&&&&&
“En Estados Unidos, Trump se dirige
a sus seguidores más fanáticos mientras su popularidad sigue en caída.
En América Latina ocurre algo similar, con la diferencia de que su
nivel de aprobación difícilmente podría ser más bajo. Según
el Pew Research Center, apenas el 8%
de los mexicanos tiene “confianza” en Trump. Trump ha contribuido a un giro
profundo en el panorama político latinoamericano, hoy marcado por una
fuerte polarización y avances significativos de la izquierda. En numerosos
países, las fuerzas progresistas —que durante décadas
permanecieron relegadas— se han convertido en un punto de referencia
central, aglutinándose en torno a las banderas de la soberanía
nacional y, en algunos casos, del antiimperialismo.
“En Chile, la Comunista Jeannette Jara obtuvo un sorprendente 60,5%
de los votos en las primarias en junio para representar al principal
bloque anti-derechista en las próximas elecciones presidenciales.
Pese al tono cauteloso de su discurso, Jara se dirigió a
Washington con firmeza tras la intromisión de Trump en las elecciones
argentinas: “Aquí no van a ingresar militares
estadounidenses. Chile se respeta y su soberanía también”. En Ecuador, a pesar
de la dura represión, los seguidores del exmandatario Rafael Correa
han estado a punto de ganar las últimas tres elecciones
presidenciales. Y en Colombia, Gustavo Petro ha revitalizado la base
de su movimiento mediante contundentes denuncias de las operaciones
militares de EE. UU. y al encabezar, desde octubre, una campaña
para recolectar dos millones de firmas con miras a una
asamblea nacional constituyente.
/////
Fuentes: Jacobin – Rebelión.
*****
LAS PROVOCACIONES DEL GOBIERNO DE TRUMP REVITALIZAN A LA IZQUIERDA
LATINOAMERICANA.
*****
Por Steve Ellner | 15/11/2025 | América Latina y Caribe, EE.UU.
Fuentes- Revista Rebelión sábado 15 de
noviembre del 2025.
*****
Cuando Trump asumió la presidencia en
2025, los gobiernos de la «Marea rosada» en América Latina estaban perdiendo
terreno. La popularidad del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva
había caído al nivel más bajo de sus tres mandatos, mientras que la del
colombiano Gustavo Petro se situaba en apenas un 34 por ciento. Además, tras
los controvertidos resultados de las elecciones presidenciales de julio de 2024
en Venezuela, Nicolás Maduro quedó aislado en la región.
Ahora, menos de un año después, el
panorama político ha cambiado. Las mamarrachadas de Trump —como rebautizar el Golfo de
México, usar los aranceles como arma política y ordenar acciones
militares en el Caribe y el Pacífico— han dado nuevo impulso a los
gobiernos de la «Marea rosada» y a la izquierda en general. América
Latina ha respondido a su invocación de la Doctrina Monroe con una oleada
de sentimiento nacionalista, manifestaciones multitudinarias y denuncias de
líderes políticos de casi todo el espectro, incluidas algunas de la
centroderecha.
Mientras Estados Unidos aparece como una potencia hegemónica en declive y poco confiable, China se proyecta como defensora de la soberanía nacional y como una voz de la razón en materia de comercio e inversión internacional. Cuando Trump impuso en julio un arancel del 50% a la mayoría de las importaciones brasileñas, los chinos intervinieron para ayudar a llenar el vacío en las vitales exportaciones de soya del país.
Lula contra Trump.
En julio, Lula respondió desafiante al intento de Trump de presionar a
Brasil mediante aranceles punitivos destinados a lograr la liberación
de su aliado Jair Bolsonaro, encarcelado por su implicación en
complots golpistas y de asesinato. A diferencia de otros jefes de
Estado, Lula se negó a comunicarse con Trump, afirmando: “No voy a
humillarme”. Además, declaró que “Brasil no será tutelado por nadie”,
al tiempo que recordó el golpe de Estado de 1964 como un
precedente de la intervención estadounidense.
El enfrentamiento desató
multitudinarias manifestaciones progubernamentales en todo el país, que superaron
ampliamente a las convocadas por la derecha para exigir la liberación
de Bolsonaro. Los simpatizantes de Lula culparon a la derecha por
los aranceles, y en particular a Eduardo Bolsonaro, hijo del
expresidente, quien los promovió desde Washington. Lula
calificó a Jair Bolsonaro de “traidor”
y sostuvo que debía enfrentar un nuevo juicio por ser responsable del
llamado “impuesto Bolsonaro”. Como señal
de que los aranceles de Trump marcaron un punto de inflexión y
dieron un impulso a la izquierda, el propio Lula, de 80 años, anunció
que se postulará a la reelección en octubre de 2026, al mismo
tiempo que su popularidad alcanzó el 50%.
Algunos analistas criticaron a Lula por no haber aprovechado su
videoconferencia de treinta minutos con Trump, realizada el 6 de
octubre, para condenar la diplomacia de cañonero de Washington en el
Caribe. Según esta interpretación de la llamada, Lula habría
mostrado ingenuidad y falta de firmeza al combinar
“preocupación y
oportunismo» frente al imperialismo estadounidense” y al suponer que “las
negociaciones se regirían por una lógica de ‘ganar-ganar.’”
De hecho, Lula se ha pronunciado en contra de
la presencia militar estadounidense, a la que calificó de “factor de tensión” en el Caribe,
región que él considera una “zona de paz”. Sin embargo, Lula sin duda
podría haber ido más lejos, como lo instó el Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) —que respaldó su
última candidatura presidencial— al declarar explícitamente su solidaridad
con Venezuela.
Pero difícilmente se puede acusar a Lula de sumisión en su trato con Trump. El exviceministro venezolano para América del Norte, Carlos Ron, me comentó que tanto Lula como Sheinbaum han demostrado que “saben cómo manejar a Trump”, pues “han obtenido mucho de lo que querían”. Por cierto, al mismo tiempo que Trump dio marcha atrás en sus amenazas arancelarias contra ambas naciones, comenzó a elogiar a los dos jefes de Estado.
Un frente unido en gestación.
En Brasil y en otros países de la región está surgiendo un
nuevo alineamiento que reúne fuerzas tanto a la derecha como a la izquierda
del gobierno, en reacción a la postura de Washington. Un ejemplo
notable fue el nombramiento, en octubre, del activista del
Movimiento de Trabajadores Sin Techo y excandidato presidencial
Guilherme Boulos como ministro de la Presidencia. Boulos
pertenece al Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una escisión de
izquierda del Partido de los Trabajadores de Lula que había
respaldado su candidatura presidencial de 2022, pero había descartado ocupar
cargos en su gobierno.
Boulos, quien desempeñó un papel clave en la organización
de las recientes protestas contra el aumento de los aranceles
impuesto por Washington, habló sobre el significado de su
designación:
“Lula me dio la misión
de ayudar a poner al gobierno en la calle… y escuchar las demandas populares”. Su nombramiento marca un giro a la
izquierda en el que, según el medio con sede en Miami CE Noticias
Financiera, “Lula demostró que entra a las elecciones de 2026 listo para la
guerra. Una guerra a su manera, con la participación de los movimientos
sociales”.
Venezuela es otro ejemplo de cómo
actores políticos de la mayor parte del espectro ideológico coinciden en la
necesidad de un frente amplio para oponerse a la agresión
de Estados Unidos en la región. Ningún otro gobierno de la «Marea
rosada» ha enfrentado una sucesión tan rápida de intentos de cambio
de régimen y desestabilización como el de Venezuela bajo el
gobierno de Nicolás Maduro. La respuesta bolivariana ante estos desafíos
se ha desviado en ocasiones de las normas democráticas, incluyendo concesiones
a los intereses empresariales, lo que ha generado duras críticas tanto
de sectores moderados como de corrientes más radicales de la
izquierda.
Uno de los líderes que se inscribe en la categoría
radical es Elías Jaua, antiguo miembro del círculo íntimo de Chávez,
cuyas posturas de izquierda en materia económica y su defensa de la democracia
interna dentro del partido lo dejaron marginado
del movimiento chavista. Pero ante la amenaza militar de Estados
Unidos en el Caribe, Jaua ha cerrado filas con Maduro y
denunciado la “guerra psicológica” que se libra contra el
presidente. En este momento crítico, afirmó que es necesario
“anteponer la
tranquilidad del pueblo a cualquier posicionamiento ideológico, político o
avieso interés”, y añadió: “¡La Patria está primero! ¡Viva Venezuela!”.
Otras figuras políticas de larga trayectoria que han
respaldado el llamado de Maduro a un diálogo nacional para enfrentar
la amenaza estadounidense —sin pasar por alto las presuntas prácticas antidemocráticas—
incluyen a dirigentes del centro e incluso de la centroderecha
del espectro político, entre ellos los excandidatos presidenciales
Henrique Capriles, Manuel Rosales y Antonio Ecarri.
Otros son izquierdistas moderados que ocuparon cargos importantes
durante el gobierno de Chávez o que en los años noventa
militaron en el partido de izquierda moderada Movimiento al
Socialismo (MAS). Uno de ellos es Enrique Ochoa Antich, quien
presentó una petición firmada por 27 destacadas figuras opositoras
moderadas en la que se afirmaba que
“resulta desalentador ver a un sector
extremista de la oposición” respaldando las sanciones y otras acciones de
Estados Unidos. Ochoa Antich propuso un diálogo con representantes del gobierno
“sobre la mejor manera de fomentar la unidad nacional y defender la soberanía”,
añadiendo: “Con los pies en la tierra no voy a pedir que se suprima
el partido-Estado.”
Esta postura, que ve a Maduro como un aliado frente a la
injerencia estadounidense, contrasta marcadamente con la del
Partido Comunista de Venezuela (PCV), que se deslindó del gobierno en
2020 por su orientación proempresarial y por marginar a sectores de
la izquierda. Al mismo tiempo que denuncia la agresión
imperialista, el PCV señala el “carácter autoritario y antidemocrático
del gobierno de Maduro”.
Si bien las críticas del PCV son materia de debate, la
postura de hostilidad irreductible del partido frente
a Maduro debilita los esfuerzos para enfrentar la agresión
estadounidense. De hecho, la posición del PCV —respaldar al gobierno
cubano mientras califica al venezolano de antidemocrático— resulta
inconsistente.
En
Argentina, Trump salió
en auxilio de la derecha en lo que probablemente termine siendo una
victoria pírrica. En la víspera de las elecciones legislativas de
octubre de 2025, ofreció un rescate de 40 mil millones de dólares
para la economía argentina, pero solo a condición de que el
partido del presidente ultraderechista Javier Milei saliera triunfante,
que fue precisamente lo que ocurrió. El chantaje de Trump fue denunciado
como tal por figuras políticas que iban desde dirigentes
peronistas vinculados a los gobiernos de la Marea rosada
hasta centristas que habían sido algunos de sus críticos más severos.
Facundo Manes, líder de la centrista Unión Cívica Radical, fue un
ejemplo de estos últimos al declarar que “la extorsión avanza”.
Mientras tanto, en las calles de Buenos Aires,
las pancartas de protesta contra Milei exhibían consignas
antiestadounidenses como “Yankee go
home” y “Milei – Mulo de Trump”, además de la quema de una bandera de
Estados Unidos.
Esta convergencia en torno a la necesidad de enfrentar
las amenazas y acciones de Trump abre una oportunidad para
que los sectores progresistas de todo el continente se unan. El llamado
a esa unidad fue asumido por el Foro de São Paulo, una agrupación que
reúne a más de un centenar de organizaciones de izquierda
latinoamericanas y que Lula ayudó a fundar en 1990. Al inicio del primer
gobierno de Trump, en 2017, el Foro elaboró el documento
“Consenso de Nuestra América” como respuesta al neoliberal Consenso
de Washington y a la intensificación del intervencionismo estadounidense
en el hemisferio.
Al mismo tiempo que defendía el pluralismo de los movimientos progresistas y evitaba el término “socialismo”, el documento de Consenso preveía la elaboración de un conjunto más concreto de reformas y objetivos. Sin embargo, ese paso esperado nunca se materializó. Más recientemente, el analista y estratega cubano Roberto Regalado lamentó que, pese a la urgente necesidad de unidad, “lejos de consolidarse y expandirse, el ‘Consenso de Nuestra América’ languideció”.
Trump y la derecha latinoamericana.
Gran parte de la derecha
latinoamericana ha
apostado su futuro político al presidente Trump. Los mandatarios de
derecha de Argentina, Ecuador y Paraguay se alinean con él,
al igual que Bolsonaro, el candidato presidencial chileno José
Antonio Kast y el expresidente colombiano Álvaro Uribe. En Venezuela,
la dirigente opositora de derecha María Corina Machado
dedicó su Premio Nobel de la Paz a Trump.
Leopoldo López, integrante del mismo sector venezolano
derechista que Machado, cofundó en 2022 el Congreso Nacional de la Libertad,
una organización dedicada al cambio de régimen en países que Washington
considera adversarios. La iniciativa se inscribe en la idea de una
“Internacional de la Derecha” promovida por el estratega de
Trump, Steve Bannon, entre otros. Bannon fundó en 2016 “The Movement”
para unificar a la derecha europea, pero el proyecto ha sido en
gran medida desdeñado por una parte importante de la derecha
de ese continente.
El “internacionalismo” de la derecha tiene aún menos posibilidades
de prosperar en América Latina. Mientras que en Estados
Unidos Trump apela al patriotismo —o a una versión impostada del
mismo— en América Latina el nacionalismo y el apoyo a Trump
son conceptos incompatibles, especialmente frente a los aranceles,
la inmigración, las amenazas de invasión militar y la resurrección
de la Doctrina Monroe. En Venezuela, por ejemplo, la popularidad de Machado ha caído y su movimiento
opositor se ha fracturado como resultado del repudio popular a las
políticas de Trump.
En Estados Unidos, Trump se dirige a sus seguidores más
fanáticos mientras su popularidad sigue en caída. En América
Latina ocurre algo similar, con la diferencia de que su nivel de
aprobación difícilmente podría ser más bajo. Según el Pew Research Center, apenas el 8%
de los mexicanos tiene “confianza” en Trump.
Trump ha contribuido a un giro profundo en el panorama político latinoamericano, hoy marcado por una fuerte polarización y avances significativos de la izquierda. En numerosos países, las fuerzas progresistas —que durante décadas permanecieron relegadas— se han convertido en un punto de referencia central, aglutinándose en torno a las banderas de la soberanía nacional y, en algunos casos, del antiimperialismo.
En Chile, la Comunista Jeannette Jara obtuvo un sorprendente 60,5%
de los votos en las primarias en junio para representar al principal
bloque anti-derechista en las próximas elecciones presidenciales.
Pese al tono cauteloso de su discurso, Jara se dirigió a
Washington con firmeza tras la intromisión de Trump en las elecciones
argentinas: “Aquí no van a ingresar militares
estadounidenses. Chile se respeta y su soberanía también”.
En Ecuador, a pesar de la dura represión,
los seguidores del exmandatario Rafael Correa han estado a
punto de ganar las últimas tres elecciones presidenciales. Y en
Colombia, Gustavo Petro ha revitalizado la base de su movimiento
mediante contundentes denuncias de las operaciones militares de EE.
UU. y al encabezar, desde octubre, una campaña para recolectar
dos millones de firmas con miras a una asamblea
nacional constituyente.
La polarización suele aludir a un escenario en el que los extremos
de ambos lados del espectro político alcanzan una posición
dominante. Eso no es lo que ocurre actualmente en América
Latina, al menos no en el caso de la izquierda. Más
bien, se observa una convergencia de sectores progresistas de distintos
matices, tanto en el ámbito interno como entre los
gobiernos de la «Marea rosada», en su oposición a Trump y a todo lo
que este representa.
El desafío ahora es traducir esa convergencia en formas organizadas
de unidad: frentes amplios a nivel nacional, así como una mayor
articulación en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) y otros organismos regionales.
Una versión ligeramente abreviada de
este artículo fue publicada en inglés en Jacobin.
Steve Ellner es profesor jubilado
de la Universidad de Oriente en Venezuela, donde residió por más de 40 años. Actualmente es Editor
Asociado de Latin American Perspectives. Es autor de numerosos
libros, entre ellos El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto
hasta 2013 (2014) y La izquierda latinoamericana en el poder:
Cambios y enfrentamientos en el siglo XXI (editor, publicado por CELARG
y el Centro Nacional de Historia, Caracas, 2018). https://www.dropbox.com/s/yxxsdyf0puqxdhg/La%20izquierda%20latinoamericana%20book.pdf?dl=0
*****

No hay comentarios:
Publicar un comentario