AMÉRICA
LATINA: FRENTE A LOS GOLPES MEDIÁTICOS, RESPUESTA POPULAR. Declaración
del Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica. Los
medios de difusión del poder económico se han convertido en eje articulador de
la ofensiva contra los gobiernos progresistas de la región. Esos medios
son, en forma creciente y orgánica, protagonistas de los planes
desestabilizadores promovidos por el poder económico impulsado por y desde
Estados Unidos y Europa. Hace cuarenta años se utilizaba a las fuerzas armadas
para imponer un proyecto de dominación político, económico y social. Hoy,
el escenario de la confrontación es primariamente simbólico y son los medios
hegemónicos los que actúan para lograr un control absoluto a fin de reimponer
los modelos neoliberales. El frente de batalla se trasladó al espacio
simbólico, a la confrontación ideológica y cultural, al intento de asfixiar
toda subjetividad crítica.
En este nuevo escenario,
micrófonos, computadoras, teléfonos o cámaras de video son usados como armas de
sometimiento personal y social. La guerra por imponer imaginarios colectivos se
da a través de medios cibernéticos, audiovisuales y gráficos, que se han
convertido en la punta de lanza de las corporaciones económicas y los poderes
fácticos de nuestros países, en muchos casos ligados a poderes judiciales,
policiales y parlamentarios corruptos y antinacionales. La llamada guerra de
cuarta generación no se libra contra el raciocinio de nuestros pueblos, sino
contra los sentimientos, en golpes bajos de manipulación, medias verdades y
mentiras, que imponen, por su repetición permanente, en imaginarios colectivos
desenlazantes de la desestabilización en nuestros países.
América Latina ha sido
campo de prueba de este tipo de guerra: el golpe mediático en Venezuela en 2002
y la desestabilización del país desde ese entonces, con campañas en la que se
suman medios comerciales locales, dirigidos generalmente por medios y agencias
noticiosas, televisoras y radios de otros países, muchos de ellos. A este
“globo de ensayo” se sumaron intentos en Ecuador y Bolivia, los golpes
“blandos” en Paraguay y Honduras, la manipulación mediática como factor
decisivo en las campañas electorales en México y Argentina y, finalmente, el
golpe judicial-parlamentario- mediático que sufre hoy Brasil.
También en este nuevo tipo
de guerra la verdad es la primera víctima. El uno por ciento que controla el
mundo intenta aniquilar toda voz, toda imagen, que no es la “verdad única”
transmitida por los medios hegemónicos. Blancos principales de la guerra
mediática son los medios públicos y populares de nuestros países, y las legislaciones
que, promovidas por los movimientos populares, impulsaron la democratización de
la comunicación. Son golpes directos al pluralismo, al derecho humano a la
información y comunicación, a la diversidad de nuestros pueblos, retornando
violencias que creíamos ya superadas, como el machismo, la xenofobia, el
racismo y la exclusión. Pero también la integración soberana de nuestros
pueblos es blanco de esta guerra, para aniquilar lo que se construyó en los
últimos tres lustros, y para reimponer una integración subordinada a los
poderes económicos, financieros y bélicos del mundo.
El Foro de Comunicación
para la Integración de NuestrAmérica manifiesta su honda preocupación por este
evidente retroceso democrático en varios de nuestros países, y asimismo condena
la represión y asesinatos sistemáticos de comunicadores populares en varios de
nuestros países. El Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica
insta a las organizaciones de integración regional a condenar estas prácticas y
llama a los movimientos sociales y populares y a los medios populares –libres,
comunitarios, independientes, alternativos– de Nuestra América a trabajar en
común para defender el derecho humano a la información y la comunicación y para desterrar de una vez por
todas estas prácticas retrógradas y antidemocráticas. Foro de Comunicación para la
Integración de NuestrAmérica (FCINA) *
Declaración presentada en el marco del Foro Latinoamericano y Caribeña de
Comunicación Popular y Comunitaria (Quito, 28-30 de junio de 2016). ALAI
sábado 9 de julio del 2016.
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Aran Aharonian. ALAI. Autor del presente Artículo sobre La Guerra Mediática-......
LA GUERRA MEDIÁTICA Y LA NECESIDAD DE REINVENTAR EL DISCURSO Y
REIMAGINAR LA IZQUIERDA.
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Aram Aharonian.
ALAI. América latina
en Movimiento.
Viernes 1 de julio del
2016.
Hoy, todas las luces de
alarma permanecen encendidas en el norte y en el sur del sur ante la ofensiva
restauradores del viejo orden neoliberal. Las fuerzas más reaccionarias del mundo
han intensificado sus campañas para desestabilizar nuevamente a varios
gobiernos latinoamericanos, en una experiencia que bien puede ser aplicada en
cualquier país latinoamericano cuyos recursos naturales sean apetecidos por las
potencias centrales.
La creciente y orgánica
participación de los medios de comunicación cartelizados –nacionales y
extranjeros– en la preparación y el desarrollo de las guerras y planes
desestabilizadores del poder fáctico jurídico-policial-parlamentario-promovidos
por y desde Estados Unidos, pero también desde Europa, demuestra que estos se
han convertido en verdaderas unidades militares.
Si hace 40 años
necesitaban de fuerzas armadas para imponer su proyecto, hoy el escenario de
guerra es simbólico y hoy no hacen faltas bayonetas ni tanques: les basta con
el control de los medios hegemónicos para imponer modelos políticos, económicos
y sociales. La guerra se traslada al espacio simbólico, a la batalla
ideológica, a la guerra cultural y, por ende, las armas para esa nueva confrontación
son diferentes.
Ya no son metralletas,
sino micrófonos, computadoras, teléfonos, cámaras de video… La guerra por
imponer imaginarios colectivos se da a través de medios cibernéticos,
audiovisuales y gráficos. Y para esas batallas hay que saber cómo usar esas
armas, apropiarse de las nuevas tecnologías, saber cuál es la masa crítica a la
que queremos dirigirnos, aprender a diseñar y producir contenidos de calidad
para poder pelear en ella: no copiar formatos, agendas, discursos ni estéticas
de los medios hegemónicos.
Los medios comerciales de
comunicación han incautado la libertad de expresión y, precisamente, la han
aprisionado para usarla como rehén. Ante ese poder los individuos no valen, no
valemos nada.
Hoy somos víctimas
de lo que se da en llamar la guerra de cuarta generación y que los
sufrimos en nuestros países como terrorismo mediático, donde la cartelización
de los medios imponen imaginarios colectivos, verdades virtuales muy distantes
de la verdades reales, pero que influyen en la conducta de los pueblos. Los
ejemplos son muchos: Venezuela desde 2002 hasta hoy, Ecuador, Bolivia, los
golpes “blandos” en Paraguay y Honduras, la desestabilización financiera en
Argentina en 2015 y el golpe judicial-parlamentario. mediático de hoy en Brasil
En medio de esta pelea por
masificar nuestros mensaje, para romper el bloqueo informativo y
comunicacional, nos damos cuenta que la caja de herramientas con que contábamos
ya no nos sirve. No logramos masificar nuestro mensaje, porque carecemos de
medios masivos o porque no hemos sabido crear redes que masifiquen mensajes.
Seguimos perdiendo por
goleada, porque tarde nos dimos cuenta que una ley de medios no es más que un
marco jurídico que sirve para no respetarlo, porque seguimos siendo reactivos y
no proactivos, porque no sabemos informar sino denunciar, porque seguimos
copiando modelos exógenos, seguimos comprando espejitos sin lograr sacudirnos
el coloniaje cultural.
¿Para qué queremos nuevos
medios, nuevas frecuencias si no contamos y sumamos nuevos contenidos que
tengan que ver con nuestras idiosincrasias, nuestras luchas, nuestros anhelos,
nuestra memoria? ¿Cuándo vamos a construir nuestra propia agenda y dejar de de
ser reactivos a la agenda del enemigo? ¿Cuándo vamos a salir del eventismo,
cómo vamos a romper esta ilógica lógica comunicativa desde organizaciones
verticales? La horizontalidad ayuda a construir unidad, en procesos de
organización, con movilización.
Tenemos doctorados en
lloriqueo y denunciología, y creemos que eso es resistencia. Llevamos más de
500 años de resistencia que hay un cambio de y no hemos comprendido que
vivimos un cambio de época, en el que debemos comenzar a construir: una nueva
comunicación, base elemental en la lucha por una sociedad más democrática,
participativa.
Pero, claro, es más fácil
denunciar y llorar. La construcción se hace desde abajo, ladrillo a ladrillo,
hom,bro con hombro, colectivamente. Lo único que se construye desde arriba… es
un pozo…
Reimaginar la izquierda.
La tarea de reimaginar la
izquierda no se puede desarrollar desde los esquemas tradicionales (sean o no
oficialistas), desde añejadas ortodoxias. Debemos asumir no solo las derrotas
electorales sino –lo que es más grave y difícil de digerir- la derrota
cultural.
Hace rato que la izquierda
tradicional está agotada, sin capacidad para abandonar sus viejos nichos, para
pensar una alternativa para amplias franjas –incluidas aquellas que no se
definen de izquierda– y pasar a la disputa de conciencias con una derecha que,
pese a su crisis, sigue avanzando en la reconquista de diversos escenarios
sociales y en la restauración conservadora.
Y cuando hablamos de
izquierda, no nos estamos refiriendo a partidos marxistas, leninistas o
trotskistas, sino a todos los movimientos que impulsaban (e impulsan) -desde
sindicatos, partidos, organizaciones sociales, estudiantiles, campesinas,
indígenas-, los cambios estructurales que desembocaran en sociedades
inclusivas, equitativas, justas.
Lo cierto es que la
izquierda todavía no generó valores alternativos, por ejemplo, al mundo de
valores neoliberales centrado en el consumismo, el individualismo y la falta de
solidaridad.
No caben dudas: hay que
reconstruir el pensamiento de izquierda. Y en esta reconstrucción hace falta la
academia, hacen falta los intelectuales para sumar capacidades de reflexión y
formulación de propuestas alternativas al pensamiento hegemónico. Durante más
de tres décadas se denostó el modelo neoliberal, pero no se avanzó en la
elaboración de una propuesta alternativa.
El discurso de la
izquierda tradicional quedó anclado en la etapa de la resistencia, por
incapacidad propia, por no entender que se transita una nueva etapa de
construcción, sobre todo de estas propuestas y teorías alternativas al
liberalismo, vinculadas a los desafíos del siglo XXI.
La intelectualidad
“progre”, olvidada o ignorante del pensamiento crítico latinoamericano, no
participa activamente en los nuevos procesos políticos, muchas veces anclada en
el “marxicismo” (narcisismo marxista), en la denunciología permanente (y su
paralelo lloriqueo) o en la repetición de consignas y firma de solicitadas (que
engruesan los listados de organismos de seguridad de los países centrales), lo
que algunos confunden con militancia.
Se necesitan nuevas
teorías para poder ponerle freno a este proceso de vaciamiento democrático que
caracterizó por décadas a los gobiernos neoliberales, dictatoriales o no. Y en
eso nueva academia está en deuda: en América latina la praxis está 30 años por
delante de la teoría.
Se enfrenta una arremetida
contra la unidad latinoamericana y especialmente contra los avances y logros
que generaron los gobiernos y los pueblos en la integración.
Uno de los objetivos de
ese uno por ciento de los “dueños del mundo” es neutralizar, aniquilar todo
movimiento de resistencia en su contra, desde los partidos progresistas hasta
los movimientos populares. No hay lugar para aquellos que no siguen a rajatabla
el libreto neoliberal, extractivista, depredador. Para ello trabajaron en la
domesticación, el adocenamiento, incluyendo la inserción o cooptación de
líderes de movimientos y partidos de izquierda en la estructura del poder
fáctico.
Pero como esto no alcanzó,
trabajan en la desestabilización y los golpes de estado, cruentos o blandos,
para lo cual cuentan con una estructura de poder donde confluyen las grandes
corporaciones nacionales y trasnacionales, las elites que dominan los aparatos
judiciales y financieros, junto al terrorismo mediático desarrollado por las
usinas de imposición de imaginarios colectivos de la prensa hegemónica.
Sin duda no es lo mismo el
acceso al mercado de consumo, muchas veces sacando de la pobreza a importantes
sectores sociales, que jugarse por cambios estructurales que garanticen la
inclusión, la equidad, la igualdad de oportunidades en educación, salud,
nutrición y la gestación de democracias participativas y no meramente
declamativas.
Es hora de pensar a largo
plazo, con sentido estratégico y no ahogarse en esa confusión de que
resistencia significa denunciología y lloriqueos permanentes. Es la única forma
de construir nuevas sociedades, nuevas democracias, y no continuar ayudando a
gestionar las dificultades de este sistema antipopular.
Y, lamentablemente,
seguimos comprando los espejitos de colores que nos ofrecen desde las usinas
del colonialismo, en Estados Unidos o Europa. Ese colonialismo cultural, que
aún no hemos logrado sacudirnos, hace que no creamos en nuestras fuerzas, en
nuestras soluciones colectivas, y nos dejemos llevar por cantos de sirenas de quienes jamás
entendieron quiénes somos, cómo somos y qué queremos ser.
*****
-
Aram Aharonian es periodista y docente
uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur,
director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
*
Texto de la participación del autor en el conversatorio Guerra mediática y
desafíos para la democracia en América Latina,
del Foro Latinoamericano y Caribeño de Comunicación Popular y Comunitaria
– II Congreso Internacional sobre Comunicología del Sur, Quito junio 2016.
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