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Desde que comenzó la serie de discursos, la mayoría
de militantes de base, frente al edificio de la televisión pública, la cuestión de la salud fue
una de las más repetidas entre los
argumentos en defensa de Lugo. En ese mismo lugar se presentó, en la madrugada de ayer, el propio Lugo, y
allí mismo hubo un indicio de la política que quiere desplegar Franco.
También en la madrugada se presentó una persona de unos 35 años, de gesto
sonriente, que dijo querer participar en las sesiones de micrófono abierto. Afirmó llamarse Cristian Saguier y
comunicó que era el jefe de despacho de la nueva dirección de la televisión
pública. Anunció que el gobierno no suprimiría el programa Micrófono Abierto y que él estaba allí “para celebrar la discusión
pública”.
Enmarcados en esa conflictividad que se libra al
interior del Estado como campo de disputa, se han producido en los
últimos años diversos intentos de desestabilización,
destitución y restauración oligárquica en varios países latinoamericanos:
los intentos fallidos de Venezuela 2002,
Bolivia 2008 y Ecuador 2010; los golpes
exitosos de Honduras 2009 y Paraguay 2012. ¿Cuál es la lectura
latinoamericana de estos golpes? Se trata de movimientos que modifican la
geopolítica regional en plena transición mundial. La Comunidad Andina de Naciones (CAN) fue desintegrada gracias a la
irrupción de la Unión Europea, que forzó la ruptura del bloque firmando tratados de libre
comercio con Perú y Colombia. La
derecha se alínea en la Alianza del Pacífico (Colombia, México, Chile y Perú),
con quienes Estados Unidos tiene
acuerdos bilaterales de libre comercio. La
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se quedó sin
tanta energía después del golpe sufrido por Honduras cuando el presidente Zelaya decidió insertarse en
ella. Esta ALBA más tenue también se explica por la
preponderancia creciente del tándem Brasil-Argentina, muy centrados en la
construcción de Mercosur.
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REPORTAJE AL
PRESIDENTE FERNANDO LUGO: “Te escupen y te
dicen que sos lindo”.
El nuevo golpismo en
América Latina.
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En diálogo con Página/12, el presidente constitucional destituido el
viernes se despega del abrazo de oso que le tiende su sucesor, Federico Franco,
quien dijo que Lugo es la clave para destrabar el conflicto externo de
Paraguay.
Martín Granovsky.
Página /12 martes 26 de junio
del 2012.
Sus colaboradores ya le
encontraron el título. “Es el presidente de los paraguayos”, lo llaman, para
diferenciarlo del cargo de presidente del Paraguay que Fernando Lugo perdió con
la destitución del viernes a manos del Congreso. Anoche, en diálogo con
Página/12, Lugo resumió su plan de este modo: “Resistencia pacífica y no
reconocimiento de la presidencia que se instaló después del golpe de Estado”.
Lugo parece más entonado que
el viernes, cuando su entonces vice Federico Franco lo reemplazó en la
Presidencia. Parte de su estrategia es interna y parte parece consistir en su
instalación internacional para fortalecerse, también, entre los paraguayos.
Franco también se para en esos
dos planos, a tal punto que ayer dijo que Lugo es la única persona que puede
evitar el conflicto internacional. Es una forma de aludir a los problemas que
experimenta el gobierno por las crecientes medidas de castigo, comenzando por
la suspensión ya decidida por el Mercosur (ver aparte).
–Te escupen y al mismo tiempo
te dicen que sos lindo –dijo Lugo a Página/12 tras la consulta por la posición
de Franco.
–¿Usted percibe que Franco lo
hace responsable de cualquier represalia que reciba Paraguay?
–Es que no son castigos a
Paraguay. Estamos frente a un gran movimiento de solidaridad internacional en
el que participa tu país. Argentina es un país hermano, vecino y muy cercano
que conoce muy bien la realidad paraguaya.
–Retiró a Rafael Romá, el
embajador.
–Hizo lo que dentro de su
soberanía consideró que sería útil para la libertad y la soberanía de un país
que quiere la democracia como Paraguay.
–Y si la solidaridad se
convierte en problemas cotidianos, ¿cómo reaccionará usted?
–Lastimosamente podría haber
muchos inocentes que sufran las consecuencias. Yo quiero lo mejor para el
Paraguay. Y por eso rechazamos el régimen.
–En la madrugada del domingo,
frente al edificio de la televisión pública, habló de resistencia pacífica.
¿Esa será la táctica?
–Sí. Ya empezamos la
resistencia pacífica y un no reconocimiento de la presidencia que se ha
instalado después del golpe de Estado parlamentario. Y ya se ven las
manifestaciones de ciudadanas y ciudadanos. Las hay. Crecen. Son pacíficas. Se
expresan en contra de lo que el Parlamento ha resuelto en el viernes negro.
También vamos a hacer reunión de gabinete.
–¿Cuándo?
–A las seis de la mañana. Van
a participar todos mis colaboradores que participaban del gabinete cuando estábamos
en el palacio de gobierno.
–Al despedirse de los
cancilleres de Unasur les dijo que volvería a su trabajo político en las bases.
Así lo relató el canciller Héctor Timerman a Página/12.
–Y ya lo empezamos a hacer.
Vamos a unir fuerzas con movimientos sociales y sindicales.
–¿Siempre dentro de la no
violencia?
–Sí. Siempre.
–¿Por eso el viernes, cuando
lo destituyeron, tuvo una actitud apacible?
–Efectivamente. Nos hemos
sometido al juicio político parlamentario y hemos aceptado el veredicto para
evitar derramamiento de sangre. Estamos contra todo tipo de violencia y ese día
se presagiaba violencia y represión. Hoy, ya con el espíritu sereno, las
manifestaciones ciudadanas son ejemplares, lo que puede verse en las calles o
en las transmisiones del Canal 13 de Paraguay y como lo hace la televisión
pública.
–¿Es una forma de acción
política que repetirá la experiencia en el interior de Paraguay?
–Asimismo es. Y estamos
serenos para esa tarea. Ese es el motivo por el cual nuestra actitud de viernes
fue ponderada por mucha gente. En Paraguay hay mucha violencia. El viernes los
mercaderes de la muerte estaban rondando. El juicio era injusto, descabellado y
sin argumento, pero había que reaccionar como lo hicimos. Era lo mejor.
–¿El dinamismo de su actividad
aumentará?
–Estamos saliendo y
comunicándonos con la ciudadanía. Hoy mantuvimos una serie de reuniones con
líderes sociales y políticos. El rechazo irá creciendo. Estoy seguro. Habrá una
consolidación del rechazo a la presidencia que surgió de la destitución.
–Franco insiste en que el
Congreso sólo aplicó un artículo de la Constitución, que habla de
procedimientos y no de tiempos para el juicio político al presidente.
–Me interesa subrayar lo que
dijo el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. La herramienta del juicio
político es válida desde el punto de vista jurídico y constitucional, pero los
congresistas exageraron en la forma.
–Los congresistas le podrían
decir que votaron con mayorías calificadas.
–Es un simple acuerdo de
cúpulas. Lo hicieron los dirigentes de los partidos tradicionales.
–En su primera aparición
pública después de haber sido destituido, usted dijo que había sectores
políticos vinculados con el narcotráfico. ¿A quiénes se refirió?
–Hay muchos parlamentarios
sindicados de tener una gran participación en negocios ilícitos. El
narcotráfico está dentro de algunos sectores de la política. Hay
investigaciones que fueron publicadas, denuncias...
Cómo sigue
“Nuestro proyecto es reforzar
la presencia política de Fernando Lugo”, dijo a este diario luego de la
entrevista un colaborador que pidió reserva de su identidad.
El análisis optimista de los
partidarios de Lugo indica que Franco no conseguirá imponer la idea de que el
responsable del eventual aislamiento de Paraguay es el presidente derrocado.
“La gente lo tiene muy claro, no vemos un peligro en ese tema”, fue la opinión
recogida.
Otro de los puntos que sopesan
los dirigentes cercanos al ex presidente es que, como dijo uno de ellos,
“vendrán tiempos difíciles para el sector importador y también para el sector
exportador”.
“Los sectores fácticos se la
verán mal, cada vez peor”, dijo. En Paraguay, igual que cuando en España
alguien habla de los poderes fácticos, la expresión se utiliza en el mismo
sentido usado en la Argentina con “establishment”.
El nuncio apostólico fue el
primer representante diplomático extranjero que se entrevistó con Franco.
Dentro de la Iglesia Católica,
pero en otro sector, monseñor Melanio Medina, que lleva la investidura de
obispo de Misiones y Ñeembucú, ironizó ayer en su homilía sobre el nuevo
presidente: “Pobre Franco, en qué lío está metido, porque la estructura
parlamentaria y capitalista no le va a permitir hacer nada”.
Dijo que la destitución había
sido “un golpe del Parlamento” y que Lugo fue echado por “querer luchar a favor
de los pobres”.
También Medina incursionó en
el análisis diplomático. “A lo mejor más adelante se arregla la relación
bilateral, pero se cortarán gas y combustibles que el país compra de la
Argentina”, dijo, y atribuyó el asesinato de once campesinos y seis policías en
Curuguaty a la “angurria” de propietarios de tierras. Nombró a Blas Riquelme,
con más de 40 mil hectáreas.
La frontera de la soja se
expande a menudo, en Paraguay, como en Santa Fe o Santiago del Estero, con
disparos para amedrentar o atacar directamente a los pequeños propietarios de
tierras.
Según Medina, tanto en
Paraguay como en América latina entera hay dos modelos: “El que busca la
igualdad social y el capitalismo, que solo quiere amasar fortuna y al que no le
interesa absolutamente nada de la situación de los pobres”.
Tanto las declaraciones de
Lugo a Página/12 como los comentarios de sus colaboradores y el testimonio de
Medina parecen marcar la búsqueda, por parte de Lugo, de la popularidad que
tuvo en su primer año de gobierno, en el 2008, y que fue perdiendo incluso a
pesar de las políticas sociales y el aumento del gasto en salud.
Desde que comenzó la serie de
discursos, la mayoría de militantes de base, frente al edificio de la
televisión pública, la cuestión de la salud fue una de las más repetidas entre
los argumentos en defensa de Lugo. En ese mismo lugar se presentó, en la
madrugada de ayer, el propio Lugo, y allí mismo hubo un indicio de la política
que quiere desplegar Franco. También en la madrugada se presentó una persona de
unos 35 años, de gesto sonriente, que dijo querer participar en las sesiones de
micrófono abierto. Afirmó llamarse Cristian Saguier y comunicó que era el jefe
de despacho de la nueva dirección de la televisión pública. Anunció que el
gobierno no suprimiría el programa Micrófono Abierto y que él estaba allí “para
celebrar la discusión pública”.
Ese lugar puede ser uno de los
puntos de observación de la política paraguaya. Por un lado, y más allá del
nivel de audiencia, más bajo que el de los canales privados, Franco quiere
preservar la imagen de un Paraguay democrático, de un país que no incurrió en
una ruptura del orden constitucional. Por otro, está embretado por la misma
realidad: aun con audiencia menor, el micrófono es una referencia. El resto es
lo que Lugo y los sectores que lo apoyan logren hacer de aquí a las elecciones
de 2013.
El nuevo golpismo en
América Latina.
*****
Iñigo Errejón y Alfredo Serrano *
La destitución del ex
presidente Fernando Lugo en Paraguay ya es un hecho. En los últimos años fueron
varios los intentos infructuosos de juicio político para sacar al presidente
electo. La Constitución paraguaya heredada permitía esta maniobra sin
explicitar ni reglamentar cómo proceder en este caso. Las muertes de Caraguaty
fueron instrumentalizadas para abrir el proceso de destitución de Lugo. El
Congreso y el Senado dominados por los partidos tradicionales Colorado
(derechista) y Liberal (centroderecha) hicieron la demanda y la sentencia en
tiempo record. El jueves pasado, el Partido Liberal acordó retirar el apoyo al
presidente, y respalda la maniobra colorada de juicio político reglamentada
instantánemente. En tiempo record, el Senado fue convocado para dictar una ya
sentencia anunciada acusando políticamente al presidente por “complacencia con
la agitación agrícola y fomentar la lucha de clases”. En total, menos de 36
horas para derrocar a Lugo y sustituirlo por su vicepresidente Federico Franco,
del Partido Liberal, y fiel a los poderes económicos del país.
Los gobiernos progresistas en
América latina comparten, con diferentes grados e intensidades, una agenda
regional “posneoliberal” de recuperación de soberanía nacional e integración
regional, inclusión de las mayorías subordinadas y lucha contra la pobreza y
las desigualdades. Se trata por lo general de Ejecutivos salidos de crisis
políticas prolongadas y que llegan al poder como catalizadores de una esperanza
de las clases subalternas, en una relativa dicotomización de las opciones
políticas. No obstante, esta irrupción plebeya se topa de inmediato con la
resistencia de lo que podemos llamar “contrapoderes oligárquicos” en el Estado:
las instituciones de carácter contramayoritario, la estructura liberal heredada
o los dispositivos de la sociedad civil que, a pesar de haber quedado en el
pasado fuera del espacio formal de la política –o quizá precisamente por eso–,
intervienen con un poder decisivo en su proceso, como es el caso de los medios
de comunicación privados, las cámaras empresariales o diferentes gremios u
organizaciones sociales. El Poder Legislativo a menudo funciona como caja de
resonancia de la resistencia al cambio de las elites políticas tradicionales.
Enmarcados en esa
conflictividad que se libra al interior del Estado como campo de disputa, se
han producido en los últimos años diversos intentos de desestabilización,
destitución y restauración oligárquica en varios países latinoamericanos: los
intentos fallidos de Venezuela 2002, Bolivia 2008 y Ecuador 2010; los golpes
exitosos de Honduras 2009 y Paraguay 2012. ¿Cuál es la lectura latinoamericana
de estos golpes? Se trata de movimientos que modifican la geopolítica regional
en plena transición mundial. La Comunidad Andina de Naciones (CAN) fue
desintegrada gracias a la irrupción de la Unión Europea, que forzó la ruptura
del bloque firmando tratados de libre comercio con Perú y Colombia. La derecha
se alínea en la Alianza del Pacífico (Colombia, México, Chile y Perú), con
quienes Estados Unidos tiene acuerdos bilaterales de libre comercio. La Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se quedó sin tanta
energía después del golpe sufrido por Honduras cuando el presidente Zelaya
decidió insertarse en ella. Esta ALBA más tenue también se explica por la
preponderancia creciente del tándem Brasil-Argentina, muy centrados en la
construcción de Mercosur.
La Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac) se disputa la hegemonía en América latina
hasta ahora en manos de la OEA. Y en medio de todo esto, Unasur, como gran
árbitro regional y principal espacio de entendimiento. Este baile de acrónimos
no es más que el juego geopolítico en el que cada país latinoamericano toma
decisiones. Paraguay, como país inserto en condiciones desfavorables en la
dinámica internacional, también tenía que revisar cómo dejar de ser un país
aislado y dependiente, para pasar a ser un país soberano en conciliación con
una integración regional más justa. Los poderes económicos paraguayos, muy
concentrados en la agroexportación y en los oligopolios importadores, no
estaban por la labor de ningún cambio de sus ventajas comparativas acumuladas
originariamente. Por eso, no querían que Venezuela ni Ecuador entraran en el
Mercosur. Tampoco Unasur como propuesta de la nueva arquitectura regional. El
modelo de la oligarquía paraguaya no es el de la integración regional, sino el
de los acuerdos comerciales típicos de una economía de base estrecha, que
descansa en la exportación de la carne y soja y en la importación de la base material
y financiera para el creciente consumo. Esto es, el conocido patrón de
desarrollo desigual, exitoso para unos pocos y nefasto para las mayorías. El
nuevo “golpismo blando” sigue un patrón que difiere de los golpes militares
tradicionales, y en el que los poderes conservadores provocan o se aprovechan
de situaciones de crisis a partir de las cuales alteran la correlación de
fuerzas en el Estado para destituir al presidente, pasando por encima de la
soberanía popular, pero relativamente dentro de la procedimentalidad
institucional.
En estos procesos, la
violencia reaccionaria nunca está ausente, pero juega sólo un papel auxiliar,
comparada con el de los medios de comunicación empresariales como generadores
de la narrativa de la crisis, de la representación del gobierno como “aislado”
–pese a contar con un apoyo popular mayoritario pero invisibilizado– y de la
conflictividad y el enfrentamiento, que requerirían una “restauración
conservadora” de la democracia, que ponga fin a su mal uso por mandatarios
“populistas” y por una irrupción de masas siempre motivo de desconfianza. Los
nuevos golpes se ubican en la tensión, al interior del Estado, entre la
soberanía popular y sus vetos oligárquicos, y en la escala regional, entre integración
soberana y subordinación internacional.
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Iñigo Errejón es doctor e investigador en Ciencias Políticas en la UCM. Alfredo Serrano es
doctor en Economía por la UAB. Ambos son miembros de la Fundación CEPS.
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