“La historia de la
humanidad es la historia del dominio del hombre sobre la naturaleza. Durante siglos, la relación
de las sociedades con el medio ambiente ha estado marcada por el utilitarismo y
la explotación de recursos. Bajo el orden capitalista, los efectos de este tipo
de relación, ampliamente respaldada por las ideas de progreso y desarrollo
económico, están adquiriendo características preocupantes (contaminación, escasez de recursos, cambio climático) que apuntan
hacia una terrible catástrofe ambiental”. “Cuando los ricos talaron sus
bosques, construyeron fábricas que vomitan veneno y recorrieron el mundo en una
búsqueda insaciable de recursos baratos, los pobres no dijeron nada. En
realidad pagaron el desarrollo de los ricos. Ahora los ricos reclaman tener
derecho a regular el desarrollo de los países pobres… Como colonias fuimos
explotados. Ahora, como países
independientes debemos ser igualmente explotados” (Río 1992).
Los
movimientos sociales son procesos contestatarios que vienen desde la Sociedad
Civil, como
nuevas formas de protesta, organización y lucha de los pueblos en defensa de
sus derechos Constitucionales, Derechos Humanos, en defensa de las condiciones de vida seriamente
afectadas por las crisis – básicamente la
crisis económico-financiera y la permanente destrucción, deterioro de los
derechos de los trabajadores – trabajo,
salario -, o en defensa de “nuevos derechos” hasta entonces negados,
prohibidos o excluidos violentamente por la sociedad de entonces – derechos civiles,
derechos sexuales, derechos religiosos, etc. – o en defensa de la Madre Tierra, ante el progresivo deterioro del medio ambiente o lo
más terrible la devastación violenta de los bosques, la Amazonía, poniendo en serio riesgo las condiciones de
vida – obra de los propios humanos – de existencia de los propios seres humanos en el planeta.
Frente
a esta compleja, múltiple y turbulenta realidad, las “viejas” organizaciones
sociales – Gremios, Sindicatos, Partidos Políticos – muy poco
– o casi nada pueden hacer, por lo general no está en su Plataforma de
Reivindicaciones – en esas condiciones, reales, objetivas, vigentes, se debe
asumir con responsabilidad y compromiso desde el Poder Local Popular.- la Sociedad Civil Real, emergente, popular,
democrática – busca, genera nuevas formas de lucha, nuevas formas de organización,
la propia Ciudadanía Política, como Nuevos Actores Sociales, en el diario
acontecer de la vida cotidiana, ante la parálisis, inacción o falta de compromiso
de las instituciones tradicionales, la propia realidad, desde su estructura
interna, abre nuevos caminos de lucha, Nuevas
formas de hacer política – distintas a las tradicionales de la “vieja
sociedad”, - sociedad que es seriamente cuestionada, crítica muy profunda e
intensa, nuevas propuestas en sus formas de organización, lucha y plataforma de
reivindicaciones, pero no van hacia un Cambio Social y Político del sistema
vigente, sino que en lo central, lo fundamental, su objetivo es
crear, encontrar, desarrollar nuevos espacios sociales que mejoren las condiciones sociales vigentes
dentro del propio sistema capitalista. Los
Movimientos Sociales, contribuyen, apoyan, coadyuvan con procesos
socio-políticos donde los actores sociales, su compromiso sea el cambio y transformación
del sistema.
“Por definición los movimientos sociales no son simples medios del cambio social ni la expresión pasiva de
tendencias sociales de cambio, sino actores que se involucran activamente en el
curso de los acontecimientos con el fin de influir sobre el desarrollo de los
mismos. Estos movimientos surgen como
una respuesta desde la sociedad civil ante la vulneración de derechos y
fracturas estructurales y son consecuencia de tensiones sociopolíticas, que no
han sido asumidas como áreas de intervención por parte de las organizaciones
políticas de perfil clásico. En este sentido, las organizaciones sociales
representan una alternativa de acción política frente a las carencias
existentes en las organizaciones de corte convencional”..
“El movimiento ecologista,
es uno de los movimientos sociales que tienen una mayor dificultad a la hora de realizar un
estudio o desarrollo histórico lineal sobre sus orígenes. A pesar de ello, hoy
en día se ha convertido en una fuerza social y política de primer orden y
podemos encontrar proclamas y reivindicaciones de tipo ecologistas por todos
los ámbitos de nuestra vida cotidiana, desde
campañas de solidaridad activa y apoyo al medio ambiente en los centros
comerciales o los medios de comunicación, pasando por los entornos forestales
cercanos a las ciudades o en los pueblos rurales de nuestros entornos, pasando
por los partidos políticos de tipo o contenido ecologista que se presentan a las elecciones
presidenciales en una gran cantidad de países de todo el mundo.
/////
Eduardo
Gudynas.-
Secretario Ejecutivo del Centro
Latino Americano de Ecología Social (CLAES) / Desarrollo, Economía, Ecología,
Equidad América Latina (D3E). MSc en Ecología
Social, Multiversidad Franciscana de América Latina (Montevideo) y Pontificia
Facultad San Buenaventura de Roma, con una tesis sobre el movimiento
ambientalista en América Latina. Su área de trabajo apunta a las estrategias
en desarrollo sostenible en América Latina, con especial énfasis en la
conservación de la Naturaleza, la situación de las áreas rurales, y los límites
y posibilidades que ofrecen la integración regional y la globalización para
alcanzar la sustentabilidad.
***
LA TENAZA DEL CAMBIO CLIMÁTICO OPRIME A LOS
PUEBLOS INDÍGENAS SUDAMERICANOS.
*****
Eduardo
Gudynas.
Servindi
Rebelión
jueves 17 de septiembre del
2015.
La
problemática del cambio climático impone enormes problemas y riesgos para los
pueblos indígenas sudamericanos. Esto ocurre a distintos niveles, desde los
impactos locales por imponer extractivimos que generan los gases invernadero, a
padecer los efectos en el cambio del clima, como pueden ser episodios de
inundaciones o sequías. A su vez, las condiciones políticas cada vez más duras,
con el regreso de la represión en algunos países o la intromisión gubernamental
para dividir a las organizaciones indígenas. Son los dos brazos de una enorme
tenaza, ecológica y política, que presiona sobre los pueblos indígenas.
El brazo ecológico: impactos
ambientales vinculados al cambio climático.
Las
comunidades indígenas sufren una variedad de impactos ambientales directamente
vinculados con el cambio climático. Desde el lado de las causas se deben
atender dos procesos. Uno es la deforestación y los cambios en el uso de los
suelos, como ocurre con el avance la agricultura o ganadería. Muchas veces esto
pasa desapercibido, pero en países como Perú, Bolivia o Ecuador, es la
principal fuente de gases que alimentan el cambio climático. A su vez, ese
deterioro ambiental afecta los territorios y calidad de vida indígenas; se
destruyen los ambientes originales que sustentan a muchas comunidades o se
pierden las prácticas agrícolas propias.
Otro
factor es la extracción de hidrocarburos, que si bien serán quemados casi
siempre en otros países, desde donde contribuirán al cambio climático, tienen
graves efectos locales. Esos pozos de petróleo o gas desencadenan impactos
locales, como desplazamientos de indígenas o contaminación del agua o suelos de
sus comunidades.
Pero
también existen impactos sobre los indígenas como consecuencia del cambio
climático. En efecto, están en marcha alteraciones climáticas, con alteraciones
en los ciclos de lluvias o la duración de los períodos secos, en los vaivenes
entre olas de frío y calor, e incluso en desencadenar catástrofes naturales
(como pueden ser las inundaciones). Muchos de estos problemas afectan
directamente a las comunidades indígenas, a veces de manera insidiosa como
puede ser la pérdida de animales o cosechas por sequía, y en otras ocasiones de
forma repentina y violenta, como sucede con las inundaciones. Las comunidades
indígenas tienen menos recursos paras enfrentar esta variabilidad climática o
las catástrofes, y cuando ellas ocurren tardan mucho tiempo en recuperarse.
Este
tipo de impactos ocurren en todo el continente y nadie escapa a ellos. Algunos
territorios indígenas están doblemente afectados, tanto por los impactos
locales que alimentan a los gases invernadero, como es la llegada de petrolera,
como por los efectos de esta variabilidad climática. Ello es evidente, por
ejemplo, en zonas de explotación de hidrocarburos en Bolivia, donde las
comunidades indígenas tienen que lidiar simultáneamente con la contaminación
petrolera y eventos de sequías o inundaciones.
El brazo político: restricciones,
hostigamientos y criminalizaciones.
Para
enfrentar esa compleja situación ecológica, los pueblos indígenas necesitan de
ciertas condiciones políticas. Ellas deben ir desde proteger sus derechos,
implementar mecanismos efectos de información y consulta, y respetar su
autonomía y organizaciones propias. Como ellos están entre los más afectados,
necesitan de ese tipo de condiciones para poder hacer oír sus voces, proteger
sus territorios y participar bajo condiciones de igualdad en los debates
políticos nacionales e internacionales.
Sin
embargo, la situación actual que se observa en América del Sur es casi la
opuesta. Estamos frente al otro brazo de la tenaza sobre los pueblos indígenas:
Se esconde información o cuando se la pública es inentendible, no se respetan
las decisiones locales imponiéndose los extractivismos dentro de sus
territorios, y cuando eso desencadena una comprensible reacción, se apela a la
criminalización o la represión. Gobierno, empresarios y muchos académicos
defienden esos extractivismos apelando a descalificaciones de los indígenas,
exponiéndolos como ignorantes que impiden el progreso. O bien se insiste en
justificar la llegada de las petroleras o la expansión agrícola prometiendo o
brindando compensaciones económicas, convertidas en una taladra de
mercantilizaciones que penetran poco a poco dentro de las cosmovisiones
indígenas. Estos casos nos rodean, y tan solo como ejemplos, allí están en Perú
los paquetazos ambientales o el debate sobre la extracción petrolera en Loreto
(Perú).
Se
podrá decir que muchos de estos problemas tienen una larga historia, y no hay
nada nuevo en indicarlos. Pero también se puede argumentar que en algunos casos
hay un agravamiento de la situación, ya que está regresando la criminalización
y la represión, y desde un flanco inesperado, desde los gobiernos progresistas.
Recordemos
que algunos gobiernos progresistas, como los de Lula da Silva en Brasil o Hugo
Chávez en Venezuela, prometieron un nuevo relacionamiento con los pueblos
indígenas. Compromisos de ese tipo fueron mucho más fuertes con Rafael Correa
en Ecuador, y por ello recibió unos cuantos apoyos iniciales desde
organizaciones indígenas. Seguramente los apoyos más intensos ocurrieron con
Evo Morales en Bolivia, quien además se presentó como “presidente indígena”, y
liderando un “gobierno para los indígenas”.
Por
lo tanto, se esperaba que esos estados respetaran y escucharan a los pueblos
indígenas, contribuyeran al fortalecimiento de sus organizaciones, lo que
significa promover su autonomía, y se actuara para mejorar sus condiciones de
vida. Importantes avances, como los derechos de la Naturaleza o de la Madre
Tierra, o el concepto de Buen Vivir, sin duda sirven tanto para enfrentar el
cambio climático como para respetar sus territorios e ideas. Esos compromisos
obligan, sin dudar, a reducir drástica-mente las emisiones nacionales de gases
con efecto invernadero debidas a la deforestación, o a congelar la explotación
petrolera en la Amazonia. Si se aplicaran medidas de ese tipo, no sólo
atacarían el cambio climático, sino que a la vez favorecerían mejores condiciones
de vida para los pueblos indígenas y asegurarían la integridad de sus
territorios.
Todos
estos dichos ambientales no se están cumpliendo, mientras que las opciones de
participación política de los pueblos indígenas siguen deteriorándose. Todo
esto ya fue denunciado por las organizaciones indígenas en el marco de la
cumbre sobre cambio climático en Lima (diciembre de 2015(1)).
Esas
promesas no se están cumpliendo, mientras se profundizan las restricciones
políticas sobre los pueblos indígenas. Se fortalece así este brazo político de
la tenaza que oprime sobre las naciones originarias. Los dos componentes, el
ecológico y el político, presionan especialmente sobre las comunidades locales,
y ellas no tienen escapatoria.
La tenaza boliviana.
La
situación boliviana ilustra esta problemática, y es importante analizarla ante
la invitación de ese gobierno a una nueva “cumbre de los pueblos” sobre cambio
climático y derechos de la Madre Tierra.
Los
discursos del gobierno de Evo Morales aluden a la Pacha Mama y denuncia el
cambio climático global, y eso es muy positivo. Sin embargo, dentro del país ha
decido aumentar la explotación petrolera y amparar ciertos tipos de
agropecuaria con efectos ecológicos negativos sobre las comunidades indígenas.
Ha aprobado medidas que liberan la exploración petrolera dentro de áreas
protegidas (en muchas de las cuales viven comunidades indígenas), recorta
derechos indígenas y minimiza las voces de alerta. Es más, allí donde surgió un
bloqueo de indígenas guaraníes al ingreso de las petroleras, se aplicó la
represión policial (2).
El
gobierno boliviano critica al capitalismo global, pero ha anunciado un plan de
apoyo a la inversión en exploración petrolera de más de 3 500 millones de
dólares, una típica medida capitalista que las corporaciones aprecian. Esa
enorme cifra de dinero además muestra que existen recursos económicos que
lastimosamente en vez de aplicarse en la promoción de alternativas productivas
o energéticas son usados para profundizar los extractivismos.
En
Bolivia las acciones gubernamentales de penetración dentro de los mundos
indígenas han calado profundamente. El gobierno alterna el apoyo a
organizaciones y líderes indígenas afines a sus planes, con hostigamiento y
castigos a quienes se oponen. Se llegó a una situación donde las dos grandes
federaciones indígenas están divididas, y por eso hay una CONAMAQ oficialista y
otra independiente, y de la misma manera una CIDOB alineada con el gobierno y
otra autónoma (3). Se prometen compensaciones económicas
a aquellas comunidades que acepten el ingreso de los extractivismos, y presiona
sobre las que se resisten.
También
se ha lanzado una campaña contra muchas ONG, varias de las cuales han apoyado
solidaria-mente los reclamos indígenas. No es algo nuevo, porque muchas de
ellas fueron atacadas por apoyar a la marcha indígena en defensa del TIPNIS.
Pero ahora se impusieron medidas de funcionamiento más restrictivas, 38 de
ellas han sido declaradas “irregulares” y se anuncia una medida similar para
otras 290(4).
Finalmente,
el gobierno insiste en promover a las compensaciones económicas como medio para
justificar los extractivismos. Esto se puede resumir en la idea de “te
contamino, pero te pago”. Esas concepciones penetran poco a poco en el seno
de las comunidades, incluso dentro de las familias. Muchos las aceptan, y es
comprensible allí donde las condiciones de pobreza y escasez tienen una larga
historia. Pero esas medidas tienen un alto costo, ya que con ellas se aceptan
que los daños a territorios, a la salud y la vida tradicional se la puede
compensar en dinero. Se abren las puertas a una forma de pensar y sentir
enmarcada en el dinero, una racionalidad mercantil, que penetra en las
cosmovisiones indígenas.
Es
evidente que el pago en dinero no devuelve a la vida a los bosques talados, ni
limpiará automáticamente al agua contaminada, ni hará desaparecer los metales
pesados en la sangre de los niños. Pero si es evidente que muchos de esos
mecanismos terminan en tristes situaciones, como acaba de ocurrir con el Fondo
Indígena boliviano, donde el dinero del petróleo desembocó en alimentar redes
denunciadas por corrupción.
Estas
condiciones tan restrictivas, desemboca en muchas interrogantes sobre una
posible “cumbre de los pueblos” en Bolivia sobre cambio climático, si es que
las voces de muchos de esos “pueblos”, los originarios, sufren estas
restricciones y hostigamientos. Pero también dejan en claro como la tenaza
ecológica y política presiona sobre los pueblos indígenas.
Alternativas y autonomía.
Las
presiones ecológicas asociadas sea a acciones que contribuyen al cambio
climático como a sus consecuencias, y las restricciones políticas para abordar
estas cuestiones, afectan sobre todo a los pueblos indígenas. Es necesario
dejar muy en claro cómo está operando esta tenaza ecológica y política. Cada
día que persiste o se profundiza esa situación, la calidad de vida de muchas
comunidades empeora, las divisiones internas dentro del mundo indígena avanzan,
y las pretensiones de resolver todos los problemas con compensaciones en dinero
se refuerzan. Esto ocurre tanto bajo gobiernos conservadores como progresistas.
Una
vez que se reconoce todo esto, las posibles alternativas a esta tenaza
ecológica y política necesariamente deben partir desde la autonomía de las
organizaciones indígenas. Ellas mismas puedan discutir la situación y explorar
las vías de salida, sin presiones, sin injerencias, sin divisionismos externos.
Esa autonomía es una precondición indispensable, y es una obligación asegurar
todos los derechos, desde aquellos que aseguran una vida digna y en libertad, a
los que se expresan en el acceso a la información y la consulta. Todo esto no
se agota simplemente en medidas legales, sino que requiere un cambio cultural en nuestras propias sociedades para
respetar y entender de otra manera a los pueblos indígenas.
*****
Notas:
(1) Por ejemplo, las
organizaciones indígenas, en su comunicado en la cumbre de cambio climático
señalaron entre otros puntos, que. (5) “El extractivismo del Abya Yala se
muestra en todas las iniciativas que toman los gobiernos de nuestra región y
que implican: ampliación de la frontera hidrocarburífera, priorización de las
actividades mineras y de hidroeléctricas respecto de las necesidades de los
pueblos, crecimiento de la deforesta-ción para la conversión de los bosques en
zonas con cultivos agroindustriales. Lo más triste de esta situación es que los
gobiernos de izquierda y de derecha se comportan de manera similar ante la
acumulación por despojo como característica fundamental del capital global,
cuyas principales víctimas somos los pueblos indígenas”. Pueblos del Abya Yala
frente a los desafíos climáticos.
(2) Guaraníes denuncian
violenta represión en Takovo Mora, Página Siete, 18 agosto 2015, La Paz
(Bolivia).
(3) La ocupación de la
sede de CONAMAQ y el hostigamiento a sus autoridades, fue denunciado
repetidamente por organizaciones indígenas de países vecinos y la redes
internacionales; ver por ejemplo comunicado de COICA, Solidaridad con CONAMAQ
ante el despojo de su casa de gobierno por la política boliviana, 15 diciembre
2013.
(4) El gobierno declara
“irregulares” a 38 ONG, entre ellas al CEDIB. Página Siete, 7 setiembre 2015,
La Paz (Bolivia).
EDUARDO
GUDYNAS.- es investigador en el Centro Latino Americano de
Ecología Social (CLAES), en Montevideo. Algunas ideas del presente
reporte parten del acompañamiento y diálogo con organizaciones y líderes
indígenas en los países andino amazónico.
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