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Al FMI le “darán” 456, mil
millones de dólares. Como parte de ese monto, la zona del euro le aportará al
organismo 200.000 millones, de los cuales, los españoles se comprometieron con 18.800
millones. Es sabido que Europa y
el euro estuvieron en el centro de los debates, por la crisis y el ajuste que
ella supone. Así y todo, los gobernantes de la eurozona transferirán nada menos
que 200 mil millones de dólares al FMI…,
para prestarle a los “países en problemas”. Suena increíble pero es verdad. La crisis se manifiesta en crecimiento
del desempleo, la marginación, el empobrecimiento, y dificultades de la
población de menores ingresos; y la solución es acrecentar la capacidad
de préstamos del FMI. Si hay un organismo responsable
de la crisis en curso es precisamente el FMI.
Sorprende que países como
Brasil e India, con inmensos bolsones de pobreza y atraso, cada uno aportará 10.000 millones de la moneda
estadounidense al Fondo; igual que Rusia
con una cifra similar. China, otro
que concentra inmensa población empobrecida contribuirá con 43.000 millones; y Sudáfrica con 2.000
millones. Imaginemos esos fondos aplicados a políticas alternativas en
beneficio de los más necesitados entre los pueblos de esos mismos países. Todos
ellos son los países BRIChS (Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica), los “emergentes”
que están de moda; los que se supone disputan la hegemonía mundial desde su lugar
ascendente en la economía; que obviamente incluye el financiamiento de la
crisis.
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Los Mandatarios. Presidentes o Primer Ministros asistentes a la Cumbre Mundial del G-20. Una vez más refuerzan con miles de millones de dólares, al primer responsable de la crisis mundial estructural, el Fondo Monetario Internacional. Cambios NO. Simples aspirinas a la crisis global.
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MÉXICO. Resoluciones del G-20 en Los Cabos. Cónclave de Presidentes,
la capitalización del FMI y vuelven a “salvar” a los bancos.
*****
Julio
C. Gambina (especial para ARGENPRESS.info)
Jueves
21 de junio del 2012.
La
principal decisión asumida en Los Cabos, México por el cónclave de los
presidentes del G-20 es la capitalización del FMI por 456.000 millones de
dólares.
Como
parte de ese monto, la zona del euro le aportará al organismo 200.000 millones, de los cuales, los españoles se comprometieron con 18.800
millones. Es sabido que Europa y el euro estuvieron en el centro de los
debates, por la crisis y el ajuste que ella supone. Así y todo, los gobernantes de la eurozona
transferirán nada menos que 200 mil
millones de dólares al FMI…, para prestarle a los “países en problemas”.
Suena increíble pero es verdad.
La
crisis se manifiesta en crecimiento del desempleo, la marginación, el
empobrecimiento, y dificultades de la población de menores ingresos;
y la solución es acrecentar la capacidad de préstamos del FMI. Si hay un
organismo responsable de la crisis en curso es precisamente el FMI.
Sorprende
que países como Brasil e India, con
inmensos bolsones de pobreza y atraso, cada uno aportará 10.000 millones de la
moneda estadounidense al Fondo; igual que Rusia
con una cifra similar. China,
otro que concentra inmensa población empobrecida contribuirá con 43.000
millones; y Sudáfrica con 2.000
millones. Imaginemos esos fondos aplicados a políticas alternativas en
beneficio de los más necesitados entre los pueblos de esos mismos países.
Todos
ellos son los países BRICS (Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica), los “emergentes” que están de moda; los
que se supone disputan la hegemonía mundial desde su lugar ascendente en la
economía; que obviamente incluye el financiamiento de la crisis.
Alguna
vez mencionamos que la categoría “emergente” supone una calificación funcional
a las necesidades de inversión del capital global. Se es emergente ante la
vista del inversor que busca niveles adecuados de rentabilidad. En la crisis
“emergen” ciertos países, donde conviene invertir.
Son
emergentes para los inversores. No es una calificación que destaca virtudes
sobre las condiciones de vida de la población, sino que apuntan a virtudes
requeridas por los capitales en búsqueda de ganancias, precisamente en momentos
de crisis, donde el eje es la dificultad para valorizar a los capitales.
Otros
emergentes también aportan, tal el caso de Corea
del Sur, que aportará 15.000 millones de dólares; México lo hará con 10.000 millones; Turquía con 5.000 millones; y
Colombia con 1.500 millones.
Por
su parte, Japón se anotó con 60.000 millones, y EEUU se abstuvo de aportar en
la ocasión, en un claro acto de transferencia de los costos de la crisis
mundial al resto del mundo. El G-20 recapitaliza al FMI,
tal como ya hizo en ocasiones anteriores, ahora con 456.000 millones de dólares. ¿Para qué? Para prestarle a los países
endeudados (“países con problemas”), para que puedan cancelar sus deudas con
los bancos y aportar al salvataje del sistema bancario en crisis.
La voz de los “20” ,
más allá de altisonantes declaraciones a favor del “crecimiento y del empleo”,
volvieron a salvar a los bancos en
problemas, y lo hicieron con recursos públicos. El
Estado salió nuevamente a resolver los problemas del capitalismo en crisis. ¿No
era que había que evitar la participación del Estado en la Economía ? ¿Dónde quedó el
credo liberal, o neoliberal? ¿Son todos keynesianos? Keynes era un neoclásico,
que pensó en la renovación del pensamiento hegemónico ante la crisis para
salvar al capitalismo en la década del 30 del Siglo XX; que ahora se manifiesta
como un modo de pensar “pragmático” en la coyuntura de la recidiva crisis del
capitalismo.
Todas
las fichas al crecimiento.
Lo
que hay que salvar es el funcionamiento del capitalismo, y por eso las llamadas
a la salida de la recesión o desaceleración económica. El G-20 se pronuncia por
aplicar “políticas de crecimiento”, como si cualquier crecimiento fuera bueno
en sí mismo. Es
algo a interrogar a los ambientalistas reunidos en Río de Janeiro a propósito
de la contaminación de la “cidade maravilhosa”, con la Bahía de Guanabara “poluída”
(altamente contaminada), situación similar a lo que ocurre en las grandes
ciudades de nuestramérica (de la crónica de María Elena Saludas, participante
de la cumbre popular en Río+20).
Vale
la crónica ya que una de las propuestas del G-20 se concentra en la inversión
para infraestructura, que suena muy bien a los oídos “keynesianos,
desarrollistas, o neo desarrollistas”, que asocian “inversión” con
“crecimiento” y “bienestar”.
Así
se justifica la inversión en infraestructura para saquear las riquezas
naturales de nuestramérica, para lo que vale recordar la vieja “conquista”, y
por qué no, la nueva aventura por la mega minería a cielo abierto, o la
sojización de los países del Mercosur, proceso que entre otras cuestiones,
desestabiliza al presidente paraguayo, tal como denuncia Idilio Méndez en su
artículo: “Monsanto golpea en Paraguay: Los muertos de Curuguaty y el juicio
político a Lugo”.
Es
Monsanto la misma empresa que enorgulleció a la presidente de la Argentina en la reciente
reunión en Nueva York con los empresarios estadounidenses, donde se conocieron
las inversiones de la transnacional por 150 millones de dólares en las
provincias de Córdoba y Tucumán.
¿Estamos
contra el crecimiento y las inversiones? No. El problema es que no se trata de
cualquier crecimiento, ni de cualquier inversión. Si la inversión capitalista
se define por la obtención de ganancia del inversor, resulta conveniente
discutir bajo qué circunstancias se define la inversión capitalista,
especialmente cuando se alude al capital global.
El G-20
apunta a la búsqueda de nuevas fuentes de rentabilidad del capital, y no
necesariamente a satisfacer necesidades de la población. En
los medios de comunicación y en la sociedad se instaló un debate donde los
“buenos” son los que recomiendan políticas de crecimiento, entre los que
estaría EEUU (Obama necesita un
repunte económico para ganar un segundo periodo en las próximas elecciones de
renovación presidencial en noviembre) y los países emergentes (recordar el
significado de emergente); y los “malos” los que sostienen políticas de
austeridad y ajuste, especialmente Europa, y más precisamente Alemania.
Entre
los primeros están los críticos de las políticas neoliberales, aunque no tengan
reparos a la hora de otorgarle 456.000
millones de dólares al FMI para facilitar créditos condicionados a los países
en problemas. Son condicionamientos que incluyen la campaña electoral, como
en Grecia, donde el FMI chantajeó para que la Izquierda Radical
no triunfara en las elecciones recientes, claro que fue una gestión en la que
estuvo acompañado por el Banco Central
Europeo y las autoridades de la
Eurozona.
No
hay buenos y malos en la consideración de la crisis; solo matices sobre como “resolver la crisis capitalista”, y por
eso el “crecimiento”, para restablecer el consumo, sí, pero especialmente la
valorización, esencia del desarrollo de la sociedad capitalista. Es necesario
que aparezca una voz diferenciada, con críticas al capitalismo en crisis, y que
proponga superar, no solo la crisis, sino el capitalismo.
Restaurar la confianza.
Junto
al crecimiento buscado, se puede leer en las Declaraciones finales del G-20 que superar la recesión y
desaceleración, restablecerá la “confianza”.
Es bueno interrogarse ¿confianza en que qué, para qué, en quiénes?
Entre
las medidas sustentadas en la
Declaración del G-20 se puede leer el estímulo
a la búsqueda de acuerdos para una unión bancaria en Europa, para “examinar
medidas concretas en vista a una arquitectura financiera más integrada, que
incluya la supervisión, la reestructuración y la recapitalización bancarias,
así como el aseguramiento de los depósitos”, todo a junto a promover “empleo de
calidad”. Confianza en el sistema bancario.
El
discurso de la regulación bancaria y la arquitectura financiera está dicho
luego del salvataje de la banca española por 100.000 millones de euros; de la
estafa de banqueros y ejecutivos de cuantiosos ingresos pese a la crisis, al
desempleo y a la miseria. Claro, todo para salvaguardar el sistema, los
depósitos y los “empleos de calidad”.
Resulta
poco creíble pensar en las resoluciones del G-20 como “medidas necesarias para
reforzar el crecimiento mundial y restaurar la confianza”, como si en ello
fuera el buen vivir de la población vulnerable. ¿Cuántos recursos públicos han
sido ya canalizados al salvataje de bancos y empresas quebradas?
Parte
de la búsqueda de la confianza se concentra en el llamado a una “tregua”
en las acciones proteccionistas sobre el comercio mundial, por lo menos hasta
el 2014. Es el eufemismo para instalar el discurso hegemónico del capital
transnacional por la liberalización de la economía mundial.
Es
el programa de la OMC ,
de los Organismos financieros internacionales, y el legado principal de lo que
se llamó el Consenso de Washington: la promoción del libre comercio, del libre
cambio, de la apertura de los mercados para la penetración de los capitales más
concentrados.
Cada
G-20 termina siempre con evocación al programa de máxima: la liberalización de
la economía mundial, base de sustentación del programa de salida de la crisis
de los 70´, y que en la región americana se manifestara a través del ALCA,
y luego en los tratados regionales o bilaterales por el libre comercio. No en
vano una de las noticias que presentó Obama a los anfitriones, fue la
invitación a México para ser parte del Acuerdo de Asociación Transpacífica, una
negociación comercial plurilateral que involucra además del país azteca, a
Nueva Zelanda, Australia, Brunei, Malasia, Singapur, Viet Nam, Chile, Perú y
EEUU.
Este
es un proyecto que involucra a 500 millones de habitantes; un 26% del PBI
mundial; un 15% de las exportaciones mundiales y un 18% de las importaciones
globales. Es un acuerdo que EEUU utiliza para su proyección sobre el Pacífico
en competencia con China.
La
confianza buscada es para relanzar el proyecto capitalista y superar la crisis.
En el próximo tramo brasileño de los debates, “Río+20” , se incorporarán los
mensajes de un “capitalismo verde”, con “empleos verdes”. Es un mensaje que
busca consenso social ante la conciencia ecologista vigente. Pero ese proyecto
verde, de ensoñación de los ideólogos del capitalismo contemporáneo, se asocia
a la explotación depredadora de los recursos naturales.
¡Ojo
con la confianza a restaurar! La confianza puede hacernos cambiar nuestras
riquezas naturales por espejitos de color, verde, por supuesto. La
propuesta es por otro modelo productivo y de desarrollo En
variados debates me señalan mi pesimismo en las “soluciones” que se ensayan,
incluso en “gobiernos progresistas” (que no dejan de ser capitalistas).
Son
los mismos que me endilgan mi optimismo por la creciente “indignación” de un
movimiento social que no tiene claridad sobre el rumbo a seguir, y solo se
afirma en el NO a la realidad que
les toca vivir, la del ajuste y la austeridad (Grecia, Italia, Europa en
general, ahora, y de Nuestramérica en las últimas dos décadas del Siglo XX).
No
es menor afirmarse en el NO. A veces es un grito de dignidad, aunque no se
conozcan los SI, y que sin embargo se abren paso entre nuevos desafíos que
instala el constitucionalismo renovado en Bolivia,
Ecuador, o Venezuela; la propia renovación socialista en Cuba, e incluso las búsquedas de expresiones
organizadas del movimiento popular por un movimiento de constituyentes
sociales, que emergen en Argentina, Chile, Colombia, entre otras experiencias
de organización popular en la construcción de un proyecto emancipador. En ese
camino se inscribe la lucha por la soberanía alimentaria, energética, financiera,
ambiental.
Los
NO son el modelo productivo y de desarrollo capitalista contemporáneo,
sustentado a la superexplotación de la fuerza de trabajo y la depredación de
los recursos naturales. Los SI apuntan a nuevas formas de relación económica,
social, política y cultural para reproducir la vida cotidiana en armonía con el
conjunto social y los bienes comunes.
En
definitiva, ni pesimismo, ni optimismo, sino reivindicación del NO y emergencia
y difusión de nuevos SI. ¿Resulta simple? Claro que no. Es parte de la búsqueda
por una nueva sociedad. El fantasma de los indignados recorre el planeta, y no
se trata de “jóvenes interconectados” mediante nuevas tecnologías de
comunicación y redes sociales, sino de trabajadores sin empleo, flexibilizados,
precarizados, súper explotados, mayoritariamente jóvenes que rechazan el
presente sin futuro y reescriben su propia historia emancipadora, liberadora.
Si
el ciclo inaugurado por el Manifiesto hizo evidente el surgimiento de la
práctica y teoría revolucionaria que inspiró históricas luchas de clases entre
1848 y la ruptura de la bipolaridad; el presente es un momento de imaginación
creativa en la emergencia
de renovadas perspectivas para la teoría y práctica de la revolución.
*****
Julio C.
Gambina es Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de
Economía Política en la U.N.
de Rosario. Profesor de posgrado en Universidades de Nuestramérica. Presidente
de la FISYP.
Integrante del Comité Directivo de CLACSO.
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