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Resulta interesante que varios multimillonarios estén ahora comprando gran cantidad de tierras con tal de apropiarse del “capital natural” y convertir de ese modo sus activos virtuales (financieros) en activos reales. Por ejemplo, en EE.UU. el magnate Bill Gates está intentado convertirse en el mayor propietario de tierras agrícolas del país (o, según la terminología empleada por la IEG y de la Bolsa de Nueva York, “working lands”) y es actualmente el mayor comprador de parcelas de toda la nación. Gates posee unos 242.000 acres de tierra en Estados Unidos, que equivaldrían a 100.000 hectáreas. Sin embargo, Gates no es el más importante terrateniente de ese país. Ese puesto lo ocupa John C. Malone, magnate de los medios de comunicación, con 2,2 millones de acres que comprenden tanto ranchos como bosques. Después le sigue el fundador de la CNN, Ted Turner, con 2,0 millones de acres en su mayoría de tierra salvaje. Y en el tercer puesto se encuentra el fundador de Amazon, Jeff Bezos, quien está invirtiendo cada vez más y más en este rubro. Los granjeros estadounidenses promedio se encuentran muy preocupados por la compra de tierras por parte de los multimillonarios, pues estos nuevos señores feudales pueden en cualquier momento cambiar el uso de las tierras agrícolas. Creo que el título del artículo publicado en la revista Natural News habla por sí mismo y cualquier comentario al respecto resulta superfluo.
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EL
PLAN DE LA ÉLITE MUNDIAL PARA APODERARSE DE LAS TIERRAS CULTIVABLES DEL MUNDO.
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Por Valentín Katasonov | 06/01/2022 | Mundo
Fuentes: Fondsk.
Rebelión.
Traducido del
ruso por Juan Gabriel Caro Rivera
El presidente del Foro Económico Mundial
(FEM) (1), Klaus Schwab, ha anunciado que la “Gran
Reconstrucción” implica una reestructuración radical del orden social y
económico del mundo. Schwab llama a esto pasar del antiguo capitalismo a una nueva
forma de capitalismo “inclusivo” que liberará a los seres humanos de la propiedad privada. No obstante, si los comunistas rusos abolieron hace
más de cien años la propiedad privada de
los medios de producción (el capital objetivado) lo hicieron con el fin de acabar con la explotación del hombre
por el hombre; en cambio, los globalistas proponen la abolición de la propiedad personal, es decir, de la propiedad destinada a satisfacer las
necesidades básicas de nuestras vidas, como lo son la vivienda, la ropa, los utensilios domésticos, etc.
Por
su parte, Ida Auken, uno de los
miembros del Consejo Global del Futuro de las Ciudades y la Urbanización,
financiado por la FEM, dice con júbilo lo
siguiente:
“Bienvenidos al 2030.
Bienvenido a mi ciudad o, más bien, a nuestra ciudad. No tengo nada. No tengo
automóvil, ni casa, ni electrodomésticos, ni ropa”.
Schwab es muy precavido en
el uso de sus palabras. En su libro COVID-19: The Great Reset
(2020) afirma que los seres humanos deben abandonar sus deseos de ser
propietarios lo más rápido posible. El
capitalismo inclusivo implica que nos convirtamos en usuarios. Sin embargo, no existe el
derecho de uso sin el derecho de propiedad, ya que alguien debe ser el dueño,
el administrador o el propietario de los bienes. Schwab no aborda la cuestión, pero en su libro queda claro que el
propietario de todas las cosas será la élite mundial.
Después de todo, ahora vivimos en un mundo donde el “millón dorado” se ha apoderado de la mayor parte de la infraestructura económica y social del planeta. Incluso se han apropiado de la propiedad intelectual y de la mayor parte del subsuelo de la Tierra. Este “millón dorado” desearía poder privatizar todo el universo. El escritor soviético de ciencia ficción Alexander Belyaev escribió una novela llamada El vendedor de aire (publicada por primera vez en 1929) en la que hace un retrato de esta clase de lunáticos. La trama gira alrededor de un empresario inglés conocido como Bayley, quien ha construido una fábrica subterránea en algún lugar del Círculo Polar Ártico, más precisamente en el Norte de Yakutia, con la intención de embotellar aire. En la fábrica el aire es separado en diferentes componentes (oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, helio) y luego cada uno de estos es convertido en productos comerciales. Por ejemplo, el nitrógeno es usado para fabricar amoníaco, ácido nítrico y cianamida. El principal producto de la fábrica es una bolsa de aire condensada que contiene un kilogramo cúbico de aire condensado. Bayley preparó su entrada al mercado promocionando con bombos y platillos todos estos productos, pero sus planes, afortunadamente, son interrumpidos por el Ejército Rojo que destruye la fábrica.
No obstante, hoy somos testigos de cómo
un grupo de oligarcas ricos quiere ir más lejos que Bayley.
Los lunáticos de ahora quieren
apropiarse de los elementos naturales que hasta ahora no eran rentables por
medio de la privatización y la
mercantilización extrema. Cuando esto acontezca, entonces la élite globalista será imparable.
La
revista Natural News publicó
el 29 de diciembre de 2021 un
artículo titulado
“Las corporaciones globales
han comenzado a confiscar tierras cultivables en Estados Unidos con el objetivo
de detener la producción de alimentos, ya que esto último contribuye al cambio
climático”. El artículo dice que muy pronto surgirán en
el mundo empresas que prestarán “servicios
ecosistémicos”.
Estas
empresas ecosistémicas serán fábricas que absorban el dióxido de carbono y otros gases, además purificar las aguas
residuales y producir en cambio oxígeno
y agua potable. También ayudarán a conservar la biodiversidad, el código genético de millones de animales (fauna) y plantas (flora) que
de ahora en adelante serán usadas para desarrollar biotecnologías sofisticadas e ingeniería genética.
Los
defensores de los “servicios
ecosistémicos” afirman que la primera condición para crear dichos mercados es establecer derechos de propiedad claros sobre la
naturaleza (ecosistemas). La “propiedad de nadie” o
la propiedad en manos de “actores
irresponsables” no hace otra cosa que conducir hacia la destrucción de los
ecosistemas. En cambio, la propiedad de los recursos naturales debe ser
asignada a actores económicos
“responsables” cuyas operaciones serán verificadas… por las bolsas de valores.
Estas
nuevas entidades empresariales serán conocidas como Sociedades de Activos Naturales (SAC)
que comerciarán y obtendrán beneficios vendiendo “bienes y servicios ecosistémicos”, absorberán los gases de invernadero y proporcionarán oxígeno y agua limpia. En cuanto al material genético recolectado por este ecosistema privatizado se puede decir
que las empresas biotecnológicas o
de otra clase podrán utilizarlo adquiriendo una licencia sobre la “propiedad
intelectual” correspondiente. Sólo
las SAC podrán poseer el material genético de la fauna y la flora. El resto de la
humanidad tendrán que pagar para usarlo.
Esta
“economía y mercado ecosistémico”
hacen palidecer las fantasías literarias de Alexander Belyaev. Sin embargo, este proyecto no es una fantasía.
Es una parte fundamental de la Gran Reconstrucción. De
hecho, el sitio web de la Bolsa de Nueva York (NYSE)
ya tiene una página dedicada a las SAC que dice lo siguiente:
“Para hacer frente a los
grandes y complejos retos causados por el cambio climático y la transición a
una economía más sostenible, NYSE y el Intrinsic
Exchange Group (IEG) proponen la creación de una nueva clase de activos basada en la
naturaleza y en los beneficios que ésta proporciona (denominados servicios ecosistémicos). Los SAC poseerán el
valor intrínseco y productivo de la naturaleza y proporcionarán un valor basado
en los activos vitales que sustentan
toda nuestra economía y hacen posible la vida en la Tierra. Entre los ejemplos de activos naturales que
podrían beneficiarse de la estructura de las SAC
se encuentran los paisajes naturales,
como los bosques, los humedales y los
arrecifes de coral, así como las tierras cultivables y la explotación agrícola”.
También
se afirma que el potencial comercial
de estos activos naturales es de 125
billones de dólares al año en términos de bienes y servicios, entre los que
se contarían el dióxido de carbono, la
biodiversidad y el agua limpia. A modo de comparación, podemos decir que las ventas mundiales de petróleo
y gas natural fueron tan solo de 4,68 billones de dólares en el 2020.
Además,
el Intrinsic
Exchange Group (IEG) llegó a un acuerdo con la Bolsa de
Nueva York en septiembre de 2021 para comenzar a crear empresas
SAC
y registrarlas en la bolsa de valores. La Bolsa de Nueva York
es un accionista menor de IEG. Esta última empresa es una
asociación que cuenta entre sus principales contribuyentes al Banco
Interamericano de Desarrollo, la Fundación Rockefeller
y Aberdare
Ventures. IEG fue fundada en 2017 por el
empresario y ecologista Douglas R. Eger,
quien es el actual director de la organización. En septiembre Douglas declaró:
“Tanto IEG
como NYSE les permitirán a nuestros inversores
acceder a la riqueza natural y hacer mucho más equitativa nuestra economía
industrial».
IEG ya ha desarrollado un método para medir los resultados medioambientales
de las SAC y traducirlos en valores de mercado.
Entre estos métodos se cuenta una forma para vender los servicios ecosistémicos
y el capital natural. Se espera que
estos indicadores complementen los sistemas tradicionales de ganancias de las
empresas. La Bolsa de Nueva York ha preparado las normas para cotizar la
información contable de las PYME para
el cuarto trimestre de 2021 y las presentó a la Comisión del Mercado de Valores
de EE.UU. (SEC). Se
espera que la SEC apruebe los documentos presentados
a principios de 2022 y que las primeras empresas SAC
comiencen a cotizar en la bolsa este año.
Lo
que podemos deducir de los documentos patrocinados por el IEG
y la NYSE
es que la creación de las SAC empieza con la adquisición
de tierras que posean alguna utilidad
ecosistémica:
“Las SAC son empresas sostenibles que prestan servicios ecosistémicos por medio de tierras naturales, labradas o híbridas”. El término “natural” se refiere a los territorios que no han sido afectados por la mano del hombre. Las “tierras labradas” son tierras que se encuentran en uso y que tienen un carácter principalmente agrícola, por lo que deben pasar de esta función meramente agrícola a prestar servicios ecosistémicos. El término “híbrido” se refiere a tierras que prestan ambos servicios.
Resulta interesante que varios multimillonarios estén ahora comprando gran cantidad de tierras con tal de apropiarse del “capital natural” y convertir de ese modo sus activos virtuales (financieros) en activos reales. Por ejemplo, en EE.UU. el magnate Bill Gates está intentado convertirse en el mayor propietario de tierras agrícolas del país (o, según la terminología empleada por la IEG y de la Bolsa de Nueva York, “working lands”) y es actualmente el mayor comprador de parcelas de toda la nación. Gates posee unos 242.000 acres de tierra en Estados Unidos, que equivaldrían a 100.000 hectáreas. Sin embargo, Gates no es el más importante terrateniente de ese país. Ese puesto lo ocupa John C. Malone, magnate de los medios de comunicación, con 2,2 millones de acres que comprenden tanto ranchos como bosques. Después le sigue el fundador de la CNN, Ted Turner, con 2,0 millones de acres en su mayoría de tierra salvaje. Y en el tercer puesto se encuentra el fundador de Amazon, Jeff Bezos, quien está invirtiendo cada vez más y más en este rubro.
Los granjeros estadounidenses promedio
se encuentran muy preocupados por la compra de tierras por
parte de los multimillonarios, pues
estos nuevos señores
feudales pueden en cualquier momento cambiar el uso de las tierras agrícolas.
Creo que el título del artículo
publicado en la revista
Natural News habla
por sí mismo y cualquier comentario al respecto resulta
superfluo.
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