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Los
principales responsables de la Crisis Política,
muy multipolar, son los 130 Congresistas, sea
cual sea hoy su afiliación. Porque en un año y medio solo han destruido el país
con sus "Leyes antidemocráticas",
propias para una sociedad de los tiempos aurorales de la Independencia; el Lobismo descarado
y al servicio total de los Monopolios y las Corporaciones Transnacionales; y
las mafias de corrupción que responden a verdaderos patronos
o dueños de los grupos, Tiendas, Quioscos y
Vientres de Alquiler, que definitivamente encontraron un - rival "vulgar, indio, rural, serrano, profesor incapaz” -
para dar rienda suelta a toda una campaña de Racismo descarado
y violento y Clasismo de absoluto Desprecio. Al final,
la mejor salida, para defender lo poco que aún queda de la Democracia, “Es que se Vayan Todos: Ejecutivo y Legislativo” y
dejen de seguir derramando más sangre de nuestro pueblo en varias Regiones del Perú Profundo.
“Finalmente, y no menos importante, la violencia
debería dejar de ser un recurso en disputa más. Generar condiciones que ponen
en riesgo a las personas es perverso. Los cuerpos y no
las palabras deben de ser el límite. Los
trabajadores de las instituciones atacadas por los manifestantes también
son ciudadanos, los policías no tienen que ser objetivos de agresiones
potencialmente graves, lo hemos visto, desde secuestros, vejaciones hasta
golpes con ladrillos y adoquines. Pescar a río revuelto entre tanta rabia, pena y luto,
es más que irresponsable, es no empático. Si los
dirigentes gremiales, o comunales o
comunicadores locales, o políticos de izquierda tienen
que usar el lenguaje en esta coyuntura, donde la gente puede sufrir seriamente,
deben de cuidar su lenguaje, y deberían (deberían…) moderar, pensar,
reflexionar, sus expectativas. Machacar el metal en caliente es una vieja
práctica que hemos visto lo que ha significado para el
siglo XX. Esgrimir ciegamente programas máximos (restitución del ex
presidente, defenderlo en su decisión inconstitucional de dar un golpe, no dar
tregua a la idea de una asamblea constituyente)
no ayuda a encontrar respuestas, sino que exacerba los ánimos, cierra
alternativas (todo o nada) y eleva el umbral de
confrontación. Y como dicen por allí, es fácil ser guapo con la cartera
del otro. En este caso, qué bonito, qué heroico queda
ser rebelde con el cuerpo que pone un ajeno.
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ÑATOS DE RISA Y FELICES CON SU RACISMO Y DESPRECIO. Los
principales responsables de la Crisis Política,
muy multipolar, son los 130 Congresistas, sea
cual sea hoy su afiliación. Porque en un año y medio son han destruido el país
con sus "Leyes antidemocráticas", el Lobismo descarado
y al servicio total de los Monopolios y las Corporaciones Transnacionales, y
las mafias de corrupción que responden a verdaderos patronos o dueños de los
grupos, Tiendas, Quioscos y Vientres de Alquiler, que
definitivamente encontraron un - rival "vulgar,
indio, rural, serrano, profesor incapaz” - para dar rienda suelta a toda
una campaña de Racismo descarado y violento y Clasismo de absoluto Desprecio. al "Final la Mejor Salida, es que se vayan Todos"
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DESPRECIO.
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Por: José Carlos Agüero,
Escritor e Historiador
Otra
Mirada Lima jueves 15 de diciembre del 2022.
Fuente.
Publicado en Noticias Ser.
Hacer política desde el desprecio trae consecuencias
graves. Frivolidad, cinismo, el descaro de los grupos de interés, acostumbrados
a operar con impunidad, ha terminado por hacer estallar – una vez más – a la
gente en todo el Perú (18 regiones de 24 con protestas activas en menos de una
semana). ¿Esperas ofender a alguien y que se quede tranquilo en su casa
llorando la humillación? ¿Esa es tu propuesta política, reírte del que
menosprecias y ofrecerle como lugar el de espectador, testigo de las decisiones
arrogantes que tomas en su nombre? ¿Qué los mates y encima lo expliques como
que mataste a un vulgar azuzador?
El desprecio
es lo que me llama más la atención. Porque es antiguo, lo
sabemos, pero siempre se actualiza. Este momento encuadra el desprecio como un
nudo, un catalizador de emociones y de fuerzas. Un señor en Huancavelica señala “…Doscientos años nos vienen haciendo
lo mismo”. ¿Qué es ese “lo mismo”? En su mirada de la vida política, de la que él también forma parte, aunque a algunos
sorprenda, es el remachar su
inferioridad, vez tras vez. El excluirlo
y justificar esta exclusión por su carácter de ser casi bárbaro. Una señora en
Ayacucho dice: “Castillo será profesor, será ignorante, no hablará
bien, pero es por quien votamos”. ¿Más claro? ¿Realmente se necesitan más
pistas para cazar la idea?
No puedes humillar tanto a tanta gente.
Burlarte. Mandarlos con sus alforjas de regreso a su pueblo como hizo un parlamentario conservador. Con
sus llamas y alpacas a la aldea, y no a la alta esfera, donde no tienen
lugar. Brindar, celebrar por haberlos
colocado en su sitio, tomarse selfies
como hicieron los congresistas el día de la vacancia, y esperar que esa gente te agradezca por supuestamente
salvarlos de ellos mismos, de su propia
incapacidad.
El lenguaje usado por los medios de
comunicación y por los “políticos” (no
se les puede considerar políticos reales, hay que ponerles comillas) han
enfatizado hasta el hartazgo desde
antes de la victoria electoral de
Castillo las limitaciones, las
incapacidades, la ignorancia, la torpeza, “la
imbecilidad” en el dicho de un analista reconocido (¿se tomaría esa
licencia de insultar con tanta autoridad a cualquiera de los muchos otros presidentes peruanos, todos (TODOS) procesados por esquemas de gran corrupción
y también, evidentemente, ineficaces y mediocres?).
Otra líder de opinión
señala refiriéndose a la presidenta
actual, Boluarte
“No tiene capacidades, pero ya es algo mejor que Castillo”. ¿Para estos peruanos, qué es ser capacitado para un cargo de elección? ¿Eran capaces Fujimori, Toledo, García, Humala o PPK? Evidentemente no. Fuera de cualquier prejuicio, sus resultados lo demuestran. Fueron no solo pésimos presidentes. Fueron mucho más que malos gestores. Ahondaron el colapso institucional y social del país. Destruyeron lo poco que, quedada del tejido social, criminalizaron los espacios regionales y municipales, permitieron que las mafias se hicieran de los poderes más altos. ¿Cuál es pues este estándar de la capacidad al que parecen aludir todos?
Todos los ex presidentes de Perú 1990-2017, son acusados de Corrupción, unos están en la cárcel, otros con procesos y ya pisaron la cárcel, otro se auto-eliminó. pero en todos esos años de gobierno JAMAS tuvieron una campaña de politiquería se Racismo, Clasismo, Fraude, Mafias, etc. Fue al final de su gobierno.
***
No pues, no se trata de capacidad.
Están cambiando unas palabras por
otras. Esas personas eran terriblemente
dañinas. Pero pertenecían a grupos
de poder que generaban identidad por diversas
razones respecto de los grupos
económicos y mediáticos: étnicos, culturales, redes de privilegio, redes
económicas, círculos familiares, finalmente, parte del sistema mercantilista. ¿Castillo es mejor, es más capaz? No, claro que
no. Es un incapaz más. Solo que no viene de este sector. Y les generó
desde el inicio la sensación de riesgo,
de falta de control total, de posible
pérdida de la hegemonía absoluta al tomar las decisiones sobre la administración tanto del poder, como de
la corrupción, finalmente, bienes en
disputa.
Tres Pedros
Un político tradicional. -
El primer Castillo es el más
transparente. Un pésimo gestor. Un personaje que no pudo o no supo o no
quiso romper con el modo de organizar la
cultura de administración en el poder
ejecutivo. Hizo lo que sus antecesores. Se rodeó de su propia argolla,
se alejó de todo programa, de toda idea,
de toda aspiración
de mediano o largo plazo
que hiciera posible una reforma social y política. Sus metas eran
inverosímilmente pequeñas, mezquinas, minúsculamente coyunturales. Su primera medida como
presidente lo expresa: aprobó la
inscripción de su sindicato de maestros, paralelo a su rival, el antiguo SUTEP.
Luego de 200mil muertos por COVID,
en medio de una polarización extrema,
con problemas macroeconómicos, él
dedicó su primer esfuerzo a su lucha
gremial, vulgar.
Como todos los otros presidentes,
entendió su ubicación privilegiada
al frente del aparato público como
un sitio para obtener ganancias para él
y sus adeptos, a partir de las inversiones públicas y
la corrupción.
Quizá lo peor de todo: se aisló de sus aliados, y concentró
sus decisiones siempre cortoplacistas,
siempre de sobrevivencia, en un grupo de personajes
inescrupulosos. Estos produjeron un daño
a estas alturas difícil de dimensionar: prácticamente dejaron de gobernar por un año. El país vivió en piloto automático. Sólo como un ejemplo, tuvimos más de medio centenar de ministros en un año y algo,
lo que nos da una idea de la absurda inestabilidad y de la imposible gestión en tales condiciones.
En un contexto
mundial adverso, dejar de gobernar ha sido grave. Cierto que una parte importante de la atención de este señor se tuvo que concentrar en defenderse de los grupos mafiosos y antidemocráticos que tienen secuestrado el poder legislativo y parte del judicial, pero también está claro algo: sí que le alcanzó la vida y el tiempo para articular su sistema de ganancias ilícitas. Angustiado por las consecuencias de sus
propios actos delictivos, amenazado por sus enemigos, dio un golpe de Estado, que no por no
haberlo logrado imponer deja de ser
un golpe. Y con ello se convirtió en
la promesa autocumplida de la derecha
más irracional: ser un “dictador comunista”. No fue ni dictador ni es comunista, claro. Es
solo un político tradicional, solo
que, de otra rama de la política peruana, lejana de Lima, corrupto y desapegado de los valores democráticos.
¿Pedir que regrese? Si no bastara el golpe de Estado
fracasado que lo desautoriza
para cualquier rol en el futuro del país (espero), aún hoy sigue contribuyendo con su irresponsabilidad
a incrementar el riesgo de los
ciudadanos. Sus mensajes donde se reclama
aún presidente, son de una terrible negligencia criminal, porque sabe que eso
afecta emocionalmente a muchas personas que saldrán a protestar por ese llamado. Pedro
Castillo y la gente de la que se ha rodeado este año y meses ha mostrado qué tan profundamente herida esta la izquierda,
que se muere por falta de principios y
no por falta de votos.
Pedro el tapón. - Ahora vemos que Castillo, allí en su lugar de presidente, aunque no gobernara en estricto, cumplía una función social. La naturaleza de la última campaña electoral, de confrontación violenta entre cruzados (terroristas y comunistas versus fascistas-fujimoristas corruptos) creaba un marco de violencia contenida. Ya hemos escrito mucho sobre ello, así que solo diremos como resumen que el nivel de agravio, de mentira, de manipulación no sería fácil de procesar ni de olvidar. Quedó cada palabra grabada, latente. Para los que votaron por Castillo, les quedó más claro que quizá en ninguna otra época de la república, lo que pensaba la élite, los grandes medios y buena parte de la ciudadanía de Lima sobre ellos y sus votos: eran votos perdidos, vacíos de contenido, viciados de origen por provenir de gente inferior, indios, ignorantes y encima, terroristas.
Pero Castillo por más de un año,
pese a la campaña de sabotaje de las
mafias del
Congreso y de los medios, pese a los casi tres procesos de vacancia, pese a la investigación de sus familiares, se mantuvo en el Ejecutivo
(haciendo nada, degradando la gestión sí,
pero manteniéndose en el puesto). Su
falta de pericia y su mezquindad
estaban casi fuera de toda duda,
incluso para la mayoría de sus votantes.
Pero que ocupara ese lugar sostenía la voluntad
expresada por la población pese a la campaña
gigantesca de humillación y estigmatización que habían recibido en el proceso electoral. Pedro Castillo gobernando sin
gobernar, robando, mintiendo y
afectando incluso la subsistencia de la población, contenía la ira de un
enorme sector agraviado. Uno puede comerse su
rabia si estima que recibe algo a cambio. En este caso: un presidente puesto por uno. Fuera Castillo, ya no quedó contención alguna para
esas emociones acumuladas y remordidas.
Y la violencia se ha expresado.
Castillo símbolo. – Castillo como personaje político real,
es el que ya describimos. Pero no es difícil reconocer que para la gente hay otro Castillo. Uno que vive paralelo al que come y respira en la
prisión de la DINOES. Este Castillo
es un símbolo, o una proyección. En las protestas
lo hemos oído: es nuestro, es por quien votamos, es el que elegimos,
es uno como nosotros, es cholo, es pobre, es indio, es excluido, es campesino, es un “nadie”. La verdad es que no es campesino, ni indio,
ni siquiera es rondero en estricto,
y a estas alturas dudo que sea muy pobre, pero es esa imagen la que la
gente defiende. O sea, se defiende
a sí misma, defiende su voto, la
voluntad popular. Defiende pues, un
valor fundamental de la democracia. Si alguien representa una fuerza con razones democráticas detrás,
en este momento, son los que protestan
en las diferentes regiones del país. Mi
opinión es que no tienen razón respecto
del programa de sus protestas ni en sus métodos, pero están defendiendo una
cadena indispensable para creer en algo (al menos en algo): votamos,
elegimos, aceptamos los resultados, gobierna alguien que nos representa.
Por eso el dolor con que se ha vivido su
caída. Porque es la caída de una fe. La fe de que,
pese a todos los insultos, de luchar
contra los grandes grupos de poder,
del terruqueo y la burla, a la hora
de votar, somos
iguales. Se puede ganar. Uno “como nosotros” puede ganar. ¿Por qué saldrían niños de colegio a protestar y
morir
si no los uniese algo subjetivo fuerte a este símbolo, a esta fórmula? La fe en la
democracia, como reducto para los excluidos ha sido quebrantada por
la caída de Castillo.
Es cierto que Castillo
se suicidó políticamente, pero es mentir, mentir
descaradamente, no reconocer que estaba
siendo llevado a una posición
imposible que tarde o temprano terminaría con su vacancia o suspensión. Y para
hacerlo no primaron las razones justas (la lucha contra la corrupción),
sino las injustas,
las que empezaron antes de que siquiera
asumiera y que jamás se detuvieron.
Por lo tanto, si bien es un golpe de
Estado, digamos que fue un golpe
ayudado, un golpe acompañado por el
sabotaje del Congreso. Otra profecía cumplida: los perdedores en la elección “salvaron al Perú
del comunismo”, pero lo entregaron a sus propias fauces mafiosas.
En los comentarios de una noticia que daba cuenta de las muertes en las protestas de esta semana, que ya suman al menos siete personas, incluyendo dos niños, podían leerse: “que los militares acaben el trabajo de Fujimori (que maten a los terroristas, quieren decir, refiriéndose a la población movilizada)”, o “un par de llamas qué importan”. Escritos estos comentarios desde cuentas identificables, reales. En el centro de Lima un manifestante que no se veía muy terruco ni usaba un lenguaje muy clasista señalaba que pedía el regreso de Castillo porque era al que ellos habían elegido. Y que el golpe, en realidad, lo había dado el Congreso.
Irresponsables
Jugar a las palabras, tiene límites. Y
estos suelen ser los cuerpos. Sobre
todo, los ajenos. Ya son demasiados
años de sostener el embrujo, esta ilusión
de que tenemos sistema de partidos,
representantes, padres de la patria,
instituciones democráticas, medios
de información. Estos eufemismos
buscan encubrir que lo que hay son grupos de interés y lobby, redes de privilegio,
monopolios abusivos, mafias y organizaciones criminales, todos
ocupando los rótulos antes dedicados
a las organizaciones políticas. Los hay de varios tipos, algunos más
tradicionales, otros más cholos, algunos de alcance limeño-nacional, otros más territoriales.
Estos actores han secuestrado las
instituciones. El Congreso, sobre todo, pero también el sistema de justicia
y los gobiernos subnacionales. No solo son abiertos grupos de interés particular
o grupal, ajenos por completo a la idea de interés colectivo o público, sino que además son ferozmente antidemocráticos. Ejercen el poder de modo abusivo, discrecional, sin atenerse a reglas, ni las
administrativas de sus reglamentos,
ni las constitucionales, sin temor a
nada porque gozan
de impunidad. Pero cuando escuchamos
la televisión o la radio,
tenemos que oírlos nombrar por años
como “los
políticos”. Y este lenguaje los legitima, casi que los hace
reales.
Cuando Pedro
Castillo dio su golpe de Estado fracasado, su
fracaso se dio en dos sentidos. El primero más
simple, porque era incapaz de imponerlo,
de hacerlo realidad. Nadie le iba a hacer caso, carecía de poder y “capacidad de chantaje” sobre otras fuerzas. Pero fracasó también de un
modo más interesante. Realmente, en un lenguaje
más primario, no había cómo dar un golpe, no había dónde, no había a quién o a qué. Los actores en disputa eran rivales para ejercer la antidemocracia.
Ambos son elementos nocivos,
destructores de los vínculos de confianza, de las relaciones entre personas e instituciones, de la gente con las ideas y los argumentos. No se puede dar “un
golpe” así, sobre un contexto que ya ha colapsado. No un golpe a la antigua, al menos. Es como golpear
el agua. O el aire.
Pedro Castillo pese al deseo de la gente, pese a la
identificación simbólica o cultural o social que la está movilizando, no debe regresar.
Es además de parte del problema, un
enemigo de la democracia. Pero lo es
también el Congreso. En un escenario
donde el que gana y celebra, también
es el malo, no basta con el piloto automático. No puede esperar la presidenta interina a que la gente
aplauda y se siente a esperar. La manera en que es leída su presidencia para grandes sectores de la población, lo estamos
viendo, es como
una traición. Y eso es algo
grave. Porque no hay peor pecado que
la traición, no hay regreso y no hay posibilidad de esperar virtud alguna, depositar mínima
confianza en alguien traidor. Quienes vienen
protestando lo han expresado con claridad. Quieren que renuncie porque la entienden, no sin razón, como una presidenta del Congreso. Es decir, una
especie de secretaria de los malos.
La represión brutal, las declaraciones
de sus ministros y su propia actitud banal, consolidan esta mirada.
Qué hacer
¿Hay razones para marchar?
Desde luego. El Congreso es un actor
antidemocrático y potencialmente golpista. Eso está claro. Castillo se
les adelantó, porque no es muy diferente.
Pero eso no quita que lo sean. No se
puede esperar que de ellos florezca súbitamente un afán reformista. Van a
hacer lo que puedan para sostener sus presencias
y sus intereses. Si hay muertes, podrán justificarse en el enorme archivo mágico de invención de conspiraciones, comunistas y terroristas.
Llamaran a aplicar mano dura. Harán
invocaciones al principio de autoridad y a reinstaurar el orden cueste lo que
cueste.
Dina Boluarte ha actuado con increíble irresponsabilidad. Ha dejado que pase tiempo valioso antes de ofrecer lo
obvio: elecciones
anticipadas y generales. Mientras, poco a poco, el país se fue levantando,
indignado. Y esas muertes se
explican por esa demora en ofrecer
un horizonte razonable, un tiempo para que la población pudiera organizar al menos precariamente su futuro y sus
expectativas. Ha elegido muy mal a su
premier, que ha mostrado rápidamente
ser de los que convierten población en subversivo
y protesta en
“turba”. Necesita conectarse con la realidad. Dejar de reprimir. Y dejar de reprimir significa claramente controlar
a una policía, quitarle prerrogativas y
responsabilidades -que deben de ser
políticas- a unas fuerzas de seguridad que han tocado fondo.
Finalmente, y no menos importante, la violencia debería dejar de ser un recurso en disputa más. Generar condiciones que ponen en riesgo a las personas es perverso. Los cuerpos y no las palabras deben de ser el límite. Los trabajadores de las instituciones atacadas por los manifestantes también son ciudadanos, los policías no tienen que ser objetivos de agresiones potencialmente graves, lo hemos visto, desde secuestros, vejaciones hasta golpes con ladrillos y adoquines. Pescar a río revuelto entre tanta rabia, pena y luto, es más que irresponsable, es no empático. Si los dirigentes gremiales, o comunales o comunicadores locales, o políticos de izquierda tienen que usar el lenguaje en esta coyuntura, donde la gente puede sufrir seriamente, deben de cuidar su lenguaje, y deberían (deberían…) moderar, pensar, reflexionar, sus expectativas. Machacar el metal en caliente es una vieja práctica que hemos visto lo que ha significado para el siglo XX. Esgrimir ciegamente programas máximos (restitución del ex presidente, defenderlo en su decisión inconstitucional de dar un golpe, no dar tregua a la idea de una asamblea constituyente) no ayuda a encontrar respuestas, sino que exacerba los ánimos, cierra alternativas (todo o nada) y eleva el umbral de confrontación. Y como dicen por allí, es fácil ser guapo con la cartera del otro. En este caso, qué bonito, qué heroico queda ser rebelde con el cuerpo que pone un ajeno.
Sra. Dina Boluarte un gobierno en un territorio nacional, hoy grado 8 de inestabilidad política, camino hacia un escenario de Ingobernabilidad y que espera una Salida Democrática. Que se vayan todos.
***
Si hay que marchar, no será, lo
confieso, como en otras jornadas. No quiero
defender a Castillo. Me parece que debe ser juzgado con arreglo
al debido proceso. Tampoco quiero su restitución, ni que necesariamente caiga el gobierno de transición.
Sí quisiera que este reaccionara
rápidamente. Que leyera el escenario en su complejidad. Que rectifique su pésimo inicio. Que cambie de
premier, porque no se puede tener
a alguien que empieza su gestión justificando violaciones de derechos humanos. Y que se asuma como
lo que es, un escalón breve y sobrio, eficaz si fuera posible, hacia otro
momento que esperemos sea superador del actual, para lo cual, debe desprenderse de su dependencia hacia
este Congreso. Que es difícil, pero es imprescindible.
Está difícil marchar así. Porque las consignas
no me generan al menos a mí, suficiente razonabilidad. Pero al menos,
hagamos el esfuerzo de mostrar un respaldo
ante las muertes producidas por tanto desprecio e irresponsabilidad. Y ojalá todos
los que tienen real influencia, pongan su mayor
esfuerzo en des escalar la violencia, y procurar un contexto con posibilidades de diálogo.
Más muertes no generan más épica. Ayudar a resolver,
se sabe, es mucho más difícil que ayudar
a destruir. El tiempo no se acaba esta semana, ni estos meses. Y la tarea en el país es grande y difícil. Tenemos para muchos años de paciencia y reconstrucción de nuestras instituciones, vínculos y
respetos. Miremos un poco más allá.
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