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Amigos y Amigas, Ciudadanos
del mundo, dos
artículos muy importantes, sobre la actual situación del desastre generado por
el cambio Climático y se concentra, en la capital de Rio Grande do Sul. Es importante su lectura, para ver
hasta “donde caminan” los derechistas
bolsonaristas, negacionistas
hasta hoy del Cambio Climático. Los desastres están presentes, las muertes, los
desaparecidos, los sobrevivientes, sin embargo, como “verdaderos criminales” como han sido
considerados por un Maestro Universitario, e incluso hoy insurge con fuerza
hasta donde llegó, sus “políticas
llenas de veneno” y el proceso generalizado de la Deforestación de la AMAZONIA.
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LULA ENFRENTA UNA TRAGEDIA
HEREDADA DE LA DESPROTECCIÓN MEDIOAMBIENTAL.
Por las inundaciones en el sur
de Brasil murieron 143 personas.
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Al abandonar el Planalto, Jair Bolsonaro dejó apenas 25 mil reales (menos de 5 mil dólares)
en el presupuesto destinado a la prevención de desastres
naturales en todo el país. Redujo los recursos del Instituto Nacional de
Pesquisas Espaciales y vació el Instituto Brasileño de Medio
Ambiente.
Por Darío Pignotti.
Fuente. Página/12- lunes 13 de mayo del
2024.
Desde Brasilia
Luiz Inácio Lula da Silva enfrenta
un desastre ambiental sin precedentes en Rio Grande do Sul agravado por dos bombas de tiempo que
dejaron Jair Bolsonaro
y sus acólitos: la divulgación posiblemente orquestada de fake news para causar pánico y el
desmonte de la estructura del Estado con la cual hacer frente a las
tempestades cada vez más frecuentes en razón del cambio
climático.
El presidente estableció una sala de situación en el Palacio del Planalto, en Brasilia, desde donde es acompañada en tiempo real la crisis metereológica de la provincia ubicada en el extremo sur del país, limítrofe con Argentina, Uruguay y Paraguay, donde murieron 143 personas y otras 131 están desaparecidas de acuerdo con el informe divulgado este domingo por la Defensa Civil estadual.
Hay,
además, 1,1 millones de ciudadanos "gaúchos" afectados,
entre ellos 537 mil desplazados,
diseminados en 446 ciudades de la provincia, incluyendo la populosa capital Porto Alegre, ubicada en la región este,
a nivel del mar, hasta donde siguen bajando las aguas
originadas en las sierras del área central.
Como ocurre en otras
grandes metrópolis brasileñas, en la capital "gaúcha", hay varias favelas donde miles de vecinos que pese a tener
sus viviendas anegadas dudan en abandonarlas por
temor a los saqueos
que están a la orden del día.
Más de sesenta personas
fueron arrestadas
entre la noche del sábado y la madrugada del domingo
por policías provinciales y agentes municipales que recorren la ciudad en botes inflables. En los barrios de clase media alta ese patrullaje es
reforzado con guardias privados.
Ricos y pobres
Lula
comentó que hace décadas, siendo un adolescente,
sufrió junto a su madre y hermanos, la tragedia de ver como la vivienda
que alquilaban en el interior de San Pablo,
donde compartían el baño con un bar, era tapada por el lodo y el agua. El exoperario que
lleva un año y medio en su tercera presidencia, se
compadeció de quienes están enfrentando esa "calamidad" en estos días. No es
justo que los “pobres” estén condenados a vivir
en casas precarias expuestas a las inclemencias del tiempo,
se indignó.
Y comparó el
despliegue de funcionarios y recursos que está
realizando su gobierno para capear los estragos de las lluvias,
que este domingo volvieron a castigar parte de
la provincia sureña, con la frivolidad
demostrada por Bolsonaro,
durante los temporales ocurridos tres años atrás en el estado
de Bahia, en el humilde nordeste brasileño.
“Recuerdo que cuando hubo aquellas
inundaciones en Bahia el presidente de la República siguió paseando en un jet
sky” durante unas vacaciones que se negó a suspender para visitar a las
víctimas, dijo el actual mandatario.
Harto de fake news
Mientras Lula comanda
la crisis desde el Planalto, el ministro de Comunicación Social, el "gaúcho"
Paulo Pimenta, se estableció en Porto Alegre a
donde viajaron otros miembros del gabinete como Marina
Silva, titular de Medio Ambiente y Cambio Climático, José Múcio Monteiro, jefe de Defensa y Nícia Trindade, responsable de Salud. Allí también
está trabajando la diputada gaúcha Maria do Rosario,
segura candidata a la intendencia portoalegrense en las elecciones de
octubre.
Además de
coordinar a los ministros que viajan al sur y
hacer el relevamiento de las ciudades con
necesidades imperiosas, Pimenta está librando
una guerra contra la campaña de mentiras en las redes sociales orquestada desde el fortín bolsonarista.
“Estoy harto de fake news”, explotó
Pimenta, a quien Lula
tiene como uno de sus hombres de confianza desde
hace años, principalmente a partir de los dieciocho meses que pasó en la cárcel
(entre 2018 y 2019) como preso político del exjuez Sergio Moro y su fiscal Deltan Dallagnol,
en la causa de apariencia judicial conocida como Lava
Jato.
“Hay fake news criminales, que envuelven temas de salud pública, otras que perjudican el trabajo de rescate. Yo respeto la libertad de expresión, pero al mismo tiempo pedimos a la Policía Federal que identifique (a los responsables) de esas acciones”, anunció Pimenta.
Mentiras desde Washington
Entre los políticos que
están en la mira de la Policía Federal se destaca el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del
expresidente, quien acaba de realizar una gira por Hungría,
donde participó de la cumbre de la Conferencia de Acción Conservadora (CPAC) y Estados Unidos.
Desde Washington posteó noticias
falsas sobre las inundaciones además de repetir el leitmotiv ultraderechista según el
cual en Brasil hay un régimen “autoritario” en deriva acelerada hacia una dictadura.
Junto al hijo de Jair Bolsonaro estaba en
Washington el ex fiscal
Dallagnol (hombre central en la causa Lava Jato). Dallagnol repitió casi al unisonó con Eduardo Bolsonaro las
noticias fraudulentas sobre las acciones del gobierno
lulista en Rio Grande do Sul y respecto
de la dictadura que se avecina.
El tono de Bolsonaro hijo, fue más policíaco, ya que él se
formó en la Policía Federal, al tiempo que Dallagnol empleó un estilo algo mesiánico, por su
carácter de militante evangélico acostumbrado a adornar sus embustes con citas bíblicas.
Decenas de legisladores del Partido Liberal, al cual pertenecen Jair y Eduardo Bolsonaro,
se aliaron a la campaña de desinformación que
ha tenido un impacto importante en la opinión pública nacional y más aún en la "gaúcha", reconoció el ministro Pimenta.
Según una encuesta de
la consultora Quaest, publicada este domingo, tres de cada diez brasileños dijeron
haber recibido alguna noticia
falsa sobre las inundaciones. El director
de esa agencia, Felipe Nunes, explicó que parte del 70%
restante está formada por ciudadanos que leyeron
esas falsedades y
las tomaron por ciertas.
A ese dato que
preocupa al gobierno se suma otro alentador para
Lula. La pesquisa de Quaest dice que la
aprobación del líder del Partido de los Trabajadores subió
7 puntos y llegó al 47%
en la región sur (estados de Rio Grande do Sul, Paraná y Santa
Catarina), la zona más antipetista del país. La mejora fue atribuida a las medidas
adoptadas por el mandatario frente al diluvio y a los dos viajes que realizó a las zonas inundadas en el lapso de cuatro días.
De todos modos, el Sur, una zona rica y de mayoría de población blanca, sigue siendo bolsonarista y rechaza a Lula en un 52%. La imagen negativa del presidente de centroizquierda en el sur sigue siendo alta, pero cayó el 5% frente a la medición anterior, hecha en marzo.
Bomba sin desactivar
Si las noticias falsas son
la primera bomba
con que el bolsonarismo
boicotea el rescate de los afectados por las inundaciones
iniciadas hace dos semanas, la
segunda bomba es el vaciamiento de las estructuras
estatales para hacer frente a los desastres
climáticos.
Al abandonar el Planalto,
a fines de diciembre de 2022, Jair Bolsonaro dejó
apenas 25 mil reales
(menos de 5 mil dólares) en el presupuesto general de
la Unión destinado a la prevención de desastres naturales en todo el país. Con lo cual
el gobierno lulista, iniciado en enero del año
pasado, tuvo muy poco margen de maniobra para adoptar
medidas contra las cada vez más frecuentes tempestades.
En 2023 cerca de 70 personas fallecieron
por los deslaves de tierras en razón de las lluvias atípicas en el litoral de San Pablo y otras 54 perdieron la vida por causa de un ciclón extra tropical
precisamente en Rio Grande do Sul.
A pesar de
las evidencias sobre el cambio climático, el excapitán Bolsonaro dijo
que éste no existe al hablar en varios foros internacionales, donde también negó los incendios en la Amazonia.
Y no solo eso: redujo los recursos del
Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales y vació el Instituto
Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA), órgano
que entre otras funciones, tiene la de fiscalizar y
eventualmente sancionar delitos contra la naturaleza.
Esa misma política negacionista que anuló la
capacidad de acción del estado nacional fue
replicada en varios gobiernos estaduales, especialmente los del sur, y en particular Rio
Grande do Sul.
El gobernador
derechista de esa
provincia sureña, Eduardo
Leite, removió casi toda la legislación contra la deforestación y recortó los
recursos para actuar ante tempestades.
Por su parte el alcalde de Porto Alegre,
Sebastiao Melo, bolsonarista sin fisuras, redujo el presupuesto destinado al
mantenimiento de los diques
de contención que rodean la capital
"gaúcha", que este domingo estaba literalmente bajo el agua.
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PORTO
ALEGRE ES HOY UNA CIUDAD DISTÓPICA. Epicentro de las inundaciones en Brasil.
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En
la capital de Rio Grande do Sul se
impuso una mirada que no protege al medioambiente,
como en otras grandes urbes de Latinoamérica. Ganaron las leyes del mercado inmobiliario,
tan depredador como los que deforestan
a diario la Amazonia.
Por Gustavo Veiga.
Fuente. Página/12,
lunes 13 de mayo del 2024.
Porto Alegre está sitiada por aguas barrosas que
arrastran a su paso lo que encuentran. Hoy es una ciudad
distópica. Una marea indetenible la dejó
sumergida en sus barrios más bajos a orillas del Guaiba. Un río y un lago a la vez, según
cómo se mire su hidrografía. En esos dos
sustantivos puede aparecer una explicación de la tragedia. Un río requiere de ciertas defensas. Un
lago no tanto. En la capital de Rio Grande do Sul se
impuso la mirada menos proteccionista, como en otras grandes urbes de Latinoamérica. Ganaron las leyes del mercado inmobiliario,
tan depredador como los que deforestan
a diario la Amazonia.
Otra razón es la corriente del Niño. La cuenca que rodea a la capital de Rio Grande do Sul pasó en pocos meses de la bajante en
plena estación seca a los 5,35
metros. Una marca que superó a los 4,75 de la gran inundación de 1941. Pasaron 83 años. No hubo grandes obras y sí una desatención criminal que ya costó 143 muertos,
131 desaparecidos, 81 mil evacuados y que 441.300
personas se quedaran
sin hogar. Muchas huyeron hacia ciudades en el norte del Estado y Santa Catarina.
Las imágenes de los dos grandes estadios de la ciudad, el Arena do Gremio y el Beira Rio del Inter, su clásico rival, son la postal más elocuente del desastre ambiental. Parecen dos anfiteatros en ruinas. Bajo el agua amarronada desaparecieron sus campos de juego. Bajo el agua también quedó la intendencia (prefectura en portugués) de la capital gauçha. Y bajo el agua permanecen el casco histórico, la orla del Guaiba – que equivale a nuestra costanera porteña – y barriadas tradicionales como Cidade Baixa y Menino Deus, donde las calles empezaron a drenar porque estaciones de bombeo que estaban inoperativas volvieron a funcionar. Las lluvias que no cesan son la peor amenaza.
El interior del
estado vecino a la Argentina está igual o peor.
Los ríos Taquari, Jacuí, Caí y Sinos siguen
creciendo. Las previsiones son las peores. Solo el primero subió siete metros en casi 24 horas. La pequeña ciudad de Estrela, en una región colonizada por alemanes, quedó destruida.
Es una de las 444 que según Zero Hora (ZH), el principal
diario de Porto Alegre, sufrieron graves
consecuencias a causa de las lluvias
y el desborde
de los efluentes
que desembocan primero en el Guaiba, después en
la laguna de los Patos y por último en el océano
Atlántico. Un sistema hídrico que no da abasto y
semeja un embudo hacia el sur del Estado.
Las intensas lluvias en
las serranías, en ciudades turísticas como Gramado y
Canela, aumentan las dificultades. Toda el agua que baja hacia Porto Alegre y su periferia – Canoas
es una de las localidades más afectadas – queda estancada y no encuentra salida.
Ausencia de políticas contra
el cambio climático
Para ciertos especialistas, el
desastre fue provocado por la ausencia de políticas contra el cambio climático. Matheus
Gomes, diputado estadual del PSOL, master
en Historia y activista ecologista, critica al gobernador Eduardo Leite, del PSDB:
“Modificó 480
normas del
código ambiental en Rio
Grande do Sul, pasando al rebaño, en línea con la política
destructiva del entonces ministro Ricardo Salles.
El proyecto fue aprobado en sólo 75 días. La
única razón por la que no fue más rápido fue porque un fallo judicial se lo
impidió”, escribió en una columna de ZH. Tampoco quedó a salvo de
las acusaciones el alcalde
de Porto Alegre, Sebastián Melo.
Salles
fue ministro de Medio
Ambiente de Jair Bolsonaro, niega el cambio climático y tuvo que renunciar a su cargo cuando quedó
sospechado de traficar
madera de la Amazonia. Hoy es diputado
federal por San Pablo y acaba de postear en X con
desparpajo:
“El gobierno de Lula se acabó. A partir de ahora será sólo la estela
de un entierro político ya previsto para 2026”.
Otro de los hechos que
provocan debate entre los ecologistas y los negacionistas como Salles es la
desprotección del bioma Pampa, el principal de Rio Grande do Sul, que regula los ciclos del agua y absorción de carbono.
Tiene una superficie de 193.836km²(dato del
IBGE, 2019), que se corresponde con el 69% del
territorio del Estado y el 2,3% de la superficie de Brasil.
Según el diputado Gomes
“en las últimas décadas, Pampa ha sido el bioma proporcionalmente más degradado
del país, perdiendo el 30% de su superficie”.
El pesimismo de
los analistas del cambio climático se ratifica
en catástrofes como la actual. Aldo Fornazieri,
doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de San
Pablo (USP), escribió en Carta Capital que
“los
desastres ambientales sólo empeorarán. Es hora de que la sociedad trate
a los políticos
negacionistas como criminales”.
Rio Grande do Sul tiene poco más de 11 millones
de habitantes y los afectados suman 2.039.084
según las autoridades.
En estos días de
aguas que bajan turbias, entre barro, ramas y
restos de basura, la solidaridad contiene a las víctimas desamparadas. Los centros donde se acopian donaciones desbordaron todas las previsiones. Toneladas de ropa, alimentos y artículos de primera
necesidad son ordenadas y distribuidas por voluntarios y voluntarias que
trabajan en escuelas, clubes y gimnasios. Esa
entrega desinteresada, incluso de recién llegados de otros estados que viajaron
para ayudar, contrasta con la actitud de blogueros,
trolls y usuarios de las redes sociales que desinforman sobre lo que sucede. El bolsonarismo, como ocurrió durante la pandemia,
volvió a actuar a destajo.
Un médico de Porto Alegre, Víctor Sorrentino, lanzó acusaciones contra ANVISA, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de
Brasil, responsabilizándola por cuestiones burocráticas
de no distribuir medicamentos en las zonas afectadas por la inundación. El expresidente ultraderechista lo ha elogiado en las
mismas redes donde estos personajes desparraman fakes
news. En 2021, Sorrentino
fue detenido en Egipto por
acoso sexual a una vendedora
de papiros. Lo liberaron luego de que pidiera
disculpas y se le prohibió regresar a ese país. Anvisa
lo desmintió, pero el daño ya estaba hecho. Una conducta que muestra lo peor del bolsonarismo no
tan residual que se burló de la pandemia y ahora se vale del desastre
medioambiental para desinformar.
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