La Reforma Política, un reclamo y exigencia
nacional, canalizada políticamente en el Parlamento Nacional, única
institución donde deben procesarse el comienzo de la llamada “Reforma Política”. Pero es necesario precisar, como
introducción y línea política central de nuestra Opinión: Si el sistema
actual, imperante, vigente, hegemónico, no cambia, al final nada cambia; y
lo que ocurre son simples retoques, simples pinturas externas, simples procedimientos
“políticos” a nivel de la “epidermis”
del sistema político nacional. Porque el
actual modelo político que tenemos – modelo que se ahoga en la coyuntura,
modelo infectado y atrapado totalmente por la corrupción y modelo cuya
tendencia, marcha hacia su destrucción total –porque un virus interno lo contaminó totalmente y no tiene alternativa de una
salida distinta, diferente de su actual descomposición, al final, se conoce que es el resultado pleno
de un modelo de sistema general que también se encuentra en peores condiciones – por su crisis estructural interna, crisis
histórica -, cada vez más cruel, fría, hiriente y sin un posible remedio u
operación de “alta cirugía política”
que proceda desde la ciudadanía y el
impulso de la sociedad
civil, la participación ciudadana organizada, como un Proyecto Nacional – una Agenda de
gobierno – producto de un proceso nacional de
políticas de diálogos y consensos que primero
“auxilien” ponerle más oxigeno, al proceso y segundo presenten un verdadera alternativa en abra un camino a
mediano y largo plazo en la solución a su compleja problemática.
Hoy si reclamamos que subieron las cuotas de
firmas para la inscripción de partidos políticos, si reclamamos
que se elimine el voto preferencial, que
los partidos tengan el control de
sus aportaciones internas y externas,
que se institucionalice las elecciones
internas – con la finalidad de fortalecer la democracia política interna –
o que finalmente se elimine la práctica terrible y destructiva – de la propaganda
electoral, vía la Televisión, la radio y en general los medios de
comunicación – hoy es como pedir, peras al viento - . Primero porque la representación en el Parlamento, sufre de un
terrible mal – es o debe ser una de las representaciones políticas de más baja
calidad intelectual y preparación profesional, salvo excepciones (la representación
de una “clase política” profesional es
mínima) la mayoría son aventureros de la política, negociantes, tránsfugas,
topos, “independientes”, etc.).
Segundo, sus intereses actuales no son políticos, es decir, entrar a procesar
una verdadera reforma política, NO, ellos buscan hoy acomodar las
condiciones de las leyes actuales, cuanto más puedan y estén más cerca a sus
intereses. Por tanto, reclamar, exigir,
una reforma política que esté en camino de un proceso nacional de “salvar y recuperar la política”, hoy
es como un grito al viento, que se lo lleva y por más que sigamos gritando y
tripliquemos su fuerza, no se “escucha
padre”, porque los intereses son otros. Seguir destruyendo la política unos por ignorancia, otros por encargo
y otros porque simplemente no les conviene a
sus intereses. Ahí está la “política” nacional en un hospital en una amplia
sala de cuidados intensivos, protegida
por un grupo “armado” de anti-política
y corrupción en todas sus formas y
prácticas visibles e invisibles.
Ahora tiene un visitante “ilustre” (para unos es una cortina de humo, para otros
es la presa deseada, que cante todo lo que sabe, y para los medios un buen negocio para subir el rating) personaje que debe
cantar como la hizo para estar en la
política – militante, la buena vida, las buenas mujeres, los buenos autos
importados, las buenas francachelas y la buena protección del poder de poderes
fácticos internos. Esa es la triste y desastrosa realidad de nuestra “política nacional”
y el vivir cotidiano de la llamada “clase
política” en un escenario nacional, de un régimen incapaz de asumir una
responsabilidad política histórica en las circunstancias que un “nuevo” fantasma – de varios rostros,
variadas vestimentas y diversas amistades - recorre el país de norte a sur y
del este al oeste. Su nombre aún se mantiene en la oscuridad y en el mundo
subterráneo de la anti-política nacional.
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UNA VERGÜENZA DE DICTAMEN SOBRE REFORMA
POLÍTICA.
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Otra Mirada.
Martes 15 de septiembre
del 2015.
La Comisión de
Constitución del Congreso de la República acaba de aprobar una vergüenza de dictamen sobre reforma política. Más que reformar
algo este dictamen, de ser aprobado como ley, se convertiría en una provocación
para una cada vez más vasta opinión pública que pide que la política deje de
ser el club privado de un grupo de escogidos.
Para empezar, en lugar de
atender, aunque sea mínimamente, la demanda de rebajar el número de firmas para
inscribir un nuevo partido político, que en la actualidad es de 3% de los ciudadanos que sufragaron en
las últimas elecciones nacionales, se ha subido al 5%. Es decir, pasan de medio millón a casi 900 mil firmas las que
se necesitan, además de los comités, para inscribir un nuevo partido. Demás
está decir que los actuales partidos inscritos lo han logrado con requisitos
diminutos comparados a los actuales y que los últimos, como Tierra y Libertad,
Orden de Flores Araoz o Peruanos por el Cambio de Kuczynski, todos lo han hecho
con el requisito de 1%.
Teniendo en cuenta que se
calcula en tres soles lo que cuesta
conseguir cada firma y que hay necesidad de, por lo menos, triplicar el
requisito de firmas a presentar para tener alguna chance, llegamos a un
presupuesto mínimo de casi ocho millones
de soles para inscribir un nuevo partido. ¿Quién puede hacerlo?
Probablemente alguien muy rico o con acceso a mucho dinero ilegal, con lo que
se cierran las posibilidades de renovar el sistema por esta vía. La última
modificación de pasar al 5% solo
tiene entonces el propósito de bloquear a cualquier otra fuerza nueva con
propuestas de cambio.
Esta vergüenza continúa
cuando se trata de la democracia
interna. En lugar de acceder a la propuesta del sistema electoral (JNE,
ONPE y RENIEC) de instituir las
elecciones para escoger candidatos, ya sean primarias abiertas a la
ciudadanía o internas de los afiliados, con la vigilancia de la autoridad
electoral y en un solo día para todos los partidos, teniendo como contraparte la eliminación del voto preferencial;
se insiste en lo que ya está en la ley que permite a los partidos escoger el
sistema que quieran y les deja los caminos a abiertos para manipular el
resultado. Además, se eleva del 20 al
25% la cantidad de invitados en las listas, aumentando de esta manera el
poder de las direcciones en la elaboración de las mismas.
Resalta en este punto la
mantención del voto preferencial,
que se ha demostrado a lo largo de los últimos 30 años no hace sino aumentar el
poder del dinero y de los lobbies para
elegir a quien más les conviene y destruye a través de la competencia
intrapartidaria a los partidos políticos. Tendremos que seguir sufriendo otro
período más de mediocridad, predominio de los grupos de interés y debilidad
partidaria en el parlamento nacional.
Asimismo, si bien reitera
y precisa el financiamiento público de
los partidos, deja de lado la regulación del financiamiento privado, especialmente la revisión de
la contabilidad del mismo. Con esta gravísima omisión abre la puerta a que se compren las elecciones por parte de
intereses particulares y peor todavía de organizaciones delictivas. Si no se
corrige esa omisión estaríamos ad portas de que las elecciones se conviertan en
un fraude permanente que hunda el
régimen democrático.
Por último, no se toca el
tema de la propaganda electoral, que
no sabemos si vendrá en dictamen aparte o simplemente ha quedado “olvidado” por
nuestros congresistas. En este punto lo fundamental es la prohibición de la propaganda pagada en televisión, que no
es otra cosa que el gasto más importante que tienen los partidos en campaña. Su
abolición, como ya se ha hecho en varios países de América Latina y en casi
toda Europa, sería un gran paso adelante para tener elecciones libres y justas.
Nuestros congresistas no
han sido especialmente empeñosos en la reforma electoral porque ella, de una u
otra forma, por más que sea inmensamente beneficiosa para el país, intuyen que
puede perjudicar su futuro inmediato. ¡Qué
lástima! Los ciudadanos, sin embargo, debemos estar atentos al resultado,
porque las consecuencias de que aprueben el dictamen serían mucho peor que repartija de dos años
atrás. No permitamos que amañen las elecciones antes de que estas sucedan.
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