Dominique Strauss-Khan, Director Gerente del Fondo Monetario Internacional F.M.I. Dice "Hemos visto informaciones de que algunos países emergentes cuyas economías se exponen a fuertes aflujos de capital están diciendo que quizás sea ya hora de utilizar sus divisas para lograr ventajas, sobre todo el comercio. No creo que sea una buena solución"., afirmó el funcionario Socialista francés.
***Alerta Global ante una guerra de divisas.
Tensión en las relaciones Washington y Pekín por el tipo de cambio del Yuan.
*****Viernes 8 de octubre del 2010.
***Lo que le faltaba a esta crisis para acabar de desestabilizar la economía mundial: una «guerra de divisas» entre países fruto de devaluaciones competitivas. Para evitar esa posibilidad y los riesgos que supone para la recuperación económica una elevada volatilidad en los tipos de cambio de las monedas, los reguladores monetarios e instituciones financieras internacionales dieron ayer, y al unísono, un contundente toque de atención a todas las naciones. Que abandonen sus políticas proteccionistas y dejen fluctuar sus divisas libremente. Que obren por el interés común.
Al inicio del habitual encuentro otoñal entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), ayer en Washington, el director general del primero, Dominique Strauss-Kahn, advirtió de que una «guerra de divisas» no es buena para la economía mundial y criticó que no pocos países estén utilizando sus divisas «como un arma». En idéntica línea, y desde Fráncfort (Alemania), el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, avisó ayer de las «implicaciones negativas» para la estabilidad económica y financiera de una «guerra cambiaria» y apostó por tipos de cambio que reflejen la realidad ajustándose a «los fundamentales económicos». Strauss-Kahn lamentó que la cooperación a escala global en materia de políticas económicas esté disminuyendo. El máximo responsable del Fondo tiró de memoria para recordar el consenso mundial alcanzado durante los momentos álgidos de la crisis y que quedó de manifiesto durante las reuniones del G-20 en Londres y Pittsburgh (Estados Unidos) en el 2009. Strauss-Kahn celebró que ese espíritu no se haya desvanecido, pero no escondió que «pierde empuje».
Tampoco la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha querido ausentarse en este debate. Esta misma semana, su secretario general, Ángel Gurría, manifestó en Madrid, durante un foro sobre gobernabilidad global, su preocupación por esa «intervención cambiaria» y criticó a los países que «manipulan» sus divisas «como estrategia financiera y comercial».
La crisis ha desembocado en una progresiva aplicación de políticas monetarias proteccionistas que no escapa a la vista de las autoridades internacionales, alertadas ante el «sálvese quien pueda» entonado por las naciones. De acuerdo todos en que la recesión se superará en buena parte gracias a la mejora del comercio internacional, cada país se ha lanzado a «controlar» su moneda para dar un impulso a sus economías. Unos más que otros han recurrido al viejo truco —legal, por otra parte— de devaluar sus divisas para favorecer sus exportaciones y ser así más competitivos. Por primera vez en seis años, las autoridades de Japón decidieron el pasado mes de septiembre intervenir el yen, ante su alarmante apreciación frente al dólar, lo que lo llevó a niveles récord en más de 15 años y a los empresarios nipones a exigir tal medida al Gobierno japonés para recuperar sus ahora maltrechas ventas en el exterior del país.
«Retoque» generalizado.
No ha sido el único. Al menos Venezuela, Corea del Sur, Brasil, Reino Unido, Suiza y Estados Unidos han hecho lo propio. Y, por supuesto, China, que lleva tiempo dando largas a las reiteradas exigencias de los representantes políticos y empresariales estadounidenses y europeos, quienes presionan al gigante asiático para que permita una mayor flotación de su moneda pues consideran que un yuan bajo favorece las exportaciones chinas y penaliza los productos occidentales. China se resiste porque estima que una apreciación desataría una grave crisis nacional y mundial, con la pérdida de miles de empleos.
El euro y el dólar, por su parte, se mantienen en su habitual tira y afloja, aunque la recesión ha permitido fortalecer la moneda norteamericana y debilitar la europea, que en primavera rozó los 1,20 dólares, su nivel más bajo en años. En las últimas fechas, el dólar, sin embargo, cayó un 15% respecto a la moneda única, que vuelve a cotizar a 1,40 dólares. Trichet evitó ayer alimentar cualquier sospecha asegurando no dudar de la actuación del regulador estadounidense, la Reserva Federal: «Un dólar fuerte va en interés de Estados Unidos», zanjó.
Cambio de rumbo hacia políticas anteriores —con tipos más estables— es ya por lo tanto la demanda de todos los organismos. «En un mundo cada vez más interconectado necesitamos ser conscientes no sólo de los efectos negativos de las políticas sobre los demás sino actuar de forma coordinada», explicó el director del Banco Mundial, Robert Zoellick. «El mundo tiene que tener en cuenta el mantra de que no hay soluciones nacionales a una crisis global», añadió Strauss-Kahn. Las instituciones multilaterales sentaron así las pautas para la asamblea anual que arranca hoy en Washington y en el que previsiblemente pedirán compromisos firmes a los reguladores y ministros de finanzas nacionales allí reunidos de cara a abandonar esas políticas unilaterales que, dicen, están lastrando la recuperación de la economía, ya de por sí frágil y desigual.
Lo que le faltaba a esta crisis para acabar de desestabilizar la economía mundial: una «guerra de divisas» entre países fruto de devaluaciones competitivas. Para evitar esa posibilidad y los riesgos que supone para la recuperación económica una elevada volatilidad en los tipos de cambio de las monedas, los reguladores monetarios e instituciones financieras internacionales dieron ayer, y al unísono, un contundente toque de atención a todas las naciones. Que abandonen sus políticas proteccionistas y dejen fluctuar sus divisas libremente. Que obren por el interés común.
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En el caso del Japón, después de que el Banco emisor, anunciara su decisión, el yen cayó frente al dolar, mientras que las letras del Tesoro y los precios del oro se apreciaron ante la expectativa de un recurso de las principales economías del mundo a lo que se conoce en la nueva jerga económica como "flexibilización cuantitativa", es decir, la inyeccíón de dinero electrónico en la economía.
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