El concepto de exclusión social y el de pobreza son útiles para describir los motivos por los cuales unos colectivos sufren una situación de falta de satisfacción de las necesidades humanas básicas, mientras que otros grupos sociales cuentan con mayores niveles de recursos y protección. El interés de la exclusión social y de la pobreza se centra en la cuantificación e identificación de las personas y colectivos que son pobres, así como en la determinación de los procesos por los que se llega a carecer del acceso a los recursos más esenciales. La pobreza y la exclusión social constituyen realidades que son objeto de múltiples definiciones, que reflejan las diferentes interpretaciones y la amplitud de estos fenómenos, de sus causas y de las políticas que conviene poner en marcha para abordarlas. Ambos procesos pueden ser considerados de manera relativa o absoluta. En el primer caso, son tratadas en términos de desigualdad social; en el segundo caso traducen la incapacidad de acceder a un bienestar material básico y a unos recursos inmateriales, entre los cuales se encuentra la cultura.
Pero, ¿qué es la exclusión social y en qué se diferencia de la pobreza?. Sostenemos que el concepto de exclusión social incluye al de pobreza, y hace referencia a una serie de procesos en virtud de los cuales algunas personas y determinados grupos sociales son apartados de un conjunto de derechos de naturaleza política, laboral, económica y social. Esos derechos, se incluyen en las constituciones de los países y constituyen los pilares del Estado del Bienestar. Por tanto, los problemas de exclusión social y de pobreza no hacen sino reflejar, en definitiva, las deficiencias y las carencias del propio Estado del Bienestar. El concepto de exclusión social cobró importancia en Europa en los años ochenta, precisamente por tratarse de un término que derivaba del de pobreza. Pero este último no alcanza a describir los nuevos problemas más allá de la falta de recursos económicos, motivo por el cual la exclusión social adquirió más relevancia a nivel científico y divulgativo. También a nivel institucional programático. El término exclusión social surgió en los años setenta en Francia y que fue empleado por primera vez en la Academia, y que la exclusión continúa siendo un tema controvertido y aún no existe consenso respecto a su definición, como se demuestra por la cantidad de acepciones aportadas.
Los rasgos distintivos entre la pobreza y la exclusión social, son: la pobreza constituye un estado, mientras que la exclusión social constituye un proceso. La pobreza, constituye un fenómeno personal que afecta a individuos concretos, mientras que la exclusión social constituye una realidad estructural que implica a colectivos, a grupos sociales en definitiva. Por último, la pobreza caracteriza a las sociedades industriales a partir de procesos “arriba-abajo”, mientras que la exclusión social se refiere a procesos “dentro-fuera”, propios del neoliberalismo y las sociedades post-industriales.
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Estado de Bienestar: Exclusión Social y Pobreza.
Una relación de consenso y cohesión o una complejidad multipolarizante.
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Producción. CAESPA: Mayo del 2011.
1.- La exclusión social.
El año 2010 fue declarado Año Internacional contra la Pobreza y la Exclusión Social por la Unión Europea. No cabe duda, por tanto, de que la pobreza y la exclusión social constituyen realidades que adquieren cada vez más importancia, tal y como también se pone de manifiesto por las investigaciones realizadas, por los encuentros y congresos desarrollados y por las medidas y políticas que, al margen de su eficacia, han sido adoptadas por las administraciones públicas y las instituciones, especialmente a partir de los años ochenta y noventa.
Tortosa y La Parra (2002) afirman que el concepto de exclusión social y el de pobreza son útiles para describir los motivos por los cuales unos colectivos sufren una situación de falta de satisfacción de las necesidades humanas básicas, mientras que otros grupos sociales cuentan con mayores niveles de recursos y protección. Para los investigadores citados el interés de la exclusión social y de la pobreza se centra en la cuantificación e identificación de las personas y colectivos que son pobres, así como en la determinación de los procesos por los que se llega a carecer del acceso a los recursos más esenciales.
Para Arteaga (2009) la pobreza y la exclusión social constituyen realidades que son objeto de múltiples definiciones, que reflejan las diferentes interpretaciones y la amplitud de estos fenómenos, de sus causas y de las políticas que conviene poner en marcha para abordarlas. Ambos procesos pueden ser considerados de manera relativa o absoluta. En el primer caso, son tratadas en términos de desigualdad social; en el segundo caso traducen la incapacidad de acceder a un bienestar material básico y a unos recursos inmateriales, entre los cuales se encuentra la cultura.
Pero, ¿qué es la exclusión social y en qué se diferencia de la pobreza? Navas, Molero y Morales (2001) afirman que el concepto de exclusión social incluye al de pobreza, y hace referencia a una serie de procesos en virtud de los cuales algunas personas y determinados grupos sociales son apartados de un conjunto de derechos de naturaleza política, laboral, económica y social. Esos derechos, señalan los investigadores citados, se incluyen en las constituciones de los países y constituyen los pilares del Estado del Bienestar. Por tanto, los problemas de exclusión social y de pobreza no hacen sino reflejar, en definitiva, las deficiencias y las carencias del propio Estado del Bienestar.
Carrión (2009) mantiene que el concepto de exclusión social cobró importancia en Europa en los años ochenta, precisamente por tratarse de un término que derivaba del de pobreza. Pero este último no alcanza a describir los nuevos problemas más allá de la falta de recursos económicos, motivo por el cual la exclusión social adquirió más relevancia a nivel científico y divulgativo. También a nivel institucional programático. El autor afirma que el término exclusión social surgió en los años setenta en Francia y que fue empleado por primera vez por Lenoir (1974), y que la exclusión continúa siendo un tema controvertido y aún no existe consenso respecto a su definición, como se demuestra por la cantidad de acepciones aportadas.
Hernández (2008) ha investigado precisamente los rasgos distintivos entre la pobreza y la exclusión social. Para él la pobreza constituye un estado, mientras que la exclusión social constituye un proceso. La pobreza – afirma el autor – constituye un fenómeno personal que afecta a individuos concretos, mientras que la exclusión social constituye una realidad estructural que implica a colectivos, a grupos sociales en definitiva. Por último, la pobreza caracteriza a las sociedades industriales a partir de procesos “arriba-abajo”, mientras que la exclusión social se refiere a procesos “dentro-fuera”, propios del neoliberalismo y las sociedades post-industriales.
Para Espínola (2007) la exclusión social define la realidad de colectivos, personas y territorios que están fuera de los circuitos del poder, del disfrute de los bienes y servicios de la sociedad, bajo la apariencia de población prescindible, tanto para el trabajo productivo como para el dinamismo social. Además, el término exclusión permite designar, a la vez, los procesos y las situaciones de ellos derivados. Más ampliamente que la noción de pobreza, entendida como insuficiencia de recursos financieros, el concepto de exclusión social para Espínola guarda relación con los motivos por los cuales ciertas personas, grupos y territorios no alcanzan la integración, es decir, ni participan en el mercado de trabajo ni tienen capacidad de acceder a otros bienes básicos como la vivienda, la educación o la salud.
Para Carrión (2009) la exclusión social puede ser vista como un proceso que, total o parcialmente, excluye a los individuos o grupos de redes sociales, económicas y culturales, provocando que los individuos de una sociedad no participen en las actividades normales de dicha sociedad, aunque participar en las actividades normales pueda ser una elección propia del individuo (sin sentirse en desventaja por ello) y por más que aún estén por definir cuáles son las “actividades normales” y poder clasificar qué individuos están excluidos y cuáles no.
No cabe duda de que la exclusión social posee múltiples ámbitos y constituye un proceso más complejo y amplio que lo estrictamente económico, pues incluye los asuntos vinculados a la educación, la vivienda, el ámbito laboral, el acceso a determinados servicios, la salud, etc. (Marco, 2000). Afecta a colectivos diversos, conlleva la “no participación en el conjunto de la sociedad”, especialmente de los inmigrantes, por las características diferenciales de sus países de origen (formación, etc.), por las fórmulas de acceso al país de destino y porque se sienten obligados por necesidad e ignorancia a aceptar condiciones muy desfavorables.
Beck (1998) sostiene que, aunque la exclusión social ha existido siempre, en la actualidad se desarrolla en un “caldo de cultivo” diferente, caracterizado por la crisis económica, la globalización, el desarrollo de las tecnologías y las comunicaciones, la puesta en entredicho del Estado de Bienestar, la descentralización junto a la integración supranacional, los movimientos migratorios, etc. Raya (2005) afirma en este sentido que, efectivamente, exclusión y excluidos han existido siempre desde que hombres y mujeres han vivido colectivamente y han querido darle un sentido a la vida en comunidad.
Un gran número de investigadores (Estivill, 2003; Laparra, Gaviria y Aguilar, 1996; Muñoz del Bustillo, 2002) afirma que en la actualidad la exclusión social tiene su origen, sobre todo, en factores socioeconómicos e ideológicos que surgen desde mediados de los años setenta, a raíz de la crisis del petróleo y del desarrollo de los partidos políticos conservadores. Antes de todo eso la exclusión social poseía un gran contenido social y étnico, no tanto económico. En este sentido Solano (2007) mantiene que recientes estudios sobre el fenómeno de la exclusión social ponen de manifiesto que los principales factores que explican este fenómeno son:
1. Desempleo desprotegido
2. Enfermedad o discapacidad
3. Nivel formativo muy bajo
4. Pobreza severa
5. Falta de experiencia laboral por trabajo doméstico
6. Precariedad laboral
7. Analfabetismo
8. Aislamiento relacional
9. Precariedad y/o deficiencias en instalaciones básicas de la vivienda
10. Dificultades económicas en el hogar
Para Subirats (2005) la exclusión social se fundamenta, actualmente, en la fragmentación tridimensional de la sociedad (inmigración, envejecimiento de la población y nuevas relaciones familiares), en el impacto sobre el empleo de la economía post-industrial (nuevas relaciones laborales y precariedad) y en las deficiencias del Estado del bienestar para integrar a la gente. Nosotros podemos ampliar esta clasificación de factores causales:
a) Nueva economía
Globalización e internacionalización
Predominio en occidente del modelo asiático
Se excluye del mundo del trabajo a quien no es rentable
b) Nueva Sociedad
Inmigración
Envejecimiento de la población
Nuevas relaciones familiares
Individualismo y logro personal
Mezcla cultural
Terrorismo
c) Nuevo marco laboral
Precariedad
Legislación y relaciones laborales
Características del mercado de trabajo
d) Nuevo modelo político-institucional
Crisis del Estado del Bienestar
Nuevas relaciones de poder
En los mismos términos se expresa Cebollada (2006) cuando afirma que el término exclusión se refiere a que alguien queda fuera de algo, en contraposición a los que están dentro. Esta imagen de dentro y fuera en ciencias sociales la propuso Touraine (1991) para explicar una nueva realidad de las relaciones sociales que no se correspondía tanto con la de arriba y abajo, característica de las sociedades industriales. La exclusión, en definitiva, permite explicar los procesos de fractura social que aparecen en las sociedades occidentales como consecuencia del retroceso del Estado del Bienestar.
Laparra et al. (2007) la definen como un proceso de alejamiento progresivo de una situación de integración social en la que pueden distinguirse diversos estadios en función de la intensidad: desde la precariedad o vulnerabilidad, hasta las situaciones de exclusión más graves. Situaciones en las que se produce un proceso de acumulación de barreras o riesgos vinculados a distintos ámbitos (laboral, formativo, socio-sanitario, económico, relacional, habitacionales) y asociados también a la limitación de oportunidades de acceso a los mecanismos de protección.
Estivill (2003), en su informe titulado “Panorama de lucha contra la exclusión social”, define la exclusión social como una acumulación de procesos concluyentes con rupturas sucesivas que, arrancando del corazón de la economía, la política y la sociedad, van alejando a personas, grupos, comunidades y territorios de los centros de poder, de los recursos y de los valores dominantes.
¿A quién afecta la exclusión social? La exclusión social afecta a todos los ámbitos (educativo, laboral, económico, social, etc.), pero especialmente a los siguientes colectivos (Subirats, 2005):
a) Pobres y personas económicamente vulnerables.
b) Desempleados y personas en situación de precariedad laboral.
c) Personas con escasa o nula formación.
d) Enfermos y drogo-dependientes.
e) Inmigrantes, sin techo, personas mayores.
Por otra parte, la exclusión social admite grados. Raya (2005) presenta las siguientes categorías:
1) Exclusión social grave:
Excluidos del mercado de trabajo
Carencia de recursos para gastos básicos
Excluidos al acceso de vivienda
Des-escolarizados
Excluidos del acceso a la sanidad
Personas con carencia/conflictos de relaciones primarias
Personas con conductas delictivas y conflictos familiares
2) Exclusión social moderada:
Personas con precariedad laboral
Personas con dificultades económicas para gastos básicos
Personas con vivienda precaria y gastos excesivos por ella
Personas con acceso limitado a la educación
Personas con precariedad por motivos de salud
Personas con carencia/conflicto red de apoyo social
Personas con conductas a-sociales
3) Exclusión social leve
Trabajadores sin empleo estable
Personas con ingresos insuficientes para “otros gastos”
Privados de equipamientos básicos
Personas con deficiente cualificación
Enfermos crónicos
Personas con carencia/conflictividad de red de relaciones
Personas con conductas delictivas/a-sociales y conflicto familiar en el pasado
Respecto a la medición de la exclusión social debemos tener presente que, como afirman Subirats (2005) y Mateo y Penalva (2000), constituye un fenómeno dinámico y procesal que aún está lejos de estar cerrado: no se puede hablar de exclusión en términos binarios (se está o no se está excluido), sino en términos de trayectoria social y personal por la cual los individuos se desplazan por el eje inclusión/exclusión, en ambos sentidos. Por otro lado, la exclusión es un proceso multidimensional, poliédrico, que se genera desde distintos parámetros y se concreta en diferentes ámbitos o esferas de la vida que están interconectadas entre sí.
No obstante estas dificultades metodológicas y las relativas a la naturaleza de la propia exclusión social y al problema de su medición, proponemos una serie de indicadores útiles para medir la exclusión:
a) En el ámbito económico: indicadores de renta
b) En el ámbito laboral: indicadores de desempleo y de precariedad laboral.
c) En el ámbito educativo: indicadores de escolarización, de abandono, de fracaso y de analfabetismo.
d) En el ámbito socio-sanitario: índices de mortalidad y morbilidad.
e) En el ámbito de la vivienda: indicadores de propiedad-contratación, y de condiciones de habitabilidad
f) En el ámbito relacional: indicadores de maltrato, familias monoparentales, redes sociales
g) En el ámbito político-institucional: extranjeros sin papeles, extranjeros residentes, participación política y social, infraestructuras, servicios sociales
¿Cómo se combate la exclusión social y cómo se gestiona la inclusión social? Castel (2004), Moriña (2007) y Tezanos (2006) afirman que las medidas pueden proceder de varias fuentes. Hemos de destacar la labor de las ONG, de los servicios sociales y las medidas contenidas en los planes para erradicar la exclusión o para conseguir la inclusión a nivel europeo, a nivel nacional (Planes nacionales para la inclusión social en España) y a nivel local (Plan municipal para la inclusión social en Barcelona 2005-2010). Por otra parte, no todos los colectivos a los que les afecta la exclusión ni todos los ámbitos objeto de exclusión tienen idéntica importancia y peso.
Se reafirmaba en el 2010 el compromiso de la Unión Europea para potenciar la solidaridad, la justicia y la cohesión social. Además de los objetivos generales, la propuesta del Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social cuenta con cuatro objetivos específicos:
1.- Reconocer el derecho de las personas que se encuentran en situación de pobreza y exclusión social a vivir con dignidad y a desempeñar una función en la sociedad.
2.- Aumentar la adhesión de la opinión pública a las políticas y acciones de inclusión social, insistiendo en la responsabilidad de todos para afrontar la pobreza y la marginación.
3.- Promover una sociedad más cohesiva, sensibilizando sobre las ventajas para todos de una sociedad en la que se erradique la pobreza y nadie esté condenado a la marginación.
4.- Reiterar el compromiso político de la Unión Europea en la lucha contra la pobreza y la exclusión social, y promover dicho compromiso en todos los niveles de gobierno.
También se propuso centrar el Año Europeo en torno a los temas siguientes:
a) La pobreza infantil y la transmisión de la pobreza de una generación a otra.
b) Un mercado laboral que propicie la inclusión.
c) La falta de acceso a la educación y la formación.
d) La dimensión de género de la pobreza.
e) El acceso a los servicios básicos.
f) La superación de la discriminación y el fomento de la integración de los inmigrantes y la inclusión social y laboral de las minorías étnicas.
g) El estudio de las necesidades de las personas con discapacidad y de los demás grupos vulnerables.
Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones y de las declaraciones, Pedrosa (2009) ve ciertas limitaciones en el sistema de gestión de la exclusión social de la Unión Europea:
a) Legislativas: la aprobación de las acciones en materia de seguridad social y protección social de los trabajadores requiere, en principio, la unanimidad del Consejo, previa consulta al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones.
b) Está sujeta al principio de proporcionalidad: el contenido y la forma de su actuación no deben exceder de lo necesario para alcanzar los objetivos que figuran en el Tratado.
c) Se rige por el principio de subsidiariedad: la Unión sólo interviene cuando los objetivos de la acción pretendida no pueden ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros a nivel central, a nivel regional o a nivel local.
d) Está subordinada a la diversidad de prácticas sociales nacionales existentes y a la necesidad de mantener la competitividad de la economía europea.
e) Consecuentemente, depende, en gran medida, de la voluntad política que muestren los Estados nacionales para permitirle consolidar sus avances y seguir modernizando su contenido.
Hernández (2008) y de López-Arangúren (2005) destacan ocho características de la exclusión social en la actualidad:
1.- La exclusión social y pobreza están íntimamente relacionadas.
2.- Tendencia a sustituir el término de pobreza por el de xclusión.
3.- La exclusión social es mayor en las sociedades del conocimiento y tecnológicamente avanzadas.
4.- La exclusión social tiene mucho que ver con la falta de eficacia del Estado del bienestar para lograr la inclusión y a integración.
5.- La exclusión social se vincula directamente con el no-acceso a la ciudadanía.
6.- La exclusión constituye una construcción social.
7.- La exclusión social es un proceso, una espiral dinámica.
8.- La exclusión social es multidimensional, dinámica y compleja.
2.- La pobreza.
La pobreza tiene connotaciones negativas, constituye un concepto anterior al de exclusión social y tradicionalmente ha estado caracterizada por la privación de recursos básicos, debido fundamentalmente a razones económicas que impiden la compra de los bienes necesarios para la subsistencia. Pero ¿qué significa exactamente ser pobre? ¿Porqué los gobiernos de los países, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros organismos y ONG’s necesitan saber quiénes son los pobres y en qué grado de severidad sufren la pobreza? Una de las razones tiene que ver con la responsabilidad social y con la necesidad de orientar correctamente sus políticas de ayuda.
En la actualidad “ser pobre” no puede reducirse exclusivamente al hecho de carecer de dinero. La pobreza constituye un concepto multidimensional que puede derivar de circunstancias no materiales y ambientales, como las catástrofes naturales, los problemas políticos, la crisis de los mercados financieros, o la discriminación, por citar algunas. Asimismo, las manifestaciones de la pobreza son diversas y están relacionadas con la imposibilidad de garantizar el acceso o el consumo mínimo de bienes de primera necesidad, lo que puede traducirse en hambre, enfermedad, analfabetismo y bajas esperanzas de vida.
Para Laclé (2007) la pobreza no está definida objetivamente y su acepción es compleja y subjetiva. Es difícil determinar quién es pobre y quién no lo es, del mismo modo que es complicado generar el mejor indicador que permita identificar a esta población con precisión. Aunque es cierto que existe un amplio consenso en que la pobreza es de carácter multidimensional, el problema radica en responder a la siguiente pregunta: ¿cómo captar sus múltiples dimensiones?
De la misma opinión es Pérez (2009) cuando afirma que la pobreza es un fenómeno difícil de definir, en la medida en que, además de poseer una importante carga ética, presenta una naturaleza muy diversa y un carácter multidimensional. Precisamente, una de sus múltiples dimensiones es la económica, y es ahí donde los estudios económicos tienen su razón de ser. La mayor parte de las investigaciones se centran en la pobreza absoluta y la pobreza relativa.
Los defensores del concepto de pobreza absoluta entienden ésta como la incapacidad para acceder a un determinado conjunto de bienes y servicios, necesarios para la supervivencia del individuo y definidos exógenamente a partir de unos criterios objetivos. Por su parte, la pobreza relativa puede definirse como una situación carencial en relación con el nivel de vida medio de la población de referencia. Se trata de un concepto más amplio, vinculado a la falta de recursos necesarios para el desenvolvimiento social y humano, sujeto a variabilidad dependiendo del entorno social y económico.
El concepto de pobreza absoluta, aunque sigue vigente en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, tiene su ámbito de aplicación en los países en desarrollo. La medición de la pobreza absoluta implica determinar un valor de la renta o del gasto por debajo del cual se considera que no es posible cubrir las necesidades vitales mínimas. En cambio, en la Unión Europea y en España en particular se utiliza la concepción relativa de la pobreza, fijándose una línea divisoria que define la situación de pobreza en relación con algún parámetro de la propia distribución de la renta o del gasto que se esté analizando.
Por otro lado, también se habla de pobreza subjetiva y pobreza objetiva. La pobreza subjetiva tiene que ver con la opinión de los individuos sobre su propia situación. En el estudio y la gestión de la pobreza objetiva se utiliza la información proporcionada por los individuos sobre las variables de referencia. La inmensa mayoría de estudios económicos sobre la pobreza tiene como base una concepción objetiva de la misma.
Dentro del enfoque objetivo, la discusión sobre el establecimiento de líneas de pobreza no está zanjada, ya que éstas pueden ser absolutas o relativas y, a su vez, ser estimadas con métodos directos o indirectos. En particular, la Unión Europea establece el umbral de pobreza monetaria en el 60% de la renta mediana equivalente, asumiendo que “la pobreza es, por tanto, un concepto relativo definido en relación con el nivel general de prosperidad de cada país y expresado con referencia a un valor central de la distribución de la renta, teniendo en cuenta el tamaño de los hogares”.
En la actualidad y desde ciertas instancias se han planteado diversos enfoques multidimensionales de la pobreza que han tratado de considerar, conjuntamente, las carencias económicas y otras carencias de distinto índole, aproximando de este modo los procesos asociados a la pobreza a los de exclusión. El caso más notorio es el enfoque de pobreza humana propuesto por la ONU, que utiliza el índice IPH-2 para medir la pobreza en los países desarrollados, teniendo en cuenta en un mismo indicador las carencias de renta, salud, y educación, además de la situación de exclusión social.
Generalmente los estudios de la pobreza desarrollados han sido unidimensionales: han abordado el fenómeno de la pobreza entendida como pobreza monetaria, es decir, analizando el extremo inferior de la distribución de la renta. Se suelen distinguir dos corrientes claramente diferenciadas en los estudios económicos de la pobreza: un primer enfoque estático, de mayor tradición dentro de la literatura económica, en el que se analiza la situación de la pobreza en un momento determinado y su evolución mediante estática comparativa; y un segundo enfoque dinámico, más reciente, y que está cobrando mayor importancia en la medida en que se está incrementando la calidad de las fuentes de datos disponibles para desarrollarlo.
El estudio dinámico de la pobreza permite completar la información que proporcionan los índices de pobreza estáticos, introduciendo medidas sobre la estabilidad temporal y duración de la situación de pobreza mediante el seguimiento de los mismos individuos y hogares a lo largo del tiempo. Además, en determinadas circunstancias los estudios dinámicos permiten conocer el momento en el que un individuo u hogar se sitúa por debajo (o por encima) de un determinado nivel de renta o gasto, permitiendo buscar las razones para explicar esas transiciones.
Por otra parte, como afirman Lafuente, Faura, García y Losa (2009), aunque desde sus inicios el análisis económico se ha ocupado de la pobreza ligada a la desigualdad en la distribución de la renta, y en particular de los grupos de población con menor participación en dicho reparto, en las últimas décadas el estudio de la pobreza ha ampliado sus límites conceptuales y se viene imponiendo el análisis de la pobreza desde una perspectiva multidimensional.
Pero esto no quiere decir que se haya abandonado el enfoque tradicional vinculado al estudio de la insuficiencia de renta, sino que, todo lo contrario, éste último se ha visto complementado y enriquecido al considerar adicionalmente indicadores directos de las condiciones de vida de la población. Se está produciendo, por tanto, un abordaje dinámico además de multidimensional de la pobreza.
De este modo nos aproximamos a la definición ya asentada por Eurostat, que establece como pobres a “aquellos individuos y familias cuyos recursos son tan escasos que les hacen quedar excluidos de las pautas de consumo y de las actividades que integran el nivel de vida mínimo aceptable de la sociedad a la que pertenecen”. De este modo el concepto de privación se vincula con la existencia de carencias en diversos ámbitos (alimentación, equipamientos del hogar, vivienda, etc.) que se consideran importantes para una sociedad determinada, en tanto que son constitutivos de su modo particular de vida.
La medición de la pobreza es relativa y requiere, como ya se ha dicho, el uso de indicadores directos de las carencias en los diversos ámbitos considerados del nivel de vida. Para Badenas (2007) los índices que habitualmente se usan en los trabajos que cuantifican la pobreza como deficiencia de renta son limitados y necesitan, en primer lugar, establecer un nivel a partir del cual se considera que una unidad es pobre, es decir, cuál es el umbral o la línea de pobreza. Ello determinará que todas las unidades con renta inferior a tal nivel, son pobres.
Esta es una consideración demasiado simplista de la pobreza, si aceptamos que la pobreza constituye un fenómeno multidimensional, aunque muy operativa porque permite realizar comparaciones de forma inmediata. Esta última constituye la razón principal de su continuado uso. Las Naciones Unidas y otros organismos internacionales consideran que el umbral de la pobreza, desde un punto de vista cuantitativo y monetario, se encuentra en un dólar al día, en paridad del poder adquisitivo. Este es un indicador sumamente útil para segmentar a la población que está en el umbral de la pobreza o por debajo de éste. En cualquier caso, dónde o cómo se sitúe el umbral de pobreza es a todas luces arbitrario.
Para investigadores como Gil y Ortiz (2009) esta visión puramente monetaria cuenta con limitaciones, ya que sólo analiza la pobreza desde una de sus múltiples dimensiones. Desde una aproximación multidimensional de la pobreza su estudio a partir de un solo indicador monetario parece no ser suficiente. Por este motivo desde hace tiempo se aprecia un interés creciente en la literatura por ampliar las vías de análisis de la pobreza, proponiéndose para ello indicadores directos sobre las condiciones de vida (indicadores de privación).
Este tipo de indicadores analizan la pobreza desde una perspectiva multidimensional, ampliando el concepto de pobreza y considerando otros ámbitos de la misma (acceso a bienes básicos para tener una vida digna, educación, salud, participación social, etc.). Así, la privación se convierte en un concepto más adecuado para identificar las situaciones de marginación en épocas más recientes.
De hecho, cuando la Unión Europea declaró el año 2010 como Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, El Comité Económico y Social Europeo reconoció en su Dictamen que:
a) La decisión de establecer el Año Europeo en 2010 debería basarse en aquellas medidas de la pobreza que mejor pongan de relieve el grado de privación, las zonas afectadas y la gravedad del problema. Esto aumentaría la atención y el apoyo público a las políticas comunitarias y nacionales en materia de mercado laboral y de protección social dirigidas a personas y comunidades amenazadas o que ya sufren una profunda y absoluta pobreza.
b) La pobreza es un fenómeno polifacético con una distribución desigual de los riesgos en la sociedad. Cuando los riesgos se acumulan, ciertos grupos se vuelven particularmente vulnerables.
c) La pobreza está normalmente asociada al desempleo, sobre todo al desempleo de larga duración. Por lo tanto, como destaca el Informe conjunto sobre protección social e inclusión social de 2007, el trabajo es la mejor protección contra la pobreza y la exclusión social.
d) La pobreza también puede estar asociada a bajas cualificaciones, a la falta de las cualificaciones requeridas para un trabajo o a la inadecuación de las cualificaciones para obtener un trabajo de calidad con un salario apropiado. Los grupos más amenazados por este riesgo son los jóvenes, en particular los que abandonaron prematuramente los estudios, así como los trabajadores de edad avanzada.
e) Las personas también pueden quedar atrapadas en la trampa de la pobreza por unos sistemas de apoyo de los ingresos mal estructurados, que desincentivan la actividad en el mercado oficial de trabajo y, en última instancia, condenan a las personas a la pobreza en la vejez.
f) La estructura familiar también puede ser un riesgo: así ocurre con las familias en las que sólo trabaja un miembro, especialmente cuando son familias monoparentales, y las familias con tres o más hijos. La ruptura de la familia o la pérdida del trabajo, que ocasionan la pérdida de la vivienda, son situaciones potencialmente peligrosas.
g) Asimismo, las personas con salud delicada (por ejemplo, por razones de edad), con limitaciones cognitivas, las personas con discapacidades y las personas drogodependientes también son grupos con un elevado riesgo.
h) Las personas que residen en zonas periféricas o poco favorecidas por otros motivos también corren el riesgo de la pobreza.
i)Una categoría especial, amenazada por la pobreza, la forman los inmigrantes y las minorías étnicas, que además de tener frecuentemente cualificaciones sociales y lingüísticas inadecuadas, no se adaptan culturalmente y pueden sufrir discriminaciones.
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