“Frente a este escenario, los/as migrantes nos invitan a desandar
los muros perceptivos y reflexivos para
entender profundamente el nuevo lenguaje que están escribiendo sobre el poder
mundial. La movilidad humana es en definitiva el otro nombre de una fuerza
social diseminada que está empujando un
mundo transnacional, intercomunicado, desterritorializado, socio-integrado,
impactando de pleno en la arquitectura del tablero global. Mientras los promotores de la globalización excluyente tienden a
replegarse detrás de los nacionalismos, de la hiper-concentración de riqueza y
de la cobardía ética, las rutas migratorias tejen a contramano una comunidad transnacional, pluricultural,
multipolar, solidaria y horizontal, no exenta de contradicciones por
supuesto, pero en búsqueda y en permanente ensayo existencial. “Migrar para vivir
y sobrevivir” como lo dicen las
emotivas banderas migrantes. Migrar finalmente para no marchar detrás de la “necropolítica” de la globalización neoliberal,
sino para abrazar una posibilidad de mundialización
humanizadora y prefigurar una suerte de proto-política global de
solidaridad, igualdad y de convivencia planetaria. En el fondo, subyace una formidable provocación para descolonizar nuestras
visiones de nosotros mismos y de nuestra inserción en el mundo”.
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ABRIR
NUEVOS CAMINOS AL MUNDO.
Los migrantes al
frente de una inédita batalla político-cultural.
*****
Francois Soulard, Germá Pelayo.
ALAI.- Domingo 28 de agosto del 2016.
“Al
río que todo lo arranca lo llaman violento,
pero nadie lama violento al lecho que lo oprime”. - Bertold Brecht
pero nadie lama violento al lecho que lo oprime”. - Bertold Brecht
“No es la tierra esta vez la que se
mueve, somos nosotros, migrantes. Los y las migrantes, todas las personas que
vivimos las diversas formas de movilidad humana, somos parte consustancial de
las nuevas realidades mundiales y también una expresión emblemática de sus
contradicciones y desafíos”. Carta
latinoamericana de migrantes
Las migraciones humanas no
dejan de ser el fenómeno transnacional más compulsivo e indicador de la vejez
de los antiguos mundos que no terminan de morir o que tratan de renacer bajo
formas más regresivas. Frente a la globalización capitalista “de la destrucción”
como lo recalcó el reciente Foro social mundial de migraciones desarrollado en
Brasil (julio 2016), los y las migrantes se constituyen como partículas éticas,
interculturales, eróticas, comunicacionales, civilizatorias, portadoras de
alternativas y de otros mundos que chocan con las fronteras excluyentes de un
mundo peligrosamente enredado en el pasado. Una de estas fronteras tiene que
ver con la resistencia para resignificar la movilidad humana como un nuevo
horizonte social y político. Esta resistencia, cuya agudización llega a una
verdadera negación del terremoto humano migratorio, no es exclusiva al campo de
las migraciones. Forma parte de lo que podríamos llamar una gran batalla ética,
política y cultural para abrazar, interpretar y disputar las inéditas
transformaciones traídas por la mundialización del planeta.
Siempre es útil volver a
dimensionar la amplitud del “rumbo migratorio” tomado por el orden global, hoy
marcado por una movilidad humana compulsiva comparable a la que ocurrió durante
la segunda Guerra mundial. Se estima actualmente un total aproximativo de mil
millones de migrantes, entre ellos 250 millones de migrantes transnacionales
(concentrados principalmente en 10 países de destino) y 750 millones de
migrantes internos, representando un total 30% de la fuerza laboral planetaria.
Dentro de este conjunto,
existen 52 millones de refugiados y 50 millones de desplazados climáticos que
deberían alcanzar los 250 millones en las próximas décadas debido a la
tendencia anunciada del cambio climático. Los países industriales alojan
actualmente solo un 14% de los refugiados, mientras los países emergentes o en
desarrollo incluyen el 86% (la población de ciertos países como el Líbano
siendo compuesta por un cuarto de refugiados/as). En los principales países
occidentales centrales de destino, los migrantes llegan a generar una riqueza
económica alcanzando hasta un tercio del PBI nacional como en el caso de los
Estados Unidos. Las migraciones, que podemos calificar mayoritariamente
como femenizadas, forzadas, invisibilizadas, precarizadas y subreguladas,
generan un impacto político-cultural creciente todavía poco analizado en los
países o regiones destinatarias.
Antes de reforzar el
trazado de las fronteras, hoy los muros anti-migratorios parecen haberse
endurecido en el interior de las subjetividades, de los imaginarios y los
espacios de decisión política. En el terreno subjetivo, la gran desaceleración
económica iniciada a partir del 2008, sumada a los efectos subterráneos de una
nueva geopolítica comunicacional y emocional, han hecho volver a las pasiones
en el campo político, para lo mejor y naturalmente para lo peor. El miedo y sus
derivados irracionales han contaminado peligrosamente la brújula política, con
una instrumentalización ampliamente cosechada por los sectores políticos de
ultra-derecha como lo vemos en Europa, en EEUU y otros países emergentes[i].
A nivel del imaginario, la migración contemporánea sigue polarizada por
esquemas de interpretación elaborados en época donde ordenaban los conceptos de
potencia militar, de centralidad occidental, de uniformidad cultural y de
enclave nacional heredados del equilibrio westfaliano. ¿Qué nos enseña en la
realidad? En cincuenta años, solo aumentó de 2% a 3% la proporción de migrantes
transnacionales en proporción a la población mundial, al contrario de las
prospectivas de hace varias décadas que predecían una migración masiva
procedente de la ex-URSS, de los países del Este europeo o de África. En el
corazón de Europa, hasta el Bundesbank de Alemania ha evidenciado la necesidad
de integrar anualmente 200 000 migrantes para mantener su dinamismo
económico[ii].
La actual migración de miles de ciudadanos españoles a Marruecos para encontrar
una salida laboral es también una señal de época. Estos datos, si bien son de
carácter económico, se puede extender a casi todos los países industriales y da
una idea del “imaginario paralelo” en el cual se aísla (o manipula) la
comprensión de la cuestión migratoria.
Asimismo, en una gran
parte de la clase política de los países centrales y más moderadamente en
ciertos países emergentes, el relato parece haberse entregado a una suerte de
triple retórica instrumental, securitaria y negacionista. Por un lado, la
situación de crisis migratoria está dramáticamente convertida en un elemento de
marketing político-electoral en vez de ser elevada como una cuestión política
transnacional de largo plazo. Las migraciones están apuntadas tanto como una
causa negativa de una Unión Europea “coladora”, tanto a una amenaza a la
seguridad laboral, física, identitaria, eventualmente asociada a la amenaza
terrorista. Por otro lado, predominan enfoques defensivos y tecnicistas en las
políticas estatales, es decir basadas en un monopolio del Estado sobre la
prerrogativa migratoria, donde se recurre a un arsenal de dispositivos de
vigilancia, externalización y control fronterizo que se han venido desplegado
nítidamente a partir del giro geopolítico iniciado en el año 2001. A fin
de cuentas, el ámbito político está dando la espalda a la vez a los argumentos
científicos, históricos y éticos sobre las migraciones, e in fine al rol mismo
de la política para elaborar una respuesta a la altura de un fenómeno tan
permanente, inevitable y transnacional como la movilidad humana. Obviamente, no
hay respuestas binarias frente a un fenómeno complejo como la actual movilidad
humana. Pero en lo general es evidente que en vez de ir hacia una construcción
política ampliada de este tema, las autoridades públicas se han dejado
arrinconar en una estrechez imaginaria-discursiva, que termina abundando aún
más a la desesperación humana y los huecos existentes en la regulación de las
migraciones.
Frente a este escenario,
los/as migrantes nos invitan a desandar los muros perceptivos y reflexivos para
entender profundamente el nuevo lenguaje que están escribiendo sobre el poder
mundial. La movilidad humana es en definitiva el otro nombre de una fuerza
social diseminada que está empujando un mundo transnacional, intercomunicado,
desterritorializado, socio-integrado, impactando de pleno en la arquitectura
del tablero global. Mientras los promotores de la globalización excluyente
tienden a replegarse detrás de los nacionalismos, de la hiper-concentración de
riqueza y de la cobardía ética, las rutas migratorias tejen a contramano una
comunidad transnacional, pluricultural, multipolar, solidaria y horizontal, no
exenta de contradicciones por supuesto, pero en búsqueda y en permanente ensayo
existencial. “Migrar para vivir y sobrevivir” como lo dicen las emotivas
banderas migrantes. Migrar finalmente para no marchar detrás de la
“necropolítica” de la globalización neoliberal, sino para abrazar una
posibilidad de mundialización humanizadora y prefigurar una suerte de
proto-política global de solidaridad, igualdad y de convivencia planetaria [iii].
En el fondo, subyace una formidable provocación para descolonizar nuestras
visiones de nosotros mismos y de nuestra inserción en el mundo.
En este sentido, las
organizaciones migrantes parecen visualizar más claramente la necesidad de
intensificar la disputa imaginaria-cultural para pujar hacia un horizonte digno
de movilidad. Varios encuentros desarrollados estos últimos años denuncian cada
vez más la agudización del paradigma economicista y securitario, sostenido por
los vendedores de odios, de mitos y mentiras, amplificado por los medios
hegemónicos, que asfixia la capacidad política para instalar nuevos escenarios.
La situación europea o el rumbo poco audaz tomado por la cumbre de alto nivel
de Naciones Unidas prevista en septiembre 2016
[iv] ilustran esta grieta. Se exige una nueva
arquitectura multilateral con mecanismos vinculantes. Pero ¿qué esperar del
régimen de balkanización actual de las relaciones internacionales? Como lo resaltaron
los debates del Foro de migraciones de São Paulo, esta batalla política incluye
la lucha informativa pero tiene que ver sobre todo con una amplia batalla
comunicacional. Es una lucha para cuestionar la negación migratoria y
resignificarla desde un lugar positivo, realista y deseable, creando escenarios
de alianzas y de confrontaciones con otros actores de la sociedad, de forma
inseparable con las luchas por los derechos humanos. Uno de estos escenarios
tiene que ver con las experiencias locales que demuestran itinerarios de
integración factibles y exitosos, inseparable de un horizonte epocal de
confrontación post-neoliberal. Otro escenario tiene que ver con el espacio
público, las resistencias populares y el movimiento micromediático creciente en
varias regiones que puede ayudar en visibilizar los movimientos migratorios.
Parece que estos escenarios son pasos previos para desplazar a las tendencias
mortíferas, acumular
fuerzas para cambiar los marcos de regulación y construir caminos instituyentes
hacia nuevas mundialidades.
-
François Soulard y Germà Pelayo, Carta mundial de migrantes/Foro Democrático
Mundial.
*****
I.- Roberto Savio.
II.-
Alemania necesita unos 200 mil inmigrantes por año.
III.-
O de “gobernanza social mundial” como lo sugiere Bertrand Badie.
IV.-
Sobre Refugiados y Migrantes.
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