LAS POLÍTICAS XENOFOBICAS, LA
CRISIS HUMANITARIA Y LA CRISIS DE OCCIDENTE. EUROPA.- La ultraderecha en todo Europa – no sólo en Europa
del Este – son todos los gobiernos de la Unión Europea – Inglaterra – hasta antes del
Brexit – Francia, el más radical, España, Alemania, Italia – todos en “santa
Alianza” sólo tienen una respuesta general: una política de rechazo total a la
presencia de los miles de miles – millones –
de refugiados de la cual ellos – los gobiernos de la Unión Europea – y solo
ellos son los responsables políticos. Porque con el cuento ya conocido de “defender la democracia” en el Oriente
Medio – Egipto, Túnez, Libia, Siria.
Afganistán, Irán, Irak, - invadieron estos países con sus Fuerzas Armadas –
verdaderos golpes de Estado – contra sus antiguos aliados – y hoy vemos
atónitos no, sorprendidos no, los reales y materiales resultados. Países totalmente destruidos, otros en
guerra interna de etnias religioso-nacionalistas, militares en el gobierno,
culturas ancestrales – históricas de la
humanidad – destruidas absolutamente.
Estos mismos gobiernos han sido y siguen siendo los responsables que se
forme, ante sus propios ojos, el Estado
Islámico, el ISIS – concentración del poder étnico-nacionalista-religioso-militarista
– de odio absoluto hacia Occidente y sus terroristas los Yihadistas, verdaderos agentes militares, envenenados para atacar a las poblaciones de
Occidente. Continua en nuestra Página.
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Campamento
de refugiados sirios en la frontera croata, a la espera de ingresar a Hungría.
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REBELIÓN XENÓFOBA EN EL ESTE DE EUROPA.
Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría
rechazan las cuotas de refugiados.
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El 2 de octubre Hungría irá a un referéndum
impulsado por el ultraderechista Orban: ¿quiere que la Unión Europea disponga,
sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no
húngaros en Hungría?
Gustavo Veiga.
Página /12 domingo 31 de julio del 2016.
La cuestión migratoria
es el espejo más grande donde la vieja Europa puede descubrir sus miserias. El
grupo de Visegrado que integran Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría
hace punta contra las cuotas de reubicación de refugiados. Pero es en este
último país donde más avanzó el gobierno. El próximo 2 de octubre irá a un
referéndum donde el electorado deberá responder a la pregunta del derechista
primer ministro Viktor Orban: ¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el
consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros
en Hungría? Casualidad o no, ese primer domingo de octubre también se harán de
nuevo las elecciones anuladas en Austria donde el Partido de la Libertad del
ultraderechista Norbert Hofer tiene chances de imponerse. La fecha se percibe
en el horizonte como un momento clave que puede robustecer la tendencia
xenófoba que domina el continente.
Las cuatro naciones que
integran el grupo de Visegrado (por el nombre de una ciudad bosnia donde se
reunió por primera vez) ingresaron a la Unión Europea en 2004. Ese año fue
cuando más se amplió la zona euro. Sumó diez países con nuevos derechos y
deberes. En septiembre del 2015, la UE no pudo consensuar un documento sobre
cuotas migratorias. La crisis de los refugiados se había agravado. Una votación
de los por entonces 28 miembros - Gran Bretaña abandonó la Unión en junio
último - estableció los cupos para desplazados por las guerras en Irak y Siria,
sobre todo. Eslovaquia, República Checa, Rumania y Hungría perdieron porque se
pronunciaron por la negativa. Y Polonia, la única que votó a favor pero a
regañadientes, suscribió el documento con varios cambios.
Orban y su gobierno van
ahora contra esa decisión. Hungría ya está en campaña y la prensa refleja la
decisión del Estado de ganar el referéndum. Medios como EU Observer y Euronews
han publicado las preguntas que se le formulan a un electorado que viene
votando no solo a Orban y su partido Fidesz. También a la ultraderecha del
Jobbik, tercero en las últimas elecciones y que propuso rehabilitar a Miklós
Horthy, gobernante aliado de la Alemania de Hitler.
“¿Sabía que los
atentados de París fueron cometidos por inmigrantes?” “¿Sabía que Bruselas
(sede de la UE) quiere asentar en Hungría un número de inmigrantes equivalente
a una ciudad? No importa que en los ataques terroristas del 13 de noviembre a
la capital francesa, seis de los nueve yihadistas fueran ciudadanos locales o
belgas. Tampoco que la cuota de refugiados que la UE votó para Hungría ascienda
a apenas 1.294 personas. Es cierto que han ido varios miles más hacia sus
fronteras. Lo prueba la política antiinmigrante de Orban que decidió levantar
un muro a lo largo de la frontera de 175 kilómetros que comparte con Serbia.
La faena de construir la
muralla fue exigida a 900 soldados. Del ensamblado de los bloques que
permitieron vallar la frontera se ocuparon presos de las cárceles húngaras. Una
paradoja que puso blanco sobre negro la crisis migratoria. También se agravaron
las penas para quienes decidan ingresar de manera ilegal en Hungría. Al que lo
intente le pueden caber hasta cinco años de prisión. Y acaso hasta que deba
colaborar con la extensión del muro hacia el linde con Croacia.
Pero hay más medidas de
este tipo que decidió el gobierno húngaro. Ahora aplica una reforma que hizo a
su ley migratoria. Detiene a los desplazados y los traslada a una zona gris más
allá de sus fronteras donde carecen de asistencia. Ocurrió con un grupo de
seiscientos el 5 de julio. También lo hizo subiéndolos a trenes en mayo pasado
hasta el límite con Austria. Los cuatro mil militares que colocó junto a los
alambres de púa y las murallas fueron un disuasivo adicional. El país construyó
una especie de línea Maginot y Orban se congratula de ello. Sobre el referéndum
dice que quien vote a favor del “no” lo estará haciendo “por la independencia
de Hungría”.
El líder del Fidesz no
se diferencia demasiado de lo que piensan sus aliados. El polaco Jaroslav
Kaczynski, líder del ultraconservador partido de gobierno, Libertad y Justicia,
dijo que los refugiados transportan “parásitos que portan enfermedades contra
las que están inmunizados en sus países pero no en Europa”. En línea con esta visión
del problema, el presidente de la República Checa, Milos Zeman, comentó en la
última navidad: “se puede sentir compasión por aquellos refugiados ancianos o
enfermos y por los niños, pero no se puede sentir lo mismo por aquellos que
deberían volver a su patria a enfrentarse a los yihadistas”. No extraña
entonces que en noviembre pasado, el alto comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos Zeid Ra’ad Zeid Al Hussein, denunciara el trato
“degradante” que sufren los desplazados en la República Checa.
La
idea de pertenecer a la Unión Europea con todos sus beneficios unió a los
países del este en su momento. Pero hoy, cuando están gobernados por partidos
conservadores o ultraderechistas que siguen creciendo en el electorado, no
están cómodos con las cuotas migratorias. La integración política, un mercado
común, la utilización del euro y el libre desplazamiento de sus ciudadanos, para Hungría y sus
aliados son incompatibles con aceptar esa deuda social que consiste en recibir
a los refugiados.
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Familiares
y amigos en el funeral de una de las víctimas del tiroteo en el shopping de
Munich.
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ALEMANIA: UNA BATALLA CON DOS
FRENTES ABIERTOS.
Después de la violencia terrorista del
fin de semana, entre la intolerancia y la inseguridad.
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La
semana pasada fue la más sangrienta de la historia reciente de un país. Habrá
un antes y un después y las consecuencias para el escenario político y el
sentimiento de seguridad de los alemanes serán profundos.
Matti Steinitz
Desde
Berlin Página /12 domingo 31 de Julio del 2016.
Würzburg,
Munich, Reutlingen, Ansbach. Los nombres de las cuatro ciudades en el sur de
Alemania marcan escenarios de crimenes que volvieron la semana pasada en la más
sangrienta de la historia reciente de un país que se encuentra en estado de
shock. Mientras los órganos de seguridad todavía están tratando de esclarecer
los trasfondos de cada acción, ya está claro que habrá un antes y un despúes y
que las consecuencias para el escenario político y el sentimiento de seguridad
de los alemanes serán profundas.
A primera vista todo
parece muy fácil: cuatro actos de violencia cometidos por jovenes migrantes
provenientes del Medio Oriente, tres de ellos recibidos acá como refugiados
durante los últimos dos años - para un porcentaje cada vez más alto de alemanes
que se sienten amenazados por la masiva imigración es la prueba definitiva de
que la política humanitaria de la puerta abierta para los refugiados de la
canciller Angela Merkel no sólo es un fracaso sino también pone en peligro la
vida de alemanes.
Despúes de salvarse
milagrosamente del terrorismo islamista por mucho tiempo, Alemania fue
entregada a los asesinos del Estado Islámico por la política de Merkel,
argumentan políticos de la derecha europea como el primer ministro húngaro
Viktor Orban, el ex-jefe del Ukip británico Nigel Farage y el lider derechista
de Holanda Geert Wilders, quien divulgó una imágen de Merkel con las manos
bañadas en sangre despúes de los acontecimientos.
Dentro de Alemania, la
AFD (Alternativa para Alemania), un nuevo partido de la extrema derecha que
está gozando de una popularidad creciente con sus posiciones xenófobas y
antiislámicas, es el benificiario mayor de la nueva ola de sentimiento
anti-refugiados reforzada por los hechos de la semana pasada. En las elecciones
regionales de las provincias Mecklenburg-Vorpommern y Berlin, que van a tener
lugar en setiembre, se les prognostican resultados record.
En un panorama político
dominado por miedo, inseguridad, rumores, resentimientos y odio por los
acontecimientos recientes, vale la pena destacar lo que se está saliendo a la
luz sobre los actos cometidos. En el episodio en Würzburg, en el cual un joven
de Afghanistán o Pakistán atacó a pasajeros de un tren regional con hacha y
cuchillo, y en el de Ansbach, en el cual un refugiado de Siria cometió un
ataque suicida en la entrada de un festival de música, se confirmó que fueron
actos de autodenominados “soldados del Estado Islámico”. Pero las matanzas de
Munich y Reutlingen no caben en esta narrativa. Solo unas horas despúes de los
tiros con los que Ali David Sonboly, joven alemán de descendencia iraní, mató a
nueve personas en un centro comercial de Munich el viernes pasado, la AFD había
enunciado por twitter: “Vuelve el terror. Cuando va a cerrar las fronteras la
señora Merkel?” Sin embargo, días después la investigación policial demostró
que no fue ninguna casualidad que los asesinatos se cometieron en el quinto
aniversario de la masacre del ultraderechista noruego Anders Breivik y de que
ocho de los nueve víctimas de Sonboly fueron adolescentes migrantes. Según
conocidos y familiares, el joven con pasaporte alemán odiaba a otros
extranjeros y estaba orgulloso de cumplir años en el mismo día que Adolf
Hitler. Como iraní se consideraba “ario” y superior a turcos y arábes. En vez
de confirmar la imagen del refugiado peligroso quien se infiltró en el país
para matar a alemanes inocentes, la realidad es que se trataba de un fanático
con problemas mentales influenciado por el mismo pensamiento racista como los
que querían usar su masacre para justificar su propia política xenófoba.
En el caso de
Reutlingen, en el cual fue acuchillada una mujer polaca por un refugiado sirio,
la policía dice estar segura de que no hubo motivación política sino que se
trataba de un asesinato relacionado a la relación amorosa que los dos habían
mantenido.
Los motivos y causas de
los cuatro crimenes de la semana pasada exigen una diferenciación cautelosa en
vez de conclusiones rápidas y populistas. Pero las demandas por más medidas de
seguridad y una política más restrictiva en contra de los refugiados, inclusive
la deportación a zonas de guerra, ya no se limitan a los círculos de la extrema
derecha.
Después de una decada de
gobernar de manera aburrida y poco ambiciosa pero exitosa, a Merkel le está
costando cara su decisión de seguir defendiendo la responsabilidad de ayudar a
los afectados por las guerras en Medio Oriente, como demuestran sus indices de
popularidad en caída libre. Cuando Sarah Wagenknecht, jefa de la bancada del
partido La Izquierda en el Parlamento –un partido que siempre ha levantado la
bandera del humanismo antiracista– se pronunció en favor de restringir el
derecho al asilo por el peligro terrorista, quedó muy claro que los tiempos
están cambiando en Alemania, y no para bien.
Se
viene una batalla con dos frentes. Por un lado, contra los islamistas que
quieren destruir un modo de vida por medio de un miedo generalizado en las
sociedades que atacan. Por el otro, en contra de los populistas de todos
colores que se aprovechan de hechos trágicos para avanzar sus carreras
políticas, poniendo
a los millares que huyeron del terrorismo bajo la sospecha general de ser
terroristas ellos mismos. Vale la pena lucharla.
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