martes, 5 de junio de 2012

HILDEBRANDT: TRAICIONAR también alienta la violencia.

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El problema central hoy se ubica, en la falta total de una Política de Estado en relación a cómo abordar los “Nuevos Movimientos Sociales Anti-globalización, etiquetados a nivel sistémico como los Conflictos Sociales. Tal como hoy se  defienden, los voceros del gobierno, que están aplicando parte de las políticas sociales ofrecidas en la campaña electoral. De acuerdo y que continúen, se profundicen y cada vez comprendan a mayor cantidad de la población. Pero el lado, profundamente cuestionable radica en que se continua con la misma política del Presidente García, es decir que el Estado recién actúa cuando ya el conflicto explotó, y como no hay capacidad política para presentar en consenso políticas alternativas en vías de solución. Para nosotros, la lectura que tenemos se ubica en dos contextos. Primero, la Oficina nacional de prevención de Conflictos Sociales funciona en la PCM Lima, profesionales de Lima, políticas desde Lima, cuando los conflictos tienen características particularmente propias, porque en los procesos sociales que vienen desde las comunidades y pueblos originarios, la resistencia antes que todo es cultural, se fundamenta en su identidad cultural colectiva. Segundo, la gobernabilidad, como política de gobierno ha sido absolutamente secuestrada por los intereses de los grupos de poder interno al servicio o en alianza con los grupos de poder transnacionales, situación que no le permite salir de un marco estrecho de cuestionamiento, rechazo a los movimientos, insulto, vejación, juicios y cárcel a sus dirigentes y al final criminalizar el movimiento, tal como lo están haciendo en la mayoría de países de América Latina. Todo ello agregado al cambio, giro de ofrecimiento político, de irse hacia la derecha, donde hoy gobiernan los que ayer perdieron y se han identificado públicamente con las políticas del ex dictador Fujimori. La indignación crece y aumenta  a diario, cuando el pueblo ve como ha sido traicionado, ha sido engañado, utilizado, como cientos o miles de profesionales progresistas, que logramos confiar en una alternativa de propuestas nacionalistas y democráticas frente al decadente neoliberalismo.
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TRAICIONAR también alienta la violencia.
Violencia también es traicionar.
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César Hildebrandt, en “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” Nº 109, P.

Viernes 1 de junio del 2012.

Convertir la defensa del medio ambiente en fundamentalismo crispado es un flaco favor que se le hace a la causa de la naturaleza.
Que organizaciones con un programa político radical pre­tendan monopolizar el descontento clausurando toda posibilidad de diálogo, es algo funesto.
La minería es peligrosa, Conga es amenazante y la empresa Xstrata ha empeorado las cosas con su soberbia. Todo eso es cierto. Pero cerrarse a todo entendimiento y repetir consignas es una demostración de debilidad. Es desconfiar de los propios argumentos.
Nos preocupa este clima que está empujando al gobierno a una respuesta brutal, como la que solicitan, hace tiempo, la derecha y sus medios de comunicación. Se diría que este régimen lo que necesitaba, precisamente, para terminar de sincerarse, era ese empujón provocador.

¿Cuántas: muertes deben suceder, para que algunos dirigentes de profesional intransigencia levanten, a partir de esa ruma funeraria, sus propios monumentos?     
Mineralizar la economía es un respuesta error. Pero mineralizar a los adversarios y negarles el derecho de hablar —como hizo el comunismo realmente existente con sus desafectos— es un gesto oscurantista. Mostrar razones, persuadir a los pobladores, convertir una causa justa en una esperanza po­pular: eso es lo que hace una izquierda que quie­re avanzar.
Dicho esto, vayamos a lo más importante. ¿Qué ha causado todo esto?
La respuesta es sencilla: la traición de 0llanta Humala.

Cuando era oposición y el poder era su obse­sión, Humala fabricó una utopía verosímil en la que el Perú preterido iba a ser protagonista. Hoy, en el poder, es un García que no sabe hablar, uno más de la lista de cromos republicanos pegados en el álbum de la decepción nacional.

La gente de Espinar está furiosa. Votó por Hu­mala no para que, a la hora del diálogo, mandara a viceministros sin autoridad.

Una epidemia de ira se extiende por el país.

Valdés y su gente están convencidos de que el palo, la bala, la calumnia, la detención y el fascismo de comisaría son buenas armas. Se equivocan: son las peores.
La consumada traición de Humala no podrá taparse disparándole a la gente. A no ser que "los principios de Madre Mía" hayan vuelto a la men­te del mandatario.
Humala se comprometió, en la segunda vuel­ta, a hacer concesiones que lo situaran en un templado centro-izquierda del espectro político. Pero Humala no ha hecho concesiones sino que ha renunciado a todos los principios que lo distinguían de la plebe repetidora de los políticos conservadores. No es un rehén de la derecha: es su huésped, su Fer­nando VII, su flamante adquisi­ción, su mascota.
Ese presidente pálido y elusivo es lo que ha quedado de él después de su gran transforma­ción. Humala, si se mirara al espejo, se llevaría una gran sorpresa: no vería a nadie. Es un des­aparecido más.
Aquí, en Lima, donde la derecha manda y pu­dre, la traición presidencial se ve con sorna; y bue­nos ojos. Al fin de cuentas, la felonía es una cons­tante en la historia republicana del Perú: desde el canalla de Torre Tagle hasta el reciente García.

-A patadas lo hicimos entender —podría decir cualquier vocero de La Caverna refiriéndose a Humala.
Sí, pues. Pero lo que en Lima se festeja, en las provincias, dónde la televisión basura y la pren­sa chantajista no ejercen la misma dictadura, se repudia y se odia.
El problema no son las inversiones. El  problema es el respeto al mundo rural. La insaciable Lima decide, desde su histórica frialdad, qué paisaje debe morir de cianuro y relave. ¿Y los indios? No: ellos son los extras de los estudios Churubusco, la claque obligatoria. Y cuando no aceptan ese papel, pues allí está la respuesta del plomo y el tiro fijo.
Hace cinco años, por lo menos, que Xstrata tiene un diálogo de sordos con las comunidades afectadas por sus actividades. Y, cuando en el 2010, la empresa suiza, cuyas operaciones iban a terminar en el 2012, decidió ampliar su perma­nencia en el Perú hasta el año 2034 apelando a las vetas de Antapaccay; los comuneros espera­ron, con toda razón, que, ante tanto futuro em­presarial, algo debería tocarles a ellos. Entonces propusieron conversar para cambiar algunos términos del convenio marco heredado de la em­presa precedente, BHP Billiton.

Ese convenio fue firmado por Billiton en el 2003 y debía ser revisado cinco años después. Xs­trata, sencillamente, lo extendió en el 2008. Por él, la empresa se obliga a donar el 3% de sus uti­lidades, antes de pagar impuestos, para obras de desarrollo social. Ustedes dirán ¡cuánto dinero! Eso mismo dije yo. Mi opinión cambió cuando me enteré que ese monto fue, en el 2004, de 6'383.219 soles, y que, en el 2011, llegó a 27'978.718, es decir algo más de diez millones de dólares. Nada espec­tacular para una empresa que, según sus propios balances, obtuvo en el Perú, el año pasado, ingre­sos globales, entre Antamina y Tintaya, por un valor de 1.843 millones de dólares americanos y utilidades netas, después de impuestos, deprecia­ciones y movidas contables, por 998 millones de la misma moneda.
Y, sin embargo, la empresa se negó" a hablar con quienes le pedían una revisión no sólo de los montos sino de la manera de distribuirlos. Por­que Xstrata se ha dedicado a acentuar las dife­rencias, a engreír a las comunidades con dirigentes anuentes y a castigar a las díscolas desde su fundación pretendidamente inclusiva.
Fue en ese clima que las posicio­nes radicales empezaron a cobrar fuerza. Y ha sido en ese panorama de mutuos silenciamientos que han venido la exaltación, la bruta­lidad, la represión, los muertos y esta Constitución suspendida como en los peores tiempos del fujimorismo.

Por eso, con RPP a la cabeza, la prensa con­servadora rescata ahora, sin ningún recato, a los fujimoristas para que nos den consejos sobre cómo manejar las crisis, a Lourdes Alcorta para que nos diga qué hacer con el alcalde de Espinar y a cualquier pobre diablo salido del establo para que nos recuerde que el orden es progreso y que el progreso es inversión.

¿Y el olvido voluntario de todo lo prometido, cómo se llama?
-Ductilidad, adaptación, pragmatismo —dicen los de siempre.
-Claudicación —dice, modestamente, este pe­riodista.

Y que Xstrata y su prensa a sol el bit no nos venga a decir que sólo se dedican a la minería. No: también tienen experiencia en despidos mali­ciosos y cierres injustificados, como el que perpe­traron el año 2009 en Australia con una enorme mina de vanadio. Y mucho entrenamiento en ne­gocios discutibles, como el que la prensa británica ha denunciado en relación a la turbia sociedad de Xstrata con Glencore, el gigante especializado en intermediar la venta de materias primas.

Con esa misma lógica un tanto rapaz, Xstra­ta no acepta que ha contaminado seriamente los ríos Salado y Cañipía y que la Dirección Regional de Salud del Cusco encontró, en noviembre del 2011, que 26 campesinos examinados tenían en la sangre niveles anormales de mercurio, arséni­co, cadmio y plomo. Tampoco acepta que echar sus residuos sólidos a los ríos Hiunumayo y Tin­taya es una barbaridad.
Xstrata, en realidad, no tiene de qué preocu­parse. Está supervisada por el Ministerio de Energía y Minas. 
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