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"Así la filosofía marxista, para explicar esta producción
de valores en masa, habla de hegemonía cultural;
como la dominación de la sociedad culturalmente diversa por la clase dominante, cuya cosmovisión, creencias,
moral, percepciones, instituciones, valores o
costumbres
se convierten en la norma culturalmente
aceptada, con prestigio y propiamente
en la ideología dominante,
valida y universal. Esta hegemonía
cultural es la que justifica y legitima el orden político,
social y económico como algo
inevitable y natural. Y esto pasa
igual en el capitalismo actual en Europa, en el mundo
árabe, como en el siglo XV con la
hegemonía
cultural de la iglesia y la nobleza. Es decir, en cada fase histórica la hegemonía cultural
existe y se expande o no en base a la conflictividad entre clases
sociales. Por ello, en la actualidad,
con la derrota de los movimientos revolucionarios del
siglo XX y en un momento de
reconfiguración como el actual, el capitalismo
gana y domina implacablemente. Se cuela
en nuestros valores, pensamientos,
juicios de valor y un largo etcétera".
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¿POR
QUÉ PENSAMOS LO QUE PENSAMOS?
¿QUÉ
ES ESO DE LA HEGEMONÍA CULTURAL?
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Por Jorge Aller García | 10/12/2022 | Opinión
Fuentes.
Rebelión sábado 10 de diciembre del 2022.
Podríamos decir que el modo de ver y
acercarse al mundo no es algo estrictamente individual y peculiar de cada persona,
surge como resultado del proceso
dialéctico entre la individualidad en desarrollo
y de la socialización
con la naturaleza y otros individuos.
Es decir, es fruto de la historia,
de lo que acontece. Las formas previamente
construidas de entendimiento del mundo se instauran por medio de la cultura reinante, estas
formas establecidas son premeditadas y
funcionales al orden político-social
vigente y llenas como no en la actualidad, de ideología capitalista. La hegemonía cultural actual reside
en la cultura
burguesa. Los cambios que
afloran son fruto del enfrentamiento de
clases, de proceso histórico y no surgen por si solos.
Independientemente de los cambios que se
produzcan, el objetivo final del
capital sigue siendo la reproducción de valor.
Hay una de estas visiones socialmente establecidas que vamos a intentar exponer brevemente: pensar que la realidad social está mediada por una suma de individuos que se desarrollan de manera libre y que por lo tanto parten y viven de una manera igualitaria. Por lo tanto, significaría que los individuos se deben a sí mismos, y se construyen de una manera casi independiente de los condicionantes políticos, económicos, valores, culturales y procesos históricos que viven. Que cada persona tiene algo innato que le hace desarrollarse de una manera y no de otra. Hay es donde residiría el concepto de idealismo que es una de las bases del sistema capitalista para negar la conflictividad y el desarrollo histórico. No hay mayor trampa que responsabilizar y propiamente individualizar las conflictividades y la realidad en el conjunto social, abstracto y amorfo de “la gente” o de los ciudadanos. No hay mayor trampa que ocultar el origen sistémico de todo lo que acontece. Nada es casual, ni ajeno a los condicionantes materiales, culturales y políticos. Y por supuesto nada de lo que ocurre es natural; así la pobreza y desigualdad no es ni una casualidad, ni un mal menor, no se deben a la naturaleza de las personas que hace que algunas se sacrifiquen o trabajen duro para alcanzar una mejor posición o tampoco son una lacra eterna que siempre existirán y a la cual habrá que poner parches. Sino que es consecuencia de determinado sistema productivo que se basa en el reparto desigual de la riqueza social generada, en la acumulación en solo unas manos de capital y medios de producción y en otras dependientes y desposeídas de todo lo que tienen, quedándoles exclusivamente su capacidad de trabajar para las propietarias.
Por otro lado, esto tiene una vuelta
bastante implantada en parte de los voceros del liberalismo
y de la socialdemocracia, es
pensar que los problemas y la realidad se transformaría desde voluntades o grados de consciencia
concretos, desligándose del sistema en el que se desarrollan los individuos, que todo el mundo tendríamos una parte de responsabilidad. Un ejemplo es lo que vemos a diario en la propaganda de todo
tipo para evitar la catástrofe
medioambiental en la que nos encontramos y caminar hacia una supuesta transición
ecológica. Según ese esquema solo bastaría con la toma de consciencia y responsabilidad individual del problema,
una serie de pequeños retoques como
reciclar, bajar el consumo de
algunos productos y una serie de pequeñas
medidas técnicas y reajustes en los procesos productivos por parte de empresas e
instituciones. Si nos adentramos
en el problema, podremos llegar a entender
que es justo las bases del sistema
capitalista y su desarrollo histórico el que produce semejante crisis y no una serie
de malos hábitos, prácticas concretas o la idea exagerada, algo misántropa
de decir que “el ser humano somos
así” y que no hay remedio posible.
Es la propia estructura, el
funcionamiento del capitalismo y el modelo social que necesita para su incansable expansión y ganancia la que produce la crítica
situación en la que nos encontramos. El
capital bebe de dos fuentes de riqueza: la humana y la natural. Y no pondrá
freno, porque su única garantía de supervivencia es la explotación constante sin una perspectiva de sostenibilidad y visión a
medio plazo. Es un caballo debocado hacia el precipicio.
Así se expande esa idea como plaga de
que los problemas de este mundo
se resolverían por medio exclusivamente de la educación,
sin entender que
justo la educación es una estructura dominada por los valores y
cosmovisión capitalista, aquella que perpetua
el ideario afín de la estructura originaria. Viéndolo con otro ejemplo simple y cercano; el último anuncio del gobierno de España
para luchar contra la adicción al juego. Ya que está subiendo
enormemente entre los jóvenes y la
población migrante. En el anuncio se
llevan a cabo una serie de acusaciones de que la culpa es del que se engancha, como del que bebe y coge el coche, que tiene que concienciarse de cuáles son las nefastas consecuencias que tiene el juego, de saber decir que no.
Lo curioso es que el anuncio
o ninguna campaña de este tipo se adentra en ningún momento o pone encima de la
mesa que procedencia de clase tienen los jóvenes adictos/as al juego, que motivos los llevan a
la población migrante a apostar, bajo qué condiciones económicas
o educativas se desarrollan, que alternativas de ocio tienen a su
alrededor, o cuales son los orígenes y beneficiarios de tal lacra para la clase
trabajadora.
Lo que se suele hacer es una abstracción demagógica, decir que cada joven puede o no engancharse, que cada joven tiene la capacidad de elección, que los orígenes de clase no importan, ni la precariedad existencial que sufren, ni esa falta de alternativas de ocio, ni el nihilismo reinante, ni que el bombardeo de propaganda aspiracional mediante youtubers y redes sociales en internet influye en el desenlace y desarrollo de la juventud.
Ni siquiera se pone el foco,
(a veces tan solo tímidamente) en aplicar medidas
concretas y drásticas que paralicen todas las aperturas de salas de
juego, difusión de publicidad o existencia de portales
de internet de este tipo. Es evidente porque las reformas son tenues e inoperantes, estas empresas forman parte de
todo un entramado de capitales con grandes intereses e
influencias para poder hacer valer su poder y los poderes políticos institucionales
o no quieren o son incapaces de hacerles frente de manera real.
Es sobre estos valores de
individualización del escenario social sobre los que se asienta uno de los pilares de la sociedad burguesa. Y es que el capitalismo
no solo es una relación económica o sistema
productivo, sino que se expande por
todos los aspectos y esferas de la
realidad, incluida
la cultural. El nuevo poder que se implantó con el capital y su
desarrollo en el siglo XX basado en el consumo, la uniformidad-individualización de los individuos y la coerción sigue expandiéndose para legitimar todos
los cambios culturales necesarios para
su desarrollo, y ello lo hace por
medios económicos como por ejemplo: el
control directo o indirecto de casi todo tipo de producción
cultural, con el control por
medio de subvenciones del arte revolucionario y
transformador, del lenguaje con la apropiación de palabras
e ideas liberadoras como libertad o solidaridad, con la mercantilización de la producción
audiovisual y la difusión de valores capitalistas y reaccionarios, de
potentes inversiones para el control y privatización de la educación con las actuales materias y herramientas de enseñanza implantadas
en todo el sistema
educativo y también con el dominio del campo del conocimiento e
investigación.
Así la filosofía marxista, para explicar esta producción
de valores en masa, habla de hegemonía cultural;
como la dominación de la sociedad culturalmente diversa por la clase dominante, cuya cosmovisión, creencias,
moral, percepciones, instituciones, valores o
costumbres
se convierten en la norma culturalmente
aceptada, con prestigio y propiamente
en la ideología dominante,
valida y universal. Esta hegemonía
cultural es la que justifica y legitima el orden político,
social y económico como algo
inevitable y natural. Y esto pasa
igual en el capitalismo actual en Europa, en el mundo
árabe, como en el siglo XV con la
hegemonía
cultural de la iglesia y la nobleza. Es decir, en cada fase histórica la hegemonía cultural
existe y se expande o no en base a la conflictividad entre clases
sociales. Por ello, en la actualidad,
con la derrota de los movimientos revolucionarios del
siglo XX y en un momento de
reconfiguración como el actual, el capitalismo
gana y domina implacablemente. Se cuela
en nuestros valores, pensamientos,
juicios de valor y un largo etcétera.
Se encuentra tanto en la esfera de la
vida pública como en la privada y utiliza toda una serie de medios y herramientas sin precedentes. Una vertebración perfecta que no
permite la ajenidad (el estar afuera de la misma). Podríamos decir que no es
que formemos parte, sino que nosotras mismas somos el capitalismo. Somos cultura
capitalista. De esta manera interpretarlo,
analizarlo y estudiarlo no es una tarea
cualquiera, sino la base para toda
transformación social. La base para comprender
su funcionamiento, poder disputar
el campo social y poder
iniciar profundos cambios que logren
derribarlo. Comenzar ya mismo;
conocer las experiencias revolucionarias del pasado y sus errores, ahondando en las raíces socialistas de instituciones como el concejo abierto y
su sistema comunal, renovar las formas de organización históricas del proletariado como redes de solidaridad y sindicatos, repensar los ateneos, medios
de expresión, literatura y arte socialista. Todo ello, para formar hoy una nueva cultura revolucionaria adaptada a las circunstancias,
problemáticas y desarrollo histórico, que nos permita adentrarnos en las conflictividades para hacer crecer la visión de que el análisis de todo lo que acontece está mediado por los intereses
particulares del capital. Trabajar en los espacios sociales oportunos para la construcción de una cultura revolucionaria
socialista; colectiva, internacionalista, basada en la solidaridad, y comunalista de todos los
aspectos de la vida para alcanzar el desarrollo libre de cada
individuo. Una cultura que derribe el viejo mundo, un nuevo
paradigma y cosmovisión en el que sostener la
necesaria idea de que el mundo hay que transformarlo.
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