domingo, 31 de julio de 2016

REBELIÓN XENÓFOBA EN EL ESTE DE EUROPA. ALEMANIA: UNA BATALLA CON DOS FRENTES ABIERTOS.

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LAS POLÍTICAS XENOFOBICAS, LA CRISIS HUMANITARIA Y LA CRISIS DE OCCIDENTE. EUROPA.- La ultraderecha en todo Europa – no sólo en Europa del Este – son todos los gobiernos de la Unión Europea – Inglaterra – hasta antes del Brexit – Francia, el más radical, España, Alemania, Italia – todos en “santa Alianza” sólo tienen una respuesta general: una política de rechazo total a la presencia de los miles de miles – millones – de refugiados de la cual ellos – los gobiernos de la Unión Europea – y solo ellos son los responsables políticos. Porque con el cuento ya conocido de “defender la democracia” en el Oriente Medio – Egipto, Túnez, Libia, Siria. Afganistán, Irán, Irak, - invadieron estos países con sus Fuerzas Armadas – verdaderos golpes de Estado – contra sus antiguos aliados – y hoy vemos atónitos no, sorprendidos no, los reales y materiales resultados. Países totalmente destruidos, otros en guerra interna de etnias religioso-nacionalistas, militares en el gobierno, culturas ancestrales – históricas de la humanidad – destruidas absolutamente.  Estos mismos gobiernos han sido y siguen siendo los responsables que se forme, ante sus propios ojos, el Estado Islámico, el ISIS – concentración del poder étnico-nacionalista-religioso-militarista – de odio absoluto hacia Occidente y sus terroristas los Yihadistas, verdaderos agentes militares, envenenados para atacar a las poblaciones de Occidente. Continua en nuestra Página.

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Campamento de refugiados sirios en la frontera croata, a la espera de ingresar a Hungría.
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REBELIÓN XENÓFOBA EN EL ESTE DE EUROPA.

Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría rechazan las cuotas de refugiados.
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El 2 de octubre Hungría irá a un referéndum impulsado por el ultraderechista Orban: ¿quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría?

Gustavo Veiga.

Página /12 domingo 31 de julio del 2016.
La cuestión migratoria es el espejo más grande donde la vieja Europa puede descubrir sus miserias. El grupo de Visegrado que integran Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría hace punta contra las cuotas de reubicación de refugiados. Pero es en este último país donde más avanzó el gobierno. El próximo 2 de octubre irá a un referéndum donde el electorado deberá responder a la pregunta del derechista primer ministro Viktor Orban: ¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría? Casualidad o no, ese primer domingo de octubre también se harán de nuevo las elecciones anuladas en Austria donde el Partido de la Libertad del ultraderechista Norbert Hofer tiene chances de imponerse. La fecha se percibe en el horizonte como un momento clave que puede robustecer la tendencia xenófoba que domina el continente.
Las cuatro naciones que integran el grupo de Visegrado (por el nombre de una ciudad bosnia donde se reunió por primera vez) ingresaron a la Unión Europea en 2004. Ese año fue cuando más se amplió la zona euro. Sumó diez países con nuevos derechos y deberes. En septiembre del 2015, la UE no pudo consensuar un documento sobre cuotas migratorias. La crisis de los refugiados se había agravado. Una votación de los por entonces 28 miembros - Gran Bretaña abandonó la Unión en junio último - estableció los cupos para desplazados por las guerras en Irak y Siria, sobre todo. Eslovaquia, República Checa, Rumania y Hungría perdieron porque se pronunciaron por la negativa. Y Polonia, la única que votó a favor pero a regañadientes, suscribió el documento con varios cambios.
Orban y su gobierno van ahora contra esa decisión. Hungría ya está en campaña y la prensa refleja la decisión del Estado de ganar el referéndum. Medios como EU Observer y Euronews han publicado las preguntas que se le formulan a un electorado que viene votando no solo a Orban y su partido Fidesz. También a la ultraderecha del Jobbik, tercero en las últimas elecciones y que propuso rehabilitar a Miklós Horthy, gobernante aliado de la Alemania de Hitler.
“¿Sabía que los atentados de París fueron cometidos por inmigrantes?” “¿Sabía que Bruselas (sede de la UE) quiere asentar en Hungría un número de inmigrantes equivalente a una ciudad? No importa que en los ataques terroristas del 13 de noviembre a la capital francesa, seis de los nueve yihadistas fueran ciudadanos locales o belgas. Tampoco que la cuota de refugiados que la UE votó para Hungría ascienda a apenas 1.294 personas. Es cierto que han ido varios miles más hacia sus fronteras. Lo prueba la política antiinmigrante de Orban que decidió levantar un muro a lo largo de la frontera de 175 kilómetros que comparte con Serbia.
La faena de construir la muralla fue exigida a 900 soldados. Del ensamblado de los bloques que permitieron vallar la frontera se ocuparon presos de las cárceles húngaras. Una paradoja que puso blanco sobre negro la crisis migratoria. También se agravaron las penas para quienes decidan ingresar de manera ilegal en Hungría. Al que lo intente le pueden caber hasta cinco años de prisión. Y acaso hasta que deba colaborar con la extensión del muro hacia el linde con Croacia.
Pero hay más medidas de este tipo que decidió el gobierno húngaro. Ahora aplica una reforma que hizo a su ley migratoria. Detiene a los desplazados y los traslada a una zona gris más allá de sus fronteras donde carecen de asistencia. Ocurrió con un grupo de seiscientos el 5 de julio. También lo hizo subiéndolos a trenes en mayo pasado hasta el límite con Austria. Los cuatro mil militares que colocó junto a los alambres de púa y las murallas fueron un disuasivo adicional. El país construyó una especie de línea Maginot y Orban se congratula de ello. Sobre el referéndum dice que quien vote a favor del “no” lo estará haciendo “por la independencia de Hungría”.
El líder del Fidesz no se diferencia demasiado de lo que piensan sus aliados. El polaco Jaroslav Kaczynski, líder del ultraconservador partido de gobierno, Libertad y Justicia, dijo que los refugiados transportan “parásitos que portan enfermedades contra las que están inmunizados en sus países pero no en Europa”. En línea con esta visión del problema, el presidente de la República Checa, Milos Zeman, comentó en la última navidad: “se puede sentir compasión por aquellos refugiados ancianos o enfermos y por los niños, pero no se puede sentir lo mismo por aquellos que deberían volver a su patria a enfrentarse a los yihadistas”. No extraña entonces que en noviembre pasado, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Zeid Ra’ad Zeid Al Hussein, denunciara el trato “degradante” que sufren los desplazados en la República Checa.
La idea de pertenecer a la Unión Europea con todos sus beneficios unió a los países del este en su momento. Pero hoy, cuando están gobernados por partidos conservadores o ultraderechistas que siguen creciendo en el electorado, no están cómodos con las cuotas migratorias. La integración política, un mercado común, la utilización del euro y el libre desplazamiento de sus ciudadanos, para Hungría y sus aliados son incompatibles con aceptar esa deuda social que consiste en recibir a los refugiados.

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Familiares y amigos en el funeral de una de las víctimas del tiroteo en el shopping de Munich.

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ALEMANIA: UNA BATALLA CON DOS FRENTES ABIERTOS.
Después de la violencia terrorista del fin de semana, entre la intolerancia y la inseguridad.
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La semana pasada fue la más sangrienta de la historia reciente de un país. Habrá un antes y un después y las consecuencias para el escenario político y el sentimiento de seguridad de los alemanes serán profundos.

Matti Steinitz
Desde Berlin Página /12 domingo 31 de Julio del 2016.
Würzburg, Munich, Reutlingen, Ansbach. Los nombres de las cuatro ciudades en el sur de Alemania marcan escenarios de crimenes que volvieron la semana pasada en la más sangrienta de la historia reciente de un país que se encuentra en estado de shock. Mientras los órganos de seguridad todavía están tratando de esclarecer los trasfondos de cada acción, ya está claro que habrá un antes y un despúes y que las consecuencias para el escenario político y el sentimiento de seguridad de los alemanes serán profundas.
A primera vista todo parece muy fácil: cuatro actos de violencia cometidos por jovenes migrantes provenientes del Medio Oriente, tres de ellos recibidos acá como refugiados durante los últimos dos años - para un porcentaje cada vez más alto de alemanes que se sienten amenazados por la masiva imigración es la prueba definitiva de que la política humanitaria de la puerta abierta para los refugiados de la canciller Angela Merkel no sólo es un fracaso sino también pone en peligro la vida de alemanes.
Despúes de salvarse milagrosamente del terrorismo islamista por mucho tiempo, Alemania fue entregada a los asesinos del Estado Islámico por la política de Merkel, argumentan políticos de la derecha europea como el primer ministro húngaro Viktor Orban, el ex-jefe del Ukip británico Nigel Farage y el lider derechista de Holanda Geert Wilders, quien divulgó una imágen de Merkel con las manos bañadas en sangre despúes de los acontecimientos.
Dentro de Alemania, la AFD (Alternativa para Alemania), un nuevo partido de la extrema derecha que está gozando de una popularidad creciente con sus posiciones xenófobas y antiislámicas, es el benificiario mayor de la nueva ola de sentimiento anti-refugiados reforzada por los hechos de la semana pasada. En las elecciones regionales de las provincias Mecklenburg-Vorpommern y Berlin, que van a tener lugar en setiembre, se les prognostican resultados record.
En un panorama político dominado por miedo, inseguridad, rumores, resentimientos y odio por los acontecimientos recientes, vale la pena destacar lo que se está saliendo a la luz sobre los actos cometidos. En el episodio en Würzburg, en el cual un joven de Afghanistán o Pakistán atacó a pasajeros de un tren regional con hacha y cuchillo, y en el de Ansbach, en el cual un refugiado de Siria cometió un ataque suicida en la entrada de un festival de música, se confirmó que fueron actos de autodenominados “soldados del Estado Islámico”. Pero las matanzas de Munich y Reutlingen no caben en esta narrativa. Solo unas horas despúes de los tiros con los que Ali David Sonboly, joven alemán de descendencia iraní, mató a nueve personas en un centro comercial de Munich el viernes pasado, la AFD había enunciado por twitter: “Vuelve el terror. Cuando va a cerrar las fronteras la señora Merkel?” Sin embargo, días después la investigación policial demostró que no fue ninguna casualidad que los asesinatos se cometieron en el quinto aniversario de la masacre del ultraderechista noruego Anders Breivik y de que ocho de los nueve víctimas de Sonboly fueron adolescentes migrantes. Según conocidos y familiares, el joven con pasaporte alemán odiaba a otros extranjeros y estaba orgulloso de cumplir años en el mismo día que Adolf Hitler. Como iraní se consideraba “ario” y superior a turcos y arábes. En vez de confirmar la imagen del refugiado peligroso quien se infiltró en el país para matar a alemanes inocentes, la realidad es que se trataba de un fanático con problemas mentales influenciado por el mismo pensamiento racista como los que querían usar su masacre para justificar su propia política xenófoba.
En el caso de Reutlingen, en el cual fue acuchillada una mujer polaca por un refugiado sirio, la policía dice estar segura de que no hubo motivación política sino que se trataba de un asesinato relacionado a la relación amorosa que los dos habían mantenido.
Los motivos y causas de los cuatro crimenes de la semana pasada exigen una diferenciación cautelosa en vez de conclusiones rápidas y populistas. Pero las demandas por más medidas de seguridad y una política más restrictiva en contra de los refugiados, inclusive la deportación a zonas de guerra, ya no se limitan a los círculos de la extrema derecha.
Después de una decada de gobernar de manera aburrida y poco ambiciosa pero exitosa, a Merkel le está costando cara su decisión de seguir defendiendo la responsabilidad de ayudar a los afectados por las guerras en Medio Oriente, como demuestran sus indices de popularidad en caída libre. Cuando Sarah Wagenknecht, jefa de la bancada del partido La Izquierda en el Parlamento –un partido que siempre ha levantado la bandera del humanismo antiracista– se pronunció en favor de restringir el derecho al asilo por el peligro terrorista, quedó muy claro que los tiempos están cambiando en Alemania, y no para bien.
Se viene una batalla con dos frentes. Por un lado, contra los islamistas que quieren destruir un modo de vida por medio de un miedo generalizado en las sociedades que atacan. Por el otro, en contra de los populistas de todos colores que se aprovechan de hechos trágicos para avanzar sus carreras políticas, poniendo a los millares que huyeron del terrorismo bajo la sospecha general de ser terroristas ellos mismos. Vale la pena lucharla.

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