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INTRODUCCIÓN. LA DESERTIFICACIÓN DE LA TIERRA. Aunque vivimos en un mundo dominado por la incertidumbre, en
ocasiones se cuela en nuestras vidas alguna certeza. Una de ellas es que no
hay planeta B. Por desgracia, nos seguimos empeñando en devorar sin medida los recursos de la
Tierra. Uno de los impactos sobre
los que más se habla tiene que ver con la alteración
que estamos haciendo de la atmósfera, es decir, con el cambio climático,
¡pero la cosa no acaba aquí! Los seres
humanos también estamos generando daños muy importantes sobre la biodiversidad, el agua y el suelo. Hoy queremos
hablarte de la degradación de los
suelos: ¿sabes
qué es la desertificación y cuáles son sus
causas?
¿Qué es la
desertificación? La desertificación es
el proceso por el que las tierras
fértiles de zonas secas se convierten en tierras improductivas.
Detrás de esta degradación de los suelos
se encuentran, principalmente, la actividad humana y los cambios climáticos. Quizás
no hayas oído hablar mucho de este fenómeno, pero, ¿sabías que es uno de los retos medioambientales más importantes de la
actualidad? Algunas consecuencias
de la desertificación son:
Pérdida de especies animales y vegetales.
Inseguridad alimentaria.
Pobreza.
Migraciones forzosas.
Fenómenos climáticos como inundaciones, huracanes y contaminación del agua.
Cada 17 de junio
se celebra el Día
Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Uno
de los objetivos de esta efeméride es
recordar la importancia de actuar ante un problema mundial que afecta a millones de personas en todo el mundo, especialmente
a mujeres, niños
y niñas. Aunque no se trate de un
fenómeno tan repentino como los ciclones
o los terremotos, el desgaste de la tierra está
avanzando sin que tomemos medidas suficientes. Algunas cifras para la reflexión: Cada año desaparecen más de 24 billones de toneladas de suelo fértil.
Actualmente, dos
tercios de la tierra están en proceso de desertificación.
Si no actuamos, en 2050 se perderán un millón y medio de kilómetros de tierras agrícolas. Esto
equivaldría a destruir
las superficies de Ecuador y Perú juntas.
En 2045
alrededor de 135
millones de personas se verán obligadas a desplazarse como
consecuencia de la desertificación. Unos 2.000
millones de personas dependen de los ecosistemas de las zonas secas para
subsistir. El 90% de ellas vive en
países en desarrollo.
¿Cuáles son sus causas? El ser humano es el principal responsable del
desgaste de la tierra. Por eso, las tres
principales causas de la desertificación son:
Deforestación: la tala indiscriminada de árboles y arbustos para obtener combustible, tierra cultivable o recursos madereros, provoca la
desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo.
Sobrepastoreo: el pastoreo
intensivo impide que las plantas tengan tiempo suficiente para regenerarse, lo que también destruye la
capa superior del suelo.
Agricultura intensiva: la
agricultura centrada en forzar la tierra
para producir el máximo beneficio agota
rápidamente los nutrientes del suelo.
Cuando el viento y el agua
actúan, arrastran fácilmente esta superficie de suelo fértil tan debilitada.
¿El resultado? Tierras degradadas y altamente
vulnerables a fenómenos climáticos como la sequía. Fuente. Ayuda en
Acción. Begoña Rodríguez P.
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Fuentes: The Guardian [Imagen: En España aproximadamente un quinto de toda la tierra está en alto riesgo de desertificación. Fotografía: David Ramos/GettyImages]
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LA DESERTIFICACIÓN ESTÁ DEJANDO LA TIERRA ESTÉRIL.
PERO HAY UNA SOLUCIÓN QUE
TODAVÍA ESTÁ A NUESTRO ALCANCE.
*****
Por David R. Montgomery | 05/01/2022 | Ecología social
Fuente.
Rebelión miércoles 5 de enero del 2022.
Traducido por
Eva Calleja
La
expansión de las tierras áridas está dejando a países enteros enfrentados a la
hambruna. Es hora de cambiar la manera en la que pensamos sobre la agricultura.
Este verano
las olas de calor sin precedentes y los
dramáticos incendios en el sur de Europa y en el oeste norteamericano fueron duros
recordatorios de que la crisis climática está aquí. Pero mientras el mundo se calienta, también hay una crisis más silenciosa y menos
conocida desarrollándose bajo nuestros pies. La desertificación, durante mucho tiempo vista como una crisis que principalmente afecta a las naciones en desarrollo, está llegando
también a Europa y Norteamérica, a
medida que las sequias
cada vez extremas tuestan los suelos ya degradados por las prácticas agrícolas
y de pastoreo convencionales.
En España, por ejemplo, aproximadamente un quinto de toda la tierra está ahora en alto riesgo de desertificación, como
también lo está la tierra agrícola en
Italia, Grecia y el oeste de Norteamérica.
La
desertificación es un proceso que convierte las tierras fértiles en
tierras áridas debido a la interacción entre los efectos de la actividad humana
y los extremos climáticos. La degradación del suelo es la disminución de su capacidad para mantener cultivos y ganado, ya sea por la erosión de su capa superficial fértil o por la pérdida de su capacidad de retener el agua, materia orgánica rica en nutrientes y la vida que lo mantiene. Las praderas semiáridas como el Sahel y las llanuras del oeste de Norteamérica
son las más vulnerables debido a que la perdida
de la vegetación nativa resistente a
las sequias puede desencadenar una
degradación rápida del suelo y una pérdida de productividad agrícola.
Sin embargo,
un clima cambiante no es la única causa detrás de la desertificación.
Cómo tratamos la tierra, cómo cultivamos
y pastoreamos, también importa. Los suelos
sanos y llenos de vida retienen mejor la humedad que cae sobre los campos agrícolas.
La desertificación es un problema creciente. Una auditoria de la UE de 2018 encontró que, solo en Europa, un área dos veces la superficie de Portugal había entrado en un alto riesgo de desertificación en la década anterior. En décadas recientes 13 estados de la EU se declararon afectados debido a que la región mediterránea experimentó una expansión significativa de las tierras áridas (regiones con baja pluviometría). Se estima que la degradación del suelo cuesta decenas de miles de millones de euros al año en la UE, y sin embargo, la manera en la que los agricultores tratan el suelo sigue prácticamente sin regular en ambos lados del Atlántico en lo que se refiere a la salud del suelo.
La amenaza de
desertificación y de la degradación del suelo aumentará a medida que progresa la crisis climática. Un informe de 2018 encontró que la degradación de la
tierra ya afecta al bienestar de al menos 3.2
miles de millones de personas, más de un tercio de la humanidad. Entre 1982 y 2015 las prácticas
insostenibles de uso de la tierra ya
desertificaron un 6% de las tierras
áridas del mundo. Globalmente, se estima que el área de tierras áridas aumente en un 23% este siglo.
Ya se prevé que el aumento de temperatura reducirá las cosechas de cultivos básicos
como el trigo, el arroz, el maíz y la soja en un 3-7% por cada 1ºC de aumento. En el estado de Washington, por ejemplo, este año las cosechas de trigo han disminuido a la mitad debido a una sequía devastadora. Madagascar
se enfrenta ahora a una hambruna provocada por el cambio climático.
Pero no son solo las sequias las que provocan el
problema. Las prácticas agrícolas que
degradan el suelo reducen la resiliencia
de los cultivos debido a que el empeoramiento
de las condiciones afecta las cosechas.
Las tierras áridas son
particularmente sensibles a la degradación
por el laboreo y el sobrepastoreo.
Si continua, la degradación del suelo
aumentará aún más la amenaza a la producción
agrícola en regiones de las que la humanidad
depende para alimentarse.
Mirando atrás en la historia, es claro que la desertificación
y la degradación del suelo no son
problemas nuevos. Desde la
llegada de la agricultura, la humanidad
ha degradado hasta un tercio de la tierra potencialmente
cultivable del mundo. Este patrón refleja tanto una larga historia de erosión provocada por el arado, como la adopción más reciente de prácticas agrícolas modernas que agotan la materia orgánica y perturban los ecosistemas del suelo. Desafortunadamente, estamos repitiendo el
problema a escala global.
Las prácticas ahora convencionales de cultivo y pastoreo que degradan el suelo dejan a los agricultores
de todo el mundo cada vez más dependientes de grandes cantidades de fertilizantes y plaguicidas químicos. El declive de la salud del suelo debido al agotamiento de la materia orgánica y de la vida
del suelo es un problema crítico cada vez más reconocido.
Según un informe de la EU de 2015 vamos camino de degradar otra tercera parte de la tierra cultivable global en el curso de este siglo. Estamos dejando la tierra más frágil y a nuestros cultivos más vulnerables al mismo tiempo que el cambio climático está creando presiones medioambientales sin precedentes.
Para combatir y revertir la creciente amenaza de desertificación y degradación de los suelos
necesitamos reducir las emisiones de
carbono y cambiar la manera en la que cultivamos.
No tenemos que reaprender lecciones de las
sociedades pasadas que degradaron sus suelos. Pero para evitar su
suerte necesitamos reorientar nuestra
agricultura en torno a prácticas de
cultivo y pastoreo que regeneren la salud
del suelo.
Hace varios años, visité y escribí sobre granjas y ranchos
de todo el mundo que habían restaurado
la fertilidad de tierras antes degradadas.
Vi como la agricultura
y el pastoreo regenerativo basado en prácticas de creación de suelos
pueden revertir su degradación, reconstruir la salud del suelo y hacer que las granjas sean más resilientes ante fenómenos meteorológicos
extremos, mientras que se mantienen buenas
cosechas. Pero se necesita reemplazar las prácticas agrícolas convencionales que dependen de un laboreo intensivo y del uso masivo de fertilizantes químicos por prácticas
que priorizan la salud del suelo.
Además de los intensos esfuerzos para reducir las emisiones de carbono
derivadas de los combustibles fósiles,
necesitamos un impulso
global sostenido para reconstruir la salud de los suelos agrícolas del mundo.
Afortunadamente, esto último puede ayudar con lo primero. Las prácticas agrícolas que crean suelos
sanos convierten el dióxido de carbono
capturado de la atmosfera en materia orgánica para el suelo. Mientras que el
potencial de los suelos para secuestrar carbono sigue siendo intensamente debatido, incluso las estimaciones más prudentes ayudarían
a ralentizar el cambio climático.
El suelo es
el cimiento de la vida en la Tierra. A
medida que nos enfrentamos a un siglo con condiciones
meteorológicas cada vez más volátiles y con una población en aumento, lo
necesitamos en sus mejores condiciones para sustentarnos. La humanidad debe tomarse en serio nuestra
responsabilidad colectiva intergeneracional para
conservar la salud y la fertilidad de nuestra tierra, sin importar donde
vivamos.
DAVID
R. MONTGOMERY es profesor de geomorfología en la
Universidad de Washington, y autor de Tierra: La erosión de la civilizaciones
(Dirt: TheErosion of Civilizations ) y Cultivando una revolución:
Devolver la salud a nuestros suelos (Gorwing a Revolution:Bringingoursoil back
tolife).
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