin efecto esa disposición judicial.
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¿Podremos los ecuatorianos sentirnos seguros si llega a la Presidencia Juan Manuel Santos y su equipo depredador? ¿Podrá sentirse seguro Rafael Correa y su equipo de gobierno y su Alianza País y su revolución ciudadana, si la mayoría de colombianos designa presidente a este genocida confeso?
Serán cuatro años de lo mismo o peor ya que de la hermana Colombia llegan informaciones que don Álvaro Uribe Vélez está aprovechando al máximo los días que le quedan como presidente para visitar pueblos y aldeas a los que nunca fue y reafirmar su decisión de que “cualquier gobierno que venga” debe profundizar su “seguridad democrática” (un práctico autoritarismo de la peor especie) ya que ello garantizará que finalmente sean derrotados los “terroristas” de las FARC a quienes su gobierno ha asestado “duros golpes”
“Los mal pensados de siempre” (que en Colombia todavía quedan) ven en esta actitud un anticipo de que Uribe y su combo se disponen a regresar después de un período de 4 años ya que no le fue permitida su segunda reelección. Para ello, necesita de urgencia en el Palacio de Gobierno, alguien que le cuide las espaldas y que no vaya a tranzar (ni de broma) con los “terroristas”. Ya que con los narcotraficantes –al parecer y según reiteradas denuncias- tiene muy buenos puentes al extremo que en estos ocho años de uribismo, la producción de hoja de cosa y otros elementos se ha más que duplicado.
Quizá entonces (para el 2014) ya las bases militares norteamericanas se hayan establecido a plenitud en toda Colombia, hayan por lo menos “provocado” militarmente a la vecina Venezuela (o hayan logrado matar a Chávez) y desplazar “para siempre” las veleidades de esos gobiernos “díscolos” que tanto dolor de cabeza les están dando al Imperio y a sus aliados locales.
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