Los yanquis asesinan a un muerto.
Venganza, Obama, no justicia.
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Jueves 5 de mayo del 2011.
Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)
La operación para asesinar a Osama Bin Laden pone de manifiesto varias facetas. La primera de ellas es el derecho que se arroga el imperialismo para ejecutar a sus opositores fuera de su territorio y de cualquier norma de derecho, así como la absolución que dictó en beneficio del agente de la CIA, el gusano Posadas Carriles, que hizo explotar un avión de la Cubana y ocasionó la muerte de 165 inocentes. Parafraseando a Teddy Roosevelt, los yanquis liquidan a los hijos de puta y protegen a sus propios hijos de puta.
La ejecución de Osama ha sido presentada poco menos que como una hazaña, cuando el hombre fue agarrado desarmado y carente de cualquier cordón de seguridad y de defensa. Ha sido descripta como el final del terrorismo y una expresión de la supremacía de Estados Unidos cuando se trata de proteger al género humano. En realidad, ningún terrorista ha derrotado en la historia a ningún Estado: han sido las masas las que han tomado en sus manos el cambio de la historia. Es precisamente esta constatación la que permite asegurar que los yanquis han cumplimentado un acto virtual, porque el motor de la historia en el mundo árabe nunca ha sido el terrorismo y ahora menos que nunca, cuando el mundo árabe se encuentra sacudido por revoluciones en cadena que involucran a centenares de millones de personas. Obama se jacta de haber derrotado a un enemigo que está alojado en su imaginación, en el mismo momento en que se potencia como nunca el verdadero enemigo del imperialismo: las masas árabes. La liquidación de Osama no tiene la jerarquía siquiera de un premio consuelo.
Un legislador norteamericano resumió bastante bien la situación: ahora que matamos a Osama, dijo, cantemos victoria y retirémonos de Afganistán. En efecto, varios analistas interpretan que el traslado del comandante yanqui en ese país, David Petraeus, a la dirección de la CIA es un paso hacia ese retiro. Al final, Bin Laden no fue pescado en el territorio enemigo de los talibanes, sino en el aliado de Pakistán, donde Osama se encontraba escondido desde 2005. Karzai, el presidente de Afganistán, se lo había advertido hace tiempo al director de Newsweek, F. Zacaria, según éste "al oído". Hace tiempo que todo el mundo sabe que los yanquis peleaban en el país equivocado por la imposibilidad de hacerlo allí donde se cocina el terrorismo, desde que ellos mismos armaron a los Osama para la guerra contra los rusos en Afganistán. Estados Unidos no ha invadido nunca ningún lugar por consideraciones relativas al terrorismo, sino para apropiarse de sus riquezas y, en el caso afgano, para dominar a las naciones musulmanas de la ex URSS.
Según los medios, los yanquis llegaron a Osama a fuerza de ‘interrogatorios' del tipo de los que usaban Videla-Galtieri en Argentina. Estados Unidos se ha convertido en un Estado de torturas sin la necesidad de una dictadura militar. Guantámano es el vaciadero de basura de la democracia y del estado de derecho de Estados Unidos. La Corte Suprema de Estados Unidos ha declarado a este sistema -que viola el derecho a la defensa en juicio y establece la supremacía del código militar sobre el civil- conforme a derecho en tanto cuente con el voto del Congreso. Esta sentencia judicial es sencillamente maravillosa: hasta ahora, el liberalismo aceptaba a la democracia dentro de los límites de la garantías personales (el derecho de propiedad). Ahora, se resigna a dejar en pie solamente aquellas garantías que cuenten con el aval del poder legislativo. Obama había prometido superar esta ‘anomalía', pero sólo la ha profundizado. La devaluación política del estado de derecho corre paralela a la devaluación del dólar -ambas son la expresión de la declinación imparable del capitalismo mundial.
Las tropas especiales de Estados Unidos han tirado el cadáver de Osama al mar, porque no pueden hacer lo mismo con la revolución árabe -que se encargará de echar al mar al imperialismo.
Venganza, Obama, no justicia.
Jueves 5 de mayo del 2011.
Ángel Guerra Cabrera (especial para ARGENPRESS.info)
La bárbara ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden y su peculiar “sepultura” en el mar es exactamente lo contrario al “se hizo justicia” de Obama y la secretaria de Estado Clinton. El propio jefe de la CIA, Panetta, ha declarado que matarlo fue la orden impartida al comando que realizó la operación. Ya en la versión corregida nos enteramos que el terrorista estaba desarmado cuando uno de los Seals le disparó dos veces al irrumpir en su habitación y horas más tarde el canal Al Arabiya informaba el testimonio a la inteligencia paquistaní de una hija de Bin Laden que vio a los soldados yanquis matar a su padre, ya prisionero.
Lo que ha predominado como móvil de esta acción es la venganza, un sentimiento salvaje inspirado en el odio, ajeno a la reflexión y opuesto por partida doble al Estado de derecho del que tanto presume Washington. Porque se ha hecho, además, en violación descarada y declarada de la soberanía de Paquistán, nada menos que uno de sus más importantes aliados en la “guerra contra el terrorismo”, como lo ha confirmado inequívocamente el gobierno de Islamabad. El hecho de que Bin Laden fuera un carnicero, un monstruo –engendrado y entrenado como tal, por cierto, en las entrañas de la CIA- no justifica que se le asesinara pisoteando la ley y en una casa llena de niños y mujeres.
Estamos ante la suplantación del imperio de la ley por el de la revancha en la cultura política estadunidense, que se viene estimulando por los medios de difusión, la derecha y el gobierno desde la administración de W. Bush y no ha cambiado con Obama. Es inquietante la imagen de miles de jóvenes frente a la Casa Blanca y en Times Square celebrando con gritos y cánticos patrioteros la muerte de otro ser humano. Eso sí, empuñando la bandera de las barras y las estrellas. Es el efecto sobre una franja de esa generación del nacionalismo estrecho, la xenofobia y la intolerancia que siempre generan las guerras coloniales, como las emprendidas a punta de las mentiras más groseras y las violaciones más flagrantes al derecho internacional y a la Convención de Ginebra con el pretexto de defenderse del ataque a las Torres Gemelas. Un estadunidense escribió en Twitter: “Si Osama Bin Laden está muerto, ¿pueden, por favor, devolvernos nuestros derechos?” “Cuando el fascismo venga a Estados Unidos vendrá envuelto en la bandera estadunidense” se afirma que dijo el controvertido político sureño de los años treinta, Huey Long.
¿El mundo es más seguro después de hacerle “justicia” a Bin Laden, como afirmó Obama? Ojalá tuviera razón pero lamentablemente su propia política demuestra lo contrario. Estados Unidos sigue ocupando a Irak y Afganistán, Obama extendió la guerra con los aviones no tripulados a las zonas tribales de Paquistán y desde hace unas semanas bombardea Libia. Continúa su apoyo incondicional a la ocupación y genocidio practicado por Israel contra los palestinos. Estos agravios son bofetadas en pleno rostro a millones en todos los países musulmanes, en particular sus juventudes, si fueran pocas las recibidas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos desde el siglo XVIII, mucho antes del ataque terrorista del 11/9.
Paradójicamente, como han subrayado Santiago Alba Rico y Robert Fisk, las revoluciones árabes de 2011 son laicas. Nada tienen que ver con el fanatismo religioso y está más que probada su vocación civilista, democrática y pacífica. Hay que poner atención a Alva Rico cuando asocia el asesinato de Bin Laden a la necesidad de resucitar a Al Quaeda -que no ha tenido presencia en los recientes movimientos árabes- y con extraños actos terroristas ocurridos en las últimos semanas en Cisjordania y Marruecos, que pueden obedecer al objetivo imperialista-saudí de descarrilar la promisoria ola revolucionaria árabe.
El asesinato de Bin Laden reafirma la política inaugurada por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 de desconocer las soberanías nacionales y proclamar su supuesto derecho a atacar en cualquier momento y lugar a los presuntros terroristas o a quienes amenacen su “seguridad nacional”. Pero no va a poner fin a la guerra interminable que empezaron entonces pues esta no tiene nada que ver con esos espantajos sino con apoderarse desesperadamente de petróleo, gas, agua, biodiversidad y no tolerar gobiernos independientes en ninguna parte. Si de combatir el terrorismo y hacer justicia se tratara sería Posada Carriles y no los cinco héroes cubanos quien estaría preso en Estados Unidos.
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