La clase
trabajadora, el proletariado, la clase obrera es producto del capitalismo
industrial, del uso intensivo y por millones de la
mano de obra, de la Primera Gran Revolución Industrial. Transcurren más de tres
siglos donde las fuerzas productivas son explotadas y por millones, producto de
las propias condiciones económico-sociales y políticas, la clase obrera se
organiza, desde sus formas originarias, sobre todo cuando se produce en el siglo
XVII – 1600 a 1700 – el proceso de expulsión de miles de miles de campesinos
del agro a la ciudad, el capitalismo ingresa en forma violenta al sector rural.
Nace la Ciudad concentrando en su interior millones de proletarios, con
jornadas de trabajado de 18 horas como promedio. Inglaterra es el centro
del nacimiento de la clase obrera y la propia revolución industrial y la
primera Revolución burguesa de la Historia. Los Gremios representan las
primeras formas de organización de los trabajadores, organizados por los
trabajadores de la misma especialidad y sobre toda para “protegerse de la
condiciones inhumanas” del trabajo. En pleno siglo XVIII son las condiciones
políticas, donde la Burguesía, es
protagonista de los “nuevos tiempos” de Modernidad, La Enciclopedia en
Francia, tiempos de la Revolución Francesa y tiempos de la lucha de la
clase obrera, junto con sus enemigos de sus enemigos, dejan atrás los tiempos
de la sociedad feudal y de los señores.
Siglo XIX, el
proletariado en Inglaterra y la conquista de las 10 horas como jornada de
trabajo – el primer triunfo de la economía
política del proletariado sobre la economía de la burguesía y el capitalismo.
(In)surgen los Sindicatos, como organizaciones de lucha de clases. Marx y
Engels en la Primera (1866) y Segunda (1889) Internacional. La lucha por la
jornada de los 3/8- 8 horas de trabajo, 8 horas para vivir y 8 horas de
descanso y esparcimiento-. Finales del siglo XIX, se produce la segunda
revolución Industrial – la fase superior del capitalismo, el imperialismo –
la clase obrera, la clase trabajadora, también se organiza y lucha a
nivel internacional. Ingresamos al siglo XX, donde la clase obrera sigue en su
lucha por sus Derechos Laborales. La
primera y Segunda Guerra Mundial, la crisis del capitalismo en 1929, generan
grandes desconocimientos de los derechos de los trabajadores, sin embargo,
post-Segunda Guerra Mundial, tiempos de la Guerra Fría y los 30 años de oro
del capitalismo y el Estado Social de Bienestar, Europa es el centro de las
grandes conquistas sociales de los trabajadores y el Poder Sindical. Históricamente
el capitalismo industrial entra en crisis durante la década de los 70' del
siglo XX. Y en su propia estructura se producen tres grandes revoluciones: la
revolución de la comunicación electrónica, la revolución del transporte, la revolución
tecnológica, acompañada de Leyes que abren
el mercado mundial a una sola economía: la Globalización neoliberal……..El
Estado no es la solución, el Estado es el problema --……
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La clase trabajadora, el proletariado, la clase obrera es producto del capitalismo industrial, del uso intensivo y por millones de la mano de obra. Históricamente el capitalismo industrial entra en crisis durante la década de los 70' del siglo XX.
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POLÉMICA
MUNDIAL: ¿EXISTE LA CLASE TRABAJADORA?.
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Dr.- Vicenç Navarro.
Público
viernes 29 de julio del 2016.
Uno de los libros escritos
en el Reino Unido que sería de desear que fuera ampliamente leído en España (al
ser especialmente relevante para este país) es el excelente libro de Owen Jones
Chavs. La demonización de la clase obrera. En este libro, el autor detalla
cómo en la sociedad británica, caracterizada por una estratificación muy
acentuada por clase social, la clase dominante que controla los mayores medios
de información ha configurado una cultura que ensalza a tal clase, mientras que
menosprecia y discrimina a la clase trabajadora, utilizando en su lenguaje
expresiones ofensivas para definir a dicha clase. Un ejemplo es la utilización
del término “chavs” para definir a miembros de tal clase, la palabra utilizada
en el título del libro, que en la cultura española (incluyendo la catalana)
equivaldría a definir a miembros de la clase trabajadora como miembros de la
“clase baja”.
En cierta manera, la
situación es incluso peor en España, pues aquí ni siquiera aparece el término
de clase trabajadora. En realidad, la clase trabajadora ha desaparecido
prácticamente en el discurso político, literario y mediático del país, y
raramente aparece en los medios. Las series televisivas tienen como
protagonistas profesionales de la clase media de renta alta (frecuentemente de
la clase media profesional), que reflejan esta visión (errónea) de que la
mayoría de la población es y se siente de clase media. En España el término de
clase trabajadora definitivamente ha dejado de existir, de manera que en la
estratificación social más utilizada en los medios (incluyendo los académicos)
se distinguen tres clases: la clase alta, la clase media y la clase baja,
utilizándose este último término para definir a la clase trabajadora, la cual
se considera que está desapareciendo, encontrándose próxima a su extinción. Hoy
incluso dirigentes de izquierdas son reacios a utilizar el término de clase
trabajadora por considerarlo anticuado, y en su lugar utilizan el término clase
media (o en ocasiones clase baja) para definirla.
El origen de la desaparición del discurso de
clases: la Guerra Fría continúa viva en la cultura del país.
El país donde se hizo este
cambio de definiciones fue EEUU, en el cual, ya en los años cincuenta, se
dejaron de utilizar los términos de clase capitalista, clase media y clase
trabajadora, siendo sustituidos por los de clase alta, media y baja. Este
cambio en la utilización del lenguaje ocurrió en los años cincuenta en plena
efervescencia de la Guerra Fría, cuando se intentó barrer en toda la sociedad estadounidense
cualquier elemento que sonara a socialismo o a comunismo. Lo último que quería
la estructura de poder era que se conservara una conciencia de clase por parte
de la clase trabajadora.
Fue en aquel periodo cuando
en los centros intelectuales del país, universidades y fundaciones, y en los
mayores medios, se redefinió el concepto de clase, definiéndolo por el nivel de
renta del individuo, independientemente del origen de tal renta. El objetivo
era evitar por todos los medios que se estableciera una conciencia de clase,
ocultando o intentando evitar cualquier percepción que significara el
reconocimiento de la existencia de clases sociales que pudieran estar en
conflicto. En su lugar, se enfatizó el rol de los individuos en busca del
“sueño americano”, según el cual todo individuo podría subir por la escala
social en base al mérito y a la oportunidad. De esta manera, el lenguaje de
conflicto colectivo, incluido el conflicto de clases, desaparecería,
desapareciendo con ello incluso el concepto de clases.
Lo que era permisible en la
narrativa y en el lenguaje dominante era agrupar a los individuos según la
jerarquía social, tomando el nivel de ingresos como indicador del lugar que
dichos individuos ocupaban en aquella escala. De ahí la redefinición de las
clases en clase alta, clase media y clase baja, que sustituían los términos de
clase capitalista, clase media y clase trabajadora, un cambio de gran
importancia para enmascarar la dinámica de poder del orden capitalista. La
sociedad de clases se presentaba como la sociedad de niveles de renta, siendo
el más bajo el que correspondería a la que objetivamente continuaba siendo la
clase trabajadora, la clase que adquiere sus rentas a base del trabajo, en una
relación subordinada con la clase capitalista, mediada esta relación por la
clase media, que objetivamente no era la mayoría de la población, siendo ésta
la clase trabajadora.
Últimamente esta clase
capitalista, que en EEUU se le llama la clase corporativa (The Corporate
Class) y que incluye los propietarios y gestores del gran capital (las
mayores corporaciones financieras y económicas de los distintos sectores
económicos del país), ha pasado a definirse como el 1% (señalando con ello el
grado de concentración tan elevado de la propiedad del capital), situándose
frente a todos los demás, el 99% de la población. Esta visión del capitalismo,
que movimientos sociales contestatarios, como el Occupy Wall Street, han hecho
suya, tiene algo de verdad, pero no de toda la verdad, pues este 1% necesita
para el sostenimiento de su dominio un sector de la población que tiene como
función garantizar dicho dominio. Este sector juega un papel clave en la
reproducción del sistema y está constituido por la clase media de renta alta
(incluyendo la clase media profesional), que tiene intereses distintos a los de
la mayoría de la población, pues su poder depende de su relación con el 1%
superior. El 1% no estaría donde está sin la existencia y apoyo de este sector
cuyo tamaño va del 15% al 20% de la población. Se incluyen en esta población
todos los gerentes y profesionales de dirección, por ejemplo, de los medios de
información, comunicación y persuasión. De ahí que el conflicto no sea solo del
1% frente al 99% restante, sino del (1+19)% frente al 80% restante.
¿Existe conciencia de clase?.
Parece una paradoja que,
aun cuando los medios de información casi nunca utilizan los términos y
conceptos de clases sociales, estas persistan en la conciencia de la población.
Así, si a la población en EEUU (y lo mismo en España) se le pide su
identificación social presentando como alternativas clase alta, clase media
o clase baja, la gran mayoría de la población contesta que clase media, de
lo cual se deduce erróneamente que la mayoría de la población se considera
clase media. Ahora bien, si la elección es entre clase alta, clase media o
clase trabajadora, hay más personas en EEUU (y en España) que se definen de
clase trabajadora que de clase media. En EEUU, por ejemplo, la gran mayoría
(56%) de personas entre los 18 y 35 años se definen como de clase trabajadora
(porcentaje que ha ido subiendo durante los años de crisis). Solo un 33% se
sienten de clase media.
La gran mayoría de los que
se definen como clase trabajadora apoyaron la candidatura del socialista Bernie
Sanders, el candidato del Partido Demócrata que explícitamente se refirió a la
clase trabajadora, utilizando dicho término para definirla. El otro candidato,
este del Partido Republicano, Donald Trump, también habla a y de la clase
trabajadora, y el gran empuje de estos dos candidatos en las primarias de ambos
partidos ha cogido al establishment (el 20% de la población con renta superior)
por sorpresa, pues ignoraba o quería ignorar que existía tal clase social y
desconocía o quería desconocer la gran reducción de los estándares de vida de
tal clase que ha ido ocurriendo desde que se inició la revolución (o mejor
dicho, contrarrevolución) neoliberal en los años ochenta.
La proletarización de la clase media.
Las nuevas generaciones, que en EEUU siempre creyeron que la educación,
incluyendo la universitaria, les garantizaría un futuro mejor que el de sus
padres, han visto que ello no era cierto, pues, después de haber realizado sus
estudios y endeudarse hasta la médula para poder alcanzar el título y los
conocimientos que creían que les garantizarían el futuro mejor, no lo han
alcanzado. En realidad, los salarios para los puestos de trabajo a los que
aspiran son mucho más bajos que hace treinta años. Y en muchas ocasiones ni
siquiera encuentran tales trabajos, teniendo que aceptar otros trabajos muy por
debajo de lo que aspiran. Esta situación ha sido incluso más marcada durante la
Gran Recesión (2008-2016). Esta es la causa de su gran enfado y su radicalidad,
que explica, de nuevo, el éxito de las candidaturas de Bernie Sanders (que cogió
por sorpresa al establishment del Partido Demócrata, representado por Hillary
Clinton) y de Donald Trump (que también cogió por sorpresa al establishment del
Partido Republicano). Hoy la estructura de poder está altamente cuestionada,
pues las instituciones mal llamadas representativas han perdido su credibilidad
y su legitimidad para la gran mayoría de la clase trabajadora, cuyo tamaño,
objetiva y subjetivamente, ha ido aumentando.
Y esto es también lo que está ocurriendo en Francia (donde el partido
con mayor apoyo electoral entre la clase trabajadora es el partido de Marine Le
Pen), en el Reino Unido (donde la mayoría de la clase trabajadora apoyó el
Brexit), en España (donde la mayoría de los jóvenes apoyan a Unidos Podemos), y
así un largo etcétera. Créanme que la clase trabajadora, aunque no aparece en
los medios, continúa existiendo. Y si no se lo creen, esperen la evolución de los
acontecimientos políticos en Europa y lo verán.
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