Alguna vez Brasil exportó modelitos de dictaduras militares en la década de los años 60. Aunque el debate permanece de cuánto de brasileño existía en el modelo autoritario de Brasilia en esa época y cuánto de internacionalización de la guerra fría, lo cierto es que Brasil concitaba atención mundial. Ahora Brasil atrae el comentario internacional por razones bien diferentes y hasta opuestas, y es por lo que podría llamarse abiertamente la “Doctrina Lula”; aunque al propio Ignacio Lula Da Silva pueda no gustarle el término de doctrina y más aún asociado a su nombre.
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Elecciones presidenciales en Brasil: La doctrina Lula y su impacto internacional.
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Martes 5 de octubre del 2010.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Alguna vez Brasil exportó modelitos de dictaduras militares en la década de los años 60. Aunque el debate permanece de cuánto de brasileño existía en el modelo autoritario de Brasilia en esa época y cuánto de internacionalización de la guerra fría, lo cierto es que Brasil concitaba atención mundial.
Ahora Brasil atrae el comentario internacional por razones bien diferentes y hasta opuestas, y es por lo que podría llamarse abiertamente la “Doctrina Lula”; aunque al propio Ignacio Lula Da Silva pueda no gustarle el término de doctrina y más aún asociado a su nombre.
Lo cierto es que, a través de esta campaña presidencial de la candidata del Partido de los Trabajadores Dilma Rousseff que venció en la primera vuelta con casi un 47 % de los votos, frente al 32.6% de José Serra, esta Doctrina Lula más que se deslizó y si no, se encontró por fuerza de la competencia electoral, con una doctrina histórica por antonomasia: la social demócrata que representa José Serra.
Este fenómeno de generación de la Doctrina Lula no se produce solamente por el respaldo de Lula a “su candidata” sino por el discurso. En el contexto brasileño uno se pregunta cuanto de derecha es la candidatura de Serra y cuanto de izquierda es la de Rousseff, representando esta emergente Doctrina Lula. Es probable que Serra no sea tan de derecha ni la Doctrina Lula tan de izquierda, sin embargo lo que se distingue en ambas tendencias es la lectura de la coyuntura internacional y el uso del actual estado de desarrollo de Brasil.
Primero, en una perspectiva global, la social democracia ha demostrado su incapacidad de entregarle una instrumentación política aceptable al capital transnacional, el gran fabricante de poderes al finalizar la guerra fría clásica e ideológica. La gobernabilidad es frágil y lo que se estima que es un sistema político democrático tiene varias interpretaciones respecto a si es democrático y si es eficiente económicamente. La eficiencia económica desde la aplicación del ajuste económico de los años 80 se afianzó en sistemas políticos autoritarios, corruptos y generadores de las desigualdades que se constatan ahora. No en vano después de muchos quebraderos de cabezas y errores en políticas públicas, el Banco Mundial se está preguntando nuevamente en que fallaron sus políticas. Son renuentes a reconocer que fue lo nocivo del ajuste de los años 80 hoy políticas muy identificadas con el neoconservadurismo de David Cameron en el Reno Unido, Nicolás Sarkozy en Francia, y otros países y que en Brasil representa José Serra.
Segundo, el capital transnacional ha deformado a los estados haciéndolos dependientes de políticas transnacionales con códigos de globalización casi absolutos, donde las coordenadas de política local se subordinan a diseños de dominio político planetario, o acuerdos regionales y comunitarios sin consulta. De dejan muchos de éstos al arbitrio del proceso electoral con todas sus distorsiones. Un ejemplo es la Comunidad Europea.
La social democracia cayó en esta trampa y es nítido ver cómo contribuyeron a la desnaturalización de la política y el rol de los estados, haciéndola a aquella subordinada al capital y reduciéndole a éste su capacidad de gestión política y económica. España y su actual crisis es ejemplo patente. Se sacrificó a una economía productiva local por convertir a una nación en potencia global de servicios.
Tercero, en la experiencia local de Brasil el mensaje de la Doctrina Lula es claro: con medidas tecnócratas en la economía no basta. Con mejoras en el ingreso, en la educación y en la salud tampoco basta. Hay una necesidad de que las estructuras de poder se transformen, y que al menos exista una opción para formar flujos y bases de participación ciudadana en la confección de políticas.
Es uno de los pocos países de la región y del mundo, que exhibe una tendencia aunque moderada, hacia la redistribución del ingreso. Si bien existió una reducción de tamaño de la clase media, -de un 42.5 % en 1981, a un 35.9 % en 2002, (Waldir Quadros)-, datos del Banco Mundial (BM) muestran un no despreciable aumento del ingreso en los tres quintiles intermedios. (BM; Poverty Net). Aún considerando el pecado de generalización de las cifras, es innegable que Brasil exhibe un quiebre en la “petrificación” del problema distributivo.
Según el BM, en 1987, los tres quintiles intermedios del inferior al superior, eran de un 5.63%, 10.21%, y 16.09%. En 2004, los mismos quintiles presentaban valores razonablemente superiores: 6.33%; 11.23% y 19.36%, desde el quintil inferior al superior.
Esta tendencia ha continuado confirmando que los gobiernos de Lula hicieron bajar la línea de la pobreza. Es en estos sectores donde Lula apuntó los esfuerzos en la forma de interpretar y hacer la política.
Cuarto. se podría haber interpretado alguna vez que el futuro de Brasil como potencia planetaria dependía del acercamiento más explícito a la hegemonía de Estados Unidos, y del carácter subsidiario de su poderío en función de actuar como una potencia emergente, aunque subrogante del aliado más poderoso en la región.
Sin embargo, gradualmente la “Doctrina Lula” en su aspecto internacional se dirige hacia espacios de mayores posibilidades otorgadas en una autonomía fundamentada en la estabilidad interna, donde el combate a la pobreza y su éxito evidente ha sido crucial. Es muy simple, Brasil no puede asumir un rol de guía si va a estar expuesto a las inestabilidades políticas que alimenta la pobreza y la concentración de poder y la experiencia brasilera con Lula en este plano ha sido exitosa.
La decadencia política de EEUU en el plano internacional, claramente producto de los nefastos años de George W. Bush y la controvertida lectura de los reacomodos internacionales de su equipo asesor, han contribuido a que Brasil despegue de esa plataforma forzada de protección estratégica en el hemisferio occidental a la que Estados Unidos ha sometido a los países desde la Segunda Guerra Mundial.
El esquema de la guerra fría respecto a la amenaza comunista no funcionó y salvo los focos de extremismo de derecha alimentados por trogloditas republicanos estadounidenses empozados en la vertiente neoconservadora, el tema central contra la insurgencia que daña al capitalismo es y será la concentración de riqueza y poder político.
Así como Estados Unidos, la Comunidad Europea, y China y en cierto grado Rusia son un pivote en el marco de relaciones internacionales global, Brasil lo es indiscutiblemente en la región de América del Sur. Brasil también ha extendido su área de influencia en África y el Medio Oriente.
El aspecto de fondo es el impacto de lo que podría llamarse la “Doctrina Lula” en el plano local de combate a la pobreza y la concentración de poder, y en el plano externo por la búsqueda de los equilibrios internacionales y la paz.
El mensaje de la reciente experiencia brasileña se puede transportar a un cuadro más amplio de relaciones, y es que el capital transnacional no puede funcionar con estados en desintegración. O, en sistemas políticos cerrados, o con bases de gobernabilidad desacreditadas con el tradicional verticalismo y autoritarismo, mientras en la base la sociedad se descompone.
Esta experiencia está señalando que aún la competencia y la eficiencia de la globalización y el capital transnacional, pueden verse beneficiados en búsqueda del bien común, aunque parezca contradictorio para algunos.
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