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Sobre la base de la Encuesta
de Cultura Ciudadana aplicada en ciudades latinoamericanas tales
como Belo Horizonte, México DF, Quito,
La Paz, Bogotá, Medellín, y Caracas, y analizando datos sobre seguridad y
variables socioeconómicas de dichas ciudades, el estudio explora el papel de las creencias y actitudes en la
violencia y la inseguridad, resaltando la necesidad de incluir los aspectos culturales dentro de las políticas públicas destinadas a esta problemática.
“Los comportamientos de las personas tienen una base cultural que los gobiernos
pueden ayudar a modificar positivamente para mejorar la convivencia y la
seguridad”, opina Efraín Sánchez,
investigador, sociólogo y uno de los autores del libro. “La armonía o
desarmonía entre la ley, la moral y la cultura suelen determinar las actitudes
de las personas frente a la ley y encontrarse en la base de los comportamientos legales o ilegales. Cuando una sociedad
o un grupo social aprueba comportamientos ilegales y desaprueba comportamientos
legales, la ley, desde luego, pierde fuerza como sistema regulador y crece la probabilidad
de que se cometan actos ilegales”.
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Cultura Ciudadana es clave
para mitigar la violencia, según estudio.
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Informe
patrocinado por el BID explora la cultura ciudadana como factor para el éxito a
largo plazo en la mitigación de la violencia.
Banco Interamericano de Desarrollo. 30
de mayo del 2012.
Cualquier
estrategia exitosa de prevención de la violencia debe incluir medidas para
reconocer y modificar comportamientos que responden a creencias, emociones y
factores culturales, según un nuevo estudio patrocinado por el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID).
Para
lograr cambios de fondo en la seguridad de las ciudades latinoamericanas no es
suficiente aumentar la capacidad policial, disminuir las desigualdades
socioeconómicas o modificar las leyes, indica el estudio. El informe Antípodas
de la Violencia examina la cultura ciudadana como mecanismo para transformar
comportamientos dañinos que afectan la vida y seguridad de otros ciudadanos,
con el fin de ayudar a disminuir los altos niveles de homicidios y lesiones
personales en América Latina y el Caribe.
Según
el estudio la cultura puede ayudar a regular, justificar e interpretar
comportamientos de los individuos. La cultura es definida como el universo de
normas sociales, actitudes, creencias y hábitos compartidos por los individuos
de un conjunto social y sobre la cual se cimienta la posibilidad de una vida en
comunidad con ausencia de violencia.
Sobre
la base de la Encuesta de Cultura Ciudadana aplicada en ciudades
latinoamericanas tales como Belo Horizonte, México DF, Quito, La Paz, Bogotá,
Medellín, y Caracas, y analizando datos sobre seguridad y variables
socioeconómicas de dichas ciudades, el estudio explora el papel de las
creencias y actitudes en la violencia y la inseguridad, resaltando la necesidad
de incluir los aspectos culturales dentro de las políticas públicas destinadas
a esta problemática.
“Los
comportamientos de las personas tienen una base cultural que los gobiernos
pueden ayudar a modificar positivamente para mejorar la convivencia y la
seguridad”, opina Efraín Sánchez, investigador, sociólogo y uno de los autores
del libro. “La armonía o desarmonía entre la ley, la moral y la cultura suelen
determinar las actitudes de las personas frente a la ley y encontrarse en la
base de los comportamientos legales o ilegales. Cuando una sociedad o un grupo
social aprueba comportamientos ilegales y desaprueba comportamientos legales,
la ley, desde luego, pierde fuerza como sistema regulador y crece la
probabilidad de que se cometan actos ilegales”.
Factores de tipo cultural en la
violencia en América Latina.
Uno
de los hallazgos del estudio es que en las ciudades analizadas, la violencia
interpersonal derivada de riñas, venganzas, y delitos sexuales juega un papel
mucho mayor del que usualmente se piensa como causa de muertes. Estas causas
son más frecuentes que la violencia causada por factores sociopolíticos, y que
los homicidios por atracos y robos, clasificados como violencia económica.
De
hecho, América Latina se sitúa muy por encima de otras regiones en la tasa de
homicidios de jóvenes entre 16 y 25 años de edad, con un total de 36,4 homicidios
por cada 100.000 habitantes, mientras que África, por ejemplo, registra 17,6
homicidios para este segmento demográfico.
En
Belo Horizonte entre 2004 y 2009, el 92 por ciento de las víctimas de
homicidios fueron hombres. En Quito en 2009, el 87 por ciento de los asesinados
fueron hombres, comparado con 90 por ciento en Bogotá y 65 por ciento en La
Paz.
Aunque
la entrada al mundo de la delincuencia de los jóvenes por lo general responde
inicialmente a problemas de índole económica o de falta de oportunidades en
algunos contextos, los autores del libro insisten en que la causa de fondo es
cultural, y que responde a motivos como el reconocimiento social y el machismo.
Entre
los jóvenes de las ciudades estudiadas, un 74 por ciento justifica usar la
violencia principalmente en defensa propia, un 44 por ciento la usa para ayudar a la familia, y un 41 por
ciento lo hace para defender propiedades o bienes. Aunque la respuesta “obtener
beneficios económicos” es relativamente alta, con un porcentaje de 37 por ciento,
no es la justificación inmediata o más fuerte.
En
este sentido, el endurecimiento de penas, por ejemplo, no atacaría el problema
de fondo, ya que la imposición de castigos a sujetos que no sienten culpa o
vergüenza por sus actos delictivos posiblemente sería inútil para prevenir la
reincidencia en ellos, dice el estudio.
Sin
embargo, los argumentos culturales y las creencias colectivas que nutren los
comportamientos violentos, son susceptibles de ser modificados. Antanas
Mockus, ex alcalde de Bogotá, recoge estas ideas en el estudio técnico “Cultura
ciudadana, programa contra la violencia en Santa Fe de Bogotá, Colombia,
1995–1997”, publicado por el BID en 2001: “En síntesis, el divorcio entre los
tres sistemas que regulan el comportamiento humano se expresa en acciones
muchas veces ilegales pero aprobadas moral y culturalmente, o desaprobadas
culturalmente pero aceptables moralmente, o moralmente inadmisibles pero
toleradas o aceptadas en lo cultural. Asimismo, algunas obligaciones legales no
son reconocidas como obligaciones morales, o carecen de aprobación cultural en
ciertos medios sociales”.
Entre
varios ejemplos de programas que contribuyen a modificar la cultura ciudadana,
los autores de Antípodas de la Violencia mencionan a “Porque nada justifica el
maltrato,” una iniciativa aplicada en Barrancabermeja, en el departamento
colombiano de Santander.
El
programa partió de un diagnóstico que indicaba que la violencia intrafamiliar
se había convertido en una de las principales causas de homicidio en esta
ciudad. Para contrarrestarla, el programa implementó una serie de acciones que
buscaban educar, informar y solidarizar a la ciudadanía sobre el problema.
Habiendo detectado que los celos se registraban como uno de los principales
detonantes de comportamientos violentos en las dinámicas de familia, se creó
una línea telefónica denominada CELAN (Celos anónimos). La línea, dirigida a
hombres y mujeres afectados y a sus familiares, brindaba herramientas de
desahogo, de contención, de manejo emocional y de comunicación para desactivar
posibles agresiones y mejorar la relación entre las parejas.
Según
cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre
abril de 2009 y marzo de 2010 se reportaba un total de 1,127 casos de lesiones
por violencia intrafamiliar. Tras la intervención del programa, se presentaron
717 casos, una disminución del 36 por ciento.
Un
resultado del estudio constituye también un llamado de atención frente a las
pautas de tolerancia. Cuando se le consultó a los ciudadanos sobre a quién no
le gustaría tener como vecino en su barrio, salvo en el caso de Belo Horizonte,
en el resto de las ciudades las opiniones mayoritarias sostuvieron que no les
gustaría tener como vecino a un drogadicto, por encima de las opiniones que indicaron que
no les gustaría tener como vecino a un narcotraficante.
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