LA IRA DE LOS FÓSILES. Martín Granovsky
Ya están claras dos de las citas que la Presidenta podría tomar para su discurso en las Naciones Unidas.
Cuando hable esta semana, difícilmente Cristina Fernández de Kirchner resista
la tentación de mencionar las opiniones del Papa sobre el elitismo del Consejo
de Seguridad y sobre el carácter predador de la deuda. Más aún cuando, además,
los organismos multilaterales trabajan para los acreedores y los buitres o no
impiden sus acciones.
Como en la primera etapa de su gira norteamericana, la de
Washington y Nueva York, Francisco habló con crudeza, se convirtió en un huracán
para el sistema político de los Estados Unidos. La prueba es la renuncia
anunciada ayer mismo por el presidente de la Cámara baja, el republicano de
Ohio John Boehner. El periodista de The Washington Post Mike DeBonis escribió
que Boehner era presionado para que fuese aún más confrontativo con el
presidente Barack Obama en temas como gasto público, aborto, inmigración y
salud.
El propio Boehner, un católico practicante que lloró en
el discurso de Francisco en el Congreso, aclaró que no decidió renunciar sacudido
por la emoción que le produjo el Papa.
Es obvio también que el huracán Francisco no pulverizó un
sistema político ya hiperpolarizado, con republicanos sin posibilidades de
gobernar pero aprovechando su control del Parlamento para trabar lo que pueden.
Lo que hizo el Papa con el ventarrón de sus mensajes en favor de los
inmigrantes, sus alusiones a Martin Luther King y su insistencia en controlar
el calentamiento global del mundo es dejar la crisis al desnudo en toda su
dimensión.
Quien hable del cambio climático automáticamente queda
sometido a la metralla de James Mountain Imhofe, el senador de Oklahoma que
preside la Comisión de Medio Ambiente y Obras Públicas y es un mimado de Big
Oil, como llaman en los Estados Unidos a los lobbistas de las grandes empresas
de energía y petróleo. La mayoría de sus donantes proviene de Big Oil o de los
hermanos Koch, propietarios del poderosísimo grupo Koch Industries y compañeros
de ruta del buitre Paul Singer en la pelea contra todo tipo de regulación en
cualquier sector de la economía y en la donación de fondos a la ultraderecha
republicana.
Ya cuando el Papa lanzó en junio su encíclica sobre el
cambio climático Inhofe reivindicó los combustibles fósiles al igual que lo
hizo Jeb Bush, hijo del viejo George y hermano del ex presidente. Inhofe es
presbiteriano. Jeb Bush es católico. Ubicados en franjas distintas del
cristianismo, ambos superan sus diferencias sin embargo gracias al más grande
de los combustibles fósiles, el petróleo. El xenófobo Donald Trump y su cabello
a la manzanilla son sólo la caricatura del grupo de poder que se empeña desde
hace 35 años, cuando Ronald Reagan ganó sus primeras elecciones, en hacer que
los Estados Unidos sean cada vez más desiguales. Menos salvajes en sus modos
verbales, Inhofe, Koch, Singer o Bush están obsesionados por quitar aún más
impuestos a los más ricos y aún más límites a los conglomerados más fuertes.
Todos ellos parecen inmunes a noticias recientes como la renuncia del
presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, luego de revelaciones según las
que esa empresa cometió fraude al instalar en sus autos a gasoil un software
para detectar la presencia de controles para la emisión de gases. Otra noticia
que marca una tendencia diferente en el mundo es que mientras Francisco visita
los Estados Unidos Obama también recibió al presidente chino Xi Jinping. Ya
llegaron a dos acuerdos. Uno contra los ciberataques. El otro contra las emisiones de
efecto invernadero. Fósiles, abstenerse.
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NACIONES
UNIDAS: FRANCISCO UNIÓ MEDIO AMBIENTE CON EXCLUSIÓN SOCIAL.
En su discurso ante la Asamblea General de las
Naciones Unidas, el Papa criticó a los organismos financieros.
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El discurso estuvo teñido de la agenda sobre el
desarrollo sostenible y la futura cumbre del clima que se realizará en París. Bergoglio vinculó los problemas del ambiente con
los de la pobreza, la exclusión y la explotación económica.
Victoria Ginzberg
Desde Nueva York.- Página /12 sábado 26 de septiembre del
2015.
El papa Francisco entró en el recinto de la Asamblea
General de Naciones Unidas poco antes de las diez de la mañana. Caminó despacio
por el pasillo mientras representantes de todo el mundo lo aplaudían de pie.
Los ejes de su discurso fueron los problemas ambientales y la exclusión social.
Pero no como dos temas aislados, sino interconectados. También vinculado con
ambos asuntos, Jorge Bergoglio aseguró que los organismos financieros deben
“velar por el desarrollo sostenible y la no sumisión asfixiante a los sistemas
crediticios que lejos de promover el progreso someten a las poblaciones a
mecanismos de mayor pobreza y dependencia”. Los primeros aplausos llegaron
cuando mencionó que todos los países deben tener la misma participación en el
Consejo de Seguridad de la ONU así como en las instituciones económicas
internacionales.
Fue un día atípico en la ONU. Era el inicio de la
Asamblea General y también de la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible. El organismo,
sus autoridades y trabajadores están acostumbrados a las medidas de seguridad y
los visitantes importantes, ya que todos los septiembres se reúnen aquí decenas
de jefes de Estado. Esta oportunidad, si embargo, fue especial. Cuando todavía
era de noche y los carteles de Times Square brillaban, incluido uno gigante con
la figura de Francisco con el que el gobierno de la ciudad de Nueva York le dio
la bienvenida, ya había gente esperando para ingresar a la sede del organismo
internacional.
Antes de hablar en la Asamblea, el Papa tuvo otras
actividades en el edificio ubicado entre la Primera Avenida y el East River: se
reunió con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon y con otras autoridades
y funcionarios y luego habló para algunos trabajadores del lugar. Los que
pudieron participar de este último evento habían ganado un sorteo. De la misma
forma fueron seleccionados quienes pudieron ver al Papa en la procesión en el
Central Park, en la misa en el Madison Square Garden o en el recorrido del
jueves por la Quinta Avenida. A los empleados de la ONU les habló en inglés:
“Ustedes son expertos trabajadores, funcionarios, secretarias, intérpretes,
cocineros, empleados de mantenimiento, personal de seguridad. Estén tranquilos
que su trabajo contribuye al mantenimiento de la ONU”, destacó que venían de
distintas partes del mundo y pidió “que se respeten uno al otro, que se
preocupen el uno del otro, que estén cerca”. Finalmente, pidió “que les den un
saludo a los miembros de sus familias y a los colegas que no pudieron estar con
nosotros por la lotería”. Dentro del edificio, Francisco se movió en algunos
lugares con un carrito tipo golf y fue vivado por los pasillos. Cuando entró al
recinto de la Asamblea, también se escucharon gritos de apoyo.
Bergoglio mencionó que no fue el primer Papa en hablar
ante la ONU, aunque Ban Ki-moon dijo a su turno que ninguno había participado
de una apertura de la Asamblea General y le agradeció por “hacer historia”. El
discurso estuvo teñido de la agenda sobre el desarrollo sostenible y la futura
cumbre del clima que se realizará en París. El tema coincide con la
preocupación del Papa, que dedicó su encíclica Laudato Si a los problemas del
ambientes y los vinculó a la vez con los de la pobreza, la exclusión y la
explotación económica. Francisco habló en castellano y en seguida envió un
mensaje interno al organismo internacional sobre la necesidad de que todos los
países valgan igual, incluso en el Consejo de Seguridad, donde cinco potencias
(Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China) tiene poder de veto.
También habló de equidad en relación con el sistema financiero y los organismos
de crédito internacional. “La reforma y adaptación de los pueblos siempre es
necesaria, para progresar hacia el objetivo último de conceder a todos los
países sin excepción una participación real y equitativa en las decisiones. Es
necesaria una mayor equidad en los cuerpos con efectiva capacidad, como el
Consejo de Seguridad, lo mismo para los organismos financieros o los grupos
especialmente ideados para afrontar crisis económicas, para ayudar a mitigar
todo tipo de abuso o usura con los países en vías de desarrollo. Los organismos
financieros han de velar por el desarrollo sostenible y la no sumisión
asfixiante de estos a sistemas crediticios que lejos de promover el progreso
someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y
dependencia”, dijo en una mención que en la Argentina no puede pasar
desapercibida ni quedar desligada del conflicto con los fondos buitre ni al
marco regulatorio sobre la reestructuración de la deuda soberana que fue
aprobada por la Asamblea General de la ONU hace tres semanas. El tema, tanto la
votación que se hizo en el organismo internacional por impulso de la Argentina
como la alusión del Papa al respecto, serán mencionadas seguramente por la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que llegará hoy a Nueva York y
hablará el lunes en la ONU (ver aparte).
En otro de los tramos más políticos de su discurso,
Francisco respaldó el acuerdo que Estados Unidos y cinco potencias realizaron
con Irán y que fue rechazado por los republicanos y el estado de Israel: “Es
una prueba de las posibilidades de la voluntad política. Hago votos para que
sea duradero y eficaz”.
Vestido de blanco, con los anteojos puestos y su cruz
colgando en el pecho, el Papa mencionó que “la promoción de la soberanía del
derecho, la justicia, es requisito indispensable para obtener el ideal de la
fraternidad” y que “ningún individuo o grupo humano se puede considerar
omnipotente ni autorizado a pasar por sobre los derechos de otras personas o
agrupaciones”. Aseguró que era necesario “consolidar la protección del ambiente
y acabar con la exclusión”, que “cualquier daño al ambiente es un daño a la
humanidad” y que el daño al ambiente va acompañado por la exclusión. “La
exclusión económica y social es una negación de la fraternidad humana y un
gravísimo atentado a la dignidad humana y al ambiente. Los más pobres son los
que más sufren. Son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte
y sufren las consecuencias del abuso del ambiente. Esta es la cultura del
descarte”. Instó a los líderes mundiales a adoptar una agenda para el
desarrollo sostenible y a alcanzar resultados sobre el cambio climático, pero
pidió que las acciones no sean solo declarativas: “El mundo reclama de todos
los gobernantes una voluntad efectiva para mejorar el ambiente y vencer los
fenómenos de la exclusión social y económica con su triste consecuencia de
trata de seres humanos, comercio de órganos, explotación sexual niños, tráficos
de drogas y armas, terrorismo y crimen internacional organizado”.
También hubo menciones para los temas más tradicionales
de la Iglesia, como el “derecho de la familia a educar y de la Iglesia a
colaborar con las familias” y la “libertad religiosa”. Y terminó con una cita del Martín Fierro: “los hermanos sean
unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier
tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devoran los de afuera”. El final fue con aplausos, pero
todavía había una sorpresa: un coro lo esperaba para cantar “Duerme, negrito”, la canción de cuna tradicional que
grabó Atahualpa Yupanqui y popularizó Mercedes Sosa. Luego llegó Shakira con “Imagine”, aunque el Papa se tuvo que
ir; tenía una apretada agenda que cumplir.
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UN BAÑO DE PEOPLE
POR TODO MANHATTAN.
El Papa fue a la ONU, al
Memorial del 11-9, a una Escuela de Harlem y al Madison Square Garden.
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El día estuvo marcado por su
atención a los inmigrantes, uno de los temas centrales de su visita. La misa en
el famoso estadio la dedicó a “los ciudadanos de segunda categoría, los que
esconden el rostro por no tener una ciudadanía”.
Victoria Ginzberg
Página /12 sábado 26 de septiembre del 2015.
Cansaba sólo verlo. La ONU, el Memorial del 11 de septiembre, los niños
de la escuela de Harlem, 80 mil personas en el Central Park y otras 20 mil en
el Madison Square Garden. El papa Francisco, a sus 78 años, recorrió ayer
Manhattan de Sur a Norte, pero el día estuvo marcado por su atención a los
inmigrantes, que fue uno de los temas centrales de su visita a Estados Unidos.
La misa en el famoso estadio, de hecho, la dedicó a “los ciudadanos de segunda
categoría, los que esconden el rostro por no tener una ciudadanía”.
Después de hablar en la ONU, Jorge Bergoglio se dirigió al Ground Zero,
donde rezó frente a las dos piletas que marcan como dos agujeros en la tierra
la ubicación que tenían las Torres Gemelas antes de que fueran derribadas en
los atentados del 11 de septiembre de 2001. Francisco se inclinó para dejar una
rosa blanca ante los nombres de las víctimas y habló con un grupo de familiares
y socorristas antes de ingresar en el museo, donde compartió el acto con
representantes de distintas comunidades. Estuvieron el rabino Elliot Cosgrove y
el imán Jaled Latif, además de representantes del hinduismo, el budismo, el
jainismo, el sijismo, el judaísmo, los nativos americanos, los musulmanes y de
otras ramas del cristianismo. Francisco dijo que tenía una mezcla de
sentimientos por estar en ese lugar, “donde miles de vidas fueron arrebatadas
en un acto insensato de destrucción”. “Aquí el dolor es palpable”, añadió y
mencionó que el agua que cae en el Memorial “nos recuerda todas esas vidas que
se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única
forma de solucionar los conflictos”.
“Este lugar de muerte se transforma también en un lugar de vida, de
vidas salvadas, un canto que nos lleva a afirmar que la vida está siempre
destinada a triunfar sobre los profetas de la destrucción, sobre la muerte.
Espero que nuestra presencia aquí sea una potente señal de nuestras voluntades
de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación, fuerzas de
paz y justicia en esta comunidad y en cualquier lugar del mundo”, sostuvo.
En los alrededores del Memorial, en la zona de Wall Street, los
seguidores del Papa y los curiosos se amontonaron para intentar verlo pasar.
Pero aquí no estaba prevista su aparición, así que lo único que se podía
detectar era su figura dentro del auto. Esto no desalentó a los muchos que
hicieron guardia con sus teléfonos celulares y sus banderas de distintos países
latinoamericanos. Ni a los vendedores ambulantes que buscaban colocar sus
remeras, banderas y pins de Francisco. “Ya está, ya está en el uptown”, decía
un policía para que los fans desalojaran la zona. El Papa se había retirado a
descansar. Su siguiente actividad fue en una escuela del Harlem hispano. Allí
conversó con un grupo de niños, que tuvieron que explicarle cómo funcionaba una
pantalla touch con la que habían preparado una actividad para mostrarle. El
Papa se refirió en esa escuela a la experiencia de ser inmigrante, de extrañar
la tierra y hacer nuevos amigos. Recibió como regalo de un grupo de jornaleros
un casco y unas botas y les dejó un “homework” a los estudiantes: “Recen por
mí”. También recordó al Premio Nobel de la Paz Martin Luther King. “El dijo un
día: ‘Tengo un sueño’. El soñó que muchos niños, muchas personas, tuvieran
igualdad de oportunidades. Él soñó que muchos niños como ustedes tuvieran
acceso a la educación. Es hermoso tener sueños y poder luchar por ellos”, les
dijo. “Sé que uno de los sueños de sus padres, de sus educadores, es que ustedes
puedan crecer con alegría. Siempre es muy bueno ver a un niño sonreír. Acá se
los ve sonrientes: sigan así y ayuden a contagiar la alegría a todas las
personas que tienen cerca”, agregó.
Desde Harlem, Francisco viajó al Central Park, una zona más acomodada de
la isla. Allí lo esperaron 80 mil personas, que querían estar cerca para verlo
pasar en el papamóvil. Para acceder al lugar había que tener una entrada que se
entregó a través de un sorteo, pero no faltaron los vivos que buscaron
revenderlas por cien dólares. El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, y el
arzobispo de la ciudad, Timothy Dolan, condenaron este hecho y dijeron que
nadie debía comprar esos tickets. Finalmente tuvieron que prohibir la oferta en
el sitio de Internet.
Los que sí tenían boletos empezaron a llegar muy temprano al Central
Park. Había que pasar rigurosos controles de seguridad para acceder al área y
algunos comenzaron a hacer la fila a la madrugada para estar bien ubicados. El
acceso se abrió a las once de la mañana (la procesión se hizo a las cinco de la
tarde) y sólo se podía ingresar con agua, una cámara de fotos y carritos de
bebés. Mascotas, paraguas, mochilas o sillas quedaron excluidos, aunque una
campera liviana estaba permitida. Y aunque ayer el secretario general de la
ONU, Ban Ki-moon, definió a Francisco como “el papa de las selfies”, los
palitos fueron prohibidos. El clima acompañó, hizo calor, aunque no demasiado y
estuvo soleado.
El día terminó en el Madison Square Garden, donde el Papa continuó su
pelea para reivindicar los derechos de los inmigrantes. “En las grandes
ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo ‘el ritmo del cambio’, quedan
silenciados tantos rostros por no tener ‘derecho’ a ciudadanía, no tener
derecho a ser parte de la ciudad, los extranjeros, los hijos de éstos (y no
sólo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin
techo, los ancianos solos”, dijo e invitó a los neoyorquinos a salir al
encuentro de sus prójimos: “Vayan, una y otra vez, vayan sin miedo, sin asco,
vayan”, afirmó.
Aunque al Papa le gusta
salirse de los protocolos, no deja tampoco detalles librados al azar. Para el
caso, la silla que usó en la misa fue elaborada por tres jornaleros: Fausto
Hernández, de República Dominicana, Francisco Santamaría, de Nicaragua, y
Héctor Rojas, de México. El trabajo les fue
encargado por la arquidiócesis de Nueva York a través de organizaciones
comunitarias.
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