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"Contra un clima de miedo En los últimos años, el #Metoo y la insistencia en poner en primer plano la violencia sexual han tenido resultados ambivalentes. Por un lado, hemos puesto en la agenda la violencia sexual y los abusos en el ámbito laboral de los que nadie hablaba. Cosas que estaban normalizadas por fin se verbalizan, por fin dejan de excusarse. Probablemente este cambio cultural es uno de los mayores logros de este último ciclo de movilización feminista. Sin embargo, quizás hemos construido sin querer un imaginario de pánico sobre la sexualidad. Quizás la hemos dibujado como un ámbito solo de peligro y no de disfrute. ¿Cómo puede afectar esto a las más jóvenes? Nos ha faltado (y mucho) hablar del placer, de lo que implica conquistar ese espacio siendo mujeres, de lo que ganamos en libertad, en autonomía, en disfrute de la vida. Nos ha faltado reivindicar la sexualidad como un espacio propio para que la amenaza no se cierna como una sombra sobre nuestras vidas y nos acabe desempoderando mientras engrandecemos el poder masculino –aunque sea como amenaza e imagen de omnipotencia–. No hemos hablado apenas de cómo el sexo también es nuestro espacio, de que a las mujeres nos gusta el sexo, lo queremos, lo buscamos activamente y lo disfrutamos –asumiendo todos los problemas o riesgos que se dan en ese campo para nosotras–. La búsqueda responsable del placer y la experimentación son la clave para el empoderamiento sexual de las mujeres y para llevar adelante la lucha por sus libertades sexuales, en palabras de Laura Macaya".
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A CASA BORRACHA Y ACOMPAÑADA.
Abuso
sexual & Violencia machista.
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Por Nuria Alabao | 23/04/2022 | Feminismos
Fuente rebelión domingo 24 de abril del
2022.
La
concepción pasiva de la sexualidad de las mujeres es un pilar que sujeta el
orden de género y refuerza los marcos de la violencia machista. A ellos se les
presupone el deseo y el pleno dominio de su voluntad y su sexualidad. A
nosotras, lo contrario.
Un influencer ha
prendido fuego a las redes por hacer apología de ligar con mujeres borrachas “porque es mucho más fácil”. Se ha escrito bastante ya de lo problemático de
este enfoque y no voy a perder mucho
tiempo contestando a incels o gente que tiene tan poca
consideración de sí misma que piensa que solo podría ligar con una mujer borracha. Voy
a intentar reflexionar sobre el marco más general, porque las cuestiones de sexualidad son centrales para
el feminismo.
En este caso
creo que se está dando una visión cuestionable de lo que supone beber y tener
relaciones sexuales, algo muy
habitual para muchísimas mujeres, de
todas las edades, pero sobre todo para las jóvenes en contextos de ocio nocturno. Naira Davo lo
ha explicado en un reciente artículo,
donde dice que no se puede responder a
la cultura de la violación con un regreso al puritanismo en el que se castigue a las mujeres que beben reproduciendo viejos estigmas
basados en ideales de respetabilidad.
“Ha habido una cierta tendencia a afirmar que una mujer que bebe un par de copas no es capaz de seleccionar con quién se acuesta, para dibujar algo así como una nueva oposición entre el celibato de la mujer sobria contra la promiscuidad de la mujer ebria”, dice Davo.
Si elegimos
beber alcohol, ¿Cuándo perdemos la capacidad de decidir que queremos una
relación sexual? Evidentemente no
me refiero aquí a un estado de inconsciencia o seminconsciencia donde es evidente que no puede haber consentimiento y, por tanto, hay violación. Este ha
sido uno de los elementos alrededor
de los que han girado las demandas de
eliminación de la actual distinción entre abuso y agresión sexual en el Código
Penal para poner el acento en la
ausencia o no del consentimiento. (Hasta
hoy si la mujer está borracha o drogada se
considera abuso porque “no hay violencia”, incluso
cuando se le suministra una sustancia para conseguir anular su voluntad o que
pierda la conciencia con el fin de agredirla.)
Es un tema
complejo, pero tenemos que atrevernos a
tratar estas cuestiones. Del debate de
estos días, aprendemos que, si se tienen dudas de la capacidad de consentir de una persona borracha, es mejor no forzar la
situación. (Mucho se podría
decir también del tipo de sexo que se tiene cuando media el alcohol, y su
relación con los debates sobre el deseo y la empatía al follar que Beatriz Gimeno definía como el “preocuparse por el
otro o la otra, por su bienestar” en la cama para atender y
respetar su deseo).
Escucho voces diciendo que los tíos no deberían irse nunca con una mujer borracha, pero ¿cuánto de borracha? No se puede asociar automáticamente borrachera con incapacidad de tomar decisiones. Primero, porque resulta problemático una vez más colocar el peso del deseo y la capacidad de obrar en ellos. Aquí incluso ponemos en su tejado el discernir sobre nuestra propia capacidad de consentir. ¿Otra vez son ellos los que van a decidir por nuestra sexualidad? Este es un marco que nos infantiliza, que nos quita agencia. Hay que decir bien claro que las mujeres salimos, nos emborrachamos y ligamos porque queremos e incluso que a veces bebemos expresamente para ligar con más facilidad porque eso nos desinhibe. Sí, muchas veces queremos irnos a casa así, borrachas y acompañadas.
Creo que vale
la pena abrir el debate porque esta concepción pasiva de la sexualidad de las
mujeres también es un pilar que sujeta el orden de género, enquista sus
lógicas y refuerza los marcos estructurales de la violencia machista. A ellos se les presupone el deseo, que
siempre existe, y el pleno dominio
de su voluntad y su sexualidad. Aunque a veces esta se representa también como algo salvaje que no puede ser contenido, un
argumento que ha servido históricamente para legitimar la violación. A nosotras, lo contrario, que la excepción es que queramos, una especie de premio que guardábamos
celosamente para recompensar con ella
a un varón –un varón que nos da algo
a cambio, ya sea afecto, poder o recursos–. De ahí provienen algunas objeciones feministas a la Ley del Sí
es Sí: que tal y cómo está formulada nos ata a esta concepción de la sexualidad femenina, mientras sitúa la agencia y el deseo en el terreno
masculino.
“Nos envía un mensaje inequívoco: el sexo es un terreno de los hombres y para ti
siempre será hostil. Nos aleja del aprendizaje a manejarnos sin complejos, ni
miedos en un ámbito de la vida que les dejamos a ellos”, como dice Mónica Oltra. Pero todo nos pertenece, el ancho mundo es
nuestro y nada nos es ajeno. También el sexo.
Todavía hoy dicen que la “naturaleza” sexual femenina y la masculina son esencialmente distintas, incluso algunas feministas. ¿Acaso estas diferencias no responden más bien a configuraciones de roles culturales e históricos específicos que además se encuentran en profundo proceso de transformación desde hace años? ¿No existe hoy en las mujeres una pluralidad de formas de desear y de vivir el sexo? ¿Qué sentido tiene desarrollar discursos que contribuyen a esencializar y fijar de nuevo nuestra sexualidad a viejos esquemas? Esquemas que, además, son los que, cuando se produce una agresión, sirven para que nos culpabilicemos a nosotras mismas, por beber, por estar en un sitio donde no deberíamos haber estado a esas horas, por andar sola por la noche, por querer sexo ocasional… Todo al servicio del control de nuestra sexualidad. La manera de conducir según qué debates, aunque no sea nuestra intención, puede contribuir a reforzar este marco.
Buenas/malas
mujeres
Estos son
además los mismos argumentos que se usan en los juicios para desestimar las declaraciones
de las mujeres si estas tienen una vida sexual activa antes, o incluso
después de haber sido violadas. Si su pureza queda en entredicho, si esa misma noche iba buscando sexo,
pueden ser argumentos sociales y legales para dudar de su testimonio. Se nos obliga
así a encajar también en la imagen de “buena víctima” que,
más que proteger a las mujeres, les exige el cumplimiento de la normativa hegemónica de género como condición
para ser reconocidas como
víctimas, como explica Laura
Macaya. “Imposible violar a una mujer tan viciosa”, dice Virginie Despentes en Teoría
King Kong. Estos discursos que no reconocen la pluralidad de vivencias, que haya mujeres que beban y busquen sexo con desconocidos, por ejemplo, refuerzan de manera indirecta tanto los
argumentos que sirven a la reproducción de la violencia institucional, como al control social expresado en la cultura
hegemónica y ejercido a través de los que nos rodean.
Las malas
víctimas a veces no encajan en lo que se espera de ellas. No se les ve suficientemente traumatizadas, quizás hacen vida
aparentemente “normal”. “Fuma, sale de
marcha, toma café con los amigos”, escribían los detectives
privados sobre la víctima de la Manada para
demostrar que no había sido violada. Parece que ninguna mujer que haya sido
violada debería poder hacer vida normal. El patriarcado presupone que es lo
peor que le puede pasar a una mujer y que después
debe quedar “dañada”. Solo las buenas mujeres no
lo superan, dice Despentes.
Aunque
evidentemente la responsabilidad de una agresión sexual siempre es del agresor,
el peligro es generar un relato
en el que si una mujer sale de noche y
se emborracha se pone al alcance de los “depredadores
sexuales”. El imaginario que podemos crear es, no solo culpabilizador para las mujeres, sino uno que quizás limite nuestras posibilidades de
vida y autonomía. Nerea Barjola lo
explica bien en Microfísica sexista del poder a partir
del caso Alcàsser: las campañas de
terror sexual desatadas en los medios después de
violaciones y asesinatos son funcionales a la limitación de los comportamientos y movimientos de las mujeres, a su
contención, personal
y sexual. El miedo nos hace
más pequeñas, nos encierra. Pero no queremos tener que elegir entre nuestra
libertad y nuestra seguridad.
Porque salir
al mundo, sobre todo borrachas, es “ponerse en riesgo” y a veces, no sale bien, pero no queremos encerrarnos en casa. Después de su violación, Despentes tuvo una epifanía leyendo un texto de Camille
Paglia:
“Sí, habíamos salido afuera, a un espacio que no era el nuestro. Sí, habíamos sobrevivido en lugar de haber muerto. Sí, estábamos en minifalda solas sin un tío que nos acompañara, de noche, (…) Habíamos corrido el riesgo, habíamos pagado el precio, y más que sentir vergüenza por estar vivas podíamos decidir levantarnos y recuperarnos lo mejor posible. Paglia nos permitía imaginarnos como guerrilleras, no tanto responsables personalmente de algo que nos habíamos buscado, sino víctimas ordinarias de algo que podíamos esperar cuando se es mujer y se quiere correr el riesgo de salir al exterior”.
Contra
un clima de miedo
En los
últimos años, el #Metoo y la insistencia en
poner en primer plano la violencia sexual han tenido resultados ambivalentes. Por un lado, hemos
puesto en la agenda la violencia sexual y los abusos en el ámbito laboral de
los que nadie hablaba. Cosas que estaban normalizadas por fin se verbalizan, por fin dejan de excusarse. Probablemente
este cambio cultural es uno de los
mayores logros de este último ciclo de movilización
feminista. Sin embargo, quizás hemos construido sin querer un imaginario de pánico sobre la
sexualidad. Quizás la hemos dibujado
como un ámbito solo de peligro y no de disfrute.
¿Cómo puede afectar esto a las más
jóvenes? Nos ha faltado (y mucho) hablar
del placer, de lo que implica
conquistar ese espacio siendo mujeres, de lo que ganamos en libertad, en autonomía, en
disfrute de la vida. Nos ha faltado reivindicar la sexualidad como un
espacio propio para que la amenaza no se cierna como una sombra sobre nuestras
vidas y nos acabe desempoderando mientras engrandecemos el poder masculino –aunque sea como amenaza
e imagen de omnipotencia–. No hemos hablado apenas de cómo el sexo también es nuestro espacio, de que a las mujeres nos gusta
el sexo, lo queremos, lo buscamos activamente y lo disfrutamos –asumiendo
todos los problemas o riesgos que se dan
en ese campo para nosotras–. La búsqueda responsable del placer y la experimentación son la clave
para el empoderamiento sexual de las
mujeres y para llevar adelante la
lucha por sus libertades sexuales, en palabras de Laura Macaya.
No podemos
oponernos a la violencia con la contención sexual. Sino que
“el
único camino posible pasa por la reivindicación de la propia sexualidad
libre, gozosa y dispuesta de todas nosotras. Por comprender que lo que define
una agresión no son las circunstancias o el tipo de prácticas
sexuales, sino la ausencia de consentimiento explícito. Por construirnos
como seres deseantes, anhelantes, dueñas de nuestra sexualidad, con capacidad
para decir no y para decir que sí”, escribe Julia Cámara.
Por tanto,
seguiremos saliendo de noche, yendo a sitios poco indicados para señoritas,
seguiremos emborrachándonos y follando. Y
para sentirnos más seguras, el feminismo
nos ha dado un arma poderosa: el cuidado y acompañamiento colectivo. En los bares y en las discotecas, nos
cuidan nuestras amigas que ponen a
nuestro alcance un nuevo concepto de “seguridad” a la hora de
enfrentarnos a los riesgos implícitos en el terreno sexual. Y si nos pasa algo, también nos
acompañaremos para poder levantarnos y seguir
caminando, mientras luchamos juntas para que se acaben todas las agresiones.
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DENUNCIAN QUE UNA CHICA DE 14 AÑOS FUE ABUSADA EN PINAR DE ROCHA. Le habrían dado una bebida que le hizo perder el conocimiento, señaló la madre Una mujer denunció que su hija de 14 años fue abusada sexualmente en el boliche "Pinar de Rocha”, ubicado en Villa Sarmiento.
La denuncia fue radicada en la Comisaría Vecina 14 A de la Policía de la Ciudad por la madre de la adolescente, quien fue asistida en el Sanatorio Güemes, de Palermo. La mujer relató que su hija se escapó con varias amigas, para ir al boliche bailable Pinar de Rocha, ubicado en avenida Rivadavia al 14700, en la zona oeste del conurbano.
Una
vez en el interior del local bailable, declaró la madre en la denuncia, la adolescente ingirió una bebida que
le hizo perder el conocimiento. Tras despertar, la chica advirtió que presentaba lesiones compatibles con un abuso sexual, por lo que su madre la llevó al Sanatorio para que la evaluaran y brindaran
auxilios.
A partir de la denuncia se
le dio intervención al fiscal
en lo Criminal y Correccional 58
Jorge Fernández, aunque se espera que en
las próximas horas las actuaciones pasen al
Departamento Judicial Morón, con jurisdicción en Villa Sarmiento.
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