MARCHA MUNDIAL POR EL CLIMA. DOMINGO 29.-
QUERIDOS AMIGOS Y AMIGAS DE AVAAZ: Este domingo, nos vemos en las calles.
Con esperanza y determinación. Este fin
de semana, nuestra comunidad saldrá a la calle en la marcha por el clima más multitudinaria
de la historia. ¿Por qué? Porque, al día siguiente, nuestros
gobiernos se reunirán para llegar por fin a un acuerdo que nos saque de esta
trayectoria que nos lleva directos hacia una catástrofe planetaria.
A lo
largo de la historia, las marchas han demostrado que pueden cambiar el rumbo
de los acontecimientos. La de Martin Luther King en Washington sentó las bases
para el fin de la segregación racial, y la marcha de la sal de Gandhi hizo
ver a Gran Bretaña que los días del colonialismo habían terminado. Hoy,
esta marcha mundial podría ser la protesta de
nuestra era, la que asegurará la supervivencia de nuestra especie. Nuestro movimiento lleva ocho años preparándose para
esto. Estamos listos. Lo que cada uno de nosotros debe hacer ahora es participar
en esta jornada crucial y compartir esta invitación con todos sus familiares y
amigos:
Nos quedan pocos días para animar a la gente a
salir a la calle. Consigamos que
este evento sea lo más multitudinario posible. Este fin de semana, seremos cientos
de miles de personas las que
uniremos nuestras voces en una sola a través de un llamamiento multitudinario y
coordinado a favor de nuestra propia supervivencia. Es la oportunidad de
garantizarnos un futuro y de sentar un poderoso precedente en el que el
empuje ciudadano prevalezca sobre las políticas sucias que nos están condenando
a la perdición. Si lo conseguimos -- y lo haremos --, habremos dado un gran
salto hacia el mundo que todos y todas queremos. Este domingo, nos vemos en las calles. Con esperanza y determinación.
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Naomi Klein (Canadá, 1970) periodista e investigadora científico-social de gran influencia en el movimiento anti-globalización y del Socialismo Democrático. Es autora de: No Logo (sin marcas). La Doctrina del Show.El auge del Capitalismo del Desastre. El Capitalismo contra el Clima.
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LO QUE ESTÁ EN JUEGO EN LA CONFERENCIA SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO DE PARÍS ahora que se han prohibido las manifestaciones.
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Naomi Klein-
The Guardian jueves 26 de noviembre del 2015.
¿Quiénes son aquellos cuya seguridad se protege por
cualquier medio necesario? ¿Y quiénes aquellos cuya seguridad casualmente se
sacrifica, pese a que hay medios para actuar mucho mejor? Son estas preguntas
que están en el centro de la crisis climática y las respuestas son la razón por
la que las cumbres sobre cambio climático acaban a menudo entre lágrimas y
recriminaciones.
La decision del gobierno francés de prohibir las
protestas, manifestaciones y otras “actividades al aire libre” durante la
cumbre de París sobre cambio climático resulta en muchos planos perturbadora.
El que más me preocupa tiene que ver con la forma en que refleja la desigualdad
fundamental de la misma crisis climática y la cuestión clave de cuál es la
seguridad y de quién que se valora en última instancia en este mundo disparejo.
Hay quienes dicen que todo vale contra el trasfondo
del terrorismo. Pero una cumbre sobre cambio climático no es como una reunion
del G8 o la Organización Mundial del Comercio, en la que se encuentran los poderosos
y donde los sin poder tratan de aguarles la fiesta. Los actos de la “sociedad
civil” paralela no son un añadido ni distracciones del acontecimiento
principal. Son parte íntegra del proceso, razón por la cual el gobierno francés
nunca debería haberse permitido decidir qué partes de la cumbre cancelaría y
cuáles mantendría.
Antes bien, tras los horrendos atentados del 13 de
noviembre, era necesario determinar si existía la voluntad y la capacidad de
albergar la cumbre en su conjunto, con la plena participación de la sociedad
civil, incluyendo la que tiene lugar en las calles. Si no podia ser, debería
haberse retrasado y haber pedido a otro país que se comprometiera. En vez de
eso, el gobierno de Hollande ha tomado una serie de decisiones que reflejan un conjunto
de valores y prioridades muy particulares acerca de quién y qué recibirá una
completa protección de seguridad del Estado. Sí a los líderes mundiales, a los
partidos de fútbol y a los mercadillos de Navidad; no a las manifestaciones
sobre cambio climático y a las protestas que apuntan a que las negociaciones,
con el actual nivel de objetivos de emisiones, ponen en peligro las vidas y el
modo de vida de millones, si no de miles de millones de personas.
¿Y quién sabe dónde acabará esto? ¿Cabría esperar
que las Naciones Unidas revocara arbitrariamente las credenciales de la mitad
de los participantes de la sociedad civil? ¿Los que tienen más probabilidades
de causar problemas dentro de la cumbre amurallada como una fortaleza? No me
sorprendería en absoluto.
Vale la pena pensar qué es lo que significa la
decision de cancelar manifestaciones y protestas en términos reales, lo mismo
que simbólicos. El cambio climático representa una crisis moral porque cada vez
que los gobiernos de las naciones opulentas se muestran incapaces de actuar, el
mensaje que se manda es nosotros, en el norte global, estamos poniendo nuestro
confort inmediato y nuestra seguridad económica por delante del sufrimiento y
la supervivencia de los pueblos más pobres y vulnerables de la Tierra. La
decision de prohibir los espacios más importantes en los que se habrían oído
las voces de la gente que ha sufrido las repercusiones del cambio climático
supone una dramática expresión de este abuso de poder profundamente contrario a
la ética: una vez más, un opulento país occidental pone la seguridad de las
élites por delante de los intereses de quienes luchan por la supervivencia. Una
vez más, el mensaje es que nuestra seguridad no es negociable, la vuestra está
ahí para quien la quiera.
Una reflexión más. Escribo estas palabras desde
Estocolmo, donde he estado llevando a cabo una serie de actos públicos
relacionados con la cuestión del cambio climático. Cuando llegué, la prensa se
cebaba con un tuit enviado por la ministra sueca de Medio Ambiente, Asa Romson.
Poco después de que se difundieran las noticias de los atentados de París,
tuiteó su indignación y tristeza por la pérdida de vidas. Luego tuiteó que
pensaba que sería una mala noticia para la cumbre del clima, una reflexión que
se le ocurrió a todo el mundo que yo conozco vinculado a este movimiento
mediambiental. Sin embargo, fue escarnecida por su supuesta insensibilidad:
¿Cómo se le ocurría pensar en el cambio climático en el momento en que se había
producido semejante carnicería?
La reacción ha resultado reveladora, puesto que
daba por hecha la noción de que el cambio climático es una cuestión menor, una
causa sin bajas reales, incluso frívola. Sobre todo cuando cuestiones serias
como la guerra y el terrorismo toman el centro de la escena. Me hizo pensar en
algo que escribió Rebecca Solnit no hace mucho tiempo: “el cambio climático es
violencia”.
Lo es. Parte de esa violencia resulta tremendamente
lenta: mares que se elevan y borran gradualmente países enteros, y sequías que
matan a muchos millares. Parte de esa violencia resulta aterradoramente rápida:
tormentas con nombres como Katrina y Haivan que hurtan miles de vidas en un
solo acontecimiento turbulento. Cuando gobiernos y grandes empresas no son
capaces de actuar para prevenir un calentamiento catastrófico, eso constituye
un acto de violencia. Es una violencia tan grande, tan global y que se inflige
contra tantas temporalidades simultáneamente (antiguas culturas, vidas
presentes, potencial futuro) que no hay todavía una palabra capaz de contener
su monstruosidad. Y recurrir a actos de violencia para silenciar las voces de
quienes son los más vulnerables a la violencia del cambio climático supone
todavía más violencia.
Para explicar por qué los partides de fútbol
previstos se celebrarían tal como estaba programado, el secretario de Estado
francés para el Deporte afirmó: “La vida ha de continuar”. Desde luego que sí,
por eso es por lo que me uní al movimiento de justicia climática. Porque cuando
gobiernos y grandes empresas fracasan a la hora de actuar de modo que refleje
el valor de toda la vida sobre la Tierra, hay que protestar.
Traducción: Lucas Antón.
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