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El movimiento laboral en su conjunto está afectado, además, sobre todo en los últimos setenta y cinco, por la existencia de una extensa aristocracia obrera, altos grados de corrupción en algunas dirigencias sindicales y con una filosofía de colaboración plena obrero-patronal que, en muchos casos, deviene en sindicalismo amarillo. La mayoría de los sindicatos son enormemente vulnerables a la presión de los políticos. Al mismo tiempo, las décadas de 1950 y 1960 estuvieron marcadas por la complacencia entre muchos líderes y miembros sindicales. A cambio de garantías de disciplina industrial y estabilidad, muchos sindicatos ganaron aumentos salariales sustanciales con ajustes por costo de vida, pensiones y generosos beneficios de salud. Dispuestos a conformarse con un sistema de negociación privado y despolitizado. El sistema bipartidista capitalista estadounidense también ha manipulado a las mil maravillas a las masas obreras y acentuado los cismas culturales existentes en su seno. Varias de las aristas principales que históricamente han causado división en el movimiento obrero son consecuencia asimismo de esa pluralidad de formas de organizarse, de las cuales se derivan debilidades para defender derechos o lograr buenos contratos colectivos, diversas actitudes respecto a emprender o no el trabajo para organizar a los no afiliados, la inclusión o no los trabajadores temporales o de las minorías no blancas y, en general, hacia la solidaridad inter sindical.
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OFENSIVA
ANTISINDICAL Y EXPOLIACIÓN LABORAL EN EE.UU. (I).
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Por Fernando M. García Bielsa |
30/04/2022 | EE.UU.
Fuente Rebelión sábado 30 de abril del 2022.
El movimiento sindical en Estados Unidos está bajo
asedio, y lo ha estado con dureza en los últimos 50 años. No obstante, hay
varios hechos recientes que muestran su vitalidad.
Durante dos
siglos el sistema capitalista de una nación poderosa y en expansión ha dirigido
buena parte de sus empeños a dividir a los trabajadores, abaratar la fuerza de
trabajo y destruir a los sindicatos, el uso común de rompehuelgas, reprimir a
sangre y fuego sus más combativas
agrupaciones, cooptar y corromper muchas
de sus esferas dirigentes y del sindicalismo amarrillo, y lograr incluso
que una parte de ellos apoyaran las políticas imperiales. Por otro lado, el
movimiento sindical raramente es considerado hoy como una voz de avanzada o
como un aliado consistente de los movimientos sociales progresistas.
ESTADO
ACTUAL GENERAL
El movimiento sindical en Estados Unidos está bajo asedio, y así lo ha estado con particular dureza en los últimos 50 años. No obstante, y ante múltiples obstáculos y desventajas, hay varios desarrollos y hechos recientes que muestran su vitalidad. Asimismo, el apoyo público a los sindicatos aumentó a un punto alto del 68% el año pasado, lo cual paradójicamente coincide con que la tasa real de afiliación a los sindicatos ha continuado su descenso de setenta años. Unos 165 millones de personas componen la fuerza laboral de ese país de más de 330 millones de habitantes. Casi dos tercios de ellos tienen algún grado de enseñanza superior básica. Del total de trabajadores estadounidenses solo algo más del 10% integra las filas sindicales, o sea, unos 16,3 millones de trabajadores
Pertenecen a
un sinnúmero de organizaciones sindicales, muchas de base local o regional. Entre las distintas formas de organización están los sindicatos
gremiales o por oficios, y los llamados sindicatos o uniones industriales o ramales.
Varias decenas tienen alcance al largo
del país. El Departamento de Trabajo
identifica 30 que todavía tienen 100,000 miembros o más. Se destacan los sindicatos de la minería, del acero, de la
industria del automóvil, los portuarios, de los trabajadores de las
comunicaciones, la hermandad de camioneros y conexos, de la industria de maquinaria y aeroespacial;
los trabajadores de la salud, los de
empleados públicos, la asociación nacional de educadores, etc.,
Mientras que
la patronal tiene la ventaja de tratar por separado dentro de una misma empresa
con diversos gremios de oficios,
por el contrario, los sindicatos industriales muchas
veces participan en negociaciones de contratos que abarcan múltiples empleadores dentro de una rama de la economía o sector
laboral.
Y en
conjunto, alrededor de dos tercios de los trabajadores de entre 18 a 64 años de edad y cubiertos por un contrato
sindical son mujeres y/o personas de color. O sea, el 42% son mujeres y más de un tercio son trabajadores negros, hispanos,
asiáticos u otros no blancos. Las
divisiones raciales
profundas que afectan el país se manifiestan en el seno del movimiento obrero.
Los trabajadores en Estados Unidos
siempre han estado agrupados y estratificados según la raza, el origen étnico y el género, con
los sectores no blancos ocupando los niveles inferiores de esa estructura
jerárquica.
A finales de los años 70 los salarios de la clase obrera se desvincularon de la producción y se estancaron. Se estima que más de $47 millones de millones de dólares de los salarios de la clase media y trabajadora se han extraído del 90% inferior de los asalariados y se han redistribuido desde entonces al 1% de los estratos sociales de mayores ingresos. Durante la pandemia, los accionistas de 22 de las principales empresas estadounidenses se enriquecieron en $1,5 millones de millones de dólares, mientras que los trabajadores de esas empresas recibieron menos del 2 % de ese beneficio.
Unos 53
millones de trabajadores de entre 18 y 64 años son
considerados como de bajos salarios.
Casi la mitad de ellos se agrupan o
corresponden con diez ocupaciones, tales como comercio al detalle, cocineros y
preparación de alimentos, personal de limpieza y trabajadores de la
construcción. Más de la mitad de todos los nuevos puestos de trabajo
creados son en empleos de servicios con
bajos sueldos. Por otra parte, según las estadísticas
oficiales unos 6 millones se encontraban desempleados
en febrero 2022. Son estadísticas que bastante esconden la realidad.
Se consideran en esa condición solo
aquellos quienes han estado activamente buscando trabajo durante las
anteriores cuatro semanas. O sea, las
cifras de desempleo generalmente reflejan tres o cuatro veces menos del número
real de desocupados. El panorama de
presenta más dramático cuando junto a lo anterior consideramos que hay millones de personas que trabajan
a tiempo parcial, pero desearían
contar con trabajos a tiempo completo,
así como el hecho conocido de que la mayoría de los nuevos empleos que se crean pagan bajos salarios.
El
seguro de desempleo de los Estados Unidos normalmente es una protección
débil contra la adversidad: muchos trabajadores no están cubiertos. Para una mayoría la pérdida del empleo ocasiona también perder el derecho
al seguro de salud. Estados
Unidos es la única nación industrial avanzada que no tiene leyes nacionales que
garanticen la licencia de maternidad paga.
También es la única economía avanzada
que no garantiza a los trabajadores vacaciones, pagadas o no, y el único país altamente desarrollado
(aparte de Corea del Sur) que no garantiza días
de enfermedad pagados.
A mediados de los años 50 los sindicatos eran relativamente poderosos y los salarios aumentaban a la par con la economía. Pero previo al comienzo del decenio de 1970 se había producido el fin del consenso de posguerra en las relaciones obrero-patronales, y además se imponían con fuerza la globalización y las políticas neoliberales. Se acelera la disminución de la membresía sindical: de un 35% hace 60 años a un 10% en la actualidad; y a un mero 6% en sindicatos del sector privado. Menos del 1% de los trabajadores agrícolas pertenecen a algún sindicato.
Desde la
perspectiva de buena parte de la élite capitalista, nuevas circunstancias
económicas y la afectación de sus tasas de ganancias exigían reajustes en los niveles de vida y acciones para limitar aún más el poder del movimiento obrero organizado. Los cambios en la economía – tales como la creciente competencia global, la movilidad y recolocación
geográfica del capital, los cambios
tecnológicos y la financiarización, la transición de la economía manufacturera a
una economía de servicios y el aumento de la contrata de trabajadores
temporales y contingentes -, han desempeñado un importante papel en
debilitar el movimiento obrero, reducir
en más de un tercio en la membresía sindical y han dado pie a tremendas desigualdades
en el país.
Numerosos estudios han encontrado que una causa importante de esa creciente
desigualdad de ingresos en Estados Unidos es
el declive de
los sindicatos. La única vez durante el siglo pasado en que la desigualdad de
ingresos se redujo sustancialmente
fue entre 1940 y 1970, cuando los
sindicatos contaban con mayor poder y prominencia.
Por lo antes
dicho y en lo que indicaremos en lo adelante se explica en parte el deterioro
que ha sufrido el movimiento obrero organizado en ese país.
Contra el
movimiento obrero y los trabajadores pesa el fardo de todo un entramado de más
de cinco décadas de políticas neoliberales y
antisindicales:
restricciones de la intermediación
sindical y en general de las organizaciones obreras; legalización de trabajos precarizados y descenso de los
salarios
públicos; marginación del mecanismo keynesiano de indexación de salarios
ligado a la productividad; creciente
sustitución de la productividad por la competitividad (como medidor de la
efectividad de la dominación y explotación capitalistas en los procesos
productivos).
Asimismo, en
los últimos decenios se manifiestan o se agudizan varios factores y obstáculos
para la organización de los trabajadores,
así como medidas para reducir derechos
adquiridos en décadas anteriores. Entre otros nos
referimos a:
La
desaparición de empleos por el traslado masivo de empresas y puestos de
trabajo al exterior y debido al rápido avance de los procesos de
automatización; reducción de la
afiliación sindical y el correspondiente debilitamiento del poder de
negociación colectiva y para defender a nivel político sus derechos; la
prevalencia de débiles u hostiles leyes laborales, mientras que las agencias
encargadas de hacer cumplir la legislación laboral se muestran incompetentes o
ven recortados los recursos que se le asignan.
Barreras de diverso tipo para la formación o el accionar de los sindicatos, exclusión de acceso y hostilidad hacia los organizadores en muchos centros laborales; divisiones al seno del movimiento, una parte del cual todavía se organiza por gremios y por oficios –lo que fragmenta o impide la negociación colectiva-; donde no pocas dirigencias son cooptadas o se adscriben al concepto de identidad de intereses obrero-patronales.
Asignación
de escasos recursos para nuevos esfuerzos organizativos por parte de
muchos sindicatos; en contraste con los grandes recursos que las patronales
dedican para influir en la política, sobre el Congreso y las legislaturas
estaduales,
Repetidos
dictámenes pro empresariales de la Corte Suprema y en todo el
sistema judicial, incluyendo
darles el derecho a la patronal de evadir el arbitraje en cortes cuando se
violan derechos laborales en sus empresas, etcétera.
La
ejecución de políticas neoliberales se hizo más evidente a partir de las
administraciones de Nixon y Carter. Reagan recogió
la copia demócrata de la agenda neoliberal y le sacó provecho, reemplazando la
retórica del capitalismo con rostro humano por la verborrea arrogante y
farisaica del individualismo acentuado, según la cual son la codicia y el
interés propio los valores que hay que alimentar. El presidente Clinton acrecentó las
políticas económicas neoliberales de los años de Reagan. Tampoco los
presidentes Bush, Obama ni Trump se alejaron un
ápice de las políticas neoliberales y anti obreras acostumbradas.
Asimismo,
ha habido una disminución de los dispositivos de regulación
laboral social recogidos en los
estatutos del trabajo o desregulación social de los mercados laborales, que corre pareja a la flexibilización de las
labores productivas.
La
ley que rige la organización colectiva y la negociación entre los trabajadores tiene poco
que ofrecer hoy día a quienes pretende proteger. Por varias razones, la ley actual ofrece pocas
esperanzas de revertir la tendencia.
No obstante, según la Oficina de Estadísticas Laborales de los EE.UU., los estadounidenses que pertenecen a sindicatos en ese país ganan en promedio un 17 % más que sus colegas no sindicalizados, con una mediana de $1144 en ganancias semanales, en comparación con los $958 de los no sindicalizados. Tampoco son solo los salarios. Los sindicatos ofrecen aprendizaje y capacitación continua, una carrera sin deudas, una pensión, cierta seguridad en el lugar de trabajo y otras protecciones.
Por lo tanto, no sorprende que el
interés por los sindicatos aumenta y la aprobación de los mismos sea la más
alta desde 1965. Algunos legisladores han presentado proyectos de ley para empoderar a los
trabajadores. Y, sin embargo, a pesar de este hecho, los estadounidenses
no se están inscribiendo para unirse a los sindicatos a un ritmo apreciable. Todo lo contrario: menos estadounidenses que nunca pertenecen a sindicatos,
Muchos en Estados Unidos los han
considerado una institución moribunda.
El porcentaje de trabajadores
estadounidenses que tienen lo que podría llamarse un trabajo seguro, que
trabajan al menos 30 horas a la semana y
ganan $40,000 al año con beneficios de salud
y un horario predecible, es menos de uno de cada tres, y para personas sin
título universitario es sólo uno de cada cinco.
Los
ingresos hora promedio, luego de ajustados con la inflación, se han
mantenido estáticos, mientras que el costo de la vida ha aumentado por sobre el
crecimiento nominal de los salarios.
Un efecto en la reducción de los niveles salariales es producido por el considerable arribo de inmigrantes y mano de obra barata, la alta afluencia de mujeres al mercado de trabajo, las debilidades del movimiento sindical y otras causas. La economía generalmente se ha bifurcado en un mercado laboral que tiene trabajos relativamente mejor pagados y seguros en lo que llamaríamos industrias del conocimiento, que han tendido a experimentar expansión y crecimiento salarial, etc., y trabajos generalmente menos seguros en industrias en contracción o estancadas, donde es considerable el número de personas sin estudios de educación superior.
MUCHOS REVESES LUEGO DE UNA RICA HISTORIA DE LUCHAS OBRERAS.
Estados
Unidos ha sido testigo de una muy temprana y copiosa historia de luchas de los
obreros estadounidenses en condiciones muy adversas, miles de acciones
combativas, sobre todo en el siglo XIX y primeras décadas del XX, o
las llevadas a cabo posteriormente en condiciones del macartismo, de la guerra fría y de la
globalización neoliberal, buena parte de las cuales no han sido
reportadas por los medios de prensa.
La
primera huelga que se registró en los EE. UU. tuvo lugar en 1768
cuando los jornaleros sastres protestaron
por la reducción de su salario.
Veintiséis años más tarde, en 1794, se formó The Federal Society of Journeymen
Cordwainers, lo que marcó el comienzo de una labor sostenida de organización sindical entre los trabajadores
estadounidenses.
Aun en la
actualidad con un sindicalismo mermado, cada mes
miles o decenas de miles van a la huelga sin que sea relejado en los medios.
Las
reivindicaciones obtenidas y los avances logrados han sido significativos, como
muchos han sido los reveses. No existe un récord completo de los congresos, huelgas, motines, acciones de todo tipo,
organizadas o espontaneas, violentas y no violentas que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX, en la medida que
el país creía, y las ciudades devenían
sobrepobladas y complejas, con malas condiciones de trabajo, condiciones de
vida intolerables, con la economía en
manos de banqueros, de especuladores, casatenientes, mercaderes, respaldados
por jueces y militares.
Incluso, en
determinadas encrucijadas se protagonizaron verdaderas batallas campales, como
en el caso de los mineros y otros que,
para defender
sus reivindicaciones, han debido enfrentar, con armas e instrumentos de trabajo, a la guardia nacional y a todo el
poder del Estado, no pocas veces pagando con sus vidas, cuando desde Washington
enviaban tropas federales para controlar
a los huelguistas, etc.
Es cierto que
esas luchas, muy combativas en ciertas etapas, y el grado de conciencia obrera se han mantenido fundamentalmente en el plano de las demandas económicas y no han
redundado en la conformación de un partido
obrero, séase laborista o socialdemócrata de base obrera, ni el surgimiento
propiamente de una conciencia política de clase. Las razones de eso son
muy complejas.
Su desarrollo
se había visto retrasado o desviado a raíz de distintas condiciones
coyunturales, la existencia de
fronteras internas abiertas en constante
desplazamiento y con nuevas oportunidades, el continuo arribo de inmigrantes de
distintos países, fragmentados por
oficios y por las distintas lenguas que hablaban; vulnerables a su falta de status legal; y cuando ha existido la hegemonía internacional del capital estadounidense.
En la medida
que el país se industrializaba la explotación de
sucesivas oleadas de inmigrantes devino
un factor crucial. Esas masas
trabajadoras se formaron en un ambiente de vulnerabilidad y si acaso se
organizaban lo hacían separadamente, en gremios,
no solo por oficios, sino según sus idiomas
o nacionalidades.
Paradójicamente,
el país devenía marcado por la xenofobia, el temor al extranjero y las amenazas
del pensamiento radical considerado de matriz europea, todo lo cual ha sido explotado con astucia por la clase burguesa. Esos temores eran
alentados por la pluralidad étnica, la competencia entre distintos grupos de
inmigrantes, la política patronal del
divide y vencerás, y una profunda y casi obsesiva necesidad de los
inmigrantes recién llegados de dar pruebas de su “americanismo”. En palabras de Howard Parson: “en el grado en que los norteamericanos
no se han sentido seguros de su identidad nacional ellos han sido xenofóbicos”.
Repetidamente esas luchas se vieron
afectadas por recelos y enfrentamientos entre trabajadores protestantes contra
católicos, entre “nativistas” contra inmigrantes, etc. Nuevas y nuevas divisiones étnicas y raciales
socavaban la unificación embrionaria de los trabajadores
industriales sobre todo en el este del país. Por desgracia las esperanzas
que incluso los clásicos
del marxismo tuvieron de una transformación política cualitativa de la
lucha de clases en Estados Unidos quedaron siempre frustradas.
Desde
mediados del siglo XIX y aun antes y durante muchos decenios las agrupaciones
obreras siempre fueron blanco de la actividad represiva, de leyes que prácticamente impiden el trabajo
sindical organizativo y de un sistema judicial venal y pro corporativo. Ese es el país de las grandes huelgas del 1º de mayo de 1886 a lo largo del
país y de los choques violentos subsiguientes y muertes en la plaza Haymarket de Chicago, de los que se derivó
el juicio y ejecución de varios de los
ocho mártires condenados. Es el país que electrocutó en 1927 a los obreros anarquistas de Boston, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti,
después de siete años de prisión y una
campaña mundial en su defensa.
Los éxitos
organizativos en la década del ´30 y la movilización en tiempo de guerra
fortalecieron temporalmente la posición de los trabajadores, pero en 1947, a instancias del empresariado el Congreso aprobó la Ley Taft-Hartley,
que estableció barreras para la formación de sindicatos, expandió las
prorrogativas de los patronos y permitió a los estados de la Unión poner en vigencia provisiones de “derecho al trabajo” que excluyen la presencia
sindical de los centros laborales.
El movimiento
laboral en su conjunto está afectado, además, sobre todo en los últimos setenta
y cinco, por la existencia de una extensa aristocracia
obrera, altos grados de corrupción en algunas dirigencias
sindicales y con una filosofía de colaboración plena obrero-patronal que,
en muchos casos, deviene en sindicalismo amarillo. La mayoría de los
sindicatos son enormemente vulnerables a la presión de los políticos.
Al mismo
tiempo, las décadas de 1950 y 1960 estuvieron marcadas por la complacencia entre
muchos líderes y miembros sindicales. A
cambio de garantías de disciplina industrial y estabilidad, muchos sindicatos ganaron aumentos salariales
sustanciales con ajustes por costo de vida, pensiones y generosos beneficios de salud. Dispuestos a conformarse con un sistema de
negociación privado y despolitizado.
El sistema bipartidista capitalista estadounidense también
ha manipulado a las mil maravillas a las masas obreras y acentuado los cismas
culturales existentes en su seno.
Varias de las
aristas principales que históricamente han causado división en el movimiento
obrero son consecuencia asimismo de esa pluralidad de formas de organizarse, de las cuales se derivan
debilidades para defender derechos o lograr buenos
contratos colectivos, diversas actitudes respecto a emprender o no
el trabajo para organizar
a los no afiliados, la inclusión o no los trabajadores temporales o de
las minorías no blancas y, en general, hacia la solidaridad inter sindical.
En el marco
del auge económico de la post guerra los temas laborales habían sido
institucionalizados, en parte sobre
la base de la colaboración sindical
durante el esfuerzo bélico, la fusión en 1955 del CIO (Congreso de Organizaciones Industriales) con la AFL (Federación Americana del
Trabajo), y la depuración McCartista de los comunistas.
Todo ello,
junto a un sofisticado aparato de represión, cooptación de dirigentes y
división en sus filas dieron al traste con la mayor parte del movimiento sindical independiente y progresista, que
acabó siendo marginado por el extendido
concepto de la identidad de intereses entre el trabajo y el capital.
Se imponía
mayoritariamente lo que algunos denominan sindicalismo empresarial, así como
una perspectiva corporativista,
como base ideológica y funcional de una estrategia de compromiso de clase con el empresariado mediante la cual los sindicatos
proveían paz social a cambio de una porción del ‘pastel económico’.
En ese
contexto fue que el movimiento obrero organizado cedió el control de sus fondos de pensiones que son administrados por
entidades privadas, lo que es un
hecho revelador de la naturaleza, la
gravitación y el dominio que ejerce el sector financiero. Muchos de esos fondos de pensiones y aquellos donde se administran los ahorros de millones de trabajadores tanto
del sector privado como público – una inmensa cifra de dinero – han
terminado siendo invertidos en su casi
totalidad en acciones de las corporaciones capitalistas, y son una fuente clave del capital financiero y de
las operaciones en la bolsa de valores.
Como ya
mencionamos, la ofensiva patronal y conservadora contra el movimiento obrero,
principalmente a partir de los años 80 del pasado siglo, la globalización, la
deslocalización de los puestos de trabajo, la
automatización y un complejo de factores han llevado a la
situación actual donde menos del 10% de los
trabajadores están organizados en sindicatos.
Pero aun así se
abren horizontes y hoy día están produciendo desarrollos interesantes.
[Primera parte]
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