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“RESURGIMIENTO
NEODESARROLLISTA. India,
Brasil y Sudáfrica
conforman un trío menor de envergadura, frente a los dos gigantes que comandan
los BRICS. Aspiran a intervenir en la asociación como líderes y
voceros de tres regiones del planeta. Auspician posturas de menor tensión
con Occidente, toman distancia de la
tensión geopolítica de Rusia con Estados Unidos y se desmarcan de la batalla
económica sino-americana. Los tres países desenvuelven una estrategia dual de afianzamiento
de vínculos con los dos conductores del
grupo y de preservación de nexos con las grandes potencias de Occidente.
India participa de una alianza militar
con Estados Unidos en Asia, Sudáfrica es muy sensible a las presiones de la
embajada yanqui y Brasil nunca rompe
el estatus quo con Washington.
”Para
mantener su influencia dentro de los BRICS, el trío hizo valer su lugar preferencial de fundadores ante la llegada de nuevos miembros. Los ingresantes participan como socios del BRIC plus, sin contar con las atribuciones que preserva
el quinteto original en la toma de decisiones y en la distribución de cargos. Brasil e India pugnaron por limitar la
incorporación de miembros que podían ensombrecer su protagonismo (Stuenkel,
2024). Con esa tónica Lula se
dispone a tomar la posta anual rotativa
de la conducción del grupo, en el próximo cónclave de Río de Janeiro. Desde esa dirección fijará la agenda, apostando a un mayor equilibrio con Occidente que el propiciado por Putin, en el evento anterior de Kazán. Por un lado, Lula participó en Moscú de la celebración del 80 aniversario de la
victoria sobre el nazismo,
compartiendo las denuncias contra la ultraderecha
actual. Pero, por otra parte, el mandatario brasileño convoca a no
confrontar con Trump, tendiendo
puentes en la tensa relación de Moscú
con Washington.
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BRICS.
(I) A TONO CON LA FRACTURA DE LA GLOBALIZACIÓN.
*****
Por Claudio Katz | 30/06/2025 | Mundo.
Fuente. Revista Rebelión, lunes 30 de junio del 2025.
La
próxima cumbre de los BRICS en Río de Janeiro se desenvolverá en un escenario
crítico. El bloque
incorporará nuevos integrantes y discutirá repuestas económicas a la agresión
tarifaria de Trump. Pero también la
guerra de Ucrania, el genocidio de Palestina y el bombardeo a Irán estarán en la agenda.
Los BRICS concentran los grandes cambios de la época y su evaluación
permite comprender el período en curso.
ORIGEN, FRUSTRACIÓN Y CONSOLIDACIÓN.
Es muy corriente recordar que un operador bursátil de Goldman Sachs introdujo hace veinte años la denominación BRICS, para retratar un conglomerado de países con grandes oportunidades de inversión financiera. Esa anécdota tiene poco parentesco con el surgimiento real del bloque, que despuntó con la coalición formada en el 2003 por India, Brasil y Sudáfrica (IBSA), para resistir el pago de patentes medicinales exigido por las OMC. En esa oposición germinó el quinteto posterior.
La
convergencia
inicial fue muy acotada por la estrecha
relación de las clases dominantes locales con las empresas transnacionales.
Ese empalme signó el debut del siglo XXI
al compás de la euforia neoliberal, la
veneración del Primer Mundo y la desconsideración de los bloques regionales.
La
crisis financiera del 2008
sepultó ese idilio, pero no eliminó la expectativa en la globalización. Esa esperanza
fue renovada por los gobiernos del epicentro capitalista (G7), que ampliaron su asociación a nuevos integrantes (G 20), para afianzar el rescate del
colapsado sistema bancario. Los
denominados países emergentes pusieron el hombro esperando una retribución por ese
auxilio. Apostaron a lograr la primacía efectiva del G 20 sobre el G 7, la
obtención de cargos en el Consejo de
Seguridad de la ONU y la ampliación de su incidencia en el FMI (García, 2025).
La
primera frustración
sobrevino con la pandemia y el descarado egoísmo de Occidente, que protegió las patentes de sus compañías farmacéuticas, vetando la conversión de
las vacunas contra el Covid en un
bien universal.
Los
desengaños posteriores
fueron más explícitos. El G 20 quedó
amoldado a la agenda del G 7, el Consejo de Seguridad de la ONU
permaneció sin cambios y tanto el FMI
como la OMC mantuvieron su tónica
previa. Las potencias dominantes se
negaron a compartir el control de esos organismos y esa negativa detonó el
efectivo surgimiento de lo BRICS,
como un bloque separado con proyectos propios (Prashad, 2023).
La
primera cumbre en Ekaterimburgo (2009) inauguró una secuencia de cónclaves anuales con numerosas iniciativas.
La incorporación de Sudáfrica (2010)
fue el puntapié inicial de ese intenso programa,
que sustituyó la estrategia de reformar los organismos internacionales
existentes por la gestación de instituciones propias (Delcourt, 2024).
Ese
giro consolidó el perfil de los BRICS y modificó el sentido de la
asociación. Diluyó la prioridad previa de negociar un nuevo status en la ONU,
la OMC, el FMI o el G 7 y apuntaló la formación de organismos paralelos y
potencialmente competitivos de esas instituciones.
Es importante registrar ese cambio,
para notar cuán distantes son los BRICS
actuales de sus embriones previos. La
crisis y declive de la globalización neoliberal, empujó a sus integrantes a
diseñar un proyecto muy distante del imaginado inicialmente.
Ese viraje de la amalgama al conflicto con Occidente converge actualmente con la definitiva fractura de la globalización. La erosión del libre comercio y la extensión del proteccionismo han inducido a los BRICS a conformar una asociación comercial propia. Articulan cada paso de su agenda en respuesta a la agresiva política de Estados Unidos.
SANCIONES Y MULTIPOLARIDAD.
El acontecimiento que probablemente definió la impronta actual de los BRICS fue la sanción financiera de los bancos occidentales a Rusia, luego de la invasión de Ucrania. Esa represalia rompió con todas las normas previas (Ding Yifan, 2024). La confiscación de activos de un adversario que impuso Washington, impactó sobre el Estado moscovita y los millonarios rusos, que perdieron el manejo de 300.000 millones de dólares.
Esa
incautación fue
instrumentada incluso por Suiza un
país que, por su larga trayectoria de
neutralidad, era considerado por el gran capital itinerante como un refugio
seguro para sus colocaciones. A través de esa nación se comercializaba el
grueso de las mercancías rusas y allí estaba localizado el 30% de las grandes propiedades de ese origen en el extranjero (Gao Bai, 2024).
Con
ese decomiso Estados Unidos prendió la
alarma de muchos países, empresas y millonarios, que por primera vez
registraron cuán vulnerables son sus fortunas a la discrecionalidad de Washington. Todos notaron la inseguridad de sus patrimonios, ante
cualquier tensión con la primera potencia.
El custodio mundial del capitalismo
demostró con qué rapidez pulveriza los derechos
de propiedad y la confianza en los bancos, cuando confronta con un enemigo.
La
confiscación de
los bienes rusos alarmó especialmente a los gestores de los BRICS que, observando la magnitud de esas represalias, confirmaron la necesidad de
forjar organismos protegidos de los desquites norteamericanos (Nogueira 2024).
La
incautación fue
un golpe autoinfligido a la credibilidad
de Occidente, que aceleró la conversión de los BRICS en un proyecto divorciado de los dictados de Washington. El propósito de transformar a Rusia
en un paria internacional, desembocó en un proceso opuesto de despegue del
bloque, en asociación con Moscú. El quinteto concebido para pulsear
con Occidente mejores condiciones comerciales y financieras, derivó en un proyecto opuesto de creciente
autonomía de la Tríada (Estados Unidos,
Europa y Japón).
Los BRICS se amoldan al nuevo escenario de multipolaridad, que reforzó la crisis financiera del 2008. Este contexto de mayor dispersión del poder es un dato registrado por muchos analistas (Bello, 2025), que resaltan el debilitamiento de la omnipresencia estadounidense frente a la proliferación de competidores, en distintas áreas del planeta (Tooze, 2025). Este marco heterogéneo sucedió al fracasado intento unipolar de erigir ¨un nuevo siglo americano¨ luego del colapso de la URSS. Nadie sabe aún en qué medida los BRICS contribuirán a estabilizar o socavar el nuevo escenario (Savin, 2024).
SIGNIFICATIVA ATRACIÓN.
La
incorporación de nuevos miembros a los BRICS confirma la consolidación del bloque. La ampliación fue
propuesta en el cónclave de Johannesburgo
(2023) y supone la inmediata inclusión de cuatro países (Egipto, Etiopía,
Irán y Emiratos Árabes Unidos), luego del rechazo dispuesto por Argentina y la indefinición que
mantiene Arabia Saudita. Los cinco
fundadores preservan un status de privilegio frente a los recién llegados, pero
los BRICS plus recién despuntan y podrían sumar un número sorprendente de
asociados.
Los
pedidos de incorporación
incluyen extensos listados. Entre 19 y
25 países han enviado solicitudes de membrecía y otros 40 expresaron en términos más informales su deseo de unirse al grupo (López Blanch, 2023). En cualquier caso,
los BRICS ya han duplicado y tienden
a triplicar sus integrantes. Esa atracción confirma que el bloque no solo
expresa intereses específicos del quinteto inicial, sino también dinámicas subyacentes de un cambio de
época.
La
gestación de organismos internacionales en disputa
con el FMI y la OMC es vista con simpatía por un sinnúmero de Estados, que desborda a los fundadores
de los BRICS. Ese replanteo se
desenvuelve en un contexto muy crítico de las Naciones Unidas, que afrontan una paralización de su funcionamiento
efectivo. Algunos analistas ya comparan ese daño, con el deterioro que condujo
a la disolución del antecesor de esa institución (Sociedad de Naciones) (De Sousa, 2024).
La ampliación de los BRICS
ha sido motorizada por el comando ruso-chino y el acompañamiento del trío indio-brasileño-sudafricano. La
invitación a los nuevos socios ha seguido el patrón de atractivos económicos,
que China desarrolló con gran éxito
en la última década. Ofrecen negocios y mercados de gran porte, sin las
exigencias de subordinación que caracteriza a cualquier enlace con Estados Unidos. Los incorporados o
candidatos a sumarse a los BRICS
buscan aliviar ese sometimiento.
LOS OBJETIVOS DE CHINA.
China ha extendido esa estrategia a sus cuatro socios, haciendo valer su abrumador
predominio productivo. Su economía supera en cinco veces a la India y en ocho, nueve y cuarenta y
tres veces a Rusia, Brasil
y Sudáfrica. Con varios integrantes del conglomerado, el gigante asiático mantiene relaciones
semejantes al clásico patrón centro-periferia (exportación de manufacturas y
adquisición de materias primas). China comanda las principales iniciativas de los BRICS, es la sede de sus instancias
económicas y concibe a ese núcleo como parte de su vasta red de alianzas
internacionales (Katz, 2023: 83).
Beijing aceptó el reto globalizador de Washington al final de la centuria pasada y terminó
usufrutuando de ese desafío (Bello;
Guttal, 2025). Cuando logró su
maduración productiva interna, rechazó las demandas de mayor apertura de su
economía, bloqueó la financiarización
y acentuó la regulación estatal (Roberts,
2024).
Su
aliento de los BRICS forma parte de esa estrategia y
empalma directamente con la concreción de la Ruta de la Seda. Cinco de los seis invitados a sumarse a la
asociación, están geográficamente situados en lugares claves del itinerario internacional que promueve Beijing. Los BRICS plus apuntalan los
puentes propiciados con Medio
Oriente y África que tanto interesan al gigante asiático. Egipto y Etiopía fueron seleccionados por su localización,
siguiendo la pauta que previamente indujo a sumar a Sudáfrica (Tolcachier, 2023).
China también
ha priorizado la provisión de energía y la consiguiente conversión de los BRICS en un gran protagonista del
universo petrolero. La invitación a Irán,
los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita persigue ese evidente objetivo.
Si el grupo logra sumar a esos tres integrantes,
obtendrá el control del 41 % de las
reservas probadas de crudo, el 53,1 %
de su equivalente en gas natural y el 40,4
% de los depósitos de carbón (Amesty,
2024).
Por
ese protagonismo petróleo, es tan intensa la disputa por la
adhesión de Arabia Saudita. China ha
buscado seducir a la monarquía wahabita
con monumentales ofertas de inversión en la Ruta de la Seda. Riad respondió con guiños favorables, para empalmar esas propuestas con su
programa de diversificación económica (“Visión 2030”). Pero Washington está empeñado en frustrar
esa convergencia y despliega todo su
arsenal de presiones, para mantener la ciega fidelidad de Arabia Saudita a Norteamérica.
Con mayor virulencia, Estados Unidos pretende obstruir la creciente conexión de China con Irán. La ¨guerra
de 12 días¨ qué Trump y Netanyahu lanzaron contra Teherán apuntó a erosionar esa
relación.
Beijing
ha construido un ferrocarril
que conecta a ambos países y permite sortear los trayectos marítimos
controladas por el Pentágono. Ese corredor de rieles sustituye el
transporte a través del Mar Rojo,
que se ha tornado muy caro y peligroso por su creciente militarización. Irán ya suministra el 15% del petróleo importado por China y la nueva ruta ferroviaria
permite reducir el tiempo de traslado de
45 a 14 días.
El bombardeo yanqui-israelí fue un mensaje guerrero contra los BRICS. Apuntó a obstruir la nueva presencia de Irán en ese bloque y a socavar su estratégico papel como proveedor energético de China (Pont, 2025).
LOS PROPÓSITOS DE RUSIA.
También
Rusia apuntala la gestación de un mercado energético bajo
la égida de los BRICS. Es un jugador
de peso en ese ámbito y la conformación de un eje con Riad y Teherán, le aportaría a Moscú
la solvencia requerida para concertar
precios y ritmos de extracción del crudo.
Rusia buscó integrar también a la Argentina a los BRICS, para coordinar el manejo mundial del mercado de
alimentos. Busca asociar a otros
exportadores de granos para crear un pool de productos agroalimentarios, en confrontación
con la plaza de Chicago (Pont,
2024).
La
ampliación de los BRICS
tiene para Rusia otro propósito de
mayor gravitación inmediata. Intenta forjar una cadena defensiva frente a las
sanciones de Estados Unidos y Europa,
sorteando punciones con los nuevos socios (Patnaik,
2023).
China
e India han actuado
como los principales socorristas de Moscú
para contrarrestar las penalidades.
Adquirieron especialmente el combustible que Rusia dejó de exportar a Alemania.
Pero
ese contrapeso no resuelve el duro golpe que sufrió el sistema
comercial y financiero del país por su marginación del sistema SWIFT. Ese dispositivo opera como una red global de 11.000 entidades financieras en 200
naciones. La desconexión de ese
mecanismo -que ya fue padecida anteriormente por Irán- obliga a improvisar formas de enlace muy provisionales y
encarecidas.
Para
contrarrestar esa
adversidad Moscú impulsa la creación
de un instrumento alternativo al SWIFT y estima que la ampliación de los BRICS
facilitará esa iniciativa (Tyson, 2024). Los participantes de la cumbre de Kazán (2024)
concibieron varios dispositivos de esa eventual estructura (BRICS Bridge, BRICS Clear).
También consideraron la creación de una compañía de seguros para apuntalar la solvencia de esa red de pagos.
Aunque Rusia tiene una economía con menor articulación externa que sus socios, su cadena de suministros quedó muy afectada por las sanciones euroamericanas. La ampliación de los BRICS facilita la sustitución de proveedores, clientes y mercados, que Moscú inició al comienzo de la guerra de la Ucrania. Ese reemplazo le permitió sostener el crecimiento del PBI en el escenario bélico y con los nuevos socios espera contrarrestar las presiones de Occidente (Sakwa, 2021).
RESURGIMIENTO
NEODESARROLLISTA.
India,
Brasil y Sudáfrica
conforman un trío menor de envergadura, frente a los dos gigantes que comandan
los BRICS. Aspiran a intervenir en la asociación como líderes y
voceros de tres regiones del planeta. Auspician posturas de menor tensión
con Occidente, toman distancia de la
tensión geopolítica de Rusia con Estados Unidos y se desmarcan de la batalla
económica sino-americana.
Los tres países desenvuelven una estrategia dual de afianzamiento
de vínculos con los dos conductores del
grupo y de preservación de nexos con las grandes potencias de Occidente.
India participa de una alianza militar
con Estados Unidos en Asia, Sudáfrica es muy sensible a las presiones de la
embajada yanqui y Brasil nunca rompe
el estatus quo con Washington.
Para
mantener su influencia dentro de los BRICS, el trío hizo valer su lugar preferencial de fundadores ante la llegada de nuevos miembros. Los ingresantes participan como socios del BRIC plus, sin contar con las atribuciones que preserva
el quinteto original en la toma de decisiones y en la distribución de cargos. Brasil e India pugnaron por limitar la
incorporación de miembros que podían ensombrecer su protagonismo (Stuenkel,
2024).
Con
esa tónica Lula se
dispone a tomar la posta anual rotativa
de la conducción del grupo, en el próximo cónclave de Río de Janeiro. Desde esa dirección fijará la agenda, apostando a un mayor equilibrio con Occidente que el propiciado por Putin, en el evento anterior de Kazán.
Por
un lado, Lula participó en Moscú de la celebración del 80 aniversario de la victoria sobre el nazismo, compartiendo las denuncias
contra la ultraderecha actual. Pero,
por otra parte, el mandatario brasileño convoca a no confrontar con Trump, tendiendo puentes en la tensa
relación de Moscú con Washington.
La
diplomacia de Itamaraty
propicia ese perfil para el próximo
evento, en sintonía con discursos de Lula,
que subrayan posicionamientos internacionales más conciliadores (El País, 2025). Su principal mensaje
convoca a ¨favorecer el interés de
todos, sin estar contra nadie¨ (O Globo,
2025).
Obviamente
esa equidistancia es
una ficción, que ilustra el interés de Brasil por mantener abiertos los
puentes con las potencias hostiles a los BRICS.
Esa misma actitud adoptó el gobierno
de Sudáfrica, cuando actuó como
huésped del cónclave de Johannesburgo
(2023). La misma búsqueda de un lugar intermedio es más visible en el
caso de India, que no olvida sus viejos conflictos bélicos con China y su ambivalente relación con Rusia.
Pero la incidencia del trío
no se limita al protagonismo de esos países en América Latina, África y Asia. Ilustra también el peso creciente de
las naciones situadas en las franjas intermedias de la economía mundial. Ese lugar es compartido por algunos ingresantes al grupo (Egipto, Irán), por otros candidatos a
incorporarse (Indonesia) y ciertos jugadores que coquetean con el
bloque (Turquía).
En
todos estos casos se
verifica la pretensión neo desarrollista de impulsar polos de crecimiento
zonal, con políticas industrialistas de mayor intervención reguladora del Estado (Optenhogel, 2024). Ese viraje hacia estrategias keynesianas fue
anticipado en el Sudeste Asiático por
Malasia y Corea del Sur y despunta como la tónica actual de los BRICS. Es un perfil que explica la atracción que despierta esa asociación,
entre los países que retoman el
industrialismo.
Es importante registrar este cambio, para conceptualizar la presencia de un escenario muy distinto a los años de euforia neoliberal y cenit de la globalización. Ese contexto ha mutado y repetir diagnósticos añejos obstruye la comprensión del significado actual de los BRICS.
RESUMEN.
La
guerra conta Irán
apunta contra los BRICS y modifica la agenda de una coalición, que sustituyó la reforma de los organismos mundiales
por la gestación de instituciones
propias. La incautación de activos rusos precipitó ese giro que
empalma con la multipolaridad. China
apuntala su expansión económica y Rusia
sus defensas geopolíticas,
mientras que India, Brasil y Sudáfrica amplían su autonomía, manteniendo los
puentes con Occidente. La atracción del
quinteto converge con el rebrote general del desarrollismo.
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