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El problema central hoy se ubica, en la falta total de una Política
de Estado en relación a cómo
abordar los “Nuevos Movimientos Sociales
Anti-globalización, etiquetados a nivel sistémico como los Conflictos Sociales. Tal como hoy se defienden, los voceros del gobierno, que están
aplicando parte de las políticas sociales ofrecidas en la campaña electoral. De acuerdo y que continúen, se profundicen
y cada vez comprendan a mayor cantidad de la población. Pero el lado, profundamente
cuestionable radica en que se continua con la misma política del Presidente García, es decir que el
Estado recién actúa cuando ya el conflicto explotó, y como no hay capacidad política para presentar
en consenso políticas alternativas en vías de solución. Para
nosotros, la lectura que tenemos se ubica en dos contextos. Primero, la Oficina nacional de prevención de Conflictos Sociales funciona en
la PCM Lima, profesionales de Lima,
políticas desde Lima, cuando los
conflictos tienen características particularmente propias, porque en los
procesos sociales que vienen desde las comunidades y pueblos originarios, la resistencia antes que todo es cultural, se
fundamenta en su
identidad cultural colectiva. Segundo,
la gobernabilidad, como política de gobierno ha sido absolutamente
secuestrada por los intereses de los
grupos de poder interno al servicio o en alianza con los grupos de poder transnacionales, situación
que no le permite salir de un marco estrecho de cuestionamiento, rechazo a los movimientos, insulto, vejación,
juicios y cárcel a sus dirigentes y
al final criminalizar
el movimiento, tal como lo están haciendo en la mayoría de países de
América Latina. Todo ello agregado al cambio, giro de ofrecimiento político, de irse hacia la derecha, donde hoy
gobiernan los que ayer perdieron y se han identificado públicamente con las
políticas del ex dictador Fujimori. La indignación
crece y aumenta a diario, cuando el pueblo ve como ha sido traicionado, ha
sido engañado, utilizado, como cientos o miles de profesionales progresistas, que logramos confiar en una alternativa de
propuestas nacionalistas y democráticas frente al decadente neoliberalismo.
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TRAICIONAR también alienta la violencia.
Violencia también es traicionar.
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César
Hildebrandt, en “HILDEBRANDT EN SUS
TRECE” Nº 109, P.
Viernes 1 de junio del 2012.
Convertir
la defensa del medio ambiente en fundamentalismo crispado es un flaco favor que
se le hace a la causa de la naturaleza.
Que organizaciones con un
programa político radical pretendan monopolizar el descontento clausurando
toda posibilidad de diálogo, es algo funesto.
La minería es peligrosa, Conga es amenazante y la empresa Xstrata
ha empeorado las cosas con su soberbia. Todo
eso es cierto. Pero cerrarse a todo entendimiento y repetir consignas es
una demostración de debilidad. Es desconfiar de los propios argumentos.
Nos
preocupa este clima que está empujando al gobierno a una respuesta brutal, como
la que solicitan, hace tiempo, la
derecha y sus medios de comunicación. Se diría que este régimen lo que
necesitaba, precisamente, para terminar de sincerarse, era ese empujón
provocador.
¿Cuántas: muertes deben suceder, para
que algunos dirigentes de profesional intransigencia levanten, a partir de esa
ruma funeraria, sus propios monumentos?
Mineralizar la economía es
un respuesta error. Pero mineralizar a los adversarios y
negarles el derecho de hablar —como hizo el comunismo
realmente existente con sus desafectos— es un gesto oscurantista. Mostrar
razones, persuadir a los pobladores, convertir una causa justa en una esperanza
popular: eso es lo que hace una izquierda que quiere avanzar.
Dicho
esto, vayamos a lo más importante. ¿Qué ha causado todo esto?
La
respuesta es sencilla: la traición de 0llanta Humala.
Cuando
era oposición y el poder era su obsesión, Humala fabricó una utopía verosímil
en la que el Perú preterido iba a ser protagonista. Hoy, en el poder, es un
García que no sabe hablar, uno más de la lista de cromos republicanos pegados
en el álbum de la decepción nacional.
La gente de Espinar está furiosa. Votó por Humala no para que, a la
hora del diálogo, mandara a viceministros sin autoridad.
Una epidemia de ira se extiende por el país.
Valdés y su gente están convencidos
de que el palo, la bala, la calumnia, la detención y el fascismo de comisaría
son buenas armas. Se equivocan: son las peores.
La consumada traición de
Humala no podrá taparse disparándole
a la gente. A no ser que "los
principios de Madre Mía" hayan vuelto a la mente del mandatario.
Humala se comprometió, en la segunda vuelta, a hacer concesiones que lo
situaran en un templado centro-izquierda del espectro político. Pero Humala no
ha hecho concesiones sino que ha renunciado a todos los principios que lo
distinguían de la plebe repetidora de los políticos conservadores. No
es un rehén de la derecha: es su huésped, su Fernando VII, su flamante adquisición, su mascota.
Ese presidente pálido y
elusivo es lo que ha quedado de él después de su gran transformación. Humala,
si se mirara al espejo, se llevaría una gran sorpresa: no vería a nadie. Es un
desaparecido más.
Aquí, en Lima, donde la
derecha manda y pudre, la traición presidencial se ve con sorna; y buenos
ojos. Al fin de cuentas, la felonía es una constante en la
historia republicana del Perú: desde el canalla de Torre Tagle
hasta el reciente García.
-A patadas lo hicimos entender —podría decir cualquier vocero de La Caverna refiriéndose
a Humala.
Sí, pues.
Pero lo que en Lima se festeja, en las provincias,
dónde la televisión basura y la prensa chantajista no ejercen la misma
dictadura, se repudia y se odia.
El problema no son las
inversiones. El problema es el respeto al mundo rural. La insaciable
Lima decide, desde su histórica frialdad, qué paisaje debe morir de cianuro y
relave. ¿Y los indios? No: ellos son los extras de los estudios Churubusco, la claque
obligatoria. Y cuando no aceptan ese papel, pues allí está la respuesta del
plomo y el tiro fijo.
Hace cinco años, por lo menos,
que Xstrata tiene un diálogo de sordos con las comunidades afectadas por sus
actividades. Y, cuando en el 2010, la empresa suiza, cuyas operaciones iban a
terminar en el 2012, decidió ampliar su permanencia en el Perú hasta el año
2034 apelando a las vetas de Antapaccay;
los comuneros esperaron, con toda razón, que, ante tanto futuro empresarial,
algo debería tocarles a ellos. Entonces propusieron conversar para cambiar
algunos términos del convenio marco heredado de la empresa precedente, BHP Billiton.
Ese convenio fue firmado por Billiton en el 2003 y debía ser revisado
cinco años después. Xstrata, sencillamente, lo extendió en el 2008.
Por él, la empresa se obliga a donar el 3%
de sus utilidades, antes de pagar impuestos, para obras de desarrollo social.
Ustedes dirán ¡cuánto dinero! Eso mismo
dije yo. Mi opinión cambió cuando me enteré que ese monto fue, en el 2004,
de 6'383.219 soles, y que, en el 2011, llegó a 27'978.718, es decir algo más de
diez millones de dólares. Nada espectacular para una empresa que, según sus
propios balances, obtuvo en el Perú, el año pasado, ingresos
globales, entre Antamina y Tintaya,
por un valor de 1.843 millones de dólares americanos y utilidades netas,
después de impuestos, depreciaciones y movidas contables, por 998 millones de
la misma moneda.
Y, sin embargo, la empresa se
negó" a hablar con quienes le pedían una revisión no sólo de los montos
sino de la manera de distribuirlos. Porque Xstrata se ha dedicado a acentuar las diferencias, a engreír a las
comunidades con dirigentes anuentes y a castigar a las díscolas desde su
fundación pretendidamente inclusiva.
Fue en ese clima que las
posiciones radicales empezaron a cobrar fuerza. Y ha sido en ese panorama de
mutuos silenciamientos que han venido la exaltación, la brutalidad, la
represión, los muertos y esta Constitución suspendida como en los peores
tiempos del fujimorismo.
Por eso, con RPP a la cabeza,
la prensa conservadora rescata ahora, sin ningún recato, a los fujimoristas para que nos den
consejos sobre cómo manejar las crisis, a Lourdes Alcorta para que nos diga qué
hacer con el alcalde de Espinar y a cualquier pobre diablo salido del establo
para que nos recuerde que el orden es progreso y que el progreso es inversión.
¿Y el olvido voluntario de
todo lo prometido, cómo se llama?
-Ductilidad, adaptación,
pragmatismo —dicen los de siempre.
-Claudicación —dice,
modestamente, este periodista.
Y que Xstrata y su prensa a sol el bit no
nos venga a decir que sólo se dedican a la minería. No: también tienen experiencia en despidos maliciosos y cierres
injustificados, como el que perpetraron el año 2009 en Australia con una
enorme mina de vanadio. Y mucho entrenamiento en negocios discutibles, como el
que la prensa británica ha denunciado en relación a la turbia sociedad de Xstrata con Glencore, el gigante
especializado en intermediar la venta de materias primas.
Con
esa misma lógica un tanto rapaz, Xstrata
no acepta que ha contaminado seriamente los ríos Salado y Cañipía y que la Dirección Regional de Salud del
Cusco encontró, en noviembre del 2011, que 26
campesinos examinados tenían en la sangre niveles anormales de mercurio,
arsénico, cadmio y plomo. Tampoco acepta que echar sus residuos sólidos a los ríos Hiunumayo y Tintaya es una
barbaridad.
Xstrata, en realidad, no tiene
de qué preocuparse. Está supervisada por el Ministerio
de Energía y Minas.
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