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“Descartada esta
explicación, las posibles explicaciones radican en varios factores. En primer lugar, el rezago es aún muy importante en el empleo adecuado, aquel que permite ingresos por encima
de la línea de pobreza y gozar de un mínimo de protección social. Otra posible explicación es que
para los hogares alrededor de la línea de pobreza los precios aumentaron en 7% y (en 11% los alimentos).
Los hogares pobres
dedican una mayor proporción de sus gastos a los alimentos,
por lo que resultaron siendo los más afectados.
Según nuestros cálculos, la inflación ha añadido
2,7 puntos porcentuales a la pobreza a nivel nacional, 2 puntos más para los urbanos y 5 puntos para los rurales (de
allí el incremento de la pobreza extrema rural). Las políticas
sociales no han respondido como debieran ante el deterioro de las
condiciones de vida de los hogares. Comparado
con el año 2022, la contribución del conjunto de
políticas sociales a la reducción de la pobreza ha disminuido en el campo
y se ha mantenido en el mismo nivel en las ciudades,
a pesar del agravamiento de la situación. La situación respecto a las
transferencias monetarias es aún peor: su
contribución se redujo
más fuertemente (de 3,8 ptos. a 3,4 ptos. en el área
urbana y de 8,8 ptos. a 6,5 ptos. en el área
rural). Se hace urgente un replanteamiento de las políticas sociales. Los hogares perderán pronto la paciencia.
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LA CONTINUA PAUPERIZACIÓN DE
LAS CIUDADES.
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Por: Javier Herrera.
Fuente. Otra Mirada miércoles 15 de mayo del 2024.
"En
la capital se concentra el mayor número
de pobres; más se padece hambre en el Perú y
en donde no hay ni estrategia ni instrumentos de focalización para la lucha contra la pobreza”.
En
2023, por primera vez en casi 20 años, la pobreza total y la pobreza
extrema se incrementaron por dos años consecutivos. Esto nos aleja
definitivamente de la trayectoria descendente que se observó en los periodos de crecimiento (2004-2011) y de estancamiento
(2012-2019). Las perspectivas de bajo crecimiento potencial de la economía no dejan lugar a dudas de que, aun en un
escenario optimista, la pobreza no regresará a
los niveles prepandemia
en el mediano plazo. Es importante considerar que, para lograr una reducción de la pobreza, la composición
sectorial del crecimiento es un factor relevante. En 2023, el PBI cayó en -0,6%, pero
los sectores productivos de transformación (manufactura, construcción,
agricultura, entre otros) intensivos en trabajo
que dan cuenta del grueso del empleo de la población pobre y
vulnerable cayeron fuertemente (-7,1%), mientras que las
actividades extractivas (principalmente minería) crecieron en 3,9%. Con ese patrón de crecimiento no habrá reducción
de la pobreza, aun si el crecimiento macro es
positivo.
Cuando
miramos la evolución de los gastos
entre el 2019 y el 2023,
constatamos que la mitad más pobre tuvo una
caída mucho mayor que el resto, con tasas más altas en la población en riesgo de caer en la pobreza (-3,9%) y en -2,6% en la población ya en situación de pobreza. Similar patrón se observó entre 2022 y 2023. Muchos no pobres cayeron
en pobreza y se profundizó la de aquellos ya en pobreza. En total, en 2023
hay, respecto a 2022, más de medio millón de nuevos pobres (596.000),
de los cuales 249.000
son pobres extremos. Si agregamos a la población vulnerable, que cualquier
choque adverso la hace caer
en la pobreza (31,4%
de la población, alrededor de 10 millones de
personas), tenemos que 6 de cada 10 peruanos viven
en una situación de pobreza o de precariedad.
La creciente
pobreza urbana y la pauperización de la capital.
Los resultados del 2023 confirman y agravan una tendencia ya manifiesta desde el 2016: la pobreza en la capital crece a un ritmo acelerado, mayor que en el resto del país. La pobreza en Lima se ha prácticamente triplicado en 7 años, pasando de 11% en 2016 a 28,7% en 2023 y duplicado desde la prepandemia (2019). Según los últimos resultados de pobreza, respecto al total de pobres del país, entre 2019 y 2023, la proporción de aquellos que residen en Lima pasó de 22,8% a 32,6%; es decir, un tercio de la población en pobreza vive (o, mejor dicho, sobrevive) en la capital. Igualmente, preocupante es el hecho de que Lima concentra una mayor proporción de pobres extremos (pasó de 5,1% a 18,4% del total de pobres extremos). Si a ello añadimos el resto de las ciudades, en 2023 el 73,1% de los pobres y el 44,9% de los pobres extremos se encuentran en las ciudades.
La
caída en el gasto promedio en 2023
ocurrió en la capital y en el resto de las ciudades
(-0,4% y -1,8% respectivamente) y
no en el área rural. Si miramos qué ocurrió para
la mitad más pobre,
la caída fue aún mayor: -1,2% en la capital y -3,2% en las otras ciudades. Los hogares urbanos han tenido que restringir sus gastos,
incluso en bienes esenciales como la alimentación.
La calidad de la alimentación de los hogares de
la capital sigue deteriorándose. Sigue cayendo el consumo de proteínas animales (-2,6% de carne, -3,5% de pescado,
-2,2% en leche, huevos, -4,7 en legumbres y verduras).
A ese deterioro se añade una caída en la cantidad de alimentos
dentro y fuera del hogar (-3,1% en 2023 y -9,9% desde 2019).
Al
incremento de los hogares cuyos
gastos totales no alcanzan a cubrir la canasta de
alimentos, se agregan aquellos que, teniendo mayores recursos, tienen
que sacrificar gastos en alimentos para pagar el
alquiler, la luz, el agua, el transporte, salud, gastos
indispensables sin los cuales no se pueden procurar ingresos. Al sacrificar el
gasto en alimentos, muchos de esos hogares
tampoco logran cubrir sus necesidades, ya no
solamente de calidad de alimentación, sino
también sus requerimientos en calorías,
esenciales a su salud y actividades cotidianas, incluyendo el trabajar. Gracias a la información recogida sobre cantidad
comprada de cada alimento y considerando las recomendaciones de la Organización
Mundial de Salud (OMS), hemos podido estimar que
en 2023 un poco más
de 4 de cada 10 (43,5%) limeños padecen hambre, proporción que más que comenzó a crecer ya
desde el 2016, más
que duplicándose. La situación en el resto de
las ciudades y el área
rural también es preocupante. Nunca antes, desde que medimos el déficit calórico, hemos alcanzado tan alto nivel de
privación alimentaria. Cuando más se lo
necesita, el número de beneficiarios de Qali Warma,
en lugar de aumentar, cayó
en -0,9% (39.205 personas fueron privadas de la ayuda alimentaria).
Los
programas sociales implementados desde el 2005
fueron diseñados para combatir la pobreza rural,
en particular la pobreza extrema (que por
entonces eran de 83,5%
y 41,6%). Al
considerarse únicamente la proporción y no el número absoluto de pobres urbanos (que ya superaban al de los pobres rurales), la pobreza urbana quedó fuera del radar de las políticas
públicas. Aún hoy, no se dispone de una estrategia adaptada a las formas
específicas que reviste la
pobreza en las ciudades ni tampoco los instrumentos de focalización. Eso quedó
en evidencia ya hace 4 años con la distribución
de los bonos a la población
urbana en el momento de la pandemia. No
se ha aprendido de las experiencias y se ha continuado con un piloto automático (en un carro sin chofer) que nos
conduce directamente contra una pared.
¿El ciclón Yaku
y las protestas sociales?
¿Cómo
hemos llegado a esta situación? La versión oficial pretende culpar al ciclón Yaku, al fenómeno de El
Niño o a las protestas sociales que
ocurrieron en el primer trimestre del año, sin mostrar mayor evidencia al
respecto. Una primera mirada a las evoluciones mensuales nos permite descartar tales explicaciones (o mejor dicho,
excusas ante la inoperancia de las políticas públicas). Observamos que durante la primera
mitad del año la pobreza disminuyó, mientras que
se incrementó rápidamente a partir del mes de agosto.
Descartada esta
explicación, las posibles explicaciones radican en varios factores. En primer lugar, el rezago es aún muy importante en el empleo adecuado, aquel que permite ingresos por encima
de la línea de pobreza y gozar de un mínimo de protección social. Otra posible explicación es que
para los hogares alrededor de la línea de pobreza los precios aumentaron en 7% y (en 11% los alimentos).
Los hogares pobres
dedican una mayor proporción de sus gastos a los alimentos,
por lo que resultaron siendo los más afectados.
Según nuestros cálculos, la inflación ha añadido
2,7 puntos porcentuales a la pobreza a nivel nacional, 2 puntos más para los urbanos y 5 puntos para los rurales (de
allí el incremento de la pobreza extrema rural). Las políticas
sociales no han respondido como debieran ante el deterioro de las
condiciones de vida de los hogares. Comparado
con el año 2022, la contribución del conjunto de
políticas sociales a la reducción de la pobreza ha disminuido en el campo
y se ha mantenido en el mismo nivel en las ciudades,
a pesar del agravamiento de la situación. La situación respecto a las
transferencias monetarias es aún peor: su
contribución se redujo
más fuertemente (de 3,8 ptos. a 3,4 ptos. en el área
urbana y de 8,8 ptos. a 6,5 ptos. en el área
rural). Se hace urgente un replanteamiento de las políticas sociales. Los hogares perderán pronto la paciencia.
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