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“Todas esas modalidades híbridas –que
incrementan las incertidumbres propias de la “niebla de la guerra” y las
misiones clandestinas– son precedidas por operaciones de prensa
que invariablemente se mantienen hasta el final, y a cada momento
se retroalimentan y proyectan de cara a la opinión pública. Un
ejemplo típico de propaganda gris, que lleva el sello de las
operaciones de desinformación conjuntas de la CIA, el MI5 británico
y el Mossad israelí, y pudo ser manufacturada sobre el terreno por
el embajador de Estados Unidos, Ronald Johnson, viejo halcón de
las acciones clandestinas, es la filtración al periodista Barak
Ravid (quien sirvió en la división de inteligencia israelí Unidad
8200) del medio estadunidense Axios, amplificada urbi
et orbi por Reuters, sobre el supuesto intento de atentar
contra la embajadora de Tel Aviv en México, Einat Kranz Neiger,
citando a un “funcionario estadunidense” que habló bajo condición
de anonimato. Según Ravid, la operación habría
sido dirigida por una unidad de la Guardia Revolucionaria Islámica, “que
durante años ha reclutado agentes en toda América Latina desde la embajada de
Irán en Venezuela”. Desmentida
por la Cancillería y la Secretaría de Seguridad locales, la filtración
tuvo como objetivo demonizar a Irán, y enrarecer las relaciones
entre Teherán, Caracas y México.
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Fuentes: La Jornada.
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GUERRA HÍBRIDA Y FILTRACIONES.
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Por Carlos Fazio | 13/11/2025 | EE.UU., México, Venezuela
Fuente. Revista Rebelión jueves 13 de
noviembre del 2025.
México y Venezuela reúnen, en la
coyuntura, algunos elementos comunes y también grandes diferencias. Los dos son
países poseedores de petróleo y otros recursos geoestratégicos disputados por
Estados Unidos y China, y con distintos grados de intensidad y proyección
situacional, ambos son objeto de una difusa guerra híbrida de Washington, que
combina disuasión, presión psicológica y preparación bélica.
Otro eje común es que, aunque encarnan proyectos político-ideológicos disímiles: con inflexión al socialismo en el caso venezolano y de corte nacional popular neodesarrollista en el mexicano, e integran alianzas estratégicas internacionales también diferentes (Venezuela con Rusia, China, Irán, Cuba y Nicaragua, y México principalmente con Estados Unidos, en situación de dependencia a través del tratado de libre comercio), tanto Nicolás Maduro como Claudia Sheinbaum han sido sometidos a intensas y sostenidas acciones de poder blando y duro por parte de Donald Trump.
Asimismo, desde el comienzo de su
segundo mandato, como comandante
supremo de las fuerzas armadas y principal propagandista de su
estrategia, con la mira puesta en Venezuela y México, Trump fabricó
una matriz de opinión que asimila a los cárteles de la drogas como organizaciones
terroristas extranjeras (verbigracia, Al Qaeda, ISIS, et
al), una estrategia de fuerza extraterritorial –incluida la militar–
presuntamente para combatir al narcotráfico, pero que adelantaba
ya entonces la posibilidad de ataques aéreos letales con misiles y
drones, para asesinar de manera sumaría a civiles identificados
como criminales (sin exhibir pruebas), como ha venido
ocurriendo en el Caribe y el Pacífico.
La guerra híbrida utiliza a distintos
niveles toda clase
de medios y procedimientos, ya sea la fuerza convencional (por
ejemplo, el actual cerco militar naval sobre las costas de
Venezuela), como la guerra irregular (golpe suave, guerra
económica, preventiva, jurídica [lawfare], de información, a las drogas,
contra el terrorismo, cognitiva, cultural, mediática).
Un componente central de la guerra
híbrida son las operaciones sicológicas (OpSic) y las acciones encubiertas, como las autorizadas por Trump
en Venezuela a la Agencia Central de Inteligencia. Herramientas de
las políticas de cambio de régimen, las acciones encubiertas sirven
para generar golpes de Estado, operaciones de bandera falsa y
desestabilizar y generar caos social y político sobre el terreno
por medio de distintos actores.
Para ello, además de la CIA, Estados
Unidos cuenta con
otras 15 agencias de la llamada comunidad de inteligencia (DIA, NSA,
FBI, DEA, NRO y otras) y oficinas de relaciones exteriores
dependientes del Departamento de Estado (embajadas, consulados, misiones
ante organismos internacionales, etcétera).
Además de los agentes encubiertos de
la CIA plantados
sobre el terreno, los principales instrumentos injerencistas del
Pentágono en el extranjero son los comandos de élite de la Marina de
Guerra (Navy SEALs) y la Fuerza Delta del Comando Conjunto de
Operaciones Especiales del Ejército. A su vez, para sus acciones
clandestinas en Venezuela y México, la CIA, la DEA, la DIA, el FBI reclutan
“activos nativos” (native assets) como informantes y
operadores locales (militares y elementos de los aparatos de inteligencia y
seguridad del Estado, políticos, periodistas, elementos del hampa, del narco,
paramilitares, mercenarios y un largo etcétera), que actúan como
agentes de redes de espionaje y/o generadores de violencia y caos,
como en las guarimbas de la oposición venezolana jefaturadas por María
Corina Machado y, eventualmente, bajo la pantalla de los grupos de la
economía criminal mexicanos, en ejecuciones simbólicas
desestabilizadoras, como la que acaba de cobrar la vida del alcalde
de Uruapan, Carlos Manzo, en Michoacán.
Otros elementos esenciales y complementarios del accionar
desestabilizador abierto y encubierto de Washington en Venezuela y México
son el empleo de tecnologías de última generación (guerra
cibernética) combinado con otros métodos de influencia como la siembra
de desinformación, propaganda blanca, gris y negra, y noticias falsas (fake
news) seguida de técnicas de repetición e intoxicación
sistemáticas y persistentes en los medios de difusión masiva
hegemónicos.
Todas esas modalidades híbridas –que incrementan las incertidumbres
propias de la “niebla de la guerra” y las misiones clandestinas– son
precedidas por operaciones de prensa que invariablemente se mantienen
hasta el final, y a cada momento se retroalimentan y proyectan de
cara a la opinión pública.
Un ejemplo típico de propaganda gris, que lleva el sello de las
operaciones de desinformación conjuntas de la CIA, el MI5 británico
y el Mossad israelí, y pudo ser manufacturada sobre el terreno por
el embajador de Estados Unidos, Ronald Johnson, viejo halcón de
las acciones clandestinas, es la filtración al periodista Barak
Ravid (quien sirvió en la división de inteligencia israelí Unidad
8200) del medio estadunidense Axios, amplificada urbi
et orbi por Reuters, sobre el supuesto intento de atentar
contra la embajadora de Tel Aviv en México, Einat Kranz Neiger,
citando a un “funcionario estadunidense” que habló bajo condición
de anonimato.
Según Ravid, la operación habría sido
dirigida por una unidad de la Guardia Revolucionaria Islámica,
“que durante años ha
reclutado agentes en toda América Latina desde la embajada de Irán en
Venezuela”.
Desmentida por la Cancillería y la
Secretaría de Seguridad
locales, la filtración tuvo como objetivo demonizar a Irán, y
enrarecer las relaciones entre Teherán, Caracas y México.
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